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XII

Biografia de don Carlos Bello.-Su carácter.-Es nombrado oficial del ministerio de relaciones esteriores i después secretario de la gobernación de Vaparaíso.-Su activa comportación durante una tempestad ocurrida en este puerto.-Los Amores del Poeta. Otras composiciones en prosa i en verso de don Carlos Bello.-Deja casi concluído un drama titulado Inés de Mantua. Su conducta política.-Su fallecimiento.

Don Andrés Bello se casó en Londres con doña Mariana Boyland.

Tuvo dos hijos de este matrimonio, a saber: don Carlos i don Francisco.

El primero nació en Londres el 30 de mayo de

1815.

Cuando don Andrés vino a Chile en 1829, ya casado en segundas nupcias con doña Isabel Dunn, trajo consigo, con el resto de la familia, a su hijo promojénito.

Cuando yo le conocí, don Carlos era un joven de cuerpo esbelto, de rostro hermoso i de maneras elegantes.

El apellido que llevaba podía servir mui bien de calificativo a su persona.

Vestía primorosamente, como un petimetre a la moda; i cortejaba a las damas de alta categoría, como un héroe de Balzac.

Para ser exacto, debo agregar que su belleza

tenía mucho de femenino, i que su trato chocaba por algo de presuntuoso.

Vivía como un sibarita.

Su cuarto estaba lleno de cuadros, de estatuasde porcelanas.

En cierta ocasión, oí decir a su hermano Juan, en todo de chiste, i por vía de broma:-Carlos cuida tanto de su persona i de su traje, que, en su última hora, va a procurar, como los gladiadores romanos, sucumbir en una postura académica.

Estuve en casa de don Andrés Bello la noche del día en que falleció don Carlos; i presencié cuando el venerable anciano dio al difunto el beso de eterna despedida.

Nunca olvidaré aquella escena tétrica, solemne, desgarradora.

Don Carlos Bello se hallaba tendido en su lecho. Su rostro aparecía mas pálido, que las bujías que lo alumbraban.

Su cuerpo estaba tieso con la rijidez del mármol, con esa rijidez que constituye una de las diferencias entre el sueño i la muerte, con esa rijidez del cadáver que ningun paño puede ocultar, ni disfrazar siquiera.

Involuntariamente me acordé entonces de las palabras proferidas por Juan, que después no han salido nunca de mi memoria.

Don Carlos Bello principió su carrera pública en Chile, como oficial del ministerio de relaciones esteriores.

A los pocos años de haber obtenido este empleo, fue nombrado secretario de la gobernación de Valparaíso, que no había sido aun elevada a la categoría de intendencia.

Mientras desempeñaba este cargo, ocurrió un suceso que suministró ocasión para que la prensa

le alabara.

El 24 de julio de 1839, sobrevino en Valparaíso un espantoso temporal, que duró tres días.

El viento sopló con furia; la lluvia cayó a torrentes; el mar se alborotó con insólida violencia.

La corbeta nacional Libertad disparó un cañonazo para pedir ausilio; pero, cuando la autoridad trató de proporcionárselo, la impetuosidad del norte i la braveza de las olas repelieron hacia la playa las embarcaciones despachadas al efecto.

Uno de los botes enviados fue hecho mil pedazos; i los hombres que lo tripulaban escaparon medio ahogados.

A las diez de la noche, la fragata nacional Monteagudo, que había arrastado sus anclas, vino a estrellarse contra el tajamar de una obra que estaba construyendo don Josué Waddington en frente de la cueva del Chivato.

Dentro de aquel buque fracturado i próximo a hundirse, había diez i nueve hombres, que se hallaban aguardando la muerte por minutos.

¿Cómo salvarlos?

Un teniente de la marina norte-americana, Mr. Craven, se metió en un bote, acompañado por tres oficiales ingleses o norte-americanos, i un marino chileno; i se dirijió hacia la rota nave por entre las montañas i los abismos formados por el agua.

Media hora después, un teniente de la marina inglesa, Mr. Collinson, salió en otro bote con el mismo rumbo i el mismo propósito.

Entre tanto, Craven, conociendo que no podía llevar consigo a todos los náufragcs, i que el casco de la Monteagudo no podía resistir mucho tiemsin destrozarse, se dirijió en el acto a la fragata inglesa Fly, cuyo comandante Mr. Locha, le su

po

ministró una lancha bien equipada, i capaz de contener una numerosa tripulación.

Cuando el intrépido marino volvió al lugar del siniestro, encontró que Collinson, con riesgo de la vida, había salvado a tres de los individuos que ocupaban los restos del buque varado.

Craven i sus compañeros tuvieron la gloria de conducir los restantes a bordo de la Fly.

Eran las tres i media de la mañana del día 25. Pocos momentos después, los maderos i las tablas que componían la Monteagudo eran tragados por esa tarasca insaciable que se llama el mar.

El Mercurio de Valparaíso elojió mucho la conducta observada por don Carlos Bello en esta circunstancia.

Es cierto que no tuvo el papel principal, el cual correspondió a Graven i a Collinson; pero se afirma que trabajó con enerjía i actividad para segundar sus esfuerzos.

El gobernador don Juan Melgarejo, su secretario don Carlos Bello i otros varios empleados i sujetos respetables permanecieron aquella noche en la playa, tomando todas las disposiciones que el caso requería, a pesar de lo recio del viento i de lo copioso de la lluvia.

Don Carlos Bello tuvo en su existencia un día de triúnfo espléndido.

El 28 de agosto de 1842, se representó por primera vez en el teatro de Santiago el drama orijinal suyo titulado Los Amores del Poeta.

Es imposible describir el entusiasmo que esta composición despertó en el público.

El teatro estuvo repleto. No había una sola luneta desocupada, ni un solo palco vacío.

Todos los espectadores escuchaban con un silencio profundo, que solo era interrumpido de cuando en cuando por una salva de aplausos.

El argumento de la pieza es mui poco compli

cado.

La acción se desenvuelve en la sociedad moderna; i pasa en una aldea situada en las inmediaciones de París.

Un poeta célebre, a quien se bautiza con el nombre de Eujenio Gressey, ama con delirio a una viuda de diez i nueve años llamada Matilde de Monville, que le ha dado su corazón, i estaría dispuesta a otorgarle su mano. El coronel Fiercour, que adora a la misma dama, se interpone entre ambos; i prevaliéndose de su maestría consumada en el manejo de las armas, intima a la viúda que si ella no despide a Gressey, él tomará el partido de desafiar a su rival, o lo que es lo mismo, de asesinarle. Matilde de Monville, amedrentada por aquella amenaza, de cuyo cumplimiento no puede dudar, consiente en escribir a Gressey una carta dictada por el mismo Fiercour para pedirle que en lo sucesivo se abstenga de visitarla, porque ella no puede corresponder a su afecto.

El poeta sospecha sin dificultad quién es el autor de la intriga; tiene con el coronel un duelo a muerte, en que una sola de las pistolas está cargada con bala; i le mata.

Entre estos tres personajes, figura un señor Dormand, amigo del protagonista, el cual sirve únicamente para ayudar al movimiento de la acción.

La pieza fue ejecutada por los actores que se espresan a continuación:

Eujenio de Gressey.—Máximo Jiménez.
Coronel Fiercour.-Carlos Fedriani.

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