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ha mostrado siempre á la Francia la amistad de la España como un interes frances del primer órden.

La Francia fué pujantemente sostenida en la prosecucion de su interes privado, por el interes europeo mismo; porque si la casa de Austria nos amenazaba por los Pirineos y por sus posesiones sobre el territorio frances mismo que hollaba por el Rosellon, la Flandes, el Artois y el condado de Borgoña, dominaba tambien y pesaba sobre Europa por sus estados de Alemania, por los Paises Bajos, por la Italia y por los recursos de sus ricas colonias. Potencia formidable por cierto, que el ambicioso Carlos Quinto pensaba acrecentar aun con el mayor peligro de la libertad política de la Europa. Abrumado bajo el peso de tan vasta monarquía, y desalentado por un reves que le hizo sufrir la Francia, Carlos se retiro del mundo y repartió sus estados entre dos herederos. Durante todo su reinado, la Francia y la Inglaterra marchaban al frente de cuantas confederaciones se formaban contra él; mas la lucha no tuvo resultado.

Separada de la rama establecida en los estados hereditarios de Austria, no por eso fué ménos temible para la Francia la rama española de Hapsburgo; como que apuraba siempre al reino por tres lados. Su catolicismo exclusivo le dió grande influencia sobre el catolicismo frances, durante las turbulencias de la reforma; Felipe II cuya influencia pesó sobre la Francia. por espacio de muchos años, ensayó hasta de imponerle su dinastía. Todo el mundo sabe la gloriosa resistencia de Henrique IV, y la energia con que se pronunció el sentimiento nacional contra esta tentativa de usurpacion. Luis XIII, guiado por Richelieu, continuó la idea de Henrique IV, se confederó con Holanda, Alemania, Suecia y Saboya contra la casa de Austria, y se asestaron los mayores tiros. La Inglaterra siguió la misma política, sosteniendo la insurreccion de los Paises Bajos. La casa española de Austria se debilitó sensiblemente en esta lucha, hasta pareció degenerar de casta, mientras que la casa de Borbon crecia en fuerzas é influencia, cuanto la otra perdia en vigor

y predominio. La Europa entónces balanzeaba entre el deseo de verse libre del despotismo de la una, y el temor de sufrir el yugo de la otra.

Un gran fenómeno jurídico se producia por entonces en el Occidente; fenómeno desconocido de la edad antigua y de la edad media.

Los diferentes Estados de la Europa habian sido conducidos por diversas circunstancias y por el desenvolvimiento análogo de las condiciones de su sociabilidad, á frecuentes reconciliaciones y á alianzas de comun interes, ora para los negocios de la reforma, ora para la defensa contra los Turcos, ya para el comercio de las colonias, ya para la comunicacion mas activa de las ideas por medio de la imprenta, bien en fin oponerse à los abusos de fuerza de parte de ciertas potencias preponderantes. Sobrevino que esos Estados formaron, respecto del resto del mundo, como un solo cuerpo, en cuyo seno no existian en realidad mas que separaciones políticas, y en el cual la tendencia por unirse fué siempre mas sensible y mas señalada. El sentimiento de las relaciones de derecho se elevó de la vida privada de los particulares á la vida política de los pueblos. Nada hay mas grande en la historia de las obras de la humanidad que la accion de la Europa sobre sí misma, y el desarrollo de las ideas que fué el resultado.

La inteligencia adquirió entonces un brio que no tuviera desde de los antiguos tiempos ; y algunos cortos Estados puedieron con la superioridad de sus alcances contrarestar la influencia que que les faltaba del lado de la fuerza.

Así era impelida la Europa por una gran mancomunidad de suerte, de intereses y de ideas, hácia una forma de existencia política que representaba la confederacion de los Estados civilizados del mundo moderno. Esta situacion hizo nacer un sistema de política internacional, establecido sobre teorías de recíproca garantía, teniendo por objeto la conservacion de la independencia y de la seguridad de cada Estado. Este sistema que puede llamarse europeo, nació de los hechos; mas fué

consagrado por el derecho. Recibió la sancion debida á la fuerza de las cosas; y tambien obtuvo la autoridad comunicada por una briosa manifestacion del espíritu público. Desde entónces hubo un sistema general de política europea al lado del sistema especial de la política particular de cada Estado.

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De allí salió un derecho de gentes fundado no solamente sobre tratados positivos, sino tambien sobre una convencion general y tácita, cuyas máximas obligatorias, aunque á menudo descuidadas, ejercieron grande influencia sobre los actos de los gobernantes. De allí la intervencion en los negocios políticos de la Europa de un nuevo poder con que fué contar el poder del derecho, el poder de la opinion, el poder de la inteligencia bumana. El derecho de gentes fué apoyado de los grandes principios del derecho civil, aplicados al derecho de las naciones: el derecho de libertad interior, el derecho de propiedad ó de independencia esterior y la fe de las convenciones; y como no habia fuera de los pueblos una justicia superior que pudiese procurarles la seguridad que la policia civil proporciona en cuanto á esto á los ciudadanos de un Estado, se echó de ver la necesidad de establecer y de mantener un equilibrio político de las potencias, es decir un sistema preventivo de los abusos de poder, por medio de la reparticion regular de las fuerzas de la confederacion europea. La principal atencion de los Estados so dirigió desde entónces hácia la defensa de su independencia, tanto interna como externa, contra las invasiones que podrian acarrear preponderancia desmedida de un solo Estado. La concepcion de esta balanza política que no fué completamente desconocida de la antigüedad, no engendró sin duda una perfecta seguridad, pero procuró la mayor posible á las naciones interesadas, cuando juntaron á la fuerza del derecho la prudencia de la conducta.

Bajo el apoyo de estos grandes actos políticos, se desenvolvió la treoría de las soberanías nacionales. Por ella consiguió cada estado la consagracion de su derecho natural de gobernarse segun su interes y su razon, respetando el derecho y el interes

ajeno. No se tuvo ya por permitido el intervenir en los negocios interiores de una nacion para meterse en su policia, en la forma de su gobierno y en las relaciones del pueblo con el poder supremo. Del dominio de la especulacion jurídica pasaron estas ideas á la práctica política, gracias á la entendida y laboriosa diplomacia del siglo décimo séptimo, que nos ha trasmitido los gloriosos monumentos de sus afanes, en esos tratados famosos donde están planteadas las bases del derecho europeo. Pero entre los principios constantemente invocados en las diplomáticas de aquel tiempo, estaba el del derecho de obrar para prevenir el engrandecimiento desmedido de un solo Estado, con peligro de la seguridad general y de la independencia de los demas pueblos. El equilibrio de las potencias y de los Estados ha llamado la atencion de todos los hombres dedicados á la carrera política desde mediados del siglo décimo sesto; y hácia fines del décimo séptimo le presentaba Fenelon las formas de un dulce lenguage. El peligro que la libertad de la Europa, ó por mejor decir, que la civilizacion misma habia corrido bajo Carlos Quinto, ha quedado impresa en la memoria de todos.

Se creia en el siglo diez y siete, y hasta en el diez y ocho, que el equilibrio europeo debia establecerse sobre igualdad de fuerzas y de influencia entre el Austria y la Francia. Una alianza estrecha de la España y de la Francia debia ser el medio principal de las fuerzas respectivas. Pero el reinado de la casa de Austria en la Península, parecia ser un obstáculo insuperable para este designio. La Francia ensayó vencer la dificultad por medio de casamientos; mas luego veremos cual fué el caracter de ineficacia de este medio. Richelieu sostuvo la liga de los príncipes protestantes de Alemania contra la casa de Hapsburgo. La guerra de treinta años no tuvo otro objeto que el de constituirá la Alemania en estado de independencia contra el Emperador, porque no era solamente en el Mediodia donde la preponderancia de la Austria se hallaba amenazada, tambien habia suscitado justos temores en el Norte. Mazarino llevo adelante los planes de Richelieu, y tuvo la gloria de concluir

la

paz de Wesfalia que terminó la guerra de supremacía entre

el Austria y la Alemania por el triunfo de la libertad alemana. Esta fué la primera ocasion importante en que pudieron aplicarse las ideas nuevas que con ocasion de la política europea habian prevalecido en los ánimos. Jamas la Europa habia visto tamañas, tan complicadas negociaciones.

Tambien dieron contra la rama española, la que habiendo quedado arruinada en las guerras de la menor edad de Luis XIV, le fué impuesta la paz de los Pirineos. La frontera francesa fué llevada bácia el Este hasta el Rin; por el Mediodia, á los Pirineos, y fortificada al Norte por la agregacion ó la construccion de una línea considerable de ciudades fortificadas.

Pero entonces comenzó una nueva fase de la cuestion. La rama española de la casa de Hapsburgo se habia como consumido; degenerada gradualmente desde Carlos Quinto hasta Carlos II, estaba sobre el punto de extinguirse. La Francia no pudiendo contar con una amistad sólida con la España austriaca, dirigió sus miras hacia la ocupacion de este reino, y Luis XIV, en lugar de ceñirse á la union de los dos pueblos, pareció ambicionar la fusion de los dos Estados en una sola monarquía. Durante los cincuenta últimos años de su reinado, su política fué de establecerse en España, en todo ó en parte, ó á lo menos de expulsar de ella á la casa de Austria. Luis XIV estaba de acuerdo con la Europa sobre que una reunion nueva de la monarquía española con la corona imperial comprometia la seguridad general. Pero temíanse sus designios, y veian en la agregacion de la España á la Francia un lado extremo de la cuestion, igualmente amenazador para el equilibrio europeo. El fin esencial de la Europa desinteresada era pues de evitar la reunion de la España, ya con la Francia, ya con el Austria. La preeminencia que la Francia habia adquirido, y que Luis XIV consiguiera personalmente por la grandeza de su carácter y el esplandor de su reinado, daba sobre este particular, una fuerza singular á los rezelos que exageraba la malavolencia. Sin duda que no se podia imponer á la España una dinastía extranjera

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