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I el verdugo es el bravo entre los bravos, I hai mercados infames de mujeres,

I aun hai razas de esclavos!

La virtud casta i seria

Queda siglos atras, i pronto el mundo
Donde se rinda culto al Dios Materia!
No hai corazones puros, almas buenas,
Conciencias elevadas,

Que luchan por romper esas cadenas,
Que jimen por mirarse aprisionadas,
Que aspiran a lo bueno?

Ai! son perlas preciosas,

Perlas perdidas en un mar de cieno!

XI

Triste es pensar, mui triste, como pienso;
Mas la culpa no es mia.

El lodazal es demasiado inmenso,
I por mas que evitarlo yo queria,
El vendaval del siglo me arrastraba
I me empujó a la sima

Que de solo mirarla me espantaba.
Oh! mi alma era pura!

Mas

por ella, con su hálito de muerte.
Pasó el escepticismo,

¡Ai! apagó la luz, secó las flores,

I do estaba el volcan dejó el abismo.

XII

Los pocos sentimientos que me restan

Ya al desolado corazon no abrazan;
Me conmueven apénas,

Son solamente ráfagas que pasan

Sin dejar una huella duradera:
Son las tímidas chispas

Que saltan de los restos de una hoguera.

XIII

Esas chispas diversas que han saltado,
A veces han caido

Sobre algun corazon que han incendiado.

¡Oh! vosotras, las tiernas criaturas,
Vírjenes de quince años,

Que rodeasteis mis negros desengaños
De sonrisas i ensueños, i ternuras
Sin amaros no he podido

Con la sublime fé que habreis soñado,
Perdonadme el amor que os he pedido,
El anjélico amor que me habeis dado!
Del corazon enfermo, sin aliento

Tan solo, en vez de canto, os he exhalado
Un amargo estertor de sentimiento.
Aquellas impresiones no eran flores
Eran hojas de otoño,

Que al rozarlas no mas vuestros amores
Temblorosas caian

Volaban, al espacio, i se perdian.
Era poco ese riego

Para dar vida a la infecunda tierra
Que habia herido un huracan de fuego.

Yo he refrescado mi abrasada frente
En la brisa empapada en los suspiros
De vuestra alma inocente.

Yo he rejuvenecido mi existencia
En nuestra juventud de primavera,

I hasta he purificado mi conciencia
En el pudor bendito,

En la santa pureza

Que daba con la luz de los amores
Irradiacion de dicha a la belleza.
Era siempre mui poco

Para un corazon como está el mio.
Estaba ya mui árido, mui yerto,
I el agua echada a gotas

Se consume sin fruto en el desierto.

¡Oh! Vírjenes amantes, creaciones
De amor i de ternura!

Si os he agostado dulces ilusiones
Con el hielo mortal de mi amargura,
Si amaros no he podido

Con el amor ideal que habreis soñado,
Perdonadme el amor que os he pedido,
El anjélico amor que me habeis dado.

XIV

¡Mis recuerdos queridos!

Mi corazon que hoi vive sin latidos
Os conserva, memorias vaporosas,
Como guarda la tierra de una tumba
Las que suelen brotar, pálidas rosas.
Allí están, sin aroma i sin fortuna,
Esas flores quemadas en mi hielo...
Ah! si pudiese aun brotar alguna!

XV

Oh! madre, madre mia,

Véme volver a tí desalentado,

Como el dios adorado
Se vuelve el moribundo en la agonia.
Madre, yo sufro, estoi desesperado!
Ya sin calor, no guarda

Mi alma que tan pronto abandonaste
Cuando a tu patria de anjel te volviste,
Ni la luz de la fé que me dejaste
Ni el sabor de los besos que me diste.
¡Ai! he llorado tanto que agotada
Está ya de mis lágrimas la fuente.
Mi vida está cansada,

I

ya cruzan arrugas por mi frente.

¿Por qué, madre, en el mundo me dejaste?
Si me vieses tan débil i tan triste!
¡Desgraciado de mí que vivo tanto!
Feliz tú que ya el premio recibiste!

Mas sabe, madre, sabe

Que aun en mi corazon queda algo santo;
Queda una luz eterna que ilumina

Las tinieblas de mi alma

Cual lámpara que alumbra una ruina,
I esa luz que no muere, esé algo santo
Que conmigo vivirá hasta la agonia,
Eso que aun quiero tanto

Es tu nombre adorado, madre mia.

DON PEDRO OLEGARIO SANCHEZ

Le conocí allá en la rejion del norte, donde el sol fermenta con su calor los jérmenes de las riquezas de las pampas.

Al pié de las dos inmensidades que compiten con el cielo, el mar i el desierto, cerca de las cordilleras cuajadas de tesoros, pude admirar la vivacidad de su in

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