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La alegria de vivir, el sol que dora los prados i los montes, las armonías del paisaje, arrancan de su lira vibraciones melodiosas.

A las veces es poeta académico, de corte refinado, pero siempre se muestra artista de buen gusto, de cultura estensa, que posee el secreto de las cualidades de la belleza i de la vida.

Dotado de conocimientos de pintura i de música, es un crítico selecto en sus pájinas de literatura ameri

cana.

Las bellas artes le son familiares, porque posee sus dones misteriosos i cultiva sus atributos superiores con apasionada consagracion de poeta.

Es, a la vez, que poeta i artista, critico literario i de bellas artes, de refinado sentido analitico i de un culteranismo esquisito de la belleza como Ruskin.

Su espíritu de tendencias espansivas, lo lleva hácia el conocimiento de los intelectuales del continente i en El Mercurio i Zig-Zag ha retratado su pincel muchos poetas americanos.

Cuenta a la sazon 29 años i su produccion literaria i poética es copiosa, habiendo publicado numerosos trabajos, en prosa i verso, en la prensa, aparte de sus colecciones de poesías tituladas Facetas (1902) i Matices (1904).

Con el pseudónimo de M. de Avila, ha suscrito sus artículos de crítica artística i literaria.

Ha dirijido, en 1905, la revista Chile Ilustrado.

En su rol de crítico de bellas artes ha predominado en él la tendencia a la difusion del gusto por las obras de pintura i en sus estudios literarios el espíritu de espansion de la poesía americana.

Final de Otoño

Agoniza en el mísero aposento
la llama del hogar. Un melancólico
fulgor oscila al pié del blanco muro
de las combadas vigas.

A intervalos

sopla el viento sus lúgubres rezongos
por entre las rendijas de la puerta

i entonces de la hoguera se alzan rayos, destellos, que en la sombra se dilatan. como miradas de terror que a poco se estinguen en un súbito desmayo.

Cae la lluvia, rómpense los chorros en las sonoras charcas i chasquean las gotas que con ímpetu rabioso, arroja el vendabal contra los vidrios.

En la mísera estancia, al melancólico resplandor de la lumbre agonizante, los viejos hablan pausadamente.

Dice el anciano, como en un sollozo: —A la tarde, hoi he visto desprenderse las postrimeras hojas. Poco a poco cayeron, i como aves moribundas, trazaron ámplios círculos en torno de los desnudos árboles. El viento vino despues i las echó al arroyo. Entonces yo las ví cómo subian i bajaban flotando sobre el dorso de la fugaz corriente.

Un calofrio

estremeció los descarnados troncos
cuyos ganchos sin hojas se ajitaron
en un espasmo convulsivo, como
si fueran a romperse.......

Con voz suave

la anciana dice tristemente:-Somos
en nuestra soledad como los viejos
árboles sin follaje. En el otoño
de la vida, perdimos nuestras galas.

Del viento de la muerte al frio soplo cayeron nuestros hijos, como al cierzo caen las hojas otoñales. Solos

estamos en el campo de la vida

como esos negros i torcidos troncos que las rachas combaten.

Uno a uno

se fueron nuestros hijos al ignoto pais adonde van viajeros pálidos que no vuelven jamás. ·

En el otoño

de la vida, como árboles perdidos

vuestro follaje único ..

Los troncos

volverán a cubrirse de primavera
de nuevas hojas verdes i nosotros
por siempre nunca recobrar podremos
nuestras hojas caidas.

En el lóbrego

aposento la llama moribunda

del hogar se apagó. Los bulliciosos.
chasquidos de la lluvia se estinguieron;
del viento se acallaron los rezongos
i en medio del silencio de la noche
los dos viejos, tendidos en el fondo
de la sombria estancia, se quedaron
mudos tambien. I sus abiertos ojos
se dilataron en la negra sombra

i mirando sin ver, en cruel insomnio
se quedaron pensando en otros tiempos...

Cuando vertia el sol sus rayos de oro sobre la limpia choza i era buena

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