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Un rancho viejo, junto a un estero, Un jardincito lleno de flores, I una batea, bajo el alero Que sombreaba los corredores.

Junto a unos ojos llenos de risa,
Una boquita siempre sonriendo,
I, en la batea, mas que de prisa,
Sus manecitas yendo i viniendo.

En los cordeles ropa tendida,
Ropa tendida sobre las breñas,
¡Ropitas blancas que a mi venida,
Me parecia que hacian señas!

Aunque vivia desamparada,
Léjos, bien léjos del caserio,
I aparentaba no saber nada
De lo que pasa próximo al rio,

Me relataba, con voz sumisa, Los mil enredos de aquella aldea, Mientras batia, siempre de prisa, La ropa blanca de la batea.

La eterna historia del amorio, Con sus enjuagues i sus enredos, Que perturbaban al pueblo mio, Me relataban sus labios quedos.

Tal fué la historia de mi alborada, Siempre escuchando su voz parlera: Esa voz suave i acariciada De Margarita la lavandera.

Pasó mi infancia, vino la vida,
Dejé mi casa, dejé el lugar,
¡Como lloraron mi despedida
Las buenas jentes de aquel hogar!

Ella me dijo, desvanecida,
Con su lenguaje vago i sincero,
Que no me fuera, que era su vida,
Que me quedara junto al estero.

¿De aquella vida qué es lo que queda? Pasó mi infancia, pasó mi gloria. ¡Como un perfume de la arboleda Guardo en el alma solo su historia!

Como un estraño llego a mi tierra
Sin que se alegren de mi venida
Ni las aldeanas de aquella sierra,
Ni los amigos de aquella vida.

Ya nada resta del pueblo mio; Nuevas viviendas i nuevos dueños I entre las jentes del caserio Nuevos amores, nuevos ensueños.

I allá en el rancho, junto al estero,
No hai jardincito lleno de flores,
Ni ya hai batea bajo el alero
Que sombreaba los corredores.

Ni se ven ojos llenos de risa,
Ni esa boquita siempre sonriendo,
Ni aquellas manos yendo de prisa
Entre la ropa que están batiendo;

Vi el pobre rancho de lavandera
Sin ropa blanca que me llamara,

Sin niña alegre que me sonriera
Ni jardincito que lo alegrara.

Llegué a la puerta, llamé en voz clara,
Ni un eco amigo que respondiera,
Ni un conocido que se acordara
De Margarita la lavandera!

ANIBAL ECHEVERRIA REYES

Publicista i jurisconsulto, ha sido un funcionario pú blico prestijioso i un escritor de labor fecunda para nuestra literatura nacional.

Educado en la Universidad, mui jóven ingresó a la administracion pública como empleado del Ministerio del Interior. Ha desempeñado puestos de distincion en la judicatura i servido cargos consulares de naciones americanas. Pertenece por sus obras a diversas corporaciones científicas i de letras de Europa i América. Como publicista ha dado a la publicidad valiosas obras de lingüistica, historia, jurisprudencia i literatura, entre las que podemos citar, entre otras, las siguientes: Jeografia Política de Chile; Biblioteca Thebusseana; La Lengua Atacameña: Bibliografia de los Códigos Chilenos; La Lengua Araucana; Analojías i diferencias entre los artículos de los Códigos Chilenos; La Cancion Nacional de Chile; Ensayo de una Biblioteca Chilena; Prontuario de Ortografia Castellana; Voces Usadas particularmente en Chile i otras de no menor importancia i de la misma índole literaria.

Estudioso por hábito prepara nuevas e importantes publicaciones.

Residente en Antofagasta, desempeña el delicado cargo de abogado de la Compañia de Salitres i el diplomático de Cónsul de Guatemala.

Reproducimos de los Anales de la Universidad, el siguiente capítulo de su ilustrada cultura:

ANTOLOJIA CHILENA

12

Los indios atacameños

Estos aboríjenes han hablado un idioma que, hasta hace pocos años, ha estado radicado en la hoya hidrográfica del gran Salar de Atacama, que yace entre la Cordillera real de los Andes i la que corre como anti-cordillera de la misma, a unos 47', en lonjitud mas al Oeste i que limita al Norte, por el dorso anticlinal que la divide del rio Salado, afluente del Loa, i, al Sur, mas o ménos, el paralelo del Púlar.

Los naturales, parece que descienden de la gran raza peruana que, en los tiempos anteriores a la conquista, ocupaba todo el declive occidental de los Andes, desde el 19° de lonjitud i 22o de latitud, aun cuando no faltan autores que los consideren restos de los cachalquies, que vivian en el territorio actual de la provincia de Salta, República Arjentina, i que, subyugados por el inca Yupanqui, en su invasion a Chile, escaparon al interior, quedando encerrados en el Desierto.

Son por lo jeneral, de costumbres sedentarias, pero hai arrieros, cazadores i agricultores; mui pocos saben leer i escribir, todos entienden ahora el castellano, i, a pesar de ser católicos, hacen consistir la relijion en prácticas esteriores, no faltando en ellos resabios de supersticiones heredadas, sin duda, de sus conquistadores incásicos.

Físicamente considerados, son de color mas oscuro que los europeos; sobrios, bien constituidos, frente algo aplastada, de nariz ancha i carrillos prominentes.

Los que poseen hoi bien el idioma atacameño, podrian contarse con los dedos, no serán una doce

na, i residen, dispersos en los lugares de San Pedro, Tocona, Sóncor, Cámar, Socaire i Peine: por esto, se nota vaguedad en la pronunciacion, i, hasta en el significado que los naturales dan a unas mismas palabras. I a todo eso, debe agregarse que ignoran en absoluto toda nocion gramatical, i casi no se dan cuenta de ciertas ideas abstractas.

Pero, se advierte una semejanza, evidente, entre el atacameño, i algunos dialectos de la Polinesia, problema que dará lugar a interesantes investigaciones etnográficas mas adelante.

Lo cierto es que existe el verdadero fenómeno de haberse podido conservar este idioma aislado en una rejion interior, i que es totalmente diverso de los que lo rodean, como ser el aimará, canqui, puquina i quichua, siendo que los indios de Atacama, han estado en las mas estrechas relaciones con ellos.

La bibliografia del atacameño es bien pobre, como se verá: d'Orbigny fué el primero que opinó que estos indios pertenecian a una raza especial, en su obra L'homme américain sous ses rapports phisiologiques et moraux, Paris, 1839.

Philippi, en el viaje al Desierto de Atacama, Halle, 1856, constató la lengua en su propio suelo.

Tschudi se ocupó, con alguna detencion, de los naturales en su Reissen durch Sudamerika, Leipzig, 1869.

Moore, es autor de una memoria al respecto, presentada al Congres International des Americanistes, Paris, 1878.

Bresson, en la obra La Tierra i sus habitantes, Barcelona, 1878, dá algunos vocablos.

El injeniero chileno, señor San Román, publicó el opúsculo «La Lengua de los naturales de Atacama», Santiago, 1890.

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