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—La marina, contestó sin vacilar el escritor chileno, i agregó: La marina es nuestra institucion predilecta, no solo porque encarna nuestras glorias, sinó porque aquí, donde todos somos soldados, no pueden ser marinos todos los chilenos. Es una institucion científica, de la mayor cultura.

Esta es una verdad histórica, sentida sinceramente por todo ciudadano chileno.

La marina nuestra ha ilustrado sus anales con el heroismo de sus jefes i oficiales, en los mares del Pacífico, i con su ilustracion i sus esploraciones científicas la historia de la República.

Para los marinos chilenos es fácil tarea, por su preparacion, la de desempeñar, con notoriedad i suficiencia, en cualquier ramo de su carrera o de las ciencias modernas.

Podremos citar, con honor para nuestro pais i la historia de la marina, a jefes tan ilustres de la armada nacional por su labor científica e intelectual como por sus hechos de armas, tales como el vice-almirante don Luis Uribe Orrego, héroe i publicista eminente; a don Francisco Vidal Gormaz, esplorador de nuestros mares i escritor múltiple; al capitan de navio don Luis Pomar, escritor notable i esplorador de todas nuestras zonas marítimas; al contra-almirante don Federico Chaigneau, escritor de lo mas distinguido; el capitan de navío don Roberto Maldonado, esplorador i escritor meritorio, i al contraalmirante don Alberto Silva Palma, a quien han parecido pocos los triunfos de la espada i ha conquistado nuevos laureles con su pluma de publicista.

Se ha revelado escritor elevadísimo, ameno i espansivo, como si toda su vida la hubiese consagrado a la labor de la pluma.

Es un literato i un historiador, de estilo i forma periodística, de pensamiento sintético i de un sentimiento patriótico el mas delicado.

Sus artículos publicados en El Mercurio, de carácter histórico, reproducidos en la prensa americana, lo presentan como un escritor de galanura esquisita.

No necesitamos narrar su historia militar, para su gloria basta con esponer su título de jerarquia superior de la armada, de contra-almirante, pues hemos querido solo esponer su personalidad literaria, tan simpática por el brillo i la orijinalidad de sus pájinas de historia contemporánea.

De la série de sus trabajos nos es grato citar los que ha denominado Recuerdos del Bergantin Meteoro; Mártires del Deber; El Testamento del Capitan Rodríguez;

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Don Brito, la odisea de un sarjento de mar, i El Capi tan Orella, pájina, esta última, la mas sentida i bella por la notable pintura del carácter que modela con su pluma.

El Capitan Orella

A principios de enero del año de 1866, el jóven don Manuel Joaquin Orella abandonaba las aulas de la Escuela Naval para incorporarse a la Armada Nacional en calidad de guardia-marina, sin exámen.

Como por aquel entónces la escuadra española bloqueaba el puerto de Valparaiso, el jóven guardia-marina tuvo que ir a las playas de San Antonio en busca del agua salada, i bautizar el primer uniforme con que mas tarde debia ennoblecer su nombre i dejarlo escrito con letras de oro en la historia de su patria.

En el dia, cuando un cadete concluye sus estudios, ántes de desprenderlo del tutelaje escolar, escrupulosamente se le atiende en todas sus necesidades, se le provee de libros, instrumentos, ropa Ꭵ de cuanto puede necesitar un guardia-marina en el servicio de abordo.

Con anterioridad, la Direccion de la Armada ya ha hecho preparar el buque escuela que debe llevarlos en viaje de instruccion.

Allí se encontrarán con un comandante, instructores i oficiales elejidos que velen por el aprendizaje de esos jóvenes, encuadrándolos dentro de los reglamentos i programas prolijamente estudiados, no solo en los conocimientos teóricos i prácticos, sino tambien en la enseñanza moral i en los deberes que incumben al marino i al hombre de honor que dedica su vida al servicio del pais.

Injentes sumas se gastan en rematar satisfacto

riamente los prolongados i benéficos viajes de instruccion a paises estranjeros, procurando, por todos estos medios, llegar a formar de esos jóvenes unos cumplidos i buenos oficiales, que con el tiempo puedan corresponder cumplidamente a esos sacrificios.

Cuando a Orella se le lanzó al mar por primera vez, nada de eso habia; el guardia-marina, al llegar a bordo, jeneralmente encontraba en sus jefes ogros en lugar de maestros i consejeros, i en lugar de compañeros que lo indujesen i enseñasen, no era raro encontrarlos mas apropiados para encaminarlos en rumbo errado.

De tal manera, que cuando un niño salia de la escuela, en vez de hallar un sendero que le sirviese de guia para su porvenir, hallaba un estéril desierto donde iba a tirar el dado de su fortuna.

Al jugar Orella el suyo, le salió cara arriba el marcado con Marina, Patria, quedando por los lados los libros i las tentaciones compañeriles.

Ya desde ese dia su rumbo quedó trazado i supo mantenerse firme en él hasta que la guadaña lo podó como comandante del puente de su buque, a pesar de los esfuerzos desplegados por su amigo el doctor del Sol para arrancarlo de la maligna fiebre amarilla.

Por el año 70, ya lo vemos hecho un hombre i un verdadero marino: los dos galones de teniente 2.0 adornaban las botamangas de su levita.

Era bastante alto, mas bien delgado que grueso; por lo jeneral usaba el pelo largo i la barba de candado; sus ojos grandes miraban con fijeza, sin que esta fuese una mirada fuerte ni imponente; era mas bien bondadosa, como era su carácter.

Tenia un vozarron de trueno, que cuando gritaba,

hacia temblar el aire i a veces repercutia como cañonazo.

En el puente, mandando una virada o maniobra, era de verlo: parecia que crecia, estaba en su elemento, le volaba el pelo, fruncia el entrecejo i con su mirada i su tremendo vozarron parecia dominar los elementos.

Su aficion a la mar, al alquitran i a todo lo que se relaciona con el arte del marinero, eran sus verdaderas inclinaciones; no habia cosa marinera que él no supiese hacer con sus propias manos; los botes a la vela los manejaba con verdadera maestria, dándole con razon todo este conjunto la fama de buen marinero, i como en ello mezclaba tambien su buen ojo para dar en el blanco, se le tenia por buen artillero.

Cuando se iniciaron las hostilidades de la guerra del Pacífico, a Orella le tocó trasladarse al norte en la corbeta «Esmeralda,» bajo las órdenes del comandante Thompson; i a principios de mayo, cuan do Williams preparaba su espedicion al Callao fué trasbordado a la «Covadonga,» bajo las órdenes del comandante Condell, buque que le sirvió de arena i para desplegar en él el ímpetu de su valor i demostrar publicamente la sinceridad de su aquilatado patriotismo.

Aunque la historia del combate de Punta Gruesa, que sirvió de tumba al blindado peruano «Independencia,» i de gloria a la goleta «Covadonga,» ha sido tan estudiada i narrada por toda clase de plumas i pinceles, sin embargo, no estará demas sacar a luz apreciaciones i episodios de carácter íntimo, que contribuirán en algo para retocar la figura de nuestro actual protagonista.

El 21 de mayo, cuando la «Covadonga,» perse

guida por la «Independencia.» daba vueltas rozando las piedras de la isla para seguir rumbo al sur, se inició entre esos dos buques una lucha por estremo desigual: era el elefante persiguiendo a la hormiga, para anonadarla en el primer momento en que lograse llegar a su contacto.

Pero en esa hormiga habia hombres de un temple de acero, i en sus corazones la sangre bullia de patriotismo, i con su chivateo supieron mantener hasta lo último el mismo entusiasmo i decidida resolucion.

Ese chivateo no debe existir en un buque de guerra, como no existió en la «Esmeralda,» pero con el carácter jovial, alegre i casi de un niño, que siem. pre caracterizó a Condell, no solo toleró sino que fomentó con su actuacion, i quizas en ello hacia bien, pues así no dejó por un momento que se adormeciera ni aconchase ese espíritu, sino que por el contrario, lo supo mantener siempre en continua ebullicion.

Cuando la «Independencia» palpaba la ineficacia de su artilleria, largaba por andanadas de uno i otro lado, parece que se enfurecia i se lanzaba a fondo para ultimar de una estocada a su pequeño e insolente contendor.

Pero los defensores de la goleta, al ver casi encima a este jigante, jadeante i rabioso, mas se entusiasmaban, i en esos momentos se veia a Condell desenvainar su espada, afilarla en los pasamanos del puente para en seguida amenazar al encastillado Moore del «Independencia. »

Orella, a su vez, sin largar la rabiza de su cañon i mientras se cargaba nuevamente su pieza, con su vozarron hacia saber a Moore i sus tripulantes, en

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