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La invitacion recibida hace un año para que Chile concurriera al Congreso de la Haya, nos dió ocasion de figurar en una asamblea destinada a buscar los medios de garantir para la humanidad la conservacion de la paz i al mismo tiempo de minorar en lo posible los horrores de la guerra.

Los distinguidos delegados que representaron a la República desempeñaron su delicada mision honrando a su patria en forma digna de todo encomio.

A fines del presente año tendrá lugar en Santiago, bajo los auspicios del gobierno de Chile, la reunion del primer Congreso Científico Pan-americano. Tanto por haber sido iniciado por la Delegacion Chilena en el tercer Congreso Latino Americano de Rio Janeiro en 1905, como porque debe celebrarse en Santiago, estamos obligados a corresponder dignamente a la franca acojida que esa idea ha tenido en todos los paises de América i en la gran República del Norte.

Las frecuentes visitas con que hemos sido honrados por distinguidos profesores norte americanos, la demostracion de cortesía internacional hecha últimamente por una grande escuadra de los Estados Unidos; los esfuerzos del gobierno de aquella poderosa República para establecer líneas rápidas de comunicacion con nuestras rejiones, son manifestaciones de leal amistad que debe inspirarnos confianza en el gobierno i en todo el pueblo de la gran República.

DON FRANCISCO A. CONCHA CASTILLO

Estamos en presencia de un poeta de inspiracion poderosa, cuyas poesias revisten la mas alta i hermosa orijinalidad.

Canta, con estro indisputable, los sentimientos mas nobles del alma i ensalza en ellos las virtudes que enaltecen la vida.

Cultiva el delicado arte de la poesia por invencible impulso de su espíritu i levanta en sus cantos altares a la abnegacion i a la fé, entonando himnos al heroismo i al martirio por el bien humano.

Así cree interpretar la mision social del poeta que educa i fortalece los corazones con el ejemplo edificante de la cultura cristiana.

Su produccion poética, que es profusa i modelo, enaltece nuestra literatura, pudiendo ser citada como honrosa para nuestra historia.

No se encontrará en ella ni el rebuscamiento empalagoso de la ficcion ni el amanerado prurito de imitar a los que presumen de maestros estraviando los mejores injenios.

Es un poeta de talento vigoroso, que sigue su propia inclinacion nativa i que va sembrando en su camino las ternezas de un sentimiento feliz i de sana idealidad artística i literaria.

Podemos presentarlo con orgullo como un bardo que funda entre nosotros i en la América latina una poesia de las mas ejemplares tendencias de cultura i de arte poético de independencia nacionalista.

Francisco A. Concha Castillo, nació en Santiago en 1855.-Cursó con brillo las humanidades en el Colejio de los Sagrados Corazones, poniendo de manifiesto desde su juventud invencible inclinacion por la literatura i en especial por la poesia. Esta aficion le hizo mas tarde abandonar los estudios de Derecho para dedicarse por entero a las bellas letras.

El conocimiento profundo de los clásicos i sus estudios concienzudos de la legua castellana, le han dado un lugar espectante entre nuestros críticos mas renombrados.

Como prosista, su estilo es fácil, atildado i castizo; pero su verdadero mérito i su mayor renombre lo ha conquistado en el campo de la poesia, demostrando en sus composiciones en verso profundidad e inspiracion no comun en las ideas, verdadera delicadeza en los sentimientos, fluidez, armonia i elegancia en la forma.

Católico ferviente i sincero, la relijion ha hecho vibrar, con frecuencia, la lira de Concha Castillo, celebrando sus triunfos i grandes solemnidades con sus mas tiernas i suaves armonias.

Diputado conservador al Congreso Nacional hasta el año 1890, abandonó, desde esa época la política por no

avenirse bien con su carácter retraido i su espíritu tranquilo i apacible, enemigo de las turbulencias. Mucho mas en armonia con sus estudios i sus gustos, está el cargo que hoi dia desempeña de miembro del Congreso de Instruccion Pública.

De sus numerosas composiciones mencionaremos las odas Dolor Jenerator i sù Elejia a la Palabra por considerarlas, en sentir nuestro, sobresalientes por su robusta inspiracion i elegancia i Un Idilio Trájico, notable también, por la sencillez del pensamiento i la delicadeza de sus episodios tan tiernos como delicados.

No terminaremos estas breves apreciaciones sin ántes manifestar nuestros deseos de que se coleccionen i publiquen todas las composiciones de este inspirado vate, cuya modestia es proverbial, como modelos para nuestra juventud i realce para nuestra literatura nacional.

Dolor Jenerator

I

¡Salve, oh Dolor! prolífica simiente
De gloria i de virtud: por tí al luciente
Alcázar de los mártires se sube.
Héroes i sabios con tu soplo creas
I enjendras en la mente las ideas
Como enjendra relámpagos la nube.

Del suplicio de un Dios mudo testigo,
Nuncio de vida, inseparable amigo
De la humana grandeza de la historia:
Crisol de donde el hombre deleznable
Surje inmortal al círculo inefable
Donde enciende sus himnos la victoria.

Hombres, ideas, santidad, belleza,
Portentos de la gran naturaleza,
La misma lei a todos les alcanza.
Siempre la vida nace entre dolores,

Como el alba entre sombras i vapores,
Como entre sufrimientos la esperanza.

Para gozar del aura de la vida
Rasga el hombre con recia sacudida
De la torpe materia el lazo fuerte
I al pasar de este mundo los umbrales
Para aspirar las brisas celestiales
Rasga tambien las sombras de la muerte.

La idea, como fúljida centella,
Se ostenta en la palabra, grande i bella,
Tras la angustia mortal del pensamiento.
Como la pura i arjentina nota,

De la vibrante cuerda rauda brota
Encadenando en círculos el viento.

La flor del cielo, la virtud divina,
Sobre la tumba del placer, jermina;
Florece esterminando las pasiones.
I ¡cruel sarcasmo de la humana suerte!
Las victorias son hijas de la muerte
I corona inmortal de las naciones.

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Cuando todo en el mundo sonreia Con sonrisa de fresca poesia;

Cuando hasta el mal divinizaba el hombre;

Sócrates dió, a la par, con su veneno, Muerte a los dioses del Olimpo Heleno, Muerte al error falaz i honra a su nombre.

Así tambien la libertad humana, Que ántes fué del placer vil cortesana, Del dolor mas cruento nació un dia; Cuando en la árida cumbre del Calvario I en medio de los hombres, solitario, Cristo bendijo al hombre en su agonia.

Desde el altar del sacrificio al cielo
Gozoso emprende su triunfante vuelo
El mártir, como raudo meteoro:
I la verdad, que a su verdugo espanta
Surje mas bella de la hoguera santa,
Mas robusto su acento i mas sonoro.

Cuando en el alma la esperanza llora,
La engañosa ilusion que se evapora
Fluye del labio en rítmico lamento;
Que hai una misteriosa simpatia
Que une con la desgracia la armonia.
En el arpa ideal del sentimiento.

¡Ai! solo allí, do en infernal tortura Los hijos de la eterna desventura Vagan insomnes con estéril llanto, Es infecundo i vergonzoso i frio El cruel dolor de su perenne hastío, La angustia cruel de su perpetuo espanto.

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