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espantosa del mónstruo de la inquisicion que los sostenia, al mismo tiempo que los amedrentaba: tales fueron los monarcas, bajo cuyo ominoso cetro trascurrió tres siglos Chile, simpre ignorante, siempre oprimido i vejado. "Bajo el sistema de despotismo razonado, dice un juicioso observador, que estableció en sus antiguas posesiones americanas el gabinete de Madrid, guardaba todo el mas estrecho enlace: agricultura, industria, navegacion, comercio, todo estaba sujeto a las trabas que dictaba la ignorancia o la codicia a una administracion opresora i estúpida. Mas no bastaba privar a los americanos de la libertad de accion, si no se les privaba tambien de la del pensamiento. Persuadidos los dominadores de que nada era tan peligroso para ellos como dejar desenvolver la mente, pretendieron mantenerla encadenada, desviándonos de la verdadera senda que guia a la ciencia, menospreciando i aun persiguiendo a los que la cultivaban." De suerte, señores, que nuestra nulidad literaria es tan completa en aquellos tiempos, como lo fué la de nuestra existencia política.

Pedro de Oña, que segun las noticias de algunos eruditos, escribió a fines del siglo XVI dos poemas de poco mérito literario, pero tan curiosos como raros en el dia; el célebre Lacunsa, Ovalle, el historiador i el candoroso Molina, que ha llegado a granjearse un título a la inmortalidad con la historia de su patria, son los cuatro conciudadanos, i quizá los únicos de mérito que puedo citaros como escritores; pero sus producciones no son timbres de nuestra literatura, porque fueron indíjenas de otro suelo i recibieron la influencia de preceptos estraños. Desde

1810 hasta pocos años a esta parte, tampoco hallo obra alguna que pueda llamarse nuestra i que podamos ostentar como característica; muchos escritos de - circunstancias, sí, partos de varios claros injenios americanos i chilenos, entre los cuales descuella el ilustrado i profundo Camilo Henriquez, cuyas bellas producciones manifiestan un talento despejado i un corazon noble, entusiasta i jeneroso. De los últimos años no puedo dejar de citaros, entre las numerosas producciones de nuestra prensa, dos obras didácticas que harán época en nuestros fastos literarios, no porque sean la muestra de una literatura vigorosa i nacional, sino por la revolucion que han iniciado en las ideas, i porque prueban el jenio, erudicion i laboriosidad de sus autores: la Filosofia del espíritu humano, que es el reverso del peripato, uno de los primeros destellos de la razon ilustrada en Chile, con cuya aparicion data la época de nuestra rejeneracion mental: los Principios de derecho de jentes, que nos han hecho mirar con interes i seriedad los altos dogmas de la ciencia que fija las relaciones recíprocas de los pueblos que habitan la tierra. Otros varios tratados elementales han aparecido, entre los cuales hai algunos dignos del mayor elojio, ya por el acierto de su ejecucion, ya por las útiles reformas que han pretendido introducir en el aprendizaje. Nuestra prensa periódica, a pesar de hallarse detenida por los infinitos inconvenientes que se le oponen a un pueblo en sus primeros ensayos, no deja de contar una que otra produccion importante que ha merecido la aprobacion de los intelijentes. Pero todo esto no debe envanecernos, cuando mas prueba que hai entre nosotros quienes

trabajan por la difusion de las luces, i no que poseamos ya una literatura que tenga sus influencias i su carácter especial. Mui reducido es el catálogo de nuestros escritores de mérito, mui poco hemos hecho todavía por las letras; me atrevo a deciros que apénas principiamos a cultivarlas. Pero es de hacer justicia al fuerte anhelo que todos muestran por la educacion: numerosa es la juventud que con ansia recibe los preceptos de la sabiduría, i ya la patria pierde tiempo si no allana los obstáculos que entorpecen el provecho que puede sacar de tan laudable aplicacion. Todavía entre nosotros no hai un sistema de educacion, los métodos adolecen de errores i defectos que la época moderna tilda con un signo de reprobacion i de desprecio casi infamante. Por eso veis, señores, multitud de chilenos ilustrados i dignos de mejor suerte, agolparse a la entrada del santuario de la literatura, todos con el empeño de penetrar en él i de perseguir la gloria; mas todos detenidos, o porque carecen de aquel tino que una educacion esmerada o los conocimientos bien adquiridos infunden en el alma, o porque los arredra el infortunio, que siempre espanta a la imajinacion cuando el pecho está vacío de esperanzas i de estímulos. Pero vosotros, creo, os sentis valientes, i por eso os anuncio que necesitais todavía de muchos esfuerzos para alcanzar vuestro objeto: será para otros la utilidad i para vosotros la gloria: este divino sentimiento i la patria que nos dió el ser, merecen nuestros sacrificios.

No perdais jamas de vista que nuestros progresos futuros dependen enteramente del jiro que demos a nuestros conocimientos en su punto de partida. Este

es el momento crítico para nosotros. Tenemos un deseo, mui natural en los pueblos nuevos, ardientes, que nos arrastra i nos alucina: tal es el de sobresalir, el de progresar en la civilizacion, i de merecer un lugar al lado de esos antiguos emporios de las ciencias i de las artes, de esas naciones envejecidas en la esperiencia, que levantan orgullosas sus cabezas en medio de la civilizacion europea. Mas no nos apresuremos a satisfacerlo; tenemos mil arbitrios para ello; i el que se nos ofrece mas a mano es el de la imitacion, que tambien es el mas peligroso para un pueblo, cuando es ciega i arrebatada, cuando no se toma con juicio lo que es adaptable a las modificaciones de su nacionalidad. Tal vez esta es una de las causas capitales de las calamitosas disidencias que han detenido nuestra marcha social, haciendo derramar torrentes de lágrimas i de sangre en el suelo hermoso i virjinal de la América española. ¡Ah, señores, qué penoso es para las almas jóvenes no poderlo crear todo en un momento! pero los grandes bienes sociales no se consiguen sino a fuerza de ensayos. Bien pueden ser ineficaces para conseguir nuestra felicidad los instrumentos que poseemos, pero su reforma no puede ser súbita; resignémonos al pausado curso de la severa esperiencia, i dia vendrá en que los chilenos tengan una sociedad que forme su ventura i en que estén incrustadas fuertemente las raices de la relijion i de las leyes, de la democracia i de la literatura. A nosotros está encargada esta obra interesante, i es preciso someterla a nuestros alcances.

Mas concretando estas observaciones a nuestro asunto, ¿de qué manera podrémos ser prudentes en

la imitacion? Preciso es aprovecharnos de las ventajas que en la civilizacion han adquirido otros pueblos mas antiguos, esta es la fortuna de los americanos. ¿Qué modelos literarios serán, pues, los mas adecuados a nuestras circunstancias presentes? Vastos habian de ser mis conocimientos, i claro i atinado mi juicio para resolver tan importante cuestion; pero llámese arrogancia o lo que se quiera, debo deciros que mui poco tenemos que imitar: nuestra literatura debe sernos esclusivamente propia, debe ser enteramente nacional. Hai una literatura que nos legó la España con su relijion divina, desfigurada por el fanatismo, con sus pesadas e indijestas leyes, con sus funestas i antisociales preocupaciones. Pero esa literatura no debe ser la nuestra, porque al cortar las cadenas enmohecidas que nos ligaron a la Península, comenzó a tomar otro tinte mui diverso nuestra nacionalidad: "nada hai que obre una mudanza mas grande en el hombre que la libertad, dice Villemain, ¡qué será pues en los pueblos!" Es necesario que desarrollemos nuestra revolucion i la sigamos en sus instintos civilizadores, en esa marcha peculiar que le dá un carácter de todo punto contrario al que nos dictan el gusto, los principios i las tendencias de aquella literatura. Debo presentaros sobre ella mas bien que mis pobres ideas, el juicio de un español que en nuestros dias se ha formado una reputacion por su talento elevado, el cual se espresa de este modo, hablando de su patria: "En España causas locales atajaron el progreso intelectual, i con él indispensablemente el movimiento literario. La muerte de la libertad nacional, que habia llevado ya tan funesto golpe en la ruina de las comunidades,

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