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-Porque miente, dijo el juez: un ingles como usted no puede pensar así.

-Un ingles imbécil, concedo, agregó don Guillermo: el que solo piensa hacer dinero, puede sacrificar a su negocio la libertad i el bienestar de sus semejantes; pero el ingles que ama el nombre de su patria, hará en cualquiera parte del mundo lo que sus antepasados hicieron para conquistar la libertad de que goza la jeneracion presente, i sacrificará sus intereses por alcanzar que la humanidad entera conquiste lo que la Gran Bretaña desea, o por lo ménos lo que ésta tiene ya conquistado.

Tan enérjica respuesta hizo al juez refocilarse en su silla, al escribano rascarse la frente, i a los cabrones de la muralla repiquetear con sus cuernos por efecto de un movimiento horizontal de duda o compasion que hicieron con la cabeza.

I mirando de hito en hito a don Guillermo, el juez le preguntó:

-¿Entónces dice usted la verdad?

--Nunca digo sino la verdad pura, fué la respuesta. --¡Luego es usted leso! le dijo el juez como sorprendido.

-Segun i conforme: yo llamo zonzos a los que ocultan la verdad o mienten, no a los que dicen la verdad, porque en la verdad no hai peligro, ni el decirla trae los males de que va aparejada la mentira, dijo el ingles con aplomo.

-Usted es un iluso, replicó el juez sonriéndose malignamente; no tiene mundo, no es hombre práctico ni positivo. ¡No sabe usted que está en un pais donde nadie puede vivir sino en el órden, i que viene

de un pueblo como el que está arriba, donde basta hacerse el abogado o el secuaz de lo atrasado i del espíritu de órden antiguo para abrirse paso a la fortuna, al poder i a todo lo que hai de grande en la realidad de las cosas prácticas?

--Puede ser así, dijo un poco despechado don Guillermo, pero yo no especulo con la mentira, ni quiero elevarme en alas de una ambicion innoble, atropellando los fueros de la verdad i de la justicia.

-Decididamente usted es un leso, esclamó el juez, a no ser que sea uno de esos locos de atar que traen el caletre trastornado por las ideas revolucionarias, i que pretenden reformar el mundo, haciéndole olvidar la relijion i renegar de la obediencia pasiva a sus tutores naturales, sin cuyos bienes no hai órden ni sociedad posibles. Contra esos locos obra nuestro poder, i mientras tengan este sagrado asilo los jenios del pasado, habrá esperanzas de que no cundan las ideas nuevas i de que se rehabiliten con todo su esplendor en América el espíritu i las costumbres de los afortunados tiempos de la colonia. Milagrosamente tenemos ardientes servidores en el pais, cuyas entrañas habitamos, i no hai peligro de que los locos de la libertad logren desencantarla del poder de la Mentira, de la Ignorancia, del Fanatismo i de la Ambicion, que son los cuatro poderosos monstruos que la guardan, devorando a cuantos tienen la locura de encarárseles i de combatir con ellos.

--Yo deseo hacerlo, replicó con entereza i vivacidad don Guillermo, i sin hierro ni fuego venceré a esos monstruos, i les arrebataré su presa.

El togado i el golilla se rieron con desprecio, los

demonios estiraron sus cabezas para mirar al ingles como a una cosa curiosa, i éste quedó impasible i sereno, como el que revela naturalmente i sin esfuerzo lo que pasa en su conciencia.

El juez entónces, tomando un aire serio i ceñudo i ahuecando la voz, dijo:-Yo conozco la especie de locura que usted padece, pero como cuantos han venido con ella a estas rejiones, han curado milagrosa. mente con una simple costura, le condeno a usted a sufrirla, con la calidad de que cuando se canse de ser imbunche i se sienta domado i dispuesto a servir a nuestra causa, avise para que se le descosa. Pero si hai en usted una tenacidad sobre natural que le mantenga firme en su locura, a pesar del imbunchaje de un año, irá usted a probar si puede desencantar a su diosa.

Un balido jeneral de las cabezas circunstantes sirvió de aplauso a esta sentencia definitiva. El juez i el escribano se eclipsaron en la roca, i una mano poderosa que apareció de lo alto pegada a un brazo colosal, agarró del cogote a don Guillermo i desapareció con su presa.

XI.

Los imbunches.

¡Feliz mil veces el que nace con alma de cántaro! Para ese, el coser i hacer albardas todo es dar puntadas; i no ha menester de que a él le peguen ninguna para ajustarle a un molde. El que tiene el alma vacía se amolda a todas las ideas, o mejor dicho, recibe en su vacuidad cuanto le derraman. ¿Qué mas le da que el mundo marche al oriente que al poniente, que triunfe Dios o Lucifer, que el hombre viva en libertad o muera en la esclavitud? Para él todo es uno, porque en este número se encierra toda su filosofía.

En la Cueva del Chibato no se hacia imbunches a esa clase de hombres, porque los jenios del pasado encuentran en ellos su mejor cosecha. La gran mayoría de los seres humanos nace para la esclavitud, o por lo menos para servir de pasto o de sosten a los tiranos. ¡Qué amarga es esta verdad! Qué terrible! Qué ofensiva al orgullo del hombre! ¿Pero se puede acaso dudar de ella en presencia de los millones que viven sometidos a la voluntad de un déspota, i de los millares de servidores, santificadores i cantores que halla el despotismo donde quiera que el infierno lo vomite?

Deciamos pues que contra esa gran mayoría no

ejercian su poder los jenios de Espelunco, sino contra los rebeldes que naciendo un poco mas alumbrados, se enamoran de la libertad i sirven a su triunfo. Pero como entre éstos hai variantes, como en todas las plantas de una misma familia, sucede que nuchos de los que no nacen para esclavos, son palomos a nativitate, porque tienen la condicion de seguir al primero que les hace pió, pió, pió i les arroja algunas migajas. Admirable poder del hambre sobre la naturaleza, poder que modifica hasta los instintos de la organizacion. Para éstos no habia en el pais de Espelunco ni costuras, ni suplicios, sino migajas i buen grano, pues los palomos tienen alas para trasmigrar de rama en rama en busca de su alimento.

Las costuras se reservaban solo para los espíritus fuertes, para aquellos que conciben la verdad, que la aman i la proclaman, que la sirven i se hacen crucificar por ella.

En esto estaban perfectamente de acuerdo los usos de la Cueva con los del mundo que habitamos. Alguien ha dicho con mucho acierto que en todos tiempos se ha sacrificado i quemado a los pocos hombres que han sabido alguna cosa i que han sido bastante locos para dejar desbordar sus almas i para revelar al pueblo sus sentimientos i sus miras; i no hai nada de estraño en ello, puesto que en todos los tiempos los sacrificadores i los quemadores no han podido sostener su autoridad sino a la sombra de la mentira.

El buen corazon revela la verdad a los ignorantes, i la ciencia descubre a los sabios la razon de las cosas; pero como el poder de los reyes i de los presidentes

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