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XVI.

Primer cuadro.

-Grandes voces. ¡No hai que salir! De aquí no nos moverémos! Estamos en paz! aquí no hai riñas ni bulla! Afuera los brujos! Muera la policía!

-Un jefe. Sí saldrá! No se permiten reuniones! Afuera, afuera!

Suenan los sablazos. Un gran grupo de hombres sin armas se echa sobre los sableadores, que retroceden.

—Algunas voces de estranjeros. ¡Por aquí, por aquí! Viva la autoridad! Favor a la lei! Rodeadlos, tomadlos presos...!

el

Reforzados los brujos por los estranjeros, dispersan gran grupo en fracciones que huyen, i aprehenden a varios hombres que amarran i conducen a la prision. Los ausiliadores quedan en el mismo sitio i dos jóvenes, al parecer estranjeros tambien, se acercan i les hablan en lengua estraña.

-

- Varias voces. Tienen razon esos pobres diablos. Estaban quietos i no daban motivo.

-- Uno de los jóvenes. ¿Entónces, por qué ayudasteis a perseguirlos.

--Una voz. Porque es necesario apoyar a la autoridad.

-El otro jóven. ¿Aunque no tenga razon?

MISC. H. I L.

11

--Otra voz. Ciertamente.

--Primer jóven. Habria sido mejor no mezclarse. Nosotros debemos prescindir i mantener neutralidad en todos los asuntos del pais.

--Otra voz. Ménos cuando se altera el órden i se pone en peligro nuestra propiedad.

--Segundo jóven. Podemos defender nuestra propiedad, no hi duda; pero cuando se halle atacada. La lei i el gobierno nos protejen, i es preciso confiar en esa proteccion, ántes de anticiparnos a su accion. Si con el pretesto de evitar un peligro, nos creemos autorizados para tomar parte en las cuestiones intestinas, podrémos equivocarnos mui a menudo i nos espondrémos a atacar a nuestra vez el derecho de otros.

-- Otra voz. No importa: lo que nos conviene es la estabilidad del que manda, sea quien fuere, i cualquiera que sea su conducta. Nosotros no debemos mezclarnos en las cuestiones intestinas para averiguar quién tiene razon o a qué lado está la justicia; pero sí debemos en todas circunstancias apoyar a la autoridad, reforzar el poder, aunque sea el de Lucifer, porque eso es lo que conviene a nuestros intereses. -Otra voz. ¡All right! No discutamos al aire:

vamos!

Los dos jóvenes se separaron i siguieron hasta entreverarse en los grupos de jente del pueblo que llenan una espaciosa calle, i que marchan cabizbajos en una misma direccion.

--Un hombre. ¡Buen dar, amigos, que no podamos divertirnos onde nos dé la regalada gana!

-Otro. Ni cuando ni como querimos, sino como quieren los brujos.

Un viejo. Toa la via ha sio lo mesmo: no hai mas que aguantar. Para morir nacimos i para sufrir

vivimos.

--Una vieja. Como los burros: en eso nos parecimos i en la paciencia. Bienaventurados los que lloran. -Un mozo. Porque llorarán siempre.

-La vieja. Bienaventurados los que han hambre i sed de la justicia porque ellos serán hartos.

-El mozo. Para allá me las guardes. Somos pocos todavia; cuando seamos hartos se nos quitará la sed. -El hombre. No hai mas que ir al garito: allí sí que es permitido divertirse.

--El otro. I caer en el garlito! Qué se ha de hacer!

— Uno de los jóvenes. ¿Por qué no les permiten divertirse a donde ustedes quieran.

-El viejo. Así está mandao, señor.
-El jóven ¿Quién lo manda?

--La vieja. ¡Quien puede! Aquí manda no quien quiere, sino quien puede.

-El otro jóven. ¿Quién es el gobernador de esta ciudad?

-Un hombre. ¡Quién sabe! Yo no lo conozco ni sé quién es.

--Varias voces. Ni yo tampoco. Yo ménos.

-La vieja. Yo no conozco mas que a algunos de los brujos que cuidan del órden.

-El mismo jóven. ¿Pero sabrán ustedes por qué les permiten ir al garito i no a otra taberna?

El mozo. ¡Miren qué gracia! Porque si allí pierde uno la plata que le adelantan, tiene que quedar obligao a servir!

--El mismo jóven. ¿En qué?

--La vieja. ¡Pregunton es el jutre!

-- El hombre. En ir afuera a trer niños.

--El otro. I hombres que hacer imbunches.
-El viejo. Para aumentar los vasallos.

Una vocería interrumpe el diálogo: es orijinada por una riña que se traba entre varios grupos. Todo se conmueve: los niños silban, las mujeres chillan i los hombres gritan, se revuelven, se entreveran, se golpean. Ayes i blasfemias se perciben en medio de la grita. Algunos hombres ensangrentados huyen. El tumulto se aplaca poco a poco; pero la policía no parece. Solo quedan hombres jadeantes i de miradas atroces. Algunos arreglan sus vestidos, otros rien a carcajadas, i no pocos hai sérios i tristes.

Los jóvenes que se habian visto envueltos en el torbellino, reconocen que han sido despojados por manos diestras de los adminículos que guardaban sus faltriqueras. Pero continúan mezclados con los grupos i siguen la marcha, anudando su diálogo, o mas bien empezando otro, porque sus interlocutores han desaparecidɔ.

-Primer jóven. ¿Por qué ha sido la riña?

-Una mujer. Porque un hombre quiso vengarse

de otro.

-El segundo jóven. Contadnos eso.

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Un hombre. ¡Con cuánto lo manda!

-Primer jóven. Lo suplicamos: no tendriamos con qué mandarlo. Nos han dejado los bolsillos pelados. Uua carcajada universal estalló al oir esta gracia. -Otro hombre. ¡Chuparse el deo no mas! Otra risotada acompañada de rechifla casi hizo avergon

zarse a los preguntones. Una mujer comprendió la situación de los jóvenes i se interesó por ellos, esclamando:

-Yo les contaré, pero vamos andando. Todos se pusieron en marcha. A los lados de los jóvenes caminaban mujeres i niños que los miraban con curiosidad. A alguna distancia iban hombres silenciosos que los miraban de reojo.

-La mujer. No era naa, sino que un hombre habia jurao que otro se la habia de penar; lo encontró agora, i le metió el belduque.

Los amigos salieron a la defensa i se formó el pleito.

-El segundo jóven. ¿Qué le habia hecho el otro? -La mujer. Le habia levantao el testimonio de que era desertor, i por eso le habian pegado muchos palos i lo habian tenio preso hasta agora.

-El primer jóven. I le habian tomado preso por el falso testimonio?

-La mujer. No, señor, aquí agarran jente para que sirva, i así lo habian tomao.

-Otra mujer. Pero como cualquiera puede libertarse, dando un tanto en plata, éste iba a dar lo que le tocase, i entónces el otro, que es un testimoniero, lo acusó en falso,

-El primer jóven. ¿Por qué fuerzan así a la jente? -Un hombre de atras. Porque somos pobres, i para el pobre no hai mas que zanja i horca.

- El mismo jóven. Se reclama......

--Una voz. ¡A quién!

--Otra voz. ¡Contra quién!

--Muchas voces. ¡Para el pobre no hai justicia!

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