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bien en corromperse, en pervertir i desacreditar la forma republicana, en llegar a ser ingobernables por su falta de fé, de patriotismo i de principios fijos, porque eso es lo que conviene para el triunfo de la reaccion del espíritu antiguo de la colonia: así seré premiado, laureado, encumbrado a los mas altos puestos. I tú, número 6, si llegas a realizar tu vocacion de cronista, no salgas de este tema, que así serás grande! Número 6.-I alcanzarémos, hijo, a poseer la gloria mas brillante de estos tiempos, la gloria literaria!.... Número 2.-¡Error craso! no es la gloria literaria la mas brillante: es la del mando!

Número 3. ¡Mentira insolente! Es la gloria militar! ¿Qué puede compararse a la aureola deslumbrante del guerrero?

Uno.

Eso es cuando es guerrero, cuando el militar tiene el talento de la destruccion i el valor de una fiera, pero no cuando es un cobarde i una bestia como tú!

Número 3. --¡Qué engaño! Ese talento i ese valor se suplen, amigo mio, con un poco de maña: si encuentro a tiro a una tropa de enemigos indefensos, me los como, aunque sean mis hermanos; o si se presenta la ocasion de hacer una delacion, la hago aunque arda Troya. En uno i otro caso gano grados i honores, i no necesito talento para destruir, ni valor para pelear. Mas hace un tonto con un poco de trapacería a tiempo, que un cuerdo con su talento. Sobre todo, hijos de mi alma, tengamos confianza i audacia, que la fortuna ha de fortalecernos a todos, pues que del pueblo salen i han salido siempre los grandes hombres!

El viejo. -- Sí, pero cuando el pueblo es ignorante i sus hijos son corrompidos i egoistas, en lugar de dar grandes hombres, da grandes malvados.....

.

La ponchera voló por la cabeza del viejo a estas últimas palabras, estinguiéndose la débil llama que aun le quedaba. La oscuridad fué profunda. Las blasfemias i gritos fueron aterrantes. Las puertas del salon estallaron súbitamente, i la policía se presentó intimando silencio.....

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Ambos se escurrieron como sombras por la oscuridad, i dejaron a la policía i a sus ajentes secretos ocupados en un prolijo rejistro de la fonda.

xx

XVIII.

Huye, que solo aquel que huye escapa.

Puestos en salvo i en la calle los dos fujitivos, Lucero declaró que era indispensable que ámbos se separasen para distraer la atencion de la policía, que naturalmente debia fijarse en todas las parejas que encontrara, puesto que era una pareja lo que buscaba.

El ingles recibió con pesar esta órden i aun se atrevió a objetarla con la consideracion de que era mucho peor que aprendiesen a uno solo. Pero Lucero le convenció, ménos con argumentos, que con el ascendiente que sobre él tenia, i le persuadió a separarse.

Si tú caes, le decia, quedo yo libre para trabajar en tu salvacion. Pero si a mí me toca esa mala suerte. tú debes solo pensar en hallar la salida de la Cueva para ir al mundo a emprender la peregrinacion que ha de salvarme. Harias mal en emplear aquí tu tiempo para arrancarme de mi cautiverio: no lo conseguirias; i aunque tuvieras la felicidad de romper mis prisiones, no podrias desencantarme miéutras aquí permanecieras. Haz lo que te digo, sigue fielmente mis instrucciones, si no has de volverme a ver en estos lugares; no dejes nunca de tenerme sobre tu corazon. Si perdieras mi recuerdo, no solo serias ingrato para mi amor, sino traidor a tus convicciones

i a la santa causa que has jurado. Vete i no olvides un momento ni mis consejos ni mi amor.

Dijo, i ámbos se estrecharon mudamente, confundiéndose en un espíritu sus dos almas en aquel momento de efusion íntima i completa. Despues, cada uno caminaba en opuestas direcciones al punto de reunion que se habian señalado, pero por un movimiento eléctrico i simultáneo, los dos volvian a mirarse de cuando en cuando i a suspirar, hasta que se perdieron de vista.

Hicieron bien: las calles estaban atestadas de brujos que acechaban i que se aprontaban listos para lanzarse sobre la primera pareja que hubieran husmeado. La policía de aquel lugar estaba montada a la francesa, es decir, no porque anduviese a caballo, que eso habria sido a la chilena, sino porque sus ajentes eran invisibles: no gastaban uniforme, ni porte, ni armas militares, ni corrian, ni pitaban, ni gritaban, ni miraban a lo turnio por las calles; sino que eran mansos i vestian i andaban como todos i entre todos.

Don Guillermo apresuró su paso, i en pocos minutos llegó al lugar de la cita, que estaba fuera de la ciudad.

Entretanto la poblacion estaba como si le hubieran tocado a rebato: todos corrian, pero a esconderse, porque uno de los jefes de los brujos, estimulado por su propio miedo, i no por el de nadie, habia desplegado una enerjía estraordinaria para perseguir i aprehender a todos los vivientes, como suelen hacer los cazadores de jilgueros, que por tomar uno de uña blanca, arrastran con todos los que se acercan

a la trampa. I en efecto que el tal jefe hacia mui bien, porque solamente con un arrastre semejante podia alcanzar a cojer algo de lo que deseaba. Asi lo comprendieron los estranjeros de Espelunco, que no los nacionales, siempre tardíos e injustos para apreciar el mérito de sus compatricios, pues aquellos con esa imparcialidad que es natural en todos los traficantes, votaron una accion de gracias en favor del distinguido jefe, haciéndose los ecos de la poblacion entera. Eso se llama hacer justicia a tiempo. Un soberano premia con decoraciones i títulos a sus beneméritos servidores: asi el pueblo debe premiar a los que se han distinguido en su servicio, aunque sea apaleándolo, decian los estranjeros con ese aplomo que Dios les ha dado. Pero no fué esto todo: los autores de tan bello pensamiento tuvieron ademas la habilidad de asociar a su manifestación a los mismos que habian sufrido en aquella batida del jefe, o a los que la habian reprobado, lo cual no era dificil de lograr en aquel pais, que como inculto que era, abuudaba en imbéciles, pues tales bichos tienen de comun con el poleo, eso de multiplicarse en las tierras incultas hasta el estremo de infestarlas. Contra la imbecilidad no hai mas remedio que la cultura: la imbecilidad es el verdadero pecado orijinal de la humanidad, la fuente de todos los vicios i errores, de todas las faltas i crímenes, pues que todo eso tiene su asiento en la flaqueza de espíritu, que es el patrimonio comun del hombre, i que no se corrije sino a fuerza de educacion i de cultivo.

La noche estaba fria, pues aunque primavera en aquel pais, era ya una de esas altas horas en que la

MISC. H. I L,

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