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INFORME

i aprobacion universitaria.

SEÑOR DECANO:

Santiago, diciembre 12 de 1862.

Habiendo estudiado con toda detencion el opúsculo titulado El Libro de Oro de las Escuelas, compuesto por el señor don José Victorino Lastarria, tengo el gusto de informar a V. S. sobre su mérito, para cumplir con el encargo con que se sirvió honrarme en oficio del 4 de octubre del presente año.

Para mejor intelijencia de lo que voi a esponer, se me permitirá hacer una observacion jeneral, i es que he abrigado siempre la conviccion de que los sábios mas competentes i de reconocida autoridad, los sacerdotes de la ciencia i los depositarios de todo saber, cuando se limitan tan solo a presentar en obras eruditas a sus correlijionarios los resultados mas interesantes de sus investigaciones i descubrimientos científicos, lo cual, sin duda, tiene mucho atractivo, dando a la vez mucho brillo i realce al nombre del autor, no llenan su elevada mision sino a medias. Pues miéntras cumplen una parte de ella, abandonan completa

mente la otra, que no es de ménos importancia ni de ménos utilidad, aunque talvez les obligue a un trabajo mas ingrato i fastidioso, i aunque no contribuya en nada a aumentar su reputacion literaria. Precisamente hablo de la composicion de buenos testos para la enseñanza i educacion de la juventud, i de libros populares de lectura para poner al alcance de todos las verdades sublimes i los conocimientos útiles de que tratan las diferentes ciencias. No siendo así, en el órden social las ciencias serian plantas verdaderamente parásitas i cosas de puro lujo para divertir o distraer a unos cuantos curiosos, i los que las cultivan serian unos parásitos, aunque no perjudiciales, pero que el Estado no tendrá el menor interes en protejer i favorecer.

No obstante, es mui reducido el número de las notabilidades literarias que, a mas de eruditas composiciones, se ocupan tambien en trabajos de la espresada clase. Mui al contrario, la mayor parte de ellas descuida i desprecia lastimosamente la ocupacion en tales trabajos, considerándolas como indigna de su alta reputacion, o mirándola como profanacion de la ciencia misma, i dejándola así por lo comun a manos de jentes que no son siempre bastante competentes en la materia, ni libres de preocupaciones, presunciones i miras personales. De allí proviene esa multitud de pretendidos testos para la enseñanza de todo lo que se ofrece, i ese sinnúmero de titulados libros populares que tratan de todas las ciencias humanas i divinas, escritos los unos i los otros por autores sin ciencia ni conciencia, i publicados por editores especuladores por lucro; libros que han llegado a ser aho

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