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La caridad i justicia que constituyen nuestras relaciones con nuestros semejantes, suponen la idea de la Igualdad.

I el respeto que debemos a las cosas creadas, segun el órden de la creacion, tiene por base la Propiedad. La necesidad de definir i comprender bien ciertas ideas, sobre las cuales reposan las prácticas sociales, es mui esencial en pueblos novicios, como los nuestros, en esas prácticas; en pueblos cuya vida social tiende a rejenerarse, amoldándose a principios que ántes les eran desconocidos. Es necesario comprender esos principios en toda su exactitud i pureza, a fin de que la vida social no se estravie por el error: purificad la intelijencia, que es la fuente de las costumbres, si quereis que las costumbres sean sanas i puras. Los pueblos ingleses, por ejemplo, practican la libertad sin definirla, sin que a nadie se le ocurra dificultad alguna acerca del sentido de esta palabra; pero no sucede así a los pueblos llamados latinos, para quienes la libertad es una novedadi en donde la falta de un sentido fijo de esta palabra ha hecho creer a muchos "que la libertad es una quimera, como el ave Fénix, de que todos hablan, sin que nadie la haya visto." Esta es la razon por que esos pueblos latinos son ahora mas teoristas i los ingleses mas prácticos: la filosofía está en la vida práctica de éstos, mientras que entre nosotros está solo en los libros.

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IV.

Deberes del hombre para con Dios.

La adoracion a Dios es una necesidad impuesta al hombre por su naturaleza. A medida que se desarrollan las facultades del hombre, él reconoce que su poder humano es limitado, porque no puede ni crear, ni gobernar a su arbitrio las cosas que le rodean. De aquí la idea de una causa superior en la creacion, de un principio autor i regulador de la naturaleza. Ese principio es Dios. La intelijencia del hombre lo concibe, i la conciencia misma de su impotencia i debilidad le hace buscar en ese principio su apoyo, su amparo, su consuelo. Entónces la idea concebida por la intelijencia se refleja en el corazon. Hé aquí la Relijion, es decir, "la union del hombre, por medio "del espíritu i del corazon, con el Ser Supremo, "causa primitiva que sostiene el universo i lo go"bierna segun las leyes que su sabiduría le ha trazado (1).”

La revelacion esterna de esa íntima i dulce union del hombre con Dios, es lo que constituye el culto, i

(1) En la esposicion de estas i otras doctrinas, prefiero copiar a a otros autores, en obsequio de la precision, que talvez no podria conservar en un escrito de esta clase, si yo las espusiera de otro modo. Valga esta advertencia para ahorrarme citas.

la asociacion del hombre relijioso con el hombre relijioso, es decir, la Iglesia, es la esfera en que aquella idea fundamental recibe su desarrollo, mediante la acti vidad humana. Dejemos a la Iglesia la enseñanza de los dogmas i del culto, que complementan la lei fundamental de la relijion: pero que la escuela primaria inculque esta idea i la haga amar.

La relijion es la fuente de un sin número de ideas i de actos en nuestra vida; es el compendio de nuestros deberes para con Dios, i cuando el hombre no se siente unido a su Creador, esas ideas se convierten en errores, esos actos se estravian de lo justo. El hombre irrelijioso es un peligro viviente para sí mismo i para la sociedad: como individuo, él necesita de la relijion para elevar su espíritu, para rehabilitar sus fuerzas, para buscar en las leyes de Dios la regularidad de sus actos i su propio consuelo: como miembro de una sociedad, él tiene necesidad de la relijion para cultivar ese vínculo de fraternidad con sus semejantes.

Tal es el interes del hombre social: cuando ese interes se reconoce, la razon viene por sí sola a presentar un fuerte apoyo a la fé. El hombre cree, porque su razon se lo aconseja i su interes se lo exije. Contra la razon unida de ese modo al interes individual i al interes social, la duda no puede nada; el escepticismo, esto es, la negacion de toda creencia, ese mal de los tiempos modernos, que nace del choque que recibe la independencia del espíritu, cuando se le manda creer por fuerza, deja de existir, deja de ser sensible.

Cuando se concibe la relijion como una idea fundamental que tiene su asiento en la intelijencia i el

corazon, esto es, en la razon i el sentimiento del hombre, tampoco es temible el fanatismo, que es otro estremo talvez mas pernicioso que el escepticismo. El escepticismo, que es la duda, puede hacer al hombre inmoral: el fanatismo, que es la exajeracion del celo relijioso, da a su espíritu "una exaltacion febril le hace traspasar los límites de los medios ordinarios que la razon nos sujiere para acreditar i sostener nuestras ideas."

que

Concebid así la idea fundamental de la relijion, dad esa base de verdad i de justicia al espíritu, i entónces el hombre relijioso hallará, en su culto i en su iglesia, un raudal en que templar los dolores a que está sujeta su débil naturaleza.

V.

Deberes del hombre para consigo mismo.

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Todo lo que el hombre se debe a sí mismo se encierra en la probidad u honradez, en esta virtud que consiste en el hábito de hacer constantemente el bien. El hombre está destinado en la tierra a realizar su bien natural, i este bien solo puede hallarlo en el desenvolvimiento completo de sus facultades i en su aplicacion a todas las cosas, conforme al órden jeneral del universo i a la naturaleza de cada cosa en particular. Tal es su fin en el mundo, fin cuyo cumplimiento conduce naturalmente a la vida eterna, porque no se obtienen las promesas de Dios sino cumpliendo i respetando sus leyes; esas leyes que nos imponen el desarrollo de nuestras facultades, i que condenan cualquiera aplicacion de estas facultades que no sea conforme con el órden jeneral i con la naturaleza de la cosa a que hacemos la aplicacion.

Todos los deberes morales del hombre se fundan, pues, en el cumplimiento de este fin, principiando por los deberes que tiene para consigo mismo, que se encierran en la probidad. El hombre debe practicar el bien, no por su interes personal, sino porque es bien en sí mismo, esto es, porque la accion que lo produce es conforme a la relacion en que se halla con el órden jeneral de la naturaleza. El bien del hombre

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