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no es, como lo supone el egoismo, un patrimonio esclusivo suyo e independiente del órden natural con que está en relacion: cuando se rompe esa relacion, el bien no es puro, i cuando no hai pureza en los móviles de nuestras acciones, no hai moralidad.

Con todo, es una lei de nuestra naturaleza que el bien que resulta de obrar así nos aprovecha particularmente a nosotros. Por esto es que la probidad o el hábito de obrar el bien consulta nuestro propio. beneficio, porque nos atrae la estimacion, el respeto i todas las ventajas que logra jeneralmente el hombre probo o recto. La probidad, que tiene su base en la rectitud del ánimo i su práctica en la pureza de nuestras acciones, asocia, pues, nuestro interes individual con el interes de los demas hombres, i en esta union ofrece una verdadera garantía para el bien jeneral. El hombre debe abstenerse de hacer mal, porque así procura su propio bien: el amor de sí mismo i su buena reputacion están empeñados en esto. "No obre mal quien bien espere," dice el adajio, i en ese dicho vulgar se encierra toda la filosofía de los deberes del hombre para consigo mismo.

Dicen los filósofos que el deber capital del hombre para consigo mismo, es el amor de sí mismo, que le aconseja la templanza, la sobriedad, la castidad i el trabajo, para la conservacion de su cuerpo; i para la elevacion de su alma el conocimiento de la verdad i el amor de la virtul o de todos sus deberes morales. En horabuena, todas esas virtudes se compendian en la probidad.

Si el amor de sí mismo se exajera, se convierte en egoismo, en soberbia, en vanidad; si ese amor se

estravia por el aliciente de los placeres, el hombre se hace gloton, ébrio, lujurioso i perezoso; si abandona su alma al error, a la ignorancia, i no cultiva en su corazon el amor al deber, en todos estos casos peca contra la probidad, se hace un mal a sí mismo, lo hace a los demas, dejando de hacer el bien o dejando de cumplir sus deberes; pierde su reputacion, i en lugar de ser un hombre probo i recto, un hombre honrado, se convierte en un miserable que todos desprecian i rechazan.

Por eso es que la probidad u honradez, es la primera virtud que el hombre debe aprender, el primer deber que ha de cumplir respecto de sí mismo, por su propio beneficio, por su propia dignidad; i la manera mas segura de practicarlo, está en el hábito de meditar siempre de antemano el resultado de nuestras acciones, hábito que se conoce con el nombre de prudencia, i que es una de las facultades prácticas o activas de que está dotado el hombre.

Hemos dicho que la base de estos deberes del hombre para consigo mismo es la libertad, porque el hombre que comprende i practica la libertad cumple con la primera lei a que está sujeta su propia naturaleza, i sin violencia ni cálculo, se hace recto i puro, ejercita la virtud que se llama probidad.

El hombre está dotado de la voluntad, facultad que consiste en querer o no querer, en determinarse a hacer o a no hacer alguna cosa. La voluntad es en su orijen una manifestacion de nuestros instintos, esto es, de las cualidades afectivas de que estamos dotados, las cuales espresan una accion espontánea, un impulso vivo i rápido hácia un objeto cualquiera; pero en

su ejercicio está rejida por nuestras facultades intelectuales i principalmente por la meditacion inductiva i la deductiva. En los brutos, la voluntad es la simple manifestación de los instintos naturales, sin que la reflexion intelectual entre en esa direccion, sino es de una manera mui débil o imperceptible para nosotros. Tal es la causa de nuestra superioridad moral, i por eso la voluntad tiene en nosotros el carácter de una facultad, en cuanto sus actos, que se llaman nuestras voliciones, no son simplemente impulsos irreflexivos de nuestros instintos, sino determinaciones de nuestra meditacion, o de todas nuestras facultades intelectuales. Si así no fuera, no existiria en el hombre el libre albedrio, cuya existencia han negado los que consideran nuestras voliciones como impulsos irreflexivos de nuestros instintos, sin participacion alguna de nuestra intelijencia, i por consiguiente, como actos fatales i necesarios.

La voluntad es, pues, una facultad, o mas bien, un resultado complejo de nuestras facultades instintivas e intelectuales, i por eso es libre, o en otros términos, está limitada, reglada en su práctica i ejercicio por la libertad, que es el carácter distintivo del hombre. La intelijencia contempla i medita ántes de determinarse i de obrar, i todas estas operaciones son libres, esto es, se practican siempre sin sujetarse a otra cosa que al juicio que el hombre forma sobre lo que conviene a su existencia i al desarrollo de su ser, conforme a su naturaleza i al órden jeneral del universo.

Esto es lo que comprueba la observacion, i cualquiera puede verificar estas leyes a que está sujeto el hombre con solo meditar un poco. Los instintos de

terminan el primer impulso, i la intelijencia lo dirije casi simultáneamente, produciéndose lo que se llama un acto de la voluntad; pero la intelijencia en esta operacion, que en la mayor parte de los casos es rápida, busca lo que es mas conforme a las condiciones de nuestro bien. La eleccion de esas condiciones i su uso, constituyen un poder que es peculiar del hombre, que le es característico, i que se representa en el lenguaje con la palabra libertad. Por eso decimos que el hombre es libre por su naturaleza, porque tiene ese poder de elejir i de emplear las condiciones de su existencia i desarrollo, de un modo ámplio i completo en todas las esferas de su actividad; i de aquí procede tambien que su voluntad debe estar reglada por ese poder llamado libertad.

La libertad no es, pues, una abstraccion metafísica, como no lo es la voluntad ni su mecanismo; es algo mui real i efectivo en el hombre, algo mui jenérico,. que se descubre en todos sus procedimientos mentales i físicos, en todos sus actos, porque no hai uno solo de éstos que no vaya encaminado a su fin natural, es decir, a las condiciones de su existencia i del desarrollo de su ser, que es la perfeccion. Esta libertad moral o intelectual es la que se convierte en la vida práctica en el uso o posesion de nuestros derechos.

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VI.

Mas, es preciso reconocer que no hai en el lenguaje moderno una palabra mas vaga que la palabra libertad, pues que a fuerza de definirla, el error i los intereses mezquinos han hecho de ella un término acomodaticio a diversos i contradictorios intereses; i por su ambigüedad ha llegado a inspirar dudas, sospechas i aun temores.

Los antiguos habian hecho de la libertad una divinidad, hija de Júpiter i de Juno; i el pueblo romano, por medio de contribuciones voluntarias, le erijió un gran templo sobre el monte Aventino, en donde la representaban en traje de ciudadano, teniendo en una mano un cetro roto, en la otra una lanza coronada del gorro que se ponia a los esclavos cuando eran libertados, i a sus piés un gato, como que es un animal enemigo de toda restriccion. (1)

En los tiempos modernos, la libertad volvió a ser un ídolo durante los primeros años de la revolucion de 1789, en Francia: se le consagraron árboles i estátuas que fueron objeto del entusiasmo popular i de los preceptos de las leyes, i aun se le consagraron fiestas, en que la diosa era representada por

(1) Tambien la representaban como una mujer con traje de ciudadano, con el gorro en la cabeza i las tablas de la lei en la mano, mostrándolas al pueblo.

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