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del hombre, porque teniendo éste una parte mui efectiva en su destino, la accion de aquellas causas se verifica en virtud de los actos espontáneos de la voluntad, i es enteramente el resultado de la actividad humana.

Se ve, pues, claramente que esta actividad, que no es otra cosa que el ejercicio de la libertad moral, obedece al impulso de los instintos i al de la razon: así es que las leyes que rijen el movimiento progre sivo de la humanidad tienen diversa aplicacion, o se desenvuelven de distintos modos, segun el impulso que recibe la voluntad del sentimiento i segun la direccion que a ese impulso da la intelijencia, poniendo en ejercicio la libertad moral, produciendo la actividad. El sentimiento i la intelijencia, que son las dos fuerzas o facultades fundamentales de la activi- . dad del hombre, tienen caracteres diferentes, porque el primero es una fuerza de recepcion, de asimilacion i de adhesion, mientras que la segunda es una facultad de invencion i de produccion. Por consiguiente ámbas desempeñan diferentes funciones en la vida social: el sentimiento es, por su carácter, estacionario, es el elemento conservador en la vida humana i resiste a separarse de los objetos que han llegado a serle familiares; mientras que la intelijencia es el elemento innovador i progresivo, i trabaja constantemente por la mejora de la condicion humana.

Estas dos fuerzas son las leyes que mantienen la existencia de la sociedad i dirijen su desarrollo, son los motores del movimiento de la humanidad, las influencias que reglan i determinan su procedimiento. Pero, aunque obran simultáneamente, no obran

siempre del mismo modo, ni con igual eficacia en todas las esferas de la actividad humana. En las esferas en que la actividad prosigue el desarrollo de los fines relijioso, moral i jurídico o político, la intelijencia, que es la fuerza o facultad directiva, marcha entrabada por el sentimiento, que es la fuerza motriz, porque las ideas fundamentales de la relijion, de la moral i del derecho sacan su vigor o tienen su fuente mas inmediata en los instintos sociales. No asi en las esferas en que la actividad prosigue los fines científico, artístico, industrial i comercial, porque en ellas

intelijencia lleva siempre la direccion i apaga lafuerza del sentimiento, operando el progreso con ra pidez, con ménos embarazos; pues las ideas fundamentales de la ciencia i de las artes no tienen co nexion eficaz con el sentimiento estacionario, i las de la industria i el comercio, aunque procedan de los instintos egoistas, no viven sino del progreso i del movimiento innovador.

Como quiera que sea, en todas esas esferas de la actividad humana, la intelijencia dirije el movimiento, con mas o ménos lentitud, con mas o ménos eficacia. Por eso ha podido Augusto Comte establecer que la sociedad humana reposa sobre un sistema de creencias fundamentales, que solo la facultad especulativa, como él llama a la intelijencia, puede suministrar, i que una vez suministradas, dirijen nuestros demas impulsos en su manera de buscar su satisfaccion. Nadie ha podido negar ni desconocer esta verdad.

Si algun filósofo, alucinado por la preponderancia que tienen a menudo las influencias del sentimiento en la lucha tenaz que este mantiene con la

intelijencia en las rejiones de la moral, de la relijion i de la política, ha podido creer que las ideas no gobiernan ni trastornan al mundo, i que el mundo es gobernado i trastornado por los sentimientos, al ménos no ha podido dejar de reconocer que las ideas son siempre las que sirven de guia a los sentimientos. Stuart Mill, refutando esta pretension i restableciendo la verdadera teoría, ha dicho estas profundas razones:

"Aunque sea cierto que las pasiones i los intereses de los hombres dicten muchas veces sus creencias, o mas bien, decidan de su eleccion entre dos o tres creencias que, en un momento dado, el estado de la intelijencia humana hace posibles, sin embargo esta causa de perturbacion está limitada a la moral, a la relijion i a la política. En las demas rejiones, es solo el movimiento intelectual la raiz de todos los grandes cambios en los negocios humanos. No son las emociones i las pasiones del hombre las que han descubierto el movimiento de la tierra, o las que han encontrado las pruebas de su antigüedad, ni las que han desacreditado la escolástica e inaugurado la esploracion de la naturaleza, ni las que han inventado la imprenta, el papel o la brújula. Sin embargo, la Reforma, las revoluciones Inglesa i Francesa i los cambios morales i sociales mas considerables que están por venir son las consecuencias directas de estos descubrimientos i de otros semejantes. La alquimia misma i la astrolojía no obtuvieron crédito porque los hombres tuvieran sed de oro i estuviesen impacientes de escrutar el porvenir, pues estos deseos tienen hoi tanta fuerza como entónces, sino porque la alquimia i la astrolojía eran concepciones naturales de un

grado particular de desarrollo progresivo de los conocimientos humanos, i en consecuencia determinaron en equella época los medios particulares, mediante los cuales las pasiones, que siempre han existido, buscaron su satisfaccion. Decir que las creencias intelectuales de los hombres no determinan su conducta, equivale a decir que el buque es movido por el vapor i no por el piloto. El vapor es en verdad la fuerza motriz, pero abandonada a sí misma, el piloto no podria hacer avanzar el buque una sola pulgada: son la voluntad del piloto i la ciencia del piloto las que deciden de la direccion en que el buque debe moverse i debe ir".

Tales son pues las leyes que sigue el progreso social, i tal es la manera como obran al dirijir ese movimiento de la humanidad en todas las esferas de su actividad, produciendo siempre una marcha hácia. adelante, acelerada o contenida, circular o curva, rectilínea o trunca; pero siempre una marcha. Concretemos ahora nuestros estudios al progreso moral, que es nuestro tema.

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Al hablar del progreso moral, no podemos prescindir de las ideas fundamentales de la relijion i del derecho: el progreso moral sigue paralelamente con el relijioso i el político. La moral es la espresion de las relaciones necesarias de los hombres, i comprende naturalmente en sus dominios nuestras relaciones relijiosas i políticas o jurídicas.

Fuera de esto, la moral, la relijion i la política tienen otro punto de analojía, cual es el de que las leyes que rijen el progreso social obran en estas tres esferas de una misma manera, mientras que en las demas su proceder es distinto, por cuanto tiene en estas una accion mas efectiva la intelijencia, la cual no marcha, como en aquellas, tan embarazada i aun contrariada por el sentimiento.

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Repetirémos aqui lo que enseñabámos hace veinte i cinco años. "En la infancia de las sociedades predomina el sentimiento, i estas se dirijen jeneralmente por los instintos i las pasiones, sin que la intelijencia tenga mas fuerza que la necesaria para servir a las afecciones, inventando una organizacion social propia a satisfacerlas. Pero en este mismo ejercicio se ilustra poco a poco la intelijencia, i, adquiriendo la suficiente enerjía para encaminar las pasiones, se ocupa en modificar la organizacion social, con arre

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