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glo a los principios del bien i la justicia: las resistencias que encuentra en esta nueva accion, a veces son tenaces; mas al fin la lucha comunica a la sociedad un nuevo espíritu que le da fuerza para combatir constantemente por la supremacia de la razon i de la libertad, como elementos principales en la organizaIcion de la vida humana.

"Las costumbres, los hábitos que ha contraido el pueblo sirven siempre de punto de apoyo al sentimiento, que a fuer de conservador se opone a la accion de la intelijencia. Las costumbres son en gran parte el resultado de las opiniones o preocupaciones que se difunden en cierta época sobre la vida, sobre las relaciones del hombre con sus semejantes, con el mundo i con la divinidad; i el sentimiento obra en el hombre de modo que le adhiere a ellas i le identifica con su existencia, por mas que, a causa de lo erroneo de las opiniones, sean tambien falsas las costumbres, i no pocas veces atroces. Mas afortunadamente la intelijencia puede correjirlas, purificando su fuente, i por eso es que la cultura de las costumbres viene constantemente como consecuencia del desenvolvimiento de las ideas, i se verifica por leyes análogas a las que rijen la cultura intelectual de la sociedad.

"De aquí procede la influencia recíproca de las costumbres en las leyes i de estas en aquellas, porque si bien es efectivo que las leyes que se establecen en una época llevan en sí mas o ménos marcado el sello de las costumbres reinantes, es tambien evidente que si esas leyes se forman segun las nuevas ideas de justicia, i en razon de los principios de la verdadera po

lítica, modifican a su vez las costumbres de la sociedad, aunque sea de un modo lento e insensible. Así se puede establecer que, aun cuando el principio conservador sea el mas fuerte en esta lucha, el elemento racional i progresivo influye en las instituciones sociales, i cada triunfo que obtiene liberta a la sociedad de alguna de las trabas que se oponen a su marcha natural."

Esta lucha sorda, lenta i abrumadora, desesperante a veces, entre las dos leyes del progreso moral, estas reacciones de la intelijencia i del sentimiento, están comprobadas en la historia de la humanidad, que muestra visiblemente cómo obran sobre la vida i la moralidad del hombre i de las naciones las conquistas que hace la intelijencia. El progreso moral es pues la obra de la libertad del alma, de ese poder moral, que dirijido por la luz de la razon, modifica i dirije a su turno los impulsos del sentimiento, buscando el apoyo de nuestras relaciones en la verdad i satisfaciendo las condiciones de la existencia i de la perfeccion humanas.

Es pues falsa la idea que se han formado algunos filósofos del Progreso humano, suponiendo que es una evolucion necesaria de la naturaleza humana, en que no tiene participacion la libertad. Mas falsa es aun la idea de que cada jeneracion tiene una especialidad innata, i que está destinada por la divinidad a ensanchar de cierto modo su vida física i moral. Estas ideas desconocen la actividad humana i niegan la libertad, de modo que para aceptarlas, es preciso comenzar por creer que el hombre i la sociedad no tienen parte alguna en su destino, i que en vez de ser

libres para realizar sus fines, son la obra de causas fatales, i se desarrollan, como la materia orgánica, en virtud de leyes que no conocen ni pueden dirijir.

No, la humanidad se puede dar cuenta de su desarrollo, i conocer la situacion que ocupa en la escala del progreso; puede apreciar i juzgar sus hechos independientemente de toda causa absoluta i de toda ilusion. La ciencia i la historia le ayudan en este procedimiento, i le dan el criterio justo para aprobar i aceptar tales accidentes, tales influencias, tales actos consumados, tales medios de realizar sus aspiraciones; i juntamente para condenar todos los hechos, todas las preocupaciones, todas las perversidades que se hayan opuesto o que se opongan al triunfo de la verdad i de la justicia: tal es la nocion del progreso positivo.

Cada jeneracion, segun esta idea del progreso positivo, es responsable de sus hechos, porque cada una tiene el deber de completar la esperiencia de las anteriores, de correjir las ideas en el crisol de la verdad, sin aceptar ciegamente los errores i los crímenes de sus antepasados; porque solamente de este modo puede desarrollar todas sus facultades, para cumplir su destino, i llevar al máximun de su intensidad la vida social i la individual. Agusto Comte ha dicho con profunda sabiduría que cada edad es en su momento el punto de partida i el punto de apoyo de la edad siguiente, verificando el pasado i preparando el porvenir, i comprendiéndolos ámbos en una solidariedad hereditaria.

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Este gran pensador de nuestro siglo, en cuyas manos la filosofía de la historia ha llegado a ser una verdadera ciencia, ha comprobado históricamente la evidencia de aquella verdad. El observa con justicia que el progreso intelectual de los hombres es el que determina la evolucion de la humanidad. No se puede dudar de que la manera jeneral como ellos conciben el universo debe necesariamente comunicar su carácter a todas las demas concepciones de detalle que forma el espíritu en la vida práctica: luego, la sucesion natural de las teorías que el hombre se forma sobre el universo, es el hecho determinante de su historia intelectual. I como esta sucesion natural de dichas teorías revela tres faces, la teolójica, la metafísica i la positiva segun lo comprueba la historia de todos los pueblos, es evidente que la humanidad ha marchado i marcha aun rijiendo i resolviendo todos sus problemas sociales, todos sus procedimientos, todos sus actos colectivos e individuales, segun las ideas teolójicas, las metafísicas i las positivas que constituyen un modo de pensar en las diversas épocas de su historia. De consiguiente hai un hecho decisivo en la evolucion de la humanidad, el cual es el tránsito del jénero humano por cada una de aquellas tres faces, en cuyo tránsito se comprenden, por supuesto,

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todas las modificaciones sucesivas que produce en el modo de pensar teolójico la influencia naciente de las otras dos fases, metafísica i positiva. Ademas, al traves de la historia se nota simultáneamente que, en la rejion puramente temporal i práctica de las cosas, se opera un movimiento paralelo, que consiste en la declinacion gradual de la vida militar, que orijinariamente es la ocupacion principal de los hombres libres, i en su reemplazo por la vida industrial. Entre esta sucesion histórica i práctica, i la sucesion de las teorías sobre el universo, hai una conexion i una dependencia necesarias; pues el progreso de la industria i el de la ciencia positiva son correlativos: es indudable que el poder que el hombre tiene de modificar los hechos de la naturaleza, depende evidentemente del conocimiento que él adquiere de sus leyes.

Tal es en compendio la idea exacta que la historia nos suministra de la accion de las leyes del progreso moral. La historia no nos revela otra cosa en la evolucion de la humanidad que las reacciones mútuas de la intelijencia i el sentimiento, reacciones de las cuales surje siempre, mas tarde o mas temprano, pero siempre, la libertad moral, este poder irresistible que va asimilándose las ideas i las teorías para modificar los impulsos del sentimiento, i para resolver prácticamente todos los problemas, realizando poco a poco las condiciones de la existencia i del desarrollo del ser individual i de la sociedad. La sociedad marcha en virtud de esas leyes en su elaboracion lenta, i no es conducida por un movimiento fatal, en el cual no tenga parte su libertad moral, ni es impulsada por una predestinacion superior a su uaturaleza,

MISC. H. I L.

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