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plena fé. Mi razon emancipada, conservando la vision primitiva del Ser Infinito, no podia intuitivamente conformarse con la encarnacion del Infinito en un hombre, ó con la idea de su aparicion en un hombre. Y habiendo llegado á creer que entre la razon y el Evangelio habia ecuacion, ó en otros términos, que la razon era evangélica, y el Evangelio razonable, busqué en los textos las pruebas de la divinidad de Jesus, seguro de antemano que el libro no podia mentir, y que la razon debia explicar la contradiccion tremenda que me atormentaba.

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Mi razon por si sola, con sus elementos puros, no pudo salvar esa contradiccion, no pudo comprender la verdad, realidad, y posibilidad de la encarnacion del Infinito. Desde este momento ya penetró la sombra de una duda sobre la veracidad del texto, si en él encontraba la afirmacion de la divinidad de Jesus. No obstante, el texto todavia era revelado para mí, y era necesario, ó que sometiese mi razon al texto, ó que el texto justificase mi duda, ó que me revelase contra el Evangelio.

En esta trascendental alternativa, me resolví á estudiar especialmente ese punto. Como ya habia encontrado creencias, dogmas, instituciones y deberes de la religion católica en contradiccion con el Evangelio, emprendí con curiosidad y espe-" ranza la tarea; y cuál fué mi sorpresa, mi alegria al descubrir que el Evangelio no afirma jamás su divinidad, al contrario, cuando por algunas palabras mal interpretadas, los Judios le acusaron de blasfemia, el mismo Jesus niega terminantemente su identidad con Dios. Salve, Salve, Jesus, dije entonces, pues aparecia puro, razonable y vindicado en mi conciencia, mas grande, mas sublime, como hombre, como mi hermano y mi maestro.

Probar esto de una manera completa y científicamente demostrada, es materia de un trabajo especial que mas tarde publicaremos. Asi, para completar este cuadro de la revolucion de una conciencia, daremos el texto que coronó el trabajo, y que cuando lo presente acompañado de los otros, será para todo católico sincero, una prueba irrefragable.

Hay en el Evangelio de Juan una situacion dramática y tremenda. Es precisamente la discusion del punto que tratamos Dice Jesus, segun Juan, predicando á los Judios:

30 «Yo y el Padre somos una cosa.

31 «Entonces los Judios tomaron piedras para apedrearle.

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32 Jesus les respon fió: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre, ¿por cual obra de ellas me apedreais?

33 «Los Judios le respondieron: No te apedreamos por la » buena obra, sino por la blasfemia: y por que tu, siendo hom »bre, te haces Dios á ti mismo.»>

La cuestión esta perfectamente planteada. La respuesta debe ser si o no. ¿Qué contesta Jesus?

34 «Jesus les respondió: No está escrito en vuestra ley >> Yo dije, Dioses sois?

35 «Pues si llamó dioses à aquellos, a quienes vino la palabra de » Dios, y la Escritura no puede faltar.

36 «¿A mi, que el Padre santificó, y envió al mundo, vosotros decis:

«Que blasfemo: por que he dicho, soy Hijo de Dios?

(Juan X.)

Esta explicacion contuvo á los Judios, porque la expresion Hijo de Dios, era en la Escritura y en la creencia de ellos, sinómino de Santo, de Profeta. Elias, Jeremias, Isaias, Daniel, Į otros son llamados Hijos de Dios, y «la escritura no puede fallar." Asi fué, como evitó Jesus la pena de ser apedreado sin ser oido, á que la Ley condenaba al blasfemador. Hé ähi el texto; y agrego que hay muchos otros mas terminantes fodavia, pero he transcripto ese únicamente, por haber sido el que vindicó á Ješus en mi inteligencia, de la blasfemia que le suponían y que le han supuesto de darse por Dios encarnado.

Y como no se puede dar otro significado á la respuesta de Jesus, sin suponerlo capaz de reticencia mental o hipocresia, es claro, que hizo desaparecer la idea de esa blasfemia. No se puede suponer, sin injuria á Jesus, que quiso engañar á los Judios, ó burlarlos con palabras, dando á entender que siendo Hijo de Dios, queria significar otra cosa que varon santificado á quien vino como á tantos otros la palabra divina. Ál acu- • sarlo de hacerse Dios, se defiende diciendo que es Hijo de Dios como Dioses tambien fueron llamados los hombres en las Escrituras. Y sostener que al decir Hijo de Dios queria decir que era el verbo encarnado, inteligencia divina en su persona, no es sostener la ecuacion, Dios IGUAL A HIJO DE DIOS. Y sino atrévanse á sostener esa ecuación: Dios igual á Hijo de Dios?— Y el absurdo evidente, de esa proposicion manifestará la calum

nia que la Yglesia católica hace pesar hasta hoy dia sobre Jesus. Pero aqui no queremos dilucidar este punto, materia de un volúmen de filosofia y de critica histórica.

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Despues, que la meditacion y la filosofia me han enseñado que el Infinito, si no se acepta la hipótesis pantheistica, es intransmisible on su personalidad incomunicable, é indivisible, los textos no tienen para mi otro valor que el de cualquier libro que se llame sagrado por los pueblos; pero para los que creen que la divinidad de Jesus, se apoya en su palabra, conservada en los Evangelios, la discusion de estos textos es de la mayor im portancia.

II

SENSIBILIDAD DEL PROBLEMA.

Siendo la idea de la divinidad de Jesus, una idea enseñada, pues sin la tradicion no la conoceriamos, no es una idea'necesaria. Siendo una idea, que ha aparecido sobre la tierra, refiriéndose á un hecho que se dice histórico, no es una idea universal. Siendo una idea que para ser enseñada y transmitida se necesita violentar á la razon, no es una idea racional.-Asi pues, lo que no es necesario, lo que no es por esencia universal, lo que violenta á la razon, pues se sostiene que es una idea que la razon no alcanza á esplicar la contradicion que contiene, todo eso tiene que bambolear en el espiritu humano, y jamás el espíritu permanecerá tranquilo mientras esa contradiccion funde el dogma de una Iglesia. Hé ahi por qué se agitara este problema mientras dure el paganismo católico.

Pero hè aqui, que contra la razon, la filosofia y la historia victoriosa, se levanta la inercia de la creencia ciega, el terror imbuido al que pensare de otro modo, los intereses materiales de la casta católica sacerdotal y de la Iglesia, la ignorancia justificada y forzada de las masas, y en los espíritus mas elevados, el amor concebido por el myto sublime de esc Jesus, elevado á Cristo, y en fin divinizado.

En este momento nos referimos á los que creen, porque aman, y cuya única razon sincera es el amor à la figura del crucificado.

Y es la mejor razon que comprendemos, en los que resisten á la luz del convencimiento, y no quieren abrir sus ojos ante la¶ contradiccion radical y terrible que contiene la proposición his tórica de la divinidad de Jesus. Encaremos esa' dificultad.

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Empezaremos manifestando nuestra simpatia á los que tal creen y se defienden contra la filosofia, abriendo su corazon énsangrentado por el amor á la vida, al ejemplo, á la doctrina, y al sacrificio de Jesus. Respeto, á esas almas!-Si no creyese con toda la evidencia, y con todas las fuerzas de mi espiritu, la verdad de lo que niego; sino creyera que la verdad cura la he- : rida, y que despues del combate, Dios resplandece con su integral omnipotencia, y Jesus se presentase verdaderamente sublime como hombre, y de ninguna manera como Dios, suspenderia mi trabajo ante la lágrima del alma infeliz de mis hermanos que llorase el desengaño.

Hay un gran interés, un gran fin, un deber, hay en fin verdad y amor en lo que hago, y hé ahí porqué tengo fuerzas para continuar por mi parte, en la obra de demolicion de las Iglesias, y en la construccion del templo, no «de mano de hombre,» que á imagen de la inmensidad cobijará á todos los mortales en el cul to eterno de la razon independiente, y del amor del género humano.

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Y puedo asegurarlo: A nadie cedo en mi amor y respeto por la persona de Jesus. Creo haber comprendido à ese persona-, ge, que fué uno, de los que mejor han escuchado y conservado la palabra divina que brilla en todo hombre. Le he dado las primicias de mi espíritu y de mi corazon. He creido (perdóneme el lector) haber querido tomar la cruz, y estar triste hasta la muerte en su pasion. En él he visto lo heróico, lo santo. En él he reunido las ternuras del amor filial, la veneracion à lo divino, la gratitud al beneficio, el entrañable amor al ser humano desgraciado por su virtud y elevacion. El me ha acompañado en los actos buenos de mi vida como testigo de mi conciencia, aliento de mi fuerza, como impulso, motivo y sancion de todo acto de amor, de dolor y de esperanza. Jesus, mimodelo, mi imitacion, mi tipo, padre en mis afectos, hermano en mi humana condicion, consuelo en toda tribulacion, alegria en mis goces, tú sabes cuanto te he amado y aun te amo!-Si alguno de tus hermanos puede hablar de tu persona con respeto, soy yo, y la sinceridad del convencimiento, cualquiera

que ella sea, es una ofrenda que deposito al piê de tu cruz y pedestal de tu gloria.

Y yo he cambiado!-El ser infinito que veia padecer en tu persona ha desaparecido? ¿Has acaso perdido para mí?-Noy atestiguo á los cielos que recorres, y á la tierra que habitaste.-No. La verdad no daña. Dios es lo que es: el Infinito. Tú, quedas lo que fuiste: el tipo de los mártires por la relijion del corazon puro. Dios ha crecido para mí, en su indivisible é incomunicable eternidad;-y tu has crecido para mí, en el sagrado carácter de la humanidad de tu persona.

Y si Dios, y tú, aparecen mas verdaderos, mas grandiosos; mas dignos de ser amados, en la separacion é impenetrabilidad desus personas, (perdona, ó Dios, la justa posicion forzosa á que me obliga el mundo católico para quien escribo), entonces ¿qué hay que temer, qué puede sentir el alma pura y sincera que debe guardar todo su amor á la verdad?

Y en efecto: Nada hay que temer. La razon se afirma, la conciencia se tranquiliza, la contradiccion desaparece, la vida no se turba, la duda se extingue, y los cielos del pensamiento puro desarrollan sus maravillas en la inteligencia emancipada: Dios es Dios y Jesus es un hombre.

Bien sé lo que cuesta, lo difícil, lo que desgarra, arrancar de la fè autoritaria el fundamento, arrasar con todo los amores que el crucificado hace nacer en el corazon sensible, y cegar todas las flores de la imaginacion entusiasmada; demoler todos los monumentos de la fé de los mayores, apagar el fuego del hogar, evaporar esos cielos poblados por la infancia de las generaciones, con sus ángeles é incienso al pié del trono del eterno; callar la oracion de la familia, sepultar en una palabra, las creaciones de une serie de siglos cargados con la leyenda milagrosa de las generaciones en el valle de lágrimas perdida: Bien lo sé. Pero la verdad es mas fuerte que el amor, la ciencia es mas grande que la imaginacion, la realidad mas poderosa que la imagen, el deber mas racional y sublime que el entusiasmo, la alegria mas fuerte que el dolor, la evidencia mas resplandeciente que los cielos, la LEY mas bella que los paraisos, mas tremenda que los juicios finales, mas fecunda que la exaltacion; no de carácter transitorio como las fantasias de sacerdocios ó de pueblos, mas de esencia y estabilidad eterna como Dios.

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