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notamos. El 1.o 6 el Sr. Renan cree ya que en Francia, y en la mayor parte de los pueblos de Europa, á lo menos en todo el mundo inteligente, esa cuestion, es ya extemporánea, por haber triunfado plenamente el principio fundamental de toda ciencia, que es el órden de la naturaleza, y la imposibilidad del milagro, lo cual seria, și asi fuese, un gran signo de triunfo, corroborado por la furia católica de sus refutadores; ó 2.o, el Sr. Renan habiendo emprendido una exposicion tan clara de la vida de Jesus, explicando lo milagroso de una manera tan posible y tan humana, ha podido creer inútil emprender una demostracion directa de la no-divinidad y del no-milagro, porque resulta indirectamente de la totalidad de su exposicion.-Si es asi, el Sr. Renan ha hecho bien escribiendo para pueblos avanzados; pero para nosotros es en América necesario el examen directo del problema.-Queda pues ese trabajo por hacer, y lo aplazamos.

Luego: Si todo el edificio católico reposa, sobre la creencia en la divinidad de Jesus, sea ó no esa Iglesia con su catolicismo una lógica consecuencia de esa afirmacion fundamental, desde el momento en que la opinion se aperciba del error en que vivia, adorando un apoteosis, no solo la reparaciɔn de la Iglesia y del Estado será un hecho conquistado, sino que terminará la - gran revolucion religiosa á que asistimos.

Y ese es el grande espectáculo del tiempo! Para el hombre pensador, hé ahí el gran problema humanitario por esencia, del cual todos dependen, ante el cual todos los otros problemas de la sociabilidad se subordinan. Desaparecerá el catolicismo, desaparecerá el cristianismo? ¿Qué dice la sonda del filósofo arrojada en el oceano de los tiempos?-¿Y desapareciendo esas religiones, en el sepulcro del Dios de los cristianos, cual será la resurreccion que se levante ostentando ante los poderes paganos de la tierra derribados de espanto, el signo, la luz, la nueva forma del eterno verbo ?

Hé ahí el campo de la induccion y profecia.

VI.

COMO PRUEBA EL AUTOR SU OPINION.

Si no hay milagro, Jesus es hombre. ¿Si es hombre, qué sabemos de su vida? Lo que sabemos de su vida, es lo escrito en

los Evangelios canónicos y apócrifos, en los historiadores contemporáneos, y en la tradicion recojida despues por los discipulos.

¡Qué fé merecen esas fuentes!-Es aqui que el autor en una introduccion analiza los autores, clasifica sus tendencias, señala contradicciones, y asigna el grado de fé que merecen en tal puntu. en tal época, en tal descripcion de la vida, en tales opiniones que ponen en boca de Jesus. Discutida y aceptada la masa de documentos primitivos, el autor compone con todos ellos la historia de esa vida, y sea dicho de paso, y cualquiera que sea la opinion del le tor, el hecho es, que nos ha acercado esa figura de una manera sorprendente. Asistimos al desarrollo del hom bre, comprendemos el porqué de sus acciones, de sus viajes, de sús palabras, explicadas por la influencia del espíritá interno, del génio de Jesus, en relacion con su époc, con la atmósfera espiritual que le rodeaba, con la naturaleza de la patria, con las costumbres de su tiempo y de su raza, con las doctrinas y pasionès de sus contemporáneos. Es un trabajo notable, y de mu cha importancia, quizás completo, y si esceptuamos al distinguido Salvador, que el autor no cita, no conociamos un trabajo mas no table de resurreccion histórica de un hombre.

Eliminado el milagro, ¿cómo explica el autor los milagros? Esta parte es grave, incompleta, satisfactoria, á veces, pero injusta, en otras A veces, el señor Renan, con una frase, como la de la "natural sobriedad" de los pueblos orientales, da á entender, que la multitud vivió en el desierto, con lo poco que habia levadó, repartido por la caridad, y sostenida por el entusiasmo. Otros, como en las curaciones. Jesus aparece como cómplice de la exageracion y entusiasmo de sus discipulos, que querian á toda costa milagros para convencer á los incrédulos; y es aqui que el personage sublime es rebajado à la categoria de un juglar. En otras, en fin, como en la resurreccion de Lázaro, se combinan, la credulidad de los autores, el entusiasmo de los discipulos, las circunstancias del entierro en grutas, la necesidad de dar un golpe cerca de la escéptica Jerusalem, y la complicidad moral de Jesus, prestándose al papel de resurrector, llorando, trémulo, dudoso, y operando segun la apariencia del estado de Lázaro.

Nosotros que simplemente negamos hasta la posibilidad del milagro, y que creemos á Jesus puro y sublime, no podemos dar

acquiescencia á ese aspecto con que se le presenta. Porque, ó Jesus es uno de los hombres mas sinceros, mas heróicos y mas puros que han aparecido, y entonces ese papel no se concibe; ó no lo es, y entonces, no debe el autor llamarlo divino á cada paso; para hacerlo descender, à la categoria de simple taumaturgo.

El Sr. Renan ha previsto la objecion y ha querido vindicar á Jesus de la inculpacion que nace de su propio texto, y nos dice: poco mas o menos: Jesus creia en el milagro, todos creían en el milagro; era antigua tradicion y creencia que el poder de hacer milagros era propio de los hijos de Dios, de los profetas, una prueba de la dignidad de su mision. ¿Cómo Jesus, con la intensa conciencia de ser hijo de Dios, profeta de la revolucion mundana y de la catastrofe final, no habia de creer esa delegacion de su Padre?

Parece á primera vista vindicado, pero nos dice además, que Jesus repugnaba esas pruebas, y que en muchos casos cedia al torrente de la opinion, practicando todo el aparato de un taumaturgo. Nosotros vamos á ver si vindicamos á Jesus completamente, y aunque no conocemos ningun argumento presentado á favor de la opinion que vamos á emitir, la emitimos porque creemos probarla.

Nuestra proposicion, que parecerá muy atrevida, sobre todo a los historiadores, es que: JESUS NO CREÍA EN EL PODER DE HA

CER MILAGROS.

Convengo, en que esa proposicion tiene la apariencia de una paradoja. Pido al lector, me escuche antes de juzgarla.

Cuando impera la creencia de la arbitraria omnipotencia de 1 Ser-Supremo, cuando no se conoce, ni reconoce un órden nat 1ral, ni la existencia inmutable de las leyes que rigen á los seres, entonces el milagro es de ley, el milagro no es un órden sobrenatural, sino el órden natural de las cosas bajo el imperio del capricho omnipotente. El hecho que se llama milagroso, tonces, es un hecho natural, mas o menos comun, pero que rompe, ni desquicia á la razon perturbada del creyente. tan solo un hecho mas asombroso, mas original, mas nu que aquellos que diariamente afectan sus sentidos; pero una violacion de la ley natural establecida, porque esa 1 existe para él. ¿Y qué es lo que caracteriza radicalmente lagro? LA VIOLACION DE UNA LEY. Hé ahi en lo que cons

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verdadero milagro, si fuese posible. En nuestros dias, el què crea que con el pararayo ó telégrafo eléctrico se arrebata al Ser-Supremo la direccion de la electricidad, ó que creere se violase la ley del rayo, cse creeria en el milagro. Pero el que viese en cualquier hecho sorprendente, nuevo, inexplicable, incomprensible, (por mas que en la apariencia se violase el sistema establecido). solo la deficencia de nuestros conocimientos, y afirmase contra la revelacion de los sentidos la permanència de la ley, ese jamás cree en el milagro. ¡Cuántas veces no ha aparecido violada la ley de la atraccion en algunas inexplicables perturbaciones siderales! Y jamás el sábio ó el hombre de ciencia ha sospechado siquiera que fuesen efecto del milagro.

Asi pues, si en tiempo de Jesus, ó Jesus mismo, creian en lo que se llamaba milagro, esa idea no importaba otra significacion sino la manifestacion de un poder no comun, pero de niuguna manera irregular é inexplicable. El entusiasmo, la fé, la pa, sion, producen hechos exepcionales. Vemos hombres en ciertos momentos que hacen prodigios de inteligencia, de amor, de fuerza, produciendo asombrosos é inesperados resultados en la suerte de los pueblos; y esos efectos se llaman milagrosos, no porque se viole la ley, sino por la grandiosidad del resultado. Jesus podia producir esos resultados y los producia, pero sin que tuviese conciencia, ni creyese que violaba una ley. Bajo este punto de vista, Jesus, no creia pues en el milagro. Pero hay otro aspecto teológico é histórico que corrobora la opinion que emitimos.

El que sinceramente cree poseer ese poder del milagro en su verdadera acepcion, puede ejercerlo á despecho de la credibilidad de los espectadores. Puede ó no puede. El poder que poseo, es independiente de que crean ó no crean en mi poder. Soy el delegado del poder divino, mas, soy el mismo Dios sobre la tierra; ¿y la fé ó escepticismo de los hombres, anularán, é imposibilitaran la manifestacion y el ejercicio del poder omuipotente que poseo? - De ninguna manera. Mando á la luna se desprenda de su orbita, y á mi mandato, la luna viene á undir se en el Oceano Pacífico. Crean ó no crean, el hecho debe verificarse, si hay poder y voluntad de ejecutarlo. Pero hé aquí que Jesus no puede, por confesion de los mismos discípulos, efectuar milagros. Dice Mateo: «58. Y no hizo alli muchos mi

lagros á causa de la incredulidad de ellos» (cap. XIV). Dice Marcos en la misma situacion: «5. Y no podia allí hacer milagro alguno.» (cap. VI). Hé ahi dos textos que ademas de contradecirse, (pues Mateo dice que no pudo hacer muchos, y Marcos que no pudo hacer ninguno) prueban hasta la evidencia que Jesus no era Dios, ni tenia en su poder esa delegacion supuesta de cambiar las leyes naturales, porque no se puede suponer á la omnipotencia impotente. Veia pues, Jesus, segun el texto, su poder anulado. Y si veia su poder anulado, veia tambien que no poscia poder. Así es que los actos que se llaman milagrosos, eran tan solo en su conciencia, efecto de su VIRTUD, tomando á esta palabra en la totalidad de sus acepciones, como, potencia moral, influencia, vida ejemplar, heroismo y santidad, operando sobre individuos susceptibles de recibirla! Creo pues haber demostrado la proposicion: Jesus no creia en el poder de hacer milagros, y al mismo tiempo creemos haberlo vindicado en el muudo de la filosofia.

VII.

A QUE SE REducen seguN EL AUTOR los milagROS DE JESUS.

El Señor Renan cree, que la parte milagrosa de la vida de Jesus, ha sido una violencia de su tiempo, que le impuso esa necesidad para caracterizar su obra y legitimar su mision. Coloca a Jesus en este dil mi tremendo: «renunciar á su mision ó hacerse taumaturgo.» Tal era en aquel tiempo la unanimidad; puede decirse, irresistible de la opinion, de que ninguna mision providencial podi legitimarse, sin corresponder á algun anuncio, presentimiento ó induccion elevada ó profecia, y sin el poder de producir esos actos sorprendentes.

Para probar su dilema, nos dice: no se puede dar crédito (abrevio) á las narraciones, no se puede saber si esos rasgos atribuidos á Jesus, son invenciones de sus discípulos. ó son hechos históricos, exajerados ó relatados bajo la creencia de los redactores. La ignorancia de la medicina y de las leyes de la naturaleza, favorecia esa creencia; ni como negar, sin que sea milagroso, la influencia moral de una gran personalidad sobre personas queridas.

Los Judios, y Jesus mucho mas, creian que la enfermedad era

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