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censurára públicamente su conducta. Decia que en un pueblo libre deben tambien ser libres la lengua y el pensamiento. No permitia gravar las provincias con nuevas cargas. A algunos presidentes que le aconsejaban su aumento les respondió: «Que el oficio de un buen pastor es el de esquilar el ganado, mas no despellejarlo (1). »

Sin embargo de eso, apenas hubo otro emperador mas tirano que Tiberio. Hasta su tiempo, aunque los comicios estaban ya muy degradados de su potestad antigua, todavía conservaban alguna influencia en el gobierno y en las elecciones de los empleados públicos. El fué quien acabó de despojar al pueblo de aquellos derechos, traspasándolos al senado (2).

El jurisconsulto Pomponio quiso escusar la intencion con que se hizo aquella gran novedad, diciendo que había dimanado de las grandes dificultades que habia en que la plebe y el pueblo se convinieran en sus votos (3). ¡Vanas disculpas del despotismo! Aquel despojo de los derechos mas constitucionales del pueblo romano, y su agregacion al senado, no fué sino un golpe de la política imperial: porque le era menos difícil subyugar á un cuerpo de algunos nobles ambiciosos que á un inmenso pueblo libre.

Es bien reparable que en el plan de la política de Tiberio no entrára tambien el resorte de la religion, como habia entrado en el de su antecesor, y es muy comun en la de todos los tiranos. Suetonio dice que hacia poco caso de los dioses, porque era matemático, y todo lo atribuia al hado (4). Sin embargo de eso no faltaron provincias que le dedicaron templos. Los españoles béticos enviaron al senado una embajada para suplicarle que se les permitiera construir uno en su honor y el de su madre (5).

Este ligero bosquejo del gobierno imperial, cuando todavía estaba muy fresca la memoria del republicano, podrá dar alguna idea de cuál sería mas adelante. Ningun emperador se atrevió a llamarse rey, porque esta palabra era la mas escandalosa y detestable para los romanos, desde la expulsion de Tarquino el soberbio. Todos continuaron llamando república á su imperio. Aun despues de Tiberio, Calígula, Neron y otros tales mónstruos, sus sucesores, para honrar á los generales y magistrados mas beneméritos solian decirles «la república te dá las gracias (6).»

¿Qué importan los nombres, cuando realmente no corresponden á las ideas para cuyas significaciones se inventaron? Cromwel se llamó protector de la Inglaterra, y Bonaparte cónsul de la república francesa. Y ¿cuál fué la proteccion de Cromwel, y el consulado de Bonaparte? Tácito decia muy bien, que se conservaban

Suetonius in Tiberio.

Tacitus, Annal. lib. I, cap. 15.

(3) Leg. II. D. De orig. jur.

(4) Suetonius, in Tiberio, cap. 63.
(5) Tacitus, Annal. lib. 4. cap. 47.

(6) Lampridius, in Alexandro Severo, cap. 39, Vopiscus, in Aureliano,

cap. 14.

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los nombres de las dignidades antiguas, pero nada de sus atribuciones primitivas.

Es verdad que el senado continuó gozando gran parte de sus antiguas preeminencias. El era quien elegia los emperadores, ό confirmaba los proclamados por el ejército. Ninguno podia serlo sin haber pertenecido antes á aquel cuerpo. Continuó nombrándose dos cónsules anuales, y las leyes y demás actas del gobierno se fechaban con los nombres de estos. Los mejores príncipes le tenian gran respeto. Adriano se hacia un honor de presidirlo, siempre que se encontraba en Roma, y Aureliano fué llamado por mofa pedagogo de los senadores (1). Pero los mas hacian bien poco caso de aquella sombra republicana, y preferían para su gobierno el consejo de algunos criados perversos, que podrian llamarse con mucha propiedad su camarilla. Véase como describió Suetonio la de Galba. «Se gobernaba, decia, al arbitrio de tres viciosos consejeros que tenia siempre á su lado, y que el vulgo llamaba sus pedagogos...» Así condenó á muchos senadores y caballeros muy ilustres por meras sospechas, y sin oirlos; y así cometió otras muchas injusticias (2). Todavía fué mas indecente la camarilla de Vitelio. Sus consejeros mas íntimos eran algunos viles truanes, y particularmente un liberto, su compañero en el infame vicio de la sodomía (3).

Otro de los medios de que se valió la política imperial para afirmar el despotismo fué la creacion de nuevas dignidades, tratamientos y privilegios; porque al paso que se multiplicaban los agraciados por su favor, debia aumentarse el número de los interesados en sostener el absolutismo. Ya Augusto habia abierto este camino á sus sucesores, creando algunas magistraturas y otros empleos desconocidos hasta su tiempo (4).

Así se fué aumentando mas y mas la servidumbre de la casa imperial, ó lo que llamaron oficio palatino. La palabra latina comes, cuya significacion no habia sido antes mas que la de amigo ó compañero, se convirtió en títulos honoríficos de varias dignidades. Hubo condes del tesoro público y del particular de los emperadores; condes de palacio; condes de la cámara ; condes de la milicia; condes consistorianos; condes de provincia, y de ciudades; condes de las escuelas; condes médicos, y aun hasta condes de las letrinas (5).

Tal multitud de condes debió causar mucha confusion en cuanto á la graduacion de sus honores y preeminencias, por lo cual se dividieron en tres clases diferentes.

Tambien eran dignidades palatinas las de duques, presidentes, rectores y otros muchos empleados, tanto en la capital como en

(1) Vopiscus, in Aureliano, cap. 37.

Suetonius, in Sergio Galba, cap. 14.

(3) Id. in Aulo Vitellio, cap. 12.

(4) Id. in Oct. August., cap. 37.

(5) Comes riparum, et albei Tiberis, et cloacarum.

las provincias, cuya descripcion puede leerse en la Noticia de las dignidades del imperio, con los comentarios de Gothofredo, y en el tratado sobre los oficios de la casa augusta de Jacobo Guthier.

Ninguna dignidad hubo en el imperio vitalicia, y mucho menos hereditaria. Todas eran temporales. Concluido el tiempo de su ejercicio, quedaban los empleados con los honores de exduques, ex-condes, etc., si no se les conferian otras, porque las leyes prohibian la continuacion ó prorogacion de los empleos fuera del tiempo determinado en sus títulos (1). Augusto mudaba de consejeros cada medio año. Otras magistraturas duraban un año, lo cual tenia los inconvenientes que expuso á aquel emperador su ministro Mecenas, quien le aconsejó que no los nombrára por menos de tres años, ni por mas de cinco (2).

Todavía no se satisfizo la política imperial con la creacion de tantas y tan varias condaduras y otras dignidades. Invento además nuevas cortesías, nuevos tratamientos y nuevas distinciones lisonjeras para los cortesanos. En tiempo de la república no habia mas tratamiento que el de tú. Los emperadores convirtieron las palabras adjetivas de ilustre, espectable, egregio, clarísimo, perfectísimo, etc. en otros tantos títulos honoríficos, muy parecidos á los que estilamos en España de señoría, señoría ilustrísima, excelencia, etc. En los códigos del derecho romano se encuentran muchas leyes sobre aquellos tratamientos (3); y Casiodoro nos dejó las fórmulas con que se expedian sus títulos (4).

La etiqueta de aquellos tratamientos debia observarse con tanta ó mas puntualidad que la que se tiene ahora en no faltar á los modernos, porque los reglamentos imperiales los reputaban como instituciones divinas, y su inobservancia como un sacrilegio (5).

Las dignidades y honores no se conferian siempre por méritos distinguidos. Era muy frecuente su venalidad (6), El gobierno conocia bien los inconvenientes de este vicio, y aunque el erario sacaba de él algun provecho, por otra parte perdia mas con la pobreza á que reducia á los pueblos la rapacidad de los empleados para costear sus gastos en tales compras. Sin embargo de eso, aunque se prohibieron algunas veces, no por eso cesaba su tolerancia escandalosa. Una ley de Honorio mandó que en las felicitaciones á los príncipes, semejantes á la ceremonia de nuestros besamanos, ninguno se antepusiera á los condes de primera clase, aunque sus títulos fueran comprados (7). En el siglo VI todavía

(1) Leg. VI. C. De Assesoribus.

(2) Sueton. in Octav. Dio. Cassius, hist. rom. libro LII et LUI.

(3) L. XII. C. tit. I, L. I, tít. II, ibid.

(4) Formula Ilustratus vacantis. Variar. lib. VI. N. 11. Fórmula Spectabi

litatis. Lib. VII, N. 37. Fórmula Clarisimatus. Ibid. N. 38.

(5) L. I et H, C. Th. Ut dignitatum ordo servetur.

(6) L. XXV et XXVI, C. Th. De Decurionibus.

(7) L. un. C. Th. De comitibus vacantibus.

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los productos de tan vil tráfico formaban una parte del tesoro imperial (1).

Los empleos mas apetecidos generalmente en Roma eran los del oficio palatino, así por sus grandes privilegios, como por la mayor facilidad que su proximidad al trono proporcionaba á tales oficiales para mayores ascensos y comisiones muy lucrosas (2).

El servicio de palacio fué equiparado al militar, y aun llegó á ser mas considerada la milicia palatina que la milicia armada, «porque, decia Constantino, hablando del privilegio que gozaban los oficiales palatinos de que sus bienes fueran reputados por castrenses, ¿qué bienes pueden considerarse por mas castrenses que los adquiridos á nuestra presencia? Además que no se diferencian mucho de los trabajos de la guerra los que se sufren por los que nos acompañan en nuestros viajes (3).»

La servidumbre de los palacios podrá ser molesta y trabajosa; mas por mucho que se quiera ponderar su sujecion y sus fatigas, ¿el vivir en la corte, centro de los mayores placeres y de las mas lisonjeras esperanzas, ni el viajar en compañía de grandes señores, en lo que todo abunda, puede ser comparable al vivaquear, al combatir, á la subordinacion y á las demas privaciones y contínuos peligros de la vida militar?

Así fué que a! paso que se aumentaron los privilegios y ventajas del oficio palatino, fué creciendo el número de sus oficiales, y menguando el de la milicia armada. De Constancio se dice que tuvo mil cocineros, y otros tantos reposteros y barberos (4). En cierta reforma que hizo Honorio de su corte, todavía dejó en las oficinas del ministerio de hacienda quinientos cuarenta y seis empleados, en las del tesoro imperial trescientos, y además ochocientos veinte y dos supernumerarios (5). Al contrario, es casi increible el horror que se llegó á cobrar á la milicia. Fué muy comun la barbarie de cortarse los jóvenes los dedos, con el fin de inhabilitarse para el manejo de las armas (6). Los emperadores se vieron precisados á llenar su ejército de soldados extranjeros.

Los criados imperiales gozaban ademas de sus pingües sueldos otras grandes adealas. Un barbero de Juliano tuvo veinte raciones diarias para su mesa, veinte para su caballeriza, y además muchos regalos. Iguales sueldos y adealas gozaban otros oficiales de su palacio, hasta que informado y escándalizado de tales abusos aquel emperador, puso en ellos alguna reforma (7).

Además de los grandes privilegios, sueldos y adealas que gozaban los oficiales palatinos, era muy comun su preferencia para la co

(1) Constit. 8 in præfat.

De privilegiis eorum qui in sacro palatio militant.
L. I. C. De castrensi omnium palatinorum peculio.
Libanius, Orat. in necem Juliani.

L. XV et XXI. C. Th. De palatinis sacr. largit. et rerum. privat. (6) L. 1. C. Tb. De filiis militar. et L. III. De tironibus.

(7) Amianus rerum gestarum, lib. II, cap. 4.

branza de las contribuciones y otros negocios lucrativos, con cuyas comisiones se aumentaban mucho mas las cargas y calamidades de los pueblos. En vano se habian mandado cesar tales comisiones, y que las cobranzas estuvieran á cargo de las municipalidades (1). Honorio y Teodosio el jóven volvieron á confiar á las codiciosas manos de sus criados la explotacion de esta mina (2). Amiano Marcelino atribuia á los oficiales palatinos la causa principal de la relajacion de las costumbres romanas, porque enriqueciéndose rápidamente sin mucho trabajo, y seguros de la impunidad de sus delitos à la sombra del palacio, gastaban sus riquezas pródigamente en los vicios y el lujo mas escandaloso; y su mal ejemplo habia contagiado á las demás clases (3).

Una parte del oficio palatino fué el Consistorio, ó consejo privado de los emperadores. Aunque el senado no dejaba de ser el gran consejo constitucional de la llamada siempre república romana, bien impropiamente, ya se ha visto como algunos emperadores preferían para su gobierno el de las mas indecentes é inmorales camarillas. Alejandro Severo habia creado otro consejo mas respetable, compuesto de diez y seis senadores escogidos entre los mas ancianos y mas prudentes, con los cuales se asesoraba en todos los negocios; conducta que habia sido muy agradable, tanto al senado y á la milicia como al pueblo, porque la justicia era administrada rectamente, y nada agrada mas á las naciones que la recta administracion de la justicia. Mas aquel nuevo establecimiento quedó extinguido con la muerte de su autor (4); sus sucesores continuaron gobernando despóticamente, ó dominados ellos mismos por sus criados mas viles. «Muchos'. príncipes, decia Plinio, siendo señores de todo el mundo, eran esclavos de sus libertos. Estos eran sus consejeros; estos los gobernaban; por medio de estos oian; por medio de estos hablaban; por medio de estos se conseguian aun los mas altos empleos, las prefecturas, los sacerdocios y los consulados (5). »

Posteriormente los emperadores crearon el consistorio, ó nuevo consejo palatino, cuyos ministros se llamaban condes consistorianos.

En una ley del código Teodosiano se refieren parte de las actas de uno, tenido en tiempo de Graciano, en el cual se trató de los sueldos y gastos de los rectores de las provincias (6).

Aquella dignidad fué tan considerada, que los nuevos consejeros ó condes consistorianos se creian identificados con la persona del príncipe, por lo cual se mandó que los que atentáran contra su vida fueran castigados como reos de lesa mages

(1) L. X. C. De officio rectoris provintiæ.

(2) L. XVIII. C. Th. De exactionibus.

(3) Rerum gestarum, lib. XXII, cap. 4.

Herodianus, Hist. lib. VI, cap. 1, et lib. VII, cap. 1,
In panegyrico Trajani.

L. III. De officio judicium omnium.

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