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nada, á mitad del XIII; y en los dos siguientes, que fueron los de la mas exacta observancia de la antigua constitucion castellana, y de la mayor influencia de las cortes, no solamente se detuvo la conquista de aquel reino, sino se buscó varias veces la proteccion de los moros por los grandes y por los reyes.

En aquellos mismos dos siglos D. Sancho el Bravo destronó á su padre. Los Cerdas disputaron largo tiempo la corona, y tuvieron gran partido. Las tutorías de D. Fernando IV y D. Alonso XI llenaron el reino de bandos y de ladrones. D. Pedro el Cruel degolló inhumanamente y sin proceso muchos grandes, caballeros y sacerdotes, y entre estos un arzobispo y un dean de Santiago. Su hermano bastardo D. Enrique II se le rebeló y lo mató en el sitio de Montiel.

El mismo D. En ique, para gratificar mas á los franceses por el auxilio que le habian dado para destronar á su hermano, im puso á sus vasallos la obligacion de no poder pasar á la Inglaterra, bi venir los ingleses á Castilla sin un seguro de los reyes de Francia; servidumbre vergonzosa que sufrieron hasta el reinado de Enrique IV (1).

Los portugueses derrotaron á D. Juan I, y lo privaron de aquel reino, del cual era legítimo heredero por el derecho de su mujer. Poco despues disputó al mismo rey el duque de Alencastre su corona de Castilla, y tuvo que transigirse casando á su sucesor con una inglesa y pagando ademas al duque seiscientas mil doblas. Apoderados los grandes del gobierno de Don Enrique III, llegó á verse en tanta pobreza, que se dice que empeñó cierto dia su gaban para comer. D. Alvaro de Luna, privado de D. Juan II, tiranizó á los grandes y á los pueblos. Es verdad que fué degollado en un cadalso: mas este ejemplo no impidió el despotismo de D. Juan Pacheco, otro privado de Enrique IV, y principal autor de la escandalosa deposicion de aquel soberano. Cinco guerras civiles produgeron en aquellos dos siglos reputados por muy felices, los horrorosos males ya indicados. Tal fué la libertad, tal la felicidad y tales los efectos de la ponderada constitucion castellana antigua.

Reunidas las coronas de Castilla y Aragon por el matrimonio de D. Fernando y Doña Isabel, los españoles, vencidos antes y dominados por los cartagineses, romanos, godos y sarracenos, se pusieron bien presto en estado de acreditar mas sus talentos y su valor dentro y fuera de la península. Acabaron la conquista del reino de Granada. Sus banderas tremolaron en los mas remotos climas, y en los pueblos que habian sido en otros tiempos sus conquistadores. La Italia fué mas de dos siglos gobernada por sus vireyes; la capital de los Césares y los papas tuvo que rendirse á un duque de Alba; y Francisco I, rey de Francia, estuvo preso en Madrid.

(1) Véanse las pág. 336 y 337.

! El descubrimiento de las Américas, debido á la religion y profunda sagacidad de Doña Isabel, proporcionó á la Espaňa nuevos triunfos y riquezas inmensas, que prepararon el poder colosal en que llegó á verse reinando Carlos I y Felipe II.

Pero tanta grandeza y opulencia fué casi nada en comparacion de las ventajas producidas por la sábia política de los reyes católicos en el gobierno interior de su monarquía.

Aunque no faltaban á los españoles muy buenas leyes, eran estas mal observadas, porque la prepotencia de los señores intimidaba frecuentemente á los magistrados y ministros de la justicia, y los facinerosos encontraban fáciles asilos y proteccion en sus lugares, en sus palacios y castillos. Los reyes católicos arreglaron nuevamente los tribunales, y los autorizaron de tal manera, que desde su tiempo una cédula firmada por dos ó tres alcaldes imponia mas respeto que antes un ejército.

Muchos fueros y privilegios, tanto de la nobleza como de los pueblos fueron abolidos, y otros aun sin formal revocacion, moderados é interpretados à favor de las regalías y del bien

comun.

Así cesaron los bandos y las discordias. Así se reformaron muchos usos y costumbres feudales y forales. Y así la subordinacion de todas las clases á la autoridad real restableció la paz y tranquilidad de que habia ca ecido España desde la invasion de les sarracenos.

Así tambien florecieron en la península las ciencias y las artes que son el fundamento mas sólido de la prosperidad y gloria de las naciones.

Doña Isabel promovió muy particularmente la instruccion de la nobleza; y los ricos-hombres y caballeros, que antes se desdeñaban generalmente de saber siquiera leer y escribir, se aplicaron con esmero al estudio de las humanidades y otras

ciencias.

El cardenal Cisneros fundó la universidad de Alcalá, y fomentó el estudio de las lenguas orientales; y tanto aquella escuela como las de Salamanca y Valencia, se vieron muy presto llenas de sábios muy superiores á los de los siglos antecedentes, y comparables á los mayores de las naciones mas cultas.

Todas las ciencias adquirieron grandes luces é incrementos con las plumas de Lebrija, Vives, Agustin, Cano, Granada, Covarrubias, Vazquez, Arias, Montano, Mariana, Garcilaso, Cervantes y otros innumerables escritores, cuyos nombres y noticias de sus obras pueden leerse en la biblioteca de D. Nicolas Antonio.

¿Cómo decayó la monarquía española de tanta grandeza y tanta gloria? ¿Cómo en el siglo XVII perdió los Paises-Bajos y el Portugal, y quedó reducida á un esqueleto de lo que

poco antes habia sido? ¿Cómo desapareció mas de la mitad de su poblacion? ¿Cómo siendo dueña de las inagotables minas de las Américas, apenas llegaban las rentas de su erario á seis millones de ducados reinando Felipe III? ¿Cómo se arruinaron su agricultura y sus fábricas? ¿Y cómo su comercio pasó casi todo á manos de sus mayores enemigos?

No es de este lugar la indagacion de las verdaderas causas de tan triste metamorfosis. Bastará indicar que todos los grandes imperios contienen dentro de sí mismos los principios de su disolucion. Que cuanto mas se estienden tanto mas se debilitan sus recursos. Que el gran poder de Cárlos I y Felipe II dió celos á los demás soberanos de Europa, por lo cual se coligaron pública y secretamente para fatigarlos con guerras interminables en diversos puntos, que al fia lograron apurar sus tesoros y debilitar sus fuerzas.

Además de esto, ni los sucesores de aquellos dos monarcas tuvieron sus talentos, ni los duques de Lerma y Olivares, sus ministros, los del cardenal Cisneros; y es incalculable el influjo de la buena ó mala direccion de los negocios en la prosperidad y en las desgracias de las naciones. Con una misma forma de gobierno, sea el que fuere, se levantan ó decaen, segun es la capacidad de los que los dirigen, y las circunstancias en que obran.

Otras causas se señalan comunmente de la decadencia de la monarquía española, cuales son las espulsiones de los judíos y moriscos; la emigracion á las Américas, y la excesiva multitud de empleados eclesiásticos y civiles.

Pero, como quiera que tales causas pudieron influir en la despoblacion y diminucion de los copiosos manantiales de la riqueza pública, privando á España de algunos millones de labradores, artesanos y comerciantes, y mucho pudieran repararse. aquellos daños á no haberse cometido los errores económicos indicados en algunas obras del conde de Campomanes y otros buenos escritores de estos tiempos.

Felipe V, no obstante la languidez en que encontró su monarquía cuando principió á reinar, y las nuevas desgracias que se le aumentaron con la larga guerra de sucesion, en bien pocos años cicatrizó sus llagas, y le comunicó mayores fuerzas que las que habia tenido en sus épocas mas gloriosas.

En menos de un siglo la poblacion de la península se aumentó con mas de tres millones de almas, sin contar los incrementos que tambien tuvo la de las Américas.

Toda la milicia española en el reinado de Felipe II apenas llegaba á 80,000 hombres, como lo refiere su cronista Cabrera; y en el de Cárlos III pasaba de 140,000.

La mayor escuadra de los siglos anteriores fué la llamada in- . vencible, que el mismo Felipe II armó para sujetar á la Inglaterra en el año 1588, la cual se componia de 135 galeras

y galeones, con otros 40 barcos menores, que conducian 19,000 soldados; siendo la mayor parte de aquellos buques italianos y portugueses. Y Felipe V, cuando apenas habian pasado diez años despues de la paz de Utrech, juntó una armada de 22 navíos de línea, 4 galeras, 2 balandras, una galeota y 340 buques de trasporte con 30,000 hombres de desembarco. Y sus hijos Fernando VI y Cárlos III llegaron á aumentar su marina hasta 74 navios de alto bordo; mas de 200 fragatas, javeques y otros buques de guerra, construidos en arsenales propios, fabricados á sus espensas.

Las rentas ordinarias de la corona, que á fines del siglo XVII apenas llegaban á veinte millones de ducados, á fines del XVIII pasaban ya de sesenta.

Tales y tan rápidos aumentos de la poblacion, rentas y fuerza del Estado no pudieran conseguirse sino multiplicando los medios de subsistir y enriquecerse las familias, estendiendo y mejorando la agricultura, la industria, las ciencias y las

artes.

Una nacion podrá en algun caso particular hacer esfuerzos extraordinarios y heróicos sacrificios para defender su independencia, ó para figurar entre las demas grandes potencias. Pero faltando los verdaderos fundamentos de la opulencia y prosperidad comun, que consisten en la abundancia de frutos y manufacturas, y su activo tráfico, todo el ingenio de los mas hábiles políticos no bastará para conservar largo tiempo su decoro.

La nueva dinastía hizo grandes mejoras en todos los ramos de la administracion civil, sin buscarlas precisamente en las instituciones antiguas.

En donde estudiaron los Borbones españoles los medios de restaurar y engrandecer su nacion, fué en los gobiernos de otras muy acreditadas por su protección á las ciencias y artes útiles. Fundaron muchas academias y escuelas para perfeccionar la lengua española, la historia, la teología, la jurisprudencia civil y canónica, la medicina, la cirugía, las nobles artes, las matemáticas, la náutica, la artillería, la física esperimental, la botánica, la química y otras, si no desconocidas enteramente, muy atrasadas antes en la península. Encargaron la enseñanza de las menos adelantadas á buenos profesores extranjeros, y pensionaron ademas muchos jóvenes para estudiarlas en Roma, París y Londres. Dieron nuevos métodos á las universidades. Comisionaron algunos sábios anticuarios para reconocer archivos, copiar infinitas escrituras é instrumentos muy preciosos y purgar la historia de infinitas fábulas. Costearon magníficas impresiones de códices griegos, árabes y hebreos, y auxiliaron otras grandes empresas literarias. Crearon mas de cuarenta sociedades económicas. Promovieron muchas fábricas de lana, seda, lino, algodon, metales y otras manufacturas. Mejoraron

las ordenanzas gremiales. Principiaron la reforma de la legislacion agraria y mercantil. Y activaron de mil maneras la industria y el trabajo, que es el fundamento mas sólido de las buenas costumbres y de la felicidad temporal.

En la parte religiosa, en donde suelen encontrar los gobiernos católicos escollos muy peligrosos, los Borbones españoles, sin olvidar los justos derechos inherentes á su corona, procuraron transigir las dudas y controversias eclesiástico-profanas y evitar escándalos, con atentos oficios á S. S., y guardando la mejor armonía entre la potestad espiritual y temporal.

Esta rápida ojeada sobre las varias épocas y estados de la monarquía española puede ser muy útil para rectificar las nuevas opiniones producidas por el trastorno general de las ideas en estos últimos tiempos.

Desgraciadamente la ciencia que había hecho menos progresos en el siglo XVIII fué la jurisprudencia. Sin embargo de esto, y no obstante los mayores obstáculos que encontró en sus adelantamientos, no dejó de tener algunos, como se verá en los capítulos siguientes.

CAPITULO XIV.

Consulta del consejo de Castilla á Felipe V sobre sus facultades. Impugnacion de aquella consulta por Macanaz.

Cuando principió á reinar Felipe V, su primer ministro el cardenal Fortocarrero procuró infundirle desconfianzas de los grandes de España y del consejo de Castilla con el fin de afirmar mas su privanza (1). Efectivamente, era muy natural que una gran parte, tanto de la nobleza como del clero y del consejo, habituada al mando de los reyes austriacos, no, amára mucho la nueva dinastía de los Borbones, ni se acomodára fácilmente á las novedades que regularmente debia producir en el gobierno de esta monarquía tan estraordinario acaecimiento.

En el año 1708, con motivo de cierto alboroto producido en Granada por algunos religiosos agustinos, en vista de las diligencias practicadas de órden de la chancillería y remitidas al consejo, mandó éste que fueran estrañados de la península el prior, un lego de aquel convento y otro presbítero. Informado Felipe V de aquel caso, fuese por la prevencion que tenia contra el consejo y temor de que este le usurpase sus regalías, ó por no estar bien informado todavía de esta parte de la legislacion española,

(1) Comentarios de la guerra de España é historia de su rey Felipe V por el marqués de S. Felipe, Año de 1701, §. 28.

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