Imágenes de páginas
PDF
EPUB

tuviese allí mas, tomando por achaque el decir, que era necesario visitar la tierra, y con esta azilla le envió otra vez a los confines de la ciudad de Valdivia con el mesmo cargo que primero: lo cual hacia Valdivia no con el intento que tenia la madrasta cuando enviaba a su entenado Hércules a domar diversos monstruos, deseando que se quedase en las uñas de alguno, por el rencor que con él tenia, y su madre Alemena pues nunca Valdivia mostró tenerle con Villagran, sino porque se recelaba de que si algnno habia de querer ser cabeza era él por ser hombre de mucha sagacidad, y estofa por ser cosa que suele suceder en estas conquistas el levantarse algun soldado valeroso contra su capitan, como lo hizo aquel facineroso Aguirre que mató a Lope de Orsua cuando iban a descubrir nuevo mundo por el rio Marañon, como consta de la historia peruana.

PARTE 3.a

DE LA REBELION JENERAL DE LOS INDIOS DE ARAUCO Y TUCAPEL.

CAPITULO XLI.

Del acuerdo que los estados de Arauco y Tucapel tuvieron confederándose contra los españoles, y elijiendo capitan jeneral.

No sé qué tienen los refranes antiguos que por mas que nos desdeñamos de usar de ellos por tener poco follaje de retorica, y tratar las cosas con aquella llaneza de los siglos pasados, al fin cuando ménos pensamos nos traen las ocasiones a lances, en que conocemos ser ellos unas verdades mui macisas, y admirables sentencias tanto mas comprensivas, cuanto mas suscintas; digo esto porque en la materia que comienzo a tratar en esta parte, no veo otra cosa desde el principio al cabo, sino el cumplimiento de los proverbios que dicen, que quien todo lo quiere todo lo pierde, y que la cobdicia rompe el saco, y que quien demasiadamente apura saca sangre: a los cuales añado otro, que aunque no es del número de los antiguos en las palabras eslo empero en la sentencia y estilo: esto es que el no contentarse el hombre con mediano bien le trae a términos en que se contentaria con mediano mal. Por cierto mui digna de lamentar es la insaciable sed que los hijos de los hombres tienen deste negro mas y mas sin limite, que no hai riqueza que los harte hasta que por mucho hurgar dan con todo al traste. No se yo que razon tenian para no quietarse sin buscar gollorias unos hombres que pocos años antes estaban en sus tierras, no como duques ni condes, y se vian ahora jentes de tantas tierras, siendo obedecidos y venerados, como si cada uno de ellos fuera un monarca del universo. Harto era el callar los indios despues de tan irritados

con agravios, y aun robos, sin querer apurarlos mas con cargas y opresiones hasta hacerlos reventar, y dar al fin con todo en tierra: y no era ménos el verse ya los españoles libres de batallas, pues habian ya pasado tres años de tranquilidad, en que el reino todo estaba de paz sin jénero de inquietud, ni zozabra; sin quererse meter en nuevos ruidos, los que debieron tener por felicidad el verse fuera dellos con todo el regalo, y comodidad que pudieran desear en esta vida. En efecto el apetito del oro que habia sido el postillon en su viaje, estaba tan en su punto, que apénas habian comenzado a gozar la paz, cuando comenzaron a dar guerra a los indios, porque sacasen mucho oro con notabilísimo dispendio suyo, sin tener otro cuidado, sino daca daca como si se les debiera de derecho, y llegó a tanto la estorsion con que aflijian a los pobrecillos, que en solo las minas de la Concepcion echaron veinte mil indios: lo cual era lo mesmo que echarlos a todos, pues así como sacar veinte mil hombres de pelea, es necesario que haya mas de trescientas mil personas de donde entresacarlos, así el sacar veinte mil mineros es ocupar medio reino, pues los que restan son sus hijas y mujeres, que ni aun esas dejaban en la ocasion presente, ultra de que es inexcusable el remudarse por sus tandas, por ser el trabajo excesivo, y haber ellos de ir a sembrar lo que habian de comer so pena de morir de hambre, de suerte que acudiendo siempre veinte mil, venian a ser mas de cien mil al cabo del año que es lo mesmo que decir todo el reino; pues los demas que quedaban servian a los españoles de caballerizos, pajes, y hortelanos, de beneficiar sus sementeras, y guardar sus ganados, si suyos pueden llamarse, que no sé con cuan justo título lo poseen.

Estas molestias y vejaciones, y otras semejantes juntas con las que se han arriba referido provocaron tanto a los indios, que ya no podian llevarlo; ni me parece hubiera yunque tan recio que con tales golpes no quebrara. Andaban los pobrecillos como atónitos en verse en tan poco tiempo hechos esclavos de señores, y admirados de sí mesmos en dejarse ir así, pudiendo poner remedio facilmente. No se juntaban vez en sus rincones, donde no se les fuese todo en tratar desta desventura. Uno decia: hermanos mios de donde nos ha venido tal infortunio? quien nos ha traido a nuestras tierras estos verdugos? estos lobos ambrientos? esta plaga tan inopinada? este yugo tan pesado? que les hemos merecido? o que les debemos para que se aposesionen de nosotros, y de nuestros reinos? que provecho nos viene de su venida para no procurar su vuelta? si es porque nos han hecho cristianos, ya veis que las obras que ellos hacen no son conformes a lo que nos dicen. Por tanto, hermanos mios, ved lo que os parece conveniente que no es razon dejarnos echar barbuquejos como a béstias, pues no lo somos. Otro decia: por cierto hermanos yo estoi corrido y afrentado de ver que nos hayamos dejado engañar como niños, y captivar como cobardes, y sobre todo de que estos españoles deben de estar haciendo burla de nosotros viendo que les bailamos el

[ocr errors]

agua delante, como si nacieramos esclavos suyos teniendo nosotros fuerzas y brios muchos mas que para ellos y otros tantos. No sé quién nos tapa la boca, y ata las manos, para dejarnos tratar como salvajes, o como jente que les sirve a mas no poder, como quiera que podamos mui bien por nosotros, y nuestra honra. Decia otro: mui ciegos debemos de estar pues no acabamos de conocer a estos hombres, que nos tienen subjetos y avasallados, de que al principio nos espantasen, no me espanto, de que nos, admirasen no me admiro de que nos rindiesen del todo, no me maravillo, porque entonces no era mucho que la voz del clarin, nos erizase los cabellos, siendo cosa que jamas habiamos oido; ni que el ruido de las escopetas nos aterrasen pareciéndonos que solo el tronido era el que nos mataba, pues no sabiamos hasta entonces el secreto; ni que los españoles puestos a caballo nos fuesen formidolosos, pues se nos figuraba que el hombre y el caballo eran de una pieza, y los teniamos por monstruos, y cosas del otro mundo. Mas agora que habemos entrado con ellos en tantos encuentros y guazavaras, y habemos conversado con ellos tres años, estando de paz; en los cuales habemos vivido, en sus casas, y dormido en sus retretes; y vemos que comen, duermen, y caen enfermos, y tienen las demas pasiones comunes a todo el jénero humano; y en efecto son hombres como nosotros y no dioses como ellos se representan; y vemos que el son de trompeta es aire, y el caballo es caballo, y el arcabuz es un instrumento, a que correspondemos con nuestros arcos y flechas. Y que ya que en esto nos hacen alguna ventaja se la hacemos nosotros mui incomparable en el excesivo número de jente, y en nuestras fuerzas y valentia; yo no sé por cierto que esperamos, ni en que estamos embelesados, dejándonos estar hechos unos tontos; qué tenemos? de qué nos espantamos? en qué lei vivimos? qué aguardamos hermanos mios para no redimir nuestras vejaciones? lata que es vergüenza y confusion del nombre Chilense no restaurar nuestra libertad y señorio: que es ignominia el dejarnos tratar al estricate: que es afrenta el no darnos a conocer a los estranjeros.

Estas y otras pláticas tenian entre sí cada dia de suerte que el año de mil y quinientos, y cincuenta y tres, habiendo ya corrido los tres de paz que en él se remataron, vino el negocio a términos en que los que entre ellos eran hombres de sangre en el ojo, como los Araucanos y Tucapelinos acordaron de volver por sí, procurando recuperar la libertad, con que habian nacido, y tenian heredado de sus projenitores. Y para salir con esto de todo punto dieron traza en que el alzamiento se hiciese fundadamente, tomando este negocio de veras, y no con solos asaltos a hurtadillas, sino juntándose todos aquellos estados, para acabar con ello de una vez; y convocando jente de otras provincias comarcanas de las cuales concurrieron las mas principales cabezas, con poder de los que en ellas quedaban para hacer y deshacer segun les pareciese ser espediente a la universal libertad de sus personas. No podré referir aquí puntualmente el grueso número de señores que

se juntaron a esta consulta por no prolongar nuestra narracion. Solo digo que todos ellos entraron en acuerdo, usando primero de sus ceremonias y ritos que suelen ser comunes entre ellos; donde invocan el favor del demonio, y echan suertes sobre las elecciones y adivinanza de los sucesos. Como lo hacian los atenienses en las fiestas consuales hechas en honor de Conso dios de los consejos. Todo lo cual se suele hacer en medio de grandes banquetes, y embriaguez, que es el vicio, que mas predomina en todos los indios universalmente a la manera que lo hacian los griegos en las fiestas bacanales, llamadas orjía. En esta consulta determinaron que se señalasen doce electores; los cuales nombrasen segun su arbitrio al que habia de ser jeneral de todo el ejército con absoluto gobierno de todo el reino, y así lo pusieron luego en ejecucion nombrando allí doce hombres, los mas prudentes y principales que se hallaron; los cuales se conformaron poniendo los ojos en el mas idóneo para tan preeminente oficio, por ser personas desinteresadas, y que no dejaban llevarse de pasiones y propios intereses, y respectos que suelen ser principios de grandes disensiones, viniendo al cabo a echar mano de alguno que lo destruya todo. En efecto estuvieron estos doce electores tan unánimes, que sin contradiccion alguna elijieron a un indio noble y rico llamado Caupolican de tantos bríos cuanto parece significar aun la misma hinchazon del nombre, y de tanto valor, sagacidad y prudencia que mas parecia de senador romano que de bárbaro chilense. No quiero dejar de advertir al lector sobre este punto, que si acaso leyere la historia llamada Araucana, compuesta por el ilustrísimo poeta don Alonso de Ercilla vaya con tiento en el dar el lejítimo sentido a las palabras con que pondera el largo tiempo que este Caupolican tuvo en sus hombros un pesadísimo madero, arrojándole despues un grande trecho de sí como cosa en que consistia [sic] su eleccion por estar determinado que el que mas tiempo sustentase aquel madero, fuese electo: en lo cual me refiero a su historia avisando aquí al lector que entienda que este caballero habla como poeta con exajeracion hiperbólica, la cual es tan necesaria para hacer excelente su poesía, como lo es para mi historia el ser verdadera sin usar de las licencias que Horacio concede a los poetas. Pues no es ménos subido de quilates Virjilio, por haber dicho que Polifemo el de Sicilia tomó en la mano una gran viga, y se fué entrando por la mar, llevándola por báculo. I que cuando se movia el jigante Encélado sepultado en el monte Ethna movia a todo el monte, ni pondrá alguna tacha en Marcial por haber escrito que Milon Crotonita tenia tan fuertemente un mastil en la mano que ningunas fuerzas eran bastantes para sacársele de entre los dedos, y llevó a cuestas un toro grande un largo trecho, y le mató de una puñada : ni es ménos famoso Lucano por haber dicho que Mónico arrojaba en lugar de dardos los árboles, y peñascos en lugar de piedras : ni tampoco Juvenal es de ménos cuenta por haber escrito lo mesmo: ni finalmente Ovidio por no haber escrito casi otra cosa en sus metamórfosis sino fábulas, y así mientras la exajeracion es mayor tanto mas se debe ala

bar a don Alonso de Ercilla: poniendo empero resguardo a que entienda el lector que no por esto deja de ser verdad comunmente lo que escribe, pues una ficcion no quita el crédito a la poesía. Y así verá el lector que en las mas concuerda con lo que aquí se escribe, que es lo que pasó en efecto de verdad. Digo pues que ni el indio tuvo tal madero tanto tiempo como allí se refiere, ni tampoco fué este el negocio en que consistia el ser electo por capitan jeneralporque no son los indios araucanos y tucapelinos tan faltos de entendimiento que viniesen a reducir todas las buenas partes necesarias para tal oficio a una sola y de tan menuda prueba como era el sustentar un árbol siendo cosa que podia caer en el indio mas incapaz de todas para tal cargo, y así se debe entender, que esta prueba se hizo no sola, ni como la única que calificaba al jeneral sino entre otras muchas, como correr, saltar, luchar, blandear una lanza, y otras para que se diese el cargo a aquel en quien mas partes concurriesen atendiendo en primer lugar a la sagacidad, y prudencia; y por ser Caupolican tan aventajado en todos los requisitos concernientes a tal oficio, fué nombrado y recibido por jeneral. Pues ya que no fué tal como Scinis, que doblegaba a los altísimos árboles juntando las puntas de arriba con las raíces, fué a lo ménos tan valeroso y esforzado como Smerdis hermano de Cambises, que encorbaba un arco, que ninguno podia doblegar. Y como Timoleon, capitan Corinto, que libró a los ciracusanos, del poder de Dionisio cuya ciudad tenia tomada por fuerza, venciéndole en la batalla, y saliendo con otras no ménos insignes victorias.

CAPITULO XLII.

De algunos encuentros que hubo entre los indios y españoles, por donde fue descubierto el alzamiento de Arauco.

Estando el gobernador don Pedro de Valdivia en la ciudad de la Concepcion, sin imajinacion ni sospecha del alzamiento, envió al capitan Diego Maldonado con cinco soldados a la casa fuerte de Tucapel; los cuales caminaron sin jénero de recelo como por pasos seguros, segun lo habian sido hasta entónces; y ya que habian pasado por la casa fuerte de Arauco en prosecucion de su jornada estando una noche descuidados, salieron de traves algunos indios armados, y dando en ellos de improviso mataron cuatro ántes que pudiesen ponerse en defensa, ni aprovecharse de sus armas y caballos. Con todo eso el capitan Maldonado, con otro soldado de los cinco tuvo maña para subir a caballo, y escabullirse con su compañero, poniéndose en salvamento, ayudados de la lijereza de los caballos, a que los indios no pudieron dar alcance. Habiendo caminado a todo correr grande rato vinieron a llegar a la casa fuerte de Arauco, de la cual habian salido: y allí dieron nueva del mal suceso, así con palabras, como con las heridas que lo manifestaban. Llegó esta mala nueva a la casa fuerte de Puren donde estaban por caudillos Sancho de Coronas; el cual con gran dilijencia procuró hace

« AnteriorContinuar »