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y no hallasen resistencia, ántes la puente tendida y la puerta abierta temieron mucho mas sospechando, que habia algun estraordinario ardid, y lazo armado para cojerlos. Mas por no mostrar cobardía se determinaron algunos de los mas esforzados, a entrar de tropel, como lo hicieron hasta los últimos ricones de la casa con tanto regocijo por haber hallado mucho en que hacer presa cuanto digusto en habérseles ido los españoles, en los cuales pensaban esconder los hierros de sus lanzas, y descubrir las fuerzas de sus brazos. Mas no poco contentos con los despojos se fueron a donde estaba su jeneral con todo el ejército dando mil saltos por el camino, y llegando a él se solemnizó la fiesta de la muerte de los españoles con su gobernador Valdivia, y la huida y preceas que tomaron de estos doce.

Estando pues celebrando estas victorias con grandes banquetes y borracheras llegó un mensajero a dar aviso, de que por el valle de Licura iban entrando algunos españoles: cuya nueva puso en alboroto a todos los que estaban mui metidos en su fiesta y.... Mas el jeneral Caupolican como hombre valeroso y reportado, dijo en voz alta que se estuviesen todos quietos, y pasase adelante el regocijo: y con mucha serenidad habló aparte a algunos capitanes señalándoles cuatro mil hombres para que fuesen en sus compañías marchando hasta encontrarse con la jente española en sitio donde pudiesen pelear cómodamente. Llegando, pues, a las riberas de la laguna de Licura, divisaron a los españoles que venian hácia ellos que eran catorce hombres los cuales salian de la fortaleza de Puren convocados de don Pedro de Valdivia, de cuyo desastrado suceso estaban ignorantes. Estos catorce hombres luego que vieron la multitud de indios tan adunados, y que por otra parte no habian topado indio en todo el camino como solian, luego tuvieron mala espina imajinando lo que podia ser poco mas o ménos. Y comenzando a apercibirse para la pelea vieron salir un indio del escuadron contrario llamado Punpun: el cual se fué para ellos, y les dió un pliego de cartas, las cuales entendieron ser del gobernador, y abriéndolas a gran priesa hallaron ser sus mesmas firmas, y que era el pliego que ellos habian despachado al mesmo Valdivia, el cual no llegó a sus manos por haber venido a la de los indios, y en particular a las de este Punpun que lo cojió disimuladamente, por ser cosa en que ellos no reparaban. Juntamente con esto les dió el indio la infelice nueva de los desastrados sucesos, que no poco los entristeció: pero el ver la muerte a los ojos les hizo tratar de lo que tenian ante ellos entrando en consulta con los suyos el caudillo que era Juan Gomez de Almagro con la brevedad que la ocasion presente requeria.

Y aunque les era fácil volver las espaldas, y entrarse en su fortaleza sin ser alcanzados por ir ellos a caballo, y los enemigos a pié; con todo eso se determinaron de acometer abalanzándose al primer escuadron de indios, y atropellándolos sin cesar de pelear y pasar adelante dando de una en otra escuadra, de suerte que pelcaron los catorce como si fueron catorce mil dejando muchos indios muertos saliendo todos ellos

con vida aunque algunos con heridas peligrosas. Fué tan estraordinario su valor que los indios se conocieron por vencidos, y como tales despacharon a gran priesa mensajeros a su jeneral para que enviase jente de socorro: el cual mandó luego salir al capitan Lautaro con treinta mil hombres bien pertrechados de armas defensivas y ofensivas, así de las que ellos usan como de las que habian despojado a los españoles: y marchando a toda priesa, aunque con puntual órden en su ejército, alcanzaron a los españoles en la tierra de Tomé. Cuando los españoles vieron tal espectáculo, quién dirá que no se espantaron, i perdieron el ánimo? mas en efecto, de las palabras que dijeron, se podrá colejir lo que en tal trance pasó por sus corazones: porque diciendo uno de ellos (1) o si fueramos cien hombres,-qué matáramos de jente-respondió otro mas valiente: no te turbes ni te asombres con los que tienes de frente;-igual fuera ser dos ménos-quedando en una docena,-que así fuéramos mas buenos;--aunque desta jente ajena -fueran los campos mas llenos,--este fuera menor daño,-ántes ventura mui rara,-porque el mundo nos llamara-los bravos doce del paño, y así en mas nos estimara. Y diciendo y haciendo partió a todo correr hacia los indios, y los demas españoles en su seguimiento: y dieron principio a la batalla tres horas antes de la noche sin interrumpirla en todo el tiempo que les duró el dia, hallándose al fin dél todos los españoles vivos, y no pocos indios muertos; pero como la multitud de los enemigos fuese tan excesiva, que los tenian cercados por todas partes, no poseian los nuestros mas tierra que la que ocupaban con sus caballos. I como viesen que la noche les desayudaba, y los indios se iban cerrando para cojerlos a manos, acometieron de cuando en cuando rompiendo por entre los indios, y tornándose a recojer con el mejor órden que podian. En estos encuentros mataron a Pedro Niño, a don Leonardo Manrique, y a Pedro de Neira, y los demas que vian su perdicion acordaron de huir cada uno por su parte arrojándose a un rio, que allí estaba; muriendo en el camino en manos de los enemigos un valeroso soldado, que se llamaba Diego Garcia; i otro llamado Gabriel Maldonado; y finalmente Sancho de Escalona.

Pasaron los demas el rio, como mejor pudieron, hallándose juntos cinco hombres de la otra banda; los cuales se fueron a la laguna de Licura por donde habian entrado: y en el camino hallaron a su capitan Juan Gomez de Almagro; y al capitan Gregorio de Castañeda, que estaban a pié: y todos siete comenzaron a proseguir su viaje sin cesar de encontrar enemigos con quien peleaban; por lo cual se hubieron de quedar en el camino los dos de a pié, el uno por no poder tener con los demas, y el otro, que era Andres Hernandez de Córdova por haber rodado con su caballo por una ladera abajo donde quedaba mui

(1) La esclamacion del uno y la respuesta del otro están en verso, como podrá notarse fácilmente, aunque en el manuscrito se hallan escritas como si estuvieran en prosa.

di

lastimado. Los otros cinco que restaban, llegaron con harto trabajo a la fortaleza de Puren que estaba dos leguas del sitio de la batalla y hallaron al capitan don Pedro de Avendaño, que habia llegado con treinta españoles, pensando ser vivo don Pedro de Valdivia, a quien iba a dar socorro para la guerra. Sabida por todos los de la fortaleza la desastrada nueva, y perdicion de la tierra acordaron de salirse del fuerte, y acojerse a la ciudad Imperial, que estaba doce leguas de allí, y así lo hicieron partiéndose luego que salió el sol a punto que llegaba otro soldado de los catorce que no habian podido llegar allí hasta entónces. En este ínterin venia caminando por otra parte el capitan Juan Gomez de Almagro a pié y solo, habiéndose escapado de los enemigos en un bosque donde estuvo escondido toda la noche. I quiso su ventura que a cabo de rato topó a un indio yanacona que estaba escondido con el mesmo temor que él. Y lo envió a la fortaleza de Puren a dar aviso de como quedaba a pić, y mui fatigado para que fuesen a socorrerle. Llegó este indio al fuerte a tiempo que ya se habian ido los españoles, y no habia en él mas que un cacique llamado Alemanque con algunos indios; el cual mandó al yanacona que faese luego tras los españoles con el aviso que llevaba; y por otra parte despachó a un hermano suyo en busca del capitan Almagro para que procurase ponerle en salvo. Apénas habian partido estos dos indios, cuando llegaron algunos escuadrones de enemigos, y pusieron fuego a la fortaleza, estando ellos mas encendidos en él por no hallar te le a ho cristianos. Cuando los españoles oyeron la embajada del Indio yanacona se determinaron en que algunos dellos se volviesen al fuerte, a socorrer al capitan Almagro. Pero como hallaron tantas huestes de enemigos que estaban poniendo el incendio fueron forzados a emplearse en otro asunto, que fué el trabar batalla con ellos sustentándolos por gran rato hasta que de mui cansados hubieron de dar la vuelta en prosecucion de su viaje. Dentro de poco tiempo alcanzaron a los demas españoles que lo estaban esperando, y con ellos el capitan Almagro, que ya habia llegado a donde ellos estaban con la buena industria del indio que los guiaba y todos juntos se fueron a la ciudad Imperial a dar las nuevas de los desastrados sucesos de aquellos tres dias. Murieron en esta batalla siete españoles ; que fueron don Leonardo Manrique, Juan Cortes, Escalona, Pedro Niño, Andres Hernades de Córdova, Diego García, y Andres de Neira, quedando vivos otros siete que fueron el capitan Juan Gomez de Almagro, el capitan Gregorio Castañeda, el capitan Juan Moran que salió com un ja Maria de P-pol lo Hernandez, Seba-ton Mar

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De la destruccion de alguns ciudades de Chile, y eleccion de Francisco de Villagran por gobernador.

La grande novedad del estado de las cosas de Chile dió mucho que

pensar así a los indios como a los españoles sobre el entablar cada bando sus negocios segun los sucesos iban enseñando, y hablando primero de los indios, es cierto que casi todos ellos se determinaron en no hacer alto sino seguir con sus ejércitos hasta las ciudades que estaban fuera de Arauco sin alzar mano de la guerra en tanto que quedase en el reino un solo español. Pero algunos indios prudentes y esperimentados como Peteguelen, Colocolo, Villarapue, y Labapié fueron de parecer de que no saliese hombre de Arauco y Tucapel; porque la insigne victoria con que en tres dias habian muerto al gobernador, y su ejército, y destruido dos fortalezas sin dejar español en sus provincias, aunque por una parte convidaba a proseguir la guerra a fuego y sangre; por otra daba que temer, pues éra cierto que los españoles habian de echar el resto procurando vengarse con todo su caudal y fuerzas. Cuadró este parecer a todos los demas indios: y así de comun acuerdo se estuvieron quedos y a la mira hasta ver el rumbo que tomaban los españoles. Habia en este tiempo grandes sementeras de trigo en los Estados de Arauco que pasaban de cien mil hanegas sembradas por los españoles y como los indios no sabian el modo en que se suele usar del trigo no hacian mas que cocerlo, y así lo comian hartándose luego de agua: lo cual fué causa de gran mortandad en todo Arauco : pero ellos por disimular su barbaridad, y por no dar ánimo a los españoles con su nenoscabo lo tuvieron tan oculto que no se supo en los demas lugares del reino hasta haber pasado muchos meses.

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La perplejidad de todos los españoles de Chile en esta coyuntura, fué la que se podrá pensar en un negocio que les puso en tanto aprieto. I el primero que comenzó a tratar del remedio fué el mariscal Villagran que a la sazon, andaba visitando los términos de Valdivia, el cual acudió luego a la ciudad, y trató con los rejimientos de ella de que se elijicse cabeza para todo el reino mientras su majestad o el virrei del Perú proveian de gobernador: y que él seria el primero que obedeciese a cualquiera que fuese el electo para tal oficio: y sobre esto hizo un largo razonamiento a toda la jente principal con palabras de tanta ponderacion y sentimiento cuanto el caso y tiempo lo requeria. Juntáronse a esto los rejidores, tomando pareceres de los hombres mas substanciales del lugar, y todos unánimes nombraron al mesmo mariscal Francisco de Villagran; el cual habiendo dado el mejor órden que pudo en las cosas, se partió a la ciudad Imperial, y de allí a la Concepcion siendo en todas partes recibido sin contradiccion alguna por otra parte enviaron a llamar los de las ciudades primeras del reino al jeneral Francisco de Aguirre que estaba en el reino de Tucuman en pretension del gobierno de aquella provincia, el cual acudió luego a la ciudad de Coquimbo donde tenia su casa: y comenzó a tratar de que se le encargase el gobierno de Chile por estar nombrado para ello en un testamento cerrado que se halló de don Pedro de Valdivia. Sobre lo cual duraron por algun tiempo algunas disensiones en el reino. Mientras se puso esto en ejecucion en las ciudades que habemos dicho estaban en

grande aflixion los de la Villarica por ser lajente poca y estar muicerca de los enemigos. Y así se resolvieron en desamparar la villa, como lo hicieron acojiéndose a la ciudad Imperial donde estaba Pedro de Villagran por correjidor y teniente jeneral. Tambien los del asiento de las minas viéndose en el mesmo peligro dejaron su poblacion desierta y se fueron a la ciudad de la Concepcion, que tambien estaba en no pequeño conflicto. Y finalmente los moradores de la ciudad de los Confines que era recien fundada en el Lebo de Angol despoblaron su ciudad, y se fueron a la de la Concepcion con el temor que tenian a los enemigos de suerte que pudo tanto la rebelion de los indios, que al primer lance se despobló medio Chile: cosa que hasta hoi no se ha acabado de restaurar.

CAPITULO XLVII.

De algunos desasosiegos que hubo entre los españoles, sobre el gobierno; y una batalla que aperbibieron contra ellos los indios araucanos.

Luego que se supo la muerte de Valdivia en Santiago, trataron sin dilacion los rejidores; y otras cabezas de la ciudad, de enviar socorro a la Concepcion teniendo por cierto, que los enemigos habian de dar en ella de recudida por ser la ciudad mas expuesta a sus tiros que a la sazon habia en Chile. Para esto enviaron con gran brevedad al capitan Francisco de Riveros con alguna jente de socorro el cual cuando llegó a la ciudad halló en ella al mariscal Villagran recibido por gobernador, como las demas ciudades de arriba. Y aunque el capitan Riveros llevaba poderes del cabildo, y justicia mayor de Santiago, como de la cabeza del reino para que recibiesen a Rodrigo de Quiroga por gobernador nombrado por tal en el mesmo cabildo con harta repugnancia suya; con todo eso no quiso este capitan exhibir los poderes ni tratar de ellos por evitar las disensiones que podrian resultar dividiéndose la jente en bandos contrarios unos por Villagran y otros por Quiroga.

En este tiempo llegó a Chile el jeneral Francisco de Aguirre dejando el gobierno de las provincias en que actualmente estaba de los Diaguitas y Juries, por haber sido llamado de algunos amigos suyos para que entrase en el gobierno de este reino, en cuyo oficio le dejó nombrado Valdivia en un testamento cerrado que se halló suyo. Llegado Aguirre a la ciudad de la Serena donde tenia su casa, y habia siempre sido cabeza del pueblo comenzó a juntar alguna jente, que se le llegaba, intitulándose gobernador, y dejándose llamar señoría, por ser título consiguiente a tal oficio de manera que en las tres primeras ciudades de Chile, que eran entre sí inmediatas habia tres gobernadores como quiera que no hubiese alguno de derecho. Y pretendiendo Villagran allanar este barranco envió a la ciudad de Santiago cuatro personas principales con el capitan Maldonado, para que tratasen de este negocio dando traza en que le recibiesen, como en las demas

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