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de colas de zorros, y otras divisas que ellos usan. Demas de esto hizo don García otras prevenciones sin ser parte el molimiento de la caida, y aturdimiento de la pedrada, para que dejase de andar con grande solicitud y puntualidad en todas las cosas, acudiendo a todas partes con valerosos brios sin menoscabársele el ánimo con un espectáculo tan feroz, cual nunca en su vida habia visto, por ser estraordinario el terror que ponen estos indios, no solamente con la gallardía y magnitud de sus cuerpos, sino mucho mas con el alarido y alaracas con que acometen. Pero por mas dilijencias que él hizo, y ardides de que usó en esta coyuntura, no volvieron los indios el pié atras, pareciéndoles, que pues habian pocos antes asolado a la ciudad de la Concepcion, que estaba allí junto, con ser los españoles cursados en la tierra, y teniendo caballos y las demas prevenciones de hombres que habian estado allí algunos años, con mas facilidad vencerian a los chapetones y desproveidos de todo esto, mayormente de caballos, que son los que hacen ser a los españoles mejores que los indios en la guerra. Y con este ánimo se abalanzaron dentro del fuerte peleando en él algunos de los mas valerosos indios del ejército con tantos brios que bastaran a desanimar a muchos de los nuestros, sino fuera don García tan próvido, asi en los pertrechos y otras prevenciones, como en mostrar buen semblante y ningun jénero de desmayo, para que los suyos cobrasen ánimo como lo hicieron, con tanto coraje que compelieron a los enemigos a retirarse dejando no pocos muertos junto al baluarte y en otros lugares del elejido.

Viendo los indios el pleito mal parado, se recojieron a un puesto, donde no pudiese alcanzarles la artillería; i allí consultaron lo que les convenia en esta ocasion, resolviéndose finalmente en alzar por entónces la mano de la batalla, para convocar mas jente, y venir con mas pujanza sobre los nuestros, para no desistir hasta echar por tierra la fortaleza y a los españoles de su reino. No fué tardio el gobernador en conjeturar la intencion de los indios, ni en dar luego traza en los resguardos concernientes a tal conflicto, procurando con toda dilijencia reforzar las estacadas y alojamientos con el mejor órden que el tiempo. dió lugar por entonces. Y juntamente hizo a los suyos un largo razonamiento diciéndoles entre otras cosas: la satisfaccion que tengo, soldados mios, del valor y esfuerzos de vuestras personas, me quita la ocasion y necesidad que la instancia del tiempo requeria, por estar cierto, que todos los buenos consejos que en razon del servicio del rei nuestro se ñor, y demostracion de vuestras personas yo puedo y debo daros, son los mesmos que vosotros teneis mui en el corazon, como personas que habeis venido a semejantes laces y trabajos, saliendo para esto de vuestras casas y quietud sin otro intento. Para guerras vinistes, y guerras deseastes, y para la guerra os ofrecistes al marques mi padre, y asi estoi tan cierto de que no se os hará nuevo ni pesado el entrar en guerras, que antes me parece os seria ocasion de disgusto el faltaros la ocasion. de ellas hasta haber salido con la victoria y ganado el reino. Y supuesto

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esto, debeis persuadiros a que estos bárbaros han de venir luego sobre nosotros, porque cuando asi no fuese, no habríades perdido nada en estar determinados a resistirles como valerosos soldados. Cosa cierta es, que en negocios dudosos es lo mas seguro tener siempre sospecha del peor suceso, para usar de las prevenciones conforme al mayor peligro; porque en caso que despues no lo hubiese, nada habria perdido por demasiado resguardo, y por una tilde de el que faltase, habria perdido mucho. Bien os acordais de los ensayos que hicistes en la ciudad de los reyes ante el virei mi padre con justas y torneos, y vistosos alardes, y reseñas de guerra con tanta ostentacion y gallardía, que al parecer se os levantaban los piés del suelo, deseando ya veros en medio de las batallas. Y quiero que entendais ser negocio, que debe poneros no poco ánimo el haber salido con esta victoria al primer lance; pues es razon, que si los enemigos quedan amedrentados, quedeis vosotros mui animosos de lo mesmo, mayormente peleando nosotros por la causa de Dios, como yo entiendo de vuestros pechos, y la propagacion de su santa fé, y relijion cristiana, mucho mas que por la codicia del oro, ni otro jénero de interes; pues cualquiera será de muchos menos quilates que este de la gloria de Dios nuestro señor, la cual es principal fin, que pretendemos. Con estas razones y otras mas prolongadas que dijo don García, cobraron los suyos tanto esfuerzo, que les parecia ya poco todo el resto de Chile para sus brios.

En este ínterin venian caminando hácia la playa los bateles de los tres navíos de don García con el resto de la jente que quedaba en ellos; la cual venia a dar socorro a los suyos por haber visto la batalla que poco ántes andaba sangrienta. Y apenas habian llegado a la lengua del agua cuando ya los bárbaros estaban con ellos; donde pelearon valerosamente de ambas bandas, rompiendo los nuestros por entre los indios hasta ponerse en salvo dentro de la fortaleza. Finalmente quedó la victoria declarada por de los españoles, los cuales dieron muchas gracias a Dios nuestro señor por haberles dado tan buen principio; y trataron luego de curar los heridos que eran pocos, con haber salido muchos de los enemigos con heridas de peligro, dejando muertos seiscientos hombres de su campo.

No dejaré de decir como habiendo muerto en esta batalla un valeroso indio llamado Pilgueno, vino aquella noche secretamente una india llamada Gualda, que le amaba tiernamente, y lo anduvo buscando por todo el campo, llamándole con voz baja, por no ser sentida; y no hallándole, aguardó hasta la mañana no desistiendo de buscarlo, aunque se puso a riesgo de ser hallada. Y reconociéndole al romper de la mañana, cual otra Tisbe de su amado Piramo, habiendo hecho estremos de sentimiento, se fué al gobernador don García a pedirle el cuerpo de su amado, poniéndole ante los ojos por bastante título para concedérselo el haberse puesto a tan manifiesto peligro, siendo mujer y de veinte años. La cual causa tuvo don García por vijente para otorgarle lo que pedia, con tal que añadiose otra de nuevo, que era hacerse cristiana; al cual

partido salió ella, recibiendo luego el santo baptismo, que no la tuvo don García por menor ganancia, que la victoria de los enemigos; teniendo por mayor empresa la vida de una alma, que la muerte de muchos cuerpos, mayormente viéndola en tan buena disposicion, que habiéndose baptisado, dijo, que pues ya era cristiana, no queria hacer como jentil llevando a su querido, sino enterrándolo como cristiana. El nombre de esta india fué Beatriz, y el dia de la victoria fué miércoles a siete dias del mes de setiembre de 1557.

CAPITULO III.

De la llegada de la jente española a donde estaba el gobernador ddon García de Mendoza.

No era pequeña la confusion en que en este tiempo se hallaba el gobernador, viendo que tardaba tanto la jente de socorro, que venia con los caballos, cuanto se apresuraba la que acudia en favor de los enemigos de todos los estados de Tucapel. Y para remedio de esto, entre otras prevenciones de que usó en esta coyuntura, despachó un barco en que fué el capitan Juan Ladrillero y Alarcon de Cabrera, con órden de costear la provincia hasta llegar en paraje del rio de Maule, y entrar por él en busca de la jente española, para hacerle apresurar el paso segun la necesidad lo demandaba. Y juntamente escribió a Julian de Bastida, que mandase de su parte al capitan Juan Ramon que volviese al Perú, y no pareciese mas ante él, pues habia sido tan neglijente en tiempo de necesidad tan precisa. Este mensajero llegó al rio de Maule cuando el ejército iba vadeándole, cuyo mensaje no les dió vado a hacer alto para descansar; antes sin dilacion alguna se partieron luego cien hombres a la lijera con sus armas i caballos, quedando don Luis de Toledo con otros doscientos para caminar por sus jornadas con el fardaje y caballos que pasaban de dos mil. Y con haber veinticinco leguas desde el rio hasta el asiento del gobernador, las anduvieron estos cien hombres en tres dias, habiéndose gastado el uno de ellos en hacer balsas para pasar el rio Nieblitato. Finalmente llegaron a vista del fuerte un juéves a trece dias del mes de setiembre de 1557, donde se tuvo un arma de enemigos, que eran los corredores de los bárbaros rebelados, los cuales venian marchando para dar sobre el fuerte donde el gobernador estaba, pero viendo la jente de a caballo, no osaron acometer ni descubrirse del todo, antes se volvieron a sus tierras sin ser seguidos de los nuestros, no por falta de brios y descos de pelear, sino por respeto del gobernador, que estaba cerca, y no era justo arrojarse a cosa que él no hubiese determinado.

Pero como al tiempo del retirarse los enemigos fuesen visto de las centinelas de la fortaleza, se tocó al arma, y se puso en ella toda la jente española, entendiendo ser muchos los enemigos, mas despues que divisaron ser españoles los que venian algo atrasados, y que los indios habian pasado adelante de huida, se hizo luego la salva con la artillería,

y otros instrumentos, saliendo el gobernador al campo mui bien armado; donde recibió con mucho amor y buen agasajamiento a todos los que venian, escepto al capitan Juan Ramon: al cual no quiso ver en aquellos ocho dias, hasta que fué mui enterado en que no habia sido por culpa suya la demasiada tardanza de la jente. Aquella noche entró a hablar al gobernador solo el capitan Rodrigo de Quiroga; y Julian de Bastida, a quien don García y su padre estimaban en mucho y de ellos. se informó por estenso de todo el discurso del viaje. Y poco despues llegó don Luis de Toledo con el resto de la jente, con la cual, y la demas que don García tenia consigo, salió del fuerte, y mandó se alojasen todos en el campo, puestos en órden de guerra con ánimo de no alzar mano de ella, hasta haber allanado todo el reino. En este tiempo unos indios que habian estado rebelados vinieron de paz a donde estaba el gobernador, y le trajeron un caballo que habian tomado a los españoles en el desbarato postrero de los vecinos de la Concepcion; con lo cual se alegró don García, y envió nuevos mensajeros a todos los indios de los estados, para que sin temor acudiesen pacíficamente a la obediencia de su majestad, como ántes lo habian hecho. Recibieron bien a estos mensajeros el jeneral Caupolican, y otros capitanes de los mas principales del reino: los cuales enviaron un embajador llamado Millalauco, que, aunque era mozo que no pasaba de treinta años, era prudente y bien hablado, y persona de mucha autoridad entre los indios. Este se puso delante del gobernador y sin jénero de turbacion, ni embarazo en sus palabras le dijo las siguientes: Valeroso capitan de tu dichosa compañía, que por tal la tengo en ser tuya: yo vengo de parte del bravo ejército Araucano y Tucapelino, y de los demas señores del reino, los cuales quedan en consulta sobre la determinacion de lo que manda. En lo cual aun no están resueltos, por ser negocio en que no mostrariamos la prudencia de buenos capitanes; sino nos arrojásemos en un negocio tan árduo a cosa que no estuviese primero mui considerada. Mas con todo eso vengo por embajador a darte noticia de este punto, para que no haya innovacion alguna hasta ver la resolucion que sobre él se toma. Oyó el gobernador atentamente sus razones, holgándose de oirle hablar tan espedita y graciosamente; y recibiéndole con mucha benignidad, y mandándole vestir de grana y seda, lo mandó volver a donde estaba Caupolican para que le quitase el temor y persuadiese a paz con los españoles, como otra vez les habia amonestado. Pero como tardase la respuesta de los indios, mandó don García a apercibir la jente, para hacer alarde, con intento de nombrar capitanes, y los demas oficiales de guerra, dando traza en las cosas necesarias para entrar en los estados a hacer guerra a los enemigos. Para esto mandó que toda la jente de a caballo saliese a lo llano de la marina que está delante de la ciudad despoblada: y que cada uno pasase la carrera con lanza y adarga, haciendo despues su escaramuza: lo cual se ejecutó con tanta destreza, que don García recibió gran contento de ver tan buenos hombres a caballo: como lo son comunmente los que hai en este reino: y

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mui en particular los nacidos en él, por ser impuestos en ello desde edad de diez años. Y así salen valientes, y con otras buenas habilidades en que hacen ventaja a los demas de las Indias.

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Acabada de hacer la reseña, en que se hallaron seiscientos hombres de pelea, nombró el gobernador ministros de su ejército, los que parecieron mas idóneos para este asumpto. Primeramente dió el oficio de coronel del campo a don Luis de Toledo hijo del Clavera de Alcántara, y vecino en el reino del Perú. Y por maestro de campo nombró al capitan Juan Ramon : y a don Pedro de Portugal por alferez mayor de todo el campo. Por sarjento mayor nombró a Pedro de Aguayo natural de la ciudad de Córdova: y dió oficio de capitanes de a caballo a Rodrigo de Quiroga: Alonso de Reinoso Renjifo, vecino de la ciudad de la Paz en el Perú, y Francisco de Ulloa de quien se ha hecho mencion en esta historia. Por capitanes de infantería nombró a don Felipe de Mendoza su hermano y don Alonso Pacheco caballero mui principal de la ciudad de Plasencia, y Vasco Suares vecino de la ciudad de Guamanga en el Perú; y por sarjento mayor de la infantería señaló a Pedro de Obregon mui diestro en este oficio. Demas de esto tomó para sí una compañía de a caballo de cincuenta arcabuceros, poniendo por alferez della al capitan Pedro del Castillo: y finalmente nombró por capitanes de artillería a Francisco Alvarez de Berrio. Ultra desto mandó apercibir para que entrasen con el ejército algunas personas graves y relijiosas, que escojió de entre muchos, que habia sacado del reino del Perú en su compañía; como lo fué el licenciado Vallejo maese-escuela de los charcas predicador de fama al cual tenia por su confesor, y lo llevaba por visitador jeneral de todo el reino: y frai Jil Gonzalez de Avila de la órden de Santo-Domingo; predicador insigne en este reino: frai Diego de Chaves de la misma órden: frai Juan de Gallegos de la de San Francisco que tambien era predicador, y al sochantre de aquella iglesia catedral, que tenia mas de ochenta años: Leonardo de Valderrama tesorero de la iglesia de Quito, y otro clérigo capellan suyo. Demas de los cuales metió consigo otros de los que halló en el reino, como fueron frai Cristóbal de Acevanera, de la órden de San Francisco y predicador de ella con otro compañero suyo; frai Antonio Correa y su compañero de la órden de Nuestra Señora de las Mercedes: y algunos otros sacerdotes que por evitar prolijidad no nombro. Y por tener tambien pertrechado su ejército de personas espirituales habia siempre en él sermones; y frecuencia de sacramentos, que son las armas mas principales para vencer a los enemigos: pues es cierto, que ninguna estratajema ni prevencion de guerra es tan eficaz para los buenos sucesos della, como el tener a Dios por amigo. Porque inuchas veces acontece perderse ejércitos, cuyas ventajas eran notabilísimamente conocidas, por donde se echa de ver, que en ninguna industria humana, ni fuerzas de hombres, hai certidumbre de felices victorias, sino en solo la voluntad de aquel Señor, que gobierna todos los fines de la tierra. Y llega a tanto esta verdad, que estando Dios de parte de un ejército, puede vencer

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