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ticular noticia de lo que deseaba, fué prosiguiendo su camino hasta un caudaloso rio llamado de las Canoas, por donde habia pasado cuando fué a este descubrimiento dejando en él perdida toda su vajilla, que iba en una acémila, que se ahogó en este paso, sin poder sacarse una pieza della de suerte que fué la pérdida de grande cantidad de dineros.

No es razon dejar de advertir el buen ejemplo, y edificacion, que dió don García a este viaje: pues con ser tan exesivos los trabajos, que padeció caminando a pié, y derramando sangre en tiempo de cuaresma, no dejó de ayunar un solo dia de toda ella procurando que los suyos hiciesen lo mismo, y vivierea cristianamente mostrando mas devocion que en el demas tiempo del año. Y así le favoreció Dios sacándole con bien de tantos peligros, como hemos dicho, y de las manos de los indios de guerra, que le iban saliendo al encuentro a cada paso. Y tanto mas resplandece la clemencia del Señor en haber sacado a los suyos de estos peligros, y la tolerancia y la magnanimidad suya en haberlos sufrido, cuanto mayores se entiende baber sido ellos como en efecto lo fueron. Porque ya que las calamidades y hambres de este, y de otros caminos que hicieron, no fueron tan estremas como las que hubo en Melo pueblo de Thesalia cuando estuvo cercado de los athenienses, y su capitan Nizia: de donde salió el proverbio de llamarse por exajeracion la hambre Nizia ni fueron tan memorables como las que se esperimentaron entre los soldados romanos, que estaban en Cacilino cercados de las grandes huestes de Aníbal, los cuales llegaron a tanta desventura que se vendió un raton por doscientos reales, como refiere Plinio, ni como aquella miserable hambre, que padecieron los españoles de Saguntos causada del diuturno cerco, que le pusieron los cartajinenses apurando tanto a los moradores, que haciendo en la plaza una gran hoguera, donde echaron todas sus riquezas, finalmente a sus hijos, y mujeres, y a sus mesmas personas por no vivir de vasallaje de sus enemigos: a lo ménos fueron trabajos, hambres y aflixiones de las mas grandes que se cuentan en las historias de nuestros tiempos, y tales que apenas podrán ser creidas segun todo el rigor que en sí tuvie

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Pasado este rio de las Canoas asentó don García su campo cerca de sus orillas y pareciéndole el sitio apacible, y bastecido de lo necesario, determinó de fundar allí un pueblo y así lo puso por obra intitulándolo la ciudad de Osorno, a comtemplacion de su abuelo el conde de Osorno por haber ya cumplido con la obligacion que tenia a su padre en la poblacion de Cañete de la frontera que fué la primera que fundó en estos reinos. Fundose esta ciudad de Osorno en el lebo de Chauracavi, en 27 dias del mes de marzo de 1558. Es la tierra abundantísima de pan y carne, y mui regalada de miel de abejas, que se dá en gran abundancia sin cuidado en beneficiar las colmenas: y no es menor la fuerza de frutas de España, que se coje a manos llenas, cuanto quiere cada uno, sin haber quien lo contradiga. Tiene tambien grande abundancia de pescado así del rio como del mar que está mui cerca: y es el

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distrito que el gobernador le dió al tiempo de la fundacion cinco leguas que corren desde el rio hácia la ciudad de Valdivia, y hacia la banda de oriente todo lo que estaba descubierto, y despues se descubriese, lo cual tambien le dió por la parte que corre hácia el estrecho de Magallanes. En el cual distrito habia mas de ciento y treinta mil indios visitados, aunque despues acá han venido en grande disminucion con las nunca interrumpidas guerras y trabajos. Las calles de la ciudad corren de oriente a poniente, y son mui anchas y parejas: y los edificios de las casas mui grandes, fuertes y de hermosa vista. Está este pueblo en cuarenta grados de altura con invierno, y verano en los tiempos contrarios a los que lo son en Europa: porque cuando allá es verano es acá invierno, y cuando allá es invierno acá verano. Fueron los vecinos de esta ciudad, a quienes don García señaló encomiendas de indios al tiempo de su fundacion, sesenta hombres poco mas o ménos, todos de calidad i méritos, cuyos nombres no pongo en esta historia por evitar prolijidad. En efecto ella quedó mui bien puesta desde su primera fundacion de suerte, que hasta hoi se conserva: por las muchas comodidades que tiene asi del buen temple y sanidad de aires, como de las granjerías que hai en ganados y paños que se labran de sus lanas, asi de los que se gastan en vestidos, como de los de tapicerías; las cuales labran los indios con tan perfectas figuras y vivos colores, que parecen hechos en Flandes. Hai en esta ciudad una iglesia de clérigos, y tres monasterios de relijiosos y uno de monjas, y muchas personas principales que viven en ella por la paz, que siempre hai en este distrito, sin haber jamas rebeládose contra los españoles: porque los que han acudido a la guerra han salido de sus tierras yendo en socorro de los araucanos, que están mui lejos de este sitio, de suerte que todas estas comodidades y otras muchas; como son las grandes heredades las amenas huertas, las fuentes deleitables, la hermosura del rio, la grande abundancia de cal, ladrillo, y maderas de muchas especies convidan a los que entran en este reino a hacer asiento en esta ciudad, aunque fué la última que hubo en Chile en tiempo de don García: y aun hasta hoi no hai otra despues della, sino es la de Castro, que está situada en Chilué, a donde llegó el mesmo don García como en este capítulo se ha dicho.

Habiendo puesto el gobernador esta ciudad en mucho órden se partió a la de Valdivia dejando por su lugarteniente y justicia mayor al licenciado Alonso Ortiz : y estando en Valdivia hasta la Pascua de Flores del mesmo año, dió órden en repartir las encomiendas de la mesma ciudad de la Imperial, poniéndolas en cabeza de las personas que pareció mas beneméritas a juicio de los cuatro consultores, que para esto habia diputado, como se ha dicho al principio de este capítulo removiendo algunos encomenderos nombrados por su antecesor Francisco de Villagran; por haber sido gobernador electo sin autoridad real, ni nombrado por alguno de los visoreyes del Perú, sino por solo los cabildos del reino. Y asi habiendo consultado esto con personas graves, y habido resolucion en que no eran válidas las dichas encomiendas, hizo nue

va distribucion sin atender quienes eran poseedores, sino solamente quienes eran merecedores.

Estando las cosas en este estado y don García a pique de tomar a Tucapel y Arauco para acabar de concluir las cosas de la guerra, llegó nueva de que su majestad habia proveido por gobernador de Chile a Francisco de Villagran, por que al tiempo que esta provision se despachó en corte se entendia en ella que Villagran estaba todavia en el gobierno por no haberse sabido como el marques de Cañete habia enviado a su hijo con este oficio. Y viendo los del consejo que era forzoso nombrar gobernador por muerte de don Pedro de Valdivia, pareció que ninguno seria mas apropósito, que el que actualmente estaba en posesion del oficio y habia tomado el pulso a las cosas dél, teniendo tambien est periencia, y méritos de muchos años, como uno de los primeros conquistadores deste reino. Esta nueva fué causa de cortarse el hilo al buen progreso de las cosas de Chile, asi por entibiarse, y entristecerse casi toda la jente del reino, como por el orgullo o avilantez que tomaron algunos de los que habian sido despojados de sus encomiendas, y en particular aquellos que las tenian de mano de Villagran: de mas de algunos apasionados que nunca faltan donde quieran por mui ajestado que viva el que gobierna. Y sobre todo por ser condicion del mundo el apoyar los hombres al que actualmente tiene la vara mientras dura en el oficio, y en viniendo otro de nuevo acudir todos a su bando conforme al comun refran: viva quien vence. Con todo esto no se inmutó don García, ni dejó de acudir a las cosas del gobierno y guerra como hasta allí los habia hecho: ni aun hizo caso de los alborotos y dichos de sus adversarios acordándose del consejo de su padre, que le dió al tiempo de la despedida, que se persuadiese, que a ninguno por justificado que esté en sus cosas le han de faltar émulos: y que habiendo hecho el hombre de su parte lo que es conforme a justicia y buen gobierno no se ha de fatigar mucho por las pasiones y dichos ajenos, pues es cosa que la lleva el mundo de suelo haberlas donde quiera.

Y ademas desto era causa de no fatigarse don García el ver el estraordinario amor, y afecto, con que todo el reino le amaba, y no abria la boca hombre, que no fuese para echarle mil bendiciones, teniéndole todos sobre los ojos, y mirándole, cada uno como si fuera cosa propia suya; escepto los que hemos dicho, que eran cual y cual persona lastimada por la innovacion de los repartimientos.

CAPITULO XI.

De la entrada del gobernador en la Imperial: i la insigne victoria que alcanzó en la memorable batalla en que fué desbaratado el fuerte de Quiapo y la que hubo en la ciudad de Cañete. Y la prision de Caupoliean en la quebrada.

Con el deseo que el gobernador tenia de dar fin a las cosas de la guerra, determinó de irse llegando a los estados dejando la ciudad de Valdivia, y entrando en la Imperial que está mas cerca de Arauco. Ha

biendo entrado en esta ciudad tuvo nueva de que los indios rebelados habian dado batalla al capitan Alonso de Reinoso en la ciudad de Cañete de la frontera; cuya fortaleza tomaron los españoles por refujio por haberla fabricado don García con gran cuidado toda de piedra de mamposteria fortaleciéndola con los mas pertrechos que pudo. En este fuerte estaba un indio yanacona de servicio de los españoles llamado Baltazar, que era natural del mesmo distrito. Este habló con los indios de su patria secretamente exortándolos con largos razonamientos a que procurasen recuperar la libertad en que habian nacido, no dejándose hollar de estranjeros, pues eran hombres, que podian volver por sí soldando la quiebra, que habia habido en su honor y reputacion : y restaurando los daños que de los españoles habian siempre venido a todo el reino. Y con esto se ofreció a darles entrada en la ciudad, y fortaleza al tiempo que hubiese mayor oportunidad para dar en los nuestros, cojiéndolos descuidados, para hacer el lance mas a su salvo. Por otra parte acudia este indio al capitan Reinoso, y comunicaba con él todo lo que habia concertado con los indios para que estuviese alerta, y puesto en armas al tiempo que ellos acudiesen a la batalla, y habiéndose prevenido todo esto persuadió el yanacona a los indios rebelados que la hora mas a propósito para hacer presa sin riesgo suyo, era la de la siesta, cuando los españoles dormian profundamente, por haber estado de noche en vela entendiendo que los indios no se atreverian a acometer de dia. Fiáronse los indios del yanacona, y juntándose grandes huestes acudieron un dia a la hora concertada llevando sus escuadrones con grande órden, y concierto pensando que no habria mas de entrar, y cortar cabezas sin resistencia de los de dentro. De todo esto estaba ya avisado el capitan Reinoso: el cual mandó que toda la jente estuviese armada a punto de pelear dentro de la fortaleza sin quedar hombre fuera della. Y de propósito mandó que se dejase abierta la puerta principal del pueblo, para que los indios entrasen mas a gusto y pensando que los de dentro estaban descuidados. Sucedió en efecto como él lo habia pensado: porque se entraron los enemigos de tropel por todo el pueblo, y estando ya en la plaza dél cerca de la fortaleza, salieron della de repente los españoles por una parte los de a caballo, y por otra los arcabuceros, y dando con gran furia en los adversarios, causando en ellos grande espanto en ver tan despiertos a los que pensaban estar dormidos, segun Baltazar les habia dicho. Y fué tan grande el estrago que se comenzó a hacer en ellos, que luego comenzaron a desmayar viéndose cojidos de aquellos a quienes ellos pensaban cojer de sobresalto, y sin poder sufrir el ímpetu de los españoles se comenzaron a retirar con el mejor órden que pudieron yendo los nuestros en su alcance sin dar paso en que no hiciesen riza en los innumerables indios: los cuales hubieron de huir a toda prisa con gran pérdida de los suyos, que estaban tendidos por las calles y campos causando gran compasion a todas las personas pías, que vian a sus ojos, un espectáculo tan lastimoso. Murió en esta batalla el capitan Quapolican: El capitan Ayangaclin: Torelmo: Pari y otros

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mui valerosos capitanes de los bárbaros quedando todos los nuestros con la vida aunque heridos muchos dellos.

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Y la causa de tan insigne victoria fué despues de Dios la gran prudencia y vijilancia de don García al cual daba el Señor tan felices sucesos en todo, que siempre le ponia en corazon las cosas al mesmo punto, que era necesario acudir a ella. Y asi estando en la Imperial se le asentó en la imajinacion, que la ciudad de Cañete estaba ocasionada para grandes peligros. Y como si ya los viera con los ojos, envió con gran presteza al capitan Gabriel de Villagran con ochenta hombres de lanza, y adarga, los cuales llegaron a Cañete la noche antes de aquel dia en que los enemigos dieron la batalla cuyo socorro fué de tanta importancia, que a no haber llegado a tal coyuntura, perecieran todos lost de dentro que eran mui pocos respecto de la multitud de bárbaros que acometieron y consta haber sido esto de mayor momento para toda la tierra de los efectos que se siguieron desta victoria, los cuales fueron a acabar los indios de persuadirse, que les iba mal por esta via con los españoles; y quedar tan constreñidos a buscar paz, que aunque no les salia corazon tampoco se les alzaban las manos para bravear como solian. Verdad es que no quedaron quietos del todo, ni daban seguridad a los españoles, aunque cesaron en la guerra por algun tiempo. Y asi Alonso de Reinoso enviaba siempre jente que corriese la tierra para que los indios no se atreviesen a desmandarse: los cuales ya que no hacian guerra al descubierto, con todo eso mataban al español que cojian descuidado por los caminos, y hacian semejantes asaltos sin perdonar lance en que viesen la don García estaba a la sazon en la suya. Y aunque Imperial esperando a que pasase el invierno, para poner manos en la labor, con todo eso no se dijo, andaba pronto en la prevision, y resguardo necesario para prevenir y contrastar las astucias y máquinas de los indios estando siempre como en atalaya la barba sobre el hombro, acudiendo a todas partes para evitar inconvenientes, y asegurar mas su partido.

A este tiempo hubo noticia de que el jeneral Caupolican estaba invernando en una sierra que llaman Depilmaiquel alojado con los suyos en unas quebradas mui ásperas, a donde se iban recojiendo algunos capitanes, y otros indios amigos suyos de quien él mas se fiaba, para estar todos como a la mira de lo que el tiempo fuese mostrando que les convendria poner por obra acerca de su vida. Y deseando don Pedro de Avendaño encontrarse en esta ocasion se ofreció a desbaratar esta jente: para lo cual salió con cincuenta hombres los mas de ellos vizcainos: los cuales primeramente corrieron la tierra, y cojieron algunos indios que les sirviesen de guia, gustando ellos de servir en este oficio porque les diesen libertad en acabando su viaje. Desta manera partieron a prima noche de la fortaleza de Cañete, y habiendo caminado a toda priesa por tan ásperos pasos, que aun de dia dieron mucho en que entender a los caminantes, llegaron sobre la quebrada, donde vieron los fuegos de las rancherías, en que estaba alojado el jeneral y sus escuadras. Y que

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