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pitan Matienzo dentro de siete dias, que se contaron doce del mesmo mes a dar caza a los encastillados, y aunque la quebrada era totalmente contraria con todo eso no fué bastante a quebrar sus brios, ni a que dejasen de quebrar su cólera los que iban llenos de ella a estrellarse en los adversarios, ni el ser paso incómodo para los caballos les hizo aprovecharse de la comodidad de sus piés para ponerse en salvo, ántes arrojándose a mayor riesgo se apearon, y pasando de la otra parte vinieron a las manos estando a pié los unos y los otros. No me quiero detener en ponderar cuan furiosa y sangrienta fué la batalla de este sitio, pues duró desde medio dia hasta que el sol se traspuso, y aun procediera mucho mas adelante si el jeneral de los indios llamado Tipantue no echara de ver el grande menoscabo de su jente, y que le convenia no insistir mas en las armas pudiendo evadirse seguramente. Y para esto comenzó a dar voces jactándose de que habia cautivado un español al cual habia de matar luego si no cesaba la batalla. Por esta causa le pareció a Juan de Matienzo cosa acertada el alzar mano de ella pues quedaba ya por los indios, y así se recojió por entonces con ánimo de recudir el dia siguiente con mas fuerza. Era el cristiano que habian cautivado los indios un mestizo llamado don Estévan de la Cueva, hijo de don Cristobal de la Cueva mancebo de 22 años que se habia señalado mucho en otras batallas particularmente en esta que contamos. Y aunque los indios trataron aquella noche de darle libertad por un buen rescate que ofrecia el capitan Matienzo, con todo eso lo impidieron algunos principales viendo que habian muerto muchos capitanes de su bando en el conflicto, de los cuales fueron Calmavida; Aullanga, Pelebei, Aimango, Contanaval, Manqueibu, Raldican, Liquepangue, Purquen, Arigachon, Llanquepillan. De mas de esto se aficionó al don Estévan la hermana del jeneral llamada Lacalma que era doncella i de gran fama entre los indios, y de tanta gravedad que no queria casarse sino era con español de mucha estofa. Pero como don Estévan tenia temor de Dios vivió con ella con recato sin querer usar del matrimonio hasta que se hiciese cristiana y la procuró atraer a ello con persuasiones y halagos. De todo esto dió noticia la mujer a sus parientes diciendo que aquel hombre le trataba de cosas del cielo por lo cual le cojieron los indios, y atándole en un palo le desollaron todo el cuero dejándole como el rei Artiages dejó al glorioso apóstol San Bartolomé que habia convertido al rei Polimio con doce ciudades.

CAPITULO XVII.

Del cerco que los españoles pusieron al fuerte de Pochunco, y el que fundó el mariscal en Llangague, donde tuvo una batalla.

El mesmo año de 1579 a 26 de enero aparecieron en el cielo cerca de la hora de vísperas dos soles colaterales al sol natural, los cuales se apartaron un poco poniéndose a manera de arco, y despues se tornaron a juntar mas cojiendo al natural en medio mudando los dos el color

resplandeciente en otro que tiraba a sangre. Que fué un espectáculo mui manifiesto a todo el ejército, y mui formidoloso a los indios, que tiemblan en viendo estas cosas echando los juicios al arco en diversas adivinanzas y pronósticos. Con todo eso no desistieron de la guerra aunque dejaron el fuerte de Puchunco metiéndose la tierra adentro a fortalecerse en un peñon inexpugnable. Y deseando darles caza mandó el mariscal al capitan Juan de Matienzo que fuese abriendo camino con los gastadores que habia en el campo, lo cual se ejecutó con presteza acudiendo todos a poner cerco al peñon donde estaban los enemigos. Pero como el lugar era de tal traza, que un solo hombre era bastante a defenderse de un ejército con solo dejar caer piedras desde arriba, no fué posible hacer los nuestros otra cosa mas de estarse que dos impidiendo el paso a los que acudian con mantenimiento a los indios para tomarlos por hambre. En estos dias hubo muchos dares y tomares entre los indios y españoles sobre los medios de paz, alegando los indios las injusticias, que se les habian hecho obligándoles a ponerse en arma, y prometiendo el mariscal de poner estanco en tales vejaciones tratándolos de allí adelante con otro tenor que hasta entónces. Y para resolver esto les envió un indio de mucha capacidad que lo tratase con ellos mas por menudo; al cual cojeron los enemigos, y lo hicieron pedazos comiendo sus carnes a bocados, y bebiendo su sangre con ansia de beber la de los españoles. Y para dar respuesta a su embajada pusieron los capitanes de su bando los ojos en un indio llamado Naupillan mui sagaz y discreto, con quien estaban mal muchos de ellos pareciéndoles que era enviarlo al matadero, pues los españoles habian de pagarles en la mesma moneda la matanza de su embajador, y teniendo por cierto que no habia de volver con la respuesta le dieron un compañero que se quedase un poco mas afuera asechando lo que pasaba para dar noticia de ello. Mas como el Naupillan penetró la traza de sus émulos usó en aquel lance de su astucia para matar dos pájaros con una piedra: y fué matar en el camino a su compañero a traicion cojiéndole descuidado, y cortándole la cabeza la llevó en una mano, y en la otra una cruz mui enramada, con que entró por medio de los reales de los españoles diciendo, que le llevasen ante el mariscal. Y puesto en su presencia dijo que él era cristiano natural de Renigua, y se habia escapado de manos de los enemigos saliendo disimuladamente con uno de ellos que iba a buscar mantenimientos cuya cabeza traia por testimonio de este hecho, y aquella cruz por insignia de la lei que profesaba. Recibiole Gamboa con buen semblante; aunque de allí a poco tuvo pesadumbre sabiendo que los enemigos habian desamparado el fuerte dejando a los españoles burlados, los cuales aunque fueron en su seguimiento y el mariscal en delantera no pudieron darles alcance por la aspereza del lugar, que no era para caballos.

Viéndose Martin Ruiz, frustrado de esta presa pasó su campo al valle de Llangague, donde fabricó una fortaleza poniendo por capitan de ella a Salvador Martin con 60 soldados, que saliesen de ordinario a

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correr el campo, y con esto se fué a la ciudad de Valdivia. Apenas ha'bia sacado el pié del estribo cuando le dieron nuevas del cerco que los enemigos habian puesto a la fortaleza de Mague, donde estaban trescientos indios amigos de los españoles para presidio con dos capitanes mui leales y afectuosos a los cristianos llamados Talcahuano, y Revo no ménos esforzados que prudentes. A estos dieron rebato los rebelados al cuarto del alba, siendo los principales adalides de su ejército el capitan Tipantue, Niupangue, y Netinangue, los cuales traian mui buenas cotas de malla, y otras armas de las que usan los españoles, con que se animaron a dar batería a la fortaleza por la parte mas flaca arrimando tablones, y vigas para escalarla. A todo esto hacian gran resistencia los de dentro echando gran lluvia de piedras, flechas y dardos, con que se defendieron valerosamente matando a muchos de los contrarios. Y mientras ellos sustentaban el cerco, acudió el capitan Gaspar Viera, que estaba dos leguas de allí en el fuerte de Lliven llevando consigo 15 de a caballo, con cuyo aspecto se retiraron los enemigos, yendo tras ellos los indios que estaban en la fortaleza siguiendo el alcance sin perdonar hombre que pudiesen haber a las manos.

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No faltaban en este tiempo ordinarias batallas en los estados de Arauco donde andaban el maestre de campo Lorenzo Bernal con el principal ejército de este reino sin cesar de dia ni de noche de perseguir a los indios dándoles siempre guerra para obligarlos a darse de paz y en particular estando una vez alojado en la ribera del rio Niniqueten fué acometido del cacique Tarochina, que venia con gran suma de indios a dar en los reales a media noche; y aunque los nuestros no estaban prevenidos para este lance era tanta la puntualidad de Lorenzo Bernal, que lo dispuso todo con gran presteza, y salió al campo con toda su jente trabando batalla tan sangrienta, que murieron mas de 600 indios del bando contrario, y algunos yanaconas del nuestro entre los cuales tambien cayeron tres españoles. Y aunque los indios salieron de vencida quisieron dentro de pocos dias tornar a probar la nano viniendo a dar batalla a los nuestros en un sitio mui cercano al pasado a orillas del mismo rio,de donde volvieron tambien con las manos en la cabeza como siempre lo habian experimentado en todos los lugares donde venian a las manos con Lorenzo Bernal de Mercado. El cual vista su rebeldía no cesaba de apurarlos haciéndose temer de ellos en todo el reino.

Mas con todo eso comenzaba ya a ir el negocio algo de caida por estar los soldados aburridos de andar dos años i medio por aquellos campos comiendo mal, y durmiendo peor, pobres, desnudos, y melancólicos, y sobre todo sin esperanza de remumeracion de las tejas abajo. Y en efecto era negocio pesadísimo, y casi intolerable para todos y mucho mas para la vejez del gobernador que no quiso salir de Arauco en dos años contínuos: pero cuando vino a salir para acudir a otras cosas no quiso que los demas estuviesen lastando lo que él habia visto por sus ojos, y sufrido en su persona. Mayormente por ser ya la entrada del invierno, donde no se podian esperar sino muchas enfermedades y con

gojas. Y así se resolvió en que el ejército se descuadernase de suerte, que los soldados se distribuyesen por las ciudades y estuviesen en ellas fortalecidos sin buscar a los araucanos, que estaban en su tierra pues no se podia acudir a tantas partes enteramente. Recibió el maestre de campo Bernal la órden del gobernador, y en cumplimiento dél hizo una plática a todo el campo el domingo de ramos del año de 79 donde los consoló con las mas eficaces razones que él pudo, i les señaló las ciudades a donde habia de acudir cada uno a descansar tomando algun aliento.

CAPITULO XVIII.

De algunas batallas que tuvieron con los indios el maestre de campo Juan Alvarez de Luna, y el capitan Gaspar Viera y otros caudillos.

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La dilijencia que el capitan Juan de Matienzo tenia en visitar siempre las ciudades y fuerzas que estaban a su cargo era tanta que muchos años apenas paro mes entero en un lugar a tomar descanso, y como los enemigos andaban con vijilancia asechándole los pasos para acudir donde él no estaba, luego que vieron que se habia apartado de la fortaleza de Renigua aderezaron sus armas, y ordenaron sus escuadrones con ánimo de arasarla por tierra. Y para esto sobrevinieron un domingo primero dia de marzo del mesmo año de 79, y le dieron tanta batería que eran menester muchos mas hombres que los que estaban dentro para defenderse. Mas como el favor y sagacidad suplia la falta del copioso número no desmayaron los españoles ántes salieron al campo los 60 que allí habia con el capitan Gaspar Viera, y desbarataron a los enemigos matando gran parte de ellos y cautivando muchos, de los cuales empalaron algunos para escarmiento de sus consortes. Supo el capitan Matienzo este suceso y pareciéndole que eran demasiados encuentros los que por momentos habia en la comarca fué allá con algunos soldados, y sacó la jente que allí estaba con su capitan Viera llevándola al desaguadero de Vitalauquen para defensa de la Villa Rica, y todo su contorno y para asegurar mas este lugar puso por adalid al capitan Arias Pardo Maldonado, el cual tenia gracia particular para tratar con los indios induciéndolos a la paz, como se experimentó en esta ocasion en que redujo algunos.

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Mientras este capitan andaba pacificando a los indios se desavinieron entre sí algunos españoles en la ciudad de Valdivia, porque entrando en ella por correjidor Gaspar de Villarruel comenzó a dar traza en las cosas de la guerra y a atender a ellas como anexas a su oficio. Lo cual pretendió impedir el capitan Juan de Matienzo por estar a su cargo todo lo tocante a guerra en las cuatro ciudades comarcanas que eran Valdivia, Osorno, la Imperial y la Villa Rica. Y estuvo el negocio en continjencia de rompimiento sino llegara a coyuntura Juan Alvarez de Luna proveido por maestre de campo en lugar de Lorenzo Bernal de Mercado, que estaba ya molido de batallas, y mui metido en carnes.

Con esta entrada del maestre de campo, y los soldados que metió consigo cesó la ocasion de las diferencias, y se comenzó a tratar de cosas de la guerra por ser ya el mes de agosto, y andar alborotados muchos indios de aquellos términos. Y porque el gobernador deseaba hacer alguna buena suerte en los araucanos dió traza en que se les acometiese por dos partes entrando el ejército que traia Juan Alvarez de Luna por la ciudad Imperial y el del mesmo gobernador por el rio de Biobio cojendo en medio los araucanos: para lo cual se aprestaron los dos ejércitos, y llegó el del maestre de campo a la Imperial el mes de noviembre de 79, y el del mesmo mariscal que era de cien españoles, y 'muchos indios amigos llegó a los términos de la Concepcion al principio del año 1580. Y por asegurar mas los pasos por donde andaba, fabricó Gamboa un fuerte en Chillan correspondiente a su condicion, que era inclinado a edificar fortalezas donde quiera que via oportunidad para ello. En el interin que él se ocupaba en esta obra, andaban el maestre de campo corriendo los términos de la Imperial con 80 hombres en especial los lebos de Moquegua, donde habiendo un dia corrido siete leguas se confrontó con las huestes de los enemigos y acometió a ellos haciendo lastimoso estrago en muchos y poniéndo en huida a los demas hasta que se reconoció la victoria por suya. Y volviendo hacia la ciudad a celebrarla se pusieron a descansar en el camino en un lugar que está cuatro leguas del sitio de la batalla, donde por el mucho calor se desnudaron algunos dellos poniéndose a dormir mui despacio y otros a jugar con mucho gusto como si no hubiera enemigos en el mundo: mas engañóles tanto su concepto que apenas se habian puesto en sus lugares cuando estuvieron sobre ellos los indios vencidos con pretension de salir vencedores. Y por su mucha presteza y el descuido con que estaban los nuestros hubo mui pocos que pudiesen enfrenar los caballos y aun algunos que apenas pudieron armarse, mas en efecto mal o bien hubieron de salir todos a darse de las astas supliendo con el ánimoy brios la falta del aderezo necesario, hasta que tornaron a vencer a los indios matando mas de quinientos dellos. Verdad es que de los nuestros salieron muchos heridos y lastimados en particular el maestre de campo que llegó a punto de muerte, habiendo mostrado grande valor en animar a los suyos, y ejercitar su ánimo en la refriega, tambien quedó mal herido y lisiado de una mano Rui Diaz de Valdivia, y don Fernando de Zaina natural de la frontera salió con un ojo menos sin otras muchas que no refiero por evitar prolijidad.

De todo esto resultó que los indios rebelados de las ciudades de arriba como vieron que los españoles de guerra andaban cerca de Arauco, y los que habian quedado entre ellos eran viejos o impedidos con otros oficios tomaron avilantez para hacer de las suyas. Y juntándose dos mil dellos dieron en los pueblos de los indios de paz, que estaban a las orillas de la laguna de Ranco haciendo grandes robos, y matanzas sin dejar cosa que no talasen. Contra estos salieron los españoles, que estaban legua y media de allí en la frontera de Lliven, y aunque no

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