Imágenes de páginas
PDF
EPUB

suyo ni de sus compañeros, aunque no con pequeño de los desventurados que habian andado toda su vida metidos en el agua para cojerlos. Este fué especificando mas en particular con tanto donaire y sal que no habia hombre que no diese carcajadas de risa, escepto el gobernador que no le supieron bien los peces con tanta sal, pues ya no estaban frescos, ni quisiera que le acordaran cosa de agua, porque esto era aguarle la fiesta. Pero a mas no poder lo hubo de echar a risa. Y de allí salió como proverbio los ochenta mil dorados de Valdivia.

CAPITULO XXVI.

De la llegada del capitan Valdivia al Perú; donde gobernó el campo del rei en favor del presidente Gasca contra Pizarro.

Luego que el capitan Valdivia llegó al Perú, tuvo nueva que el presidente Gasca iba a dar batalla a los tiranos que andaban con Carabajal maestre de campo de Pizarro; y luego se partió en busca suya, y le alcanzó en un lugar cerca del Cuzco llamado An laguailas, donde el presidente salió de su reales a recibirle con trescientos hombres de acaballo, y usó con él de toda cortesía, alegrándose mucho de ver persona de tanta autoridad, y experiencia en cosas de guerra en todos estos reinos; y así trató con él largamente de lo que convenia trazar para el bien y quietud de toda la tierra. Y viendo cuan apropósito era su persona, para todo, le rogó que admitiese el oficio de coronel de su ejército; a lo cual no quizo Valdivia hacer resistencia por dar contento al presidente, y servir a su majestad. Mayormente que de allí adelante él mandaba a todo el campo haciendo cuanto queria, no ayudando poco a esto el haber llevado los ochenta mil dorados; con que cada dia hacia banquetes en sus tiendas a los soldados y así los tenia a todos de su mano, y no ménos al presidente, que no cesaba de darle las gracias por haber venido a tal coyuntura a servir a su majestad. Llegando pues el campo del rei a ponerse frente a frente de los tiranos, y viéndolo Francisco de Carabajal con tan nuevo y extraordinario órden y disposicion, comenzó a temblar, y dijo en alta voz a los de su ejército: o en el campo del rei anda Valdivia, o el diablo; dando a entender que no podia haber otro en el reino que pudiese tanto como lo que entónces via; y no habiendo mucha dilacion en descubrirse que era Valdivia, dijo Caravajal: perdidos somos, como quien de tantos años le conocia. Y fué tanto lo que le dió en que entender, que tomaba de allí adelante las cosas de la guerra con mas cuidado; y aun dijo a Gonzalo Pizarro que le convenia retirarse, y procurar no venir a las manos estando Valdivia de esotro bando. Pero por no salir de la historia de Chile no diré mas, sino que fué este capitan de grande efecto para que el campo del rei venciese al tirano (como lo hizo). Dentro de pocos dias, estando ya sosegada la tierra, quiso el de la Gasca gratificar al capitan Valdivia sus servicios, y mirar al bien comun de Chile y para esto le dió título de gobernador

de este reino, porque para todo traia comision de su majestad. Aceptó Valdivia el oficio pidiéndole licencia para hacer jente, la cual le fué liberalmente concedida. No eran pocos lo que se ponian debajo de su bandera, entre los cuales acudian muchos de los que habian sido contra el rei, y andaban fujitivos, para los cuales pidió licencia nuestro gobernador al presidente Gasca, suplicando a su señoría les conmutase la pena de la vida en destierro para Chile, a título de ser tierra nueva y necesitada de jente para que su majestad la tuviese mas segura de los indios. Y aunque el presidente rehusó el dar tal licencia deseando que se hiciese justicia de los tiranos, fueron tantas las intercesiones de relijiosos, y otras personas grandes, que lo hubo de conceder con condicion, que el gobernador tratase a todos aquellos hombres como esclavos de su majestad haciéndoles servir de gastadores, y en otros oficios bajos; lo cual él admitió, aunque no fué cumplido, porque en llegando a Chile andaban estos mas entonados, y soberbios que los demas, y habia hombre entre ellos, que públicamente se jactaba de haber sido tirano. A tanto llegaba la insolencia de aquellos reinos. Y aun hubo muchos destos que despues de muerto el gobernador Valdivia vinieron a tener encomiendas en este reino de Chile dadas por sus nuevos servicios.

En efecto, el gobernador juntó gran número de jente gastando en el navío lo que le quedaba de los ochenta mil pesos de oro; y tomando prestada otra buena suma de plata, bajó a la ciudad de los Reyes enviando a otros capitanes por diversos lugares a hacer jente, como fué a Estévan de Sosa al Cuzco; al capitan Juan Jofré a las Charcas, y a don Cristóbal de la Cueva a otros lugares diversos, de manera que se juntó gran número de soldados. A este tiempo llegó a la ciudad de los Reyes jente de Chile en un navío que surjió en el puerto del Callao que eran algunas de las personas agraviadas del gobernador Valdivia, por haberles quitado su dinero al tiempo que estaban embarcados, echándoles en tierra como queda dicho en el capítulo pasado; y aunque vieron que estaba proveido por gobernador, no por eso dejaron de querellarse delante la audiencia real, y aun hubo entre ellos hombre que vien. do un dia al gobernador hablar con el presidente Gasca, se llegó a él y le dijo: vuestra señoría no debe de saber quien es ese hombre con quien está hablando: pues sepa que es un grande ladron y malhechor, que usó con nosotros la mayor crueldad que ha usado cristiano jamas en el mundo, y con gran cólera, y enojo dijo otras palabras a este tono de las cuales quedó el presidende tan espantado y alborotado, que mandó ahorcar aquel hombre luego. Pero el gobernador Valdivia riéndose dello le rogó que su señoría se quietase porque aquel hombre tenia mucha razon para decir todo aquello, y mucho mas; y él mismo le aplacó, y dió satisfaccion de todo el caso. Despues desto fué puesta la demanda en la audiencia, aunque tuvo poco efecto por entónces así por no haber otros testigos mas de los agraviados, como por la autoridad del oficio de don Pedro de Valdivia y así se hubo de apaciguar todo con pagar a algunos de aquellos hombres lo que les habia tomado, ultra de que

envió a España cuatro mil ducados, para casar las hijas de aquel Espinel, que se ahorcó de pena; y a los demas rogó que se volviesen con él a Chile, donde verian cuan sobradamente les satisfacia, y así lo hicieron ellos, cumpliendo él su palabra con darles buenas reparticiones; entre las cuales hubo algunas que llegó a ocho mil pesos de

renta.

Teniendo, pues, este punto llano el gobernador y capitan jeneral Pedro de Valdivia partió de la ciudad de los Reyes, y caminó por tierra mas de cuatrocientas leguas hasta llegar al valle de Atacama, juntándosele mucha jente en el camino. No faltó en este tiempo quien pusiese mal al gobernador con el presidente Gasca diciéndole que iba con intento de alzarse con el reino de Chile; pues ya daba indicios de tirano robando lo que hallaba por los caminos él y los suyos; y llevando indios del Perú forzados en colleras y que advirtiese su señoría que era hombre inquieto, y revolviera sobre el Perú, a levantarse contra el reino como lo habian hecho muchos traidores que iban confederados con él, y estaban indignados contra su señoría, porque les habia afrentado sentenciando a unos a galeras, y a otros a ser descuartizados. A cerca de lo cual acumularon tantas razones, que el presidente hubo de mudar parecer, y despachó a gran priesa al jeneral Hinojosa con siete españoles, y entre ellos al capitan Francisco de Ulloa natural de Cáceres para que el jeneral trajese consigo al capitan Valdivia quedando Francisco de Ulloa en su lugar con el ejército que llevaba. Partieron estos caballeros con toda brevedad y dieron alcance a Valdivia, al cual notificando el mandato del presidente obedeció puntualmente lo que se le mandaba aunque con harta contradicion de muchos que le persuadian a que prosiguiese su camino; mas no haciendo caso dellos se volvió con el jeneral Hinojosa quedando por sustituto de su oficio Francisco de Ulloa, segun el órden que llevaba. A este tiempo iban concurriendo al lugar diputado algunos capitanes, a los cuales habia enviado Valdivia a juntar jente, y en particular el capitan Cristóbal de Sosa, que iba ya delante entrando por el gran despoblado de Atacama, y despues el capitan don Cristóbal de la Cueva con cien españoles, y últimamente el capitan Juan Jofré que habia juntado veinte en el distrito de los Charcas. Este capitan viéndose con poca jente determinó confederarse con el ejército que estaba a cargo del nuevo capitan Francisco de Ulloa en Atacama, y con esta resolucion fué marchando en seguimiento suyo hasta ponerse dos leguas de su real; y estándose pertrechando para pasar el despoblado grande, casi a la vista unos de otros, le pareció al capitan Jofré que no le seria mui difícil, el desposeer del cargo al jeneral Francisco de Ulloa; pues todo su ejército le habia recibido, acaso le admitirian a él de mejor gana, por ser capitan de Valdivia, y hechura suya. Y como lo pensó, así lo puso en ejecucion, enviando para este efecto al comendador Mascarenas, portugues animoso, del hábito de Cristo; el cual entró en el ejército y tuvo tanta maña que prendió a Francisco de Ulloa y lo llevó a recaudo preso, quitándole lo

que él habia llevado de su mesma hacienda, con poca circunspeccion, y ménos conciencia.

Llegado el capitan Jofré fué recibido de todo el campo, y mandaba en el como gobernador absoluto, y así se fué entrando por el despoblado adelante hasta llegar al valle de Copiapó. Quiso su ventura que poco ántes de llegar allí dió con el capitan Cristóbal de Sosa, y los cien hombres que llevaba; lo cual le valió mucho para resistir al ímpetu de los bárbaros de Copiapó, que estaban a la sazon orgullosos, por haber vencido, y muerto seis dias ántes a cuarenta soldados que se habian adelantado con el capitan Juan Boon; y así se juntaron para esta batalla mas de doscientos españoles, saliendo contra ellos el capitan Cateo, y se trabó una mui sangrienta batalla en la cual quedaron desbaratados los indios muriendo muchos dellos, con pérdida de nuestra parte de solo tres españoles. A este tiempo, como estaban incorporados ámbos ejércitos en uno, fué necesario dar corte en que la cabeza fuese sola una: para lo cual dejó el capitan Jofré el cargo, que habia tomado, quedando por capitan Cristóbal de Sosa: con esta ocasion fué libre de los prisioneros el capitan Francisco de Ulloa, a quien Jofré traia preso, y se le restituyeron sus armas y caballos, yendo con los demas del ejército libremente. Con este órden estaba la jente española descansando en aquel valle de Copiapó, donde es siempre tan necesario hacer alto, por haberse pasado el despoblado grande, cuanto es dificultoso por el peligro que hai respecto de ser los bárbaros mui belicosos y nunca acabados de quietar con firmeza en la paz con los españoles. A este tiempo llegó el capitan Pedro de Villagran con una compañía de veinte soldados; a los cuales les valió no ménos que las vidas el llegar a tal coyuntura, porque a pasar, solos, sin duda ninguna no pasaran; por estar los indios puestos al paso para impedírselo dando en ellos con gran furia estando encarnizados con las presentes ocasiones.

CAPITULO XXVII.

De las cosas que pasaron en Chile en el tiempo que el capitan Valdivia, estuvo en el Perú, y la destruccion de la ciudad de la Serena.

Despues que el gobernador don Pedro de Valdivia partió del puerto de Valparaiso con los ochenta mil pesos, yendo al Perú, como la historia lo ha contado; dió Villagran la vuelta con brevedad a la ciudad de Santiago; porque la ausencia del gobernador no causase alguna novedad y escándalo, como de hecho se iba tramando. Llegado al pueblo mandó luego que se juntase la justicia y rejimiento, ante los cuales. presentó los recados que tenia del gobernador Valdivia, donde le substituia en su oficio con cuya provision presentada en el consistorio, fué recebido pacíficamente. Y como persona a quien le incumbia el mirar por todo, dió luego traza en lo que convenia, a la paz y sociego de la tierra, y en particular, el conservar la paz en que los indios estaban. Y fué tanto el beneplácito de todos, que hubo grandes fiestas y regocijos

en el reino por ser conocido en todo él Francisco de Villagran, desde su conquista. Mas como Pedro Sancho de la Hoz, segun está dicho, tenia ocultamente guardadas las provisiones reales del gobierno de este reino, y vió que el capitan Valdivia era ido de aquella manera, llevando tanta suma de oro ajeno, y que quedaban lastimados los robados de haber perdido sus haciendas, parecióle que era esta buena coyuntura para su negocio, pues el no haber entrado en su oficio hasta allí habia sido por estar en la posesion el capitan Valdivia, que habia ganado el reino con su industria y sudor. Y habiendo de recebir nueva cabeza, era razon que lo fuese él, pues el rei le habia proveido en el gobierno; y para publicar sus provisiones, y céludas reales se aconsejó con algunos caballeros, y soldados amigos suyos, y en particular con los que estaban agraviados de la toma del oro. Y así secretamente hizo una bandera y vara de la real justicia; y un soldado belicoso y atrevido que se llamaba Francisco Romero tomó el cargo de apercebir a los que estaban confederados con él para salir con todos juntos a la plaza con mano armada, y pregonar sus provisiones, que eran bastantes. Pero uno de los de su bando, y amigo suyo, que se habia de hallar en ello, pareciéndole que no saldria Pedro Sancho de la Hoz con su intento, dió parte de ello a un sacerdote que se llamaba Juan Lobo, natural del puerto de Santa María en España, el cual por estorbar el daño, que dello podria resultar con celo cristiano, se fué a Villagran, y le dijo sin señalar persona, que saliese luego a la plaza, con las personas de que mas se fiaba, para impedir un alboroto, de que podria resultar grave escándalo en el reino. Oyó esto el mariscal sin alteracion alguna, y luego entendió lo que podria ser, y siendo informado de ello, salió a la plaza, con su vara en la mano, y algunos amigos suyos, que le iban acompañando. Luego que llegó al lugar del comercio del pueblo supo mas en particular el caso, y sin dilacion alguna envió al capitan Diego Maldonado (que era un caballero de mucho valor) a prender a Pedro Sancho de la Hoz, el cual lo cojió de improviso con su bandera enastada, esperando que viniesen el muñidor y confederados suyos, para salir a la plaza y dar fin a su deseo; y así lo tomaron con el hurto en las manos. Viéndose Pedro Sancho salteado se cortó de piés y manos, sin saber qué decir en tal caso; y siendo llevado ante Villagran, dió ciertas escusas y disculpas deste hecho, las cuales no admitió el mariscal, porque ninguna era suficiente, y porque constase fundamentalmente haber sido el autor de la sedicion, le mandó tomar su confesion, en la cual dijo algunas razones, en que mostró grande ánimo y valor; aunque en parte redundaban en menoscabo de Villagran y Valdivia. Habiendo averiguado la causa, y substanciado el proceso, dió Francisco de Villagran sentencia, en que le mandó cortar la cabeza, la cual le notificó Luis de Cartajena escribano de cabildo, y como no habia persona a quien acojerse, el sentenciado apeló para ante Dios y su majestad; pero sin aguardar ningun término le cortaron la cabeza, y la sacaron a la plaza para que todos la viesen, y escarmentaran en cabeza ajena. Y túvose por cosa mui cierta que

« AnteriorContinuar »