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SEGUNDA PARTE.

VIDA SACERDOTAL DEL SEÑOR VALDIVIESO.

CAPÍTULO I.

ENTRADA DEL SEÑOR VALDIVIESO A LA CARRERA
ECLESIÁSTICA.

Ejercicios espirituales que decidieron su vocacion al sacerdocio. Su preparacion a este nuevo estado.-Sus estudios eclesiásticos.-Su ordenacion i primera misa.-Importantes misiones de Chiloé.-Valiosa cooperacion prestada por el Gobierno i el señor Obispo de Concepcion.-Frutos recojidos en ellas.

Había llegado la hora excojida por Dios para torcer el rumbo de eşa barca que encerraba tesoros de virtud que no podía explotar convenientemente el mundo. En medio de las fascinaciones de temprana gloria, cuando su posicion social, sus talentos i numerosas relaciones le abrían ancho camino para llegar a la cumbre de los honores cívicos, cuando a los veintiocho años había llegado a un punto que es de ordinario el término de una brillante carrera, el señor Valdivieso sintióse atraido por las inmolaciones i sacrificios que son el patrimonio de la vida sacerdotal. Corazon tan magnánimo no podía contentarse con el humo de los honores mundanales, i una virtud tan sólida no podía hallar aire i espacio suficientes en el estrecho círculo de las conveniencias i afanes terrenos,

En Setiembre de 1833 penetraba el señor Valdivieso en los claustros de la Recoleta Domínica para pasar allí algunos dias de retiro espiritual i sacudir el polvo que dejan en el alma las solicitudes seculares. Era allí donde Dios lo aguardaba para darle a entender su voluntad. Alma tan bien dispuesta para la virtud, adornada de cualidades excepcionales para el bien, modelada desde temprano en la frágua del sacrificio, no podía resistir a la voz que lo llamaba. I al salir de aquellos claustros silenciosos, cuna bendità de su vocacion, su resolucion era irrevocable. El triunfador de la ambicion en sus luchas por la justicia i la libertad, triunfó tambien con el mismo denuedo de los halagos de la gloria i de la edad, cambiando los hábitos del mundo por la humilde i austera sotana del sacerdote.

La delicadeza lo obligó, sin embargo, a retardar su entrada al sacerdocio. Estaba pendiente aún la resolucion de la Corte Suprema en la acusacion de prevaricato interpuesta contra los jueces de la Corte Marcial, i creyó que no era decoroso entrar al nuevo estado hallándose sindicado de falta de rectitud en el cumplimiento de sus deberes de majistrado.

Los años trascurridos hasta este momento habían sido en el señor Valdivieso como una larga preparacion para el sacerdocio Puede decirse con entera propiedad que no había conocido el mundo. Nunca se le vió entretenido en pasatiempos mundanales, i sí siempre ocupado en obras de piedad i de caridad. Las tareas profesionales i los laboriosos cargos públicos que desempeñó absorbieron en tal manera esos años que no le dejaron tiempo que perder en las frivolidades de la vida mundana. Había adquirido desde la infancia hábitos austeros que lo premunieron de las flaquezas del alma. Todo su entretenimiento, en los ratos de ócio, consistía en departir en instructiva, amena i festiva conversacion con algunos amigos de su confianza; i en esto hallaba su más grato solaz (1). Hemos oido asegurar a personas que lo trataron mui de cerca que, cuando jóven, jamas se le vió fijar sus ojos en persona de diferente sexo i que nunca se consiguió que tomase parte ni aún en las entónces patriarcales reuniones de familia que tenían por objeto un honesto entretenimiento. Siempre había

(1) Reuníase de ordinario con algunos amigos en el establecimiento de farmacia del sabio químico i naturalista don Vicente Bustillos, con el cual cultivó estrechas relaciones hasta la muerte de éste. Cuando falleció, el señor Valdivieso escribió de su puño i letra una hermosa necrolójia en las columnas de La Revista Católica.

sido severo consigo mismo, porque sabía que la sumision del cuerpo al espíritu es el camino abierto para las grandes perfecciones morales. Sus contemporáneos recuerdan todavía el fervor de su piedad i la constancia en el ejercicio de sus prácticas espirituales, fervor i constancia que son signo inequívoco de una alma fa vorecida por la abundancia de la gracia i dispuesta para grandes

cosas.

Dedicado desde edad temprana al estudio i ejercicio de la jurisprudencia i consagrado al desempeño de importantes cargos públicos, no había tenido tiempo de adquirir sino la instruccion relijiosa que es dable a un fervoroso cristiano que vive solicitado por numerosas atenciones seculares. Pero su clarísimo talento no tardó en poseer las ciencias eclesiásticas con la perfeccion con que poseía la ciencia del derecho. Lo auxilió en esta tarea el Padre Lector de la órden de Predicadores, frai Tadeo Silva; pero puede decirse con mas propiedad que no tuvo otros maestros que los esclarecidos irjenios de la Teolojía, cuyas obras leía i hojeaba de continuo.

Interrogado a este respecto el Ilustrísimo señor Obispo de la Concepcion, don José Hipólito Salas, nos decía en carta particular de 4 de Junio de 1879: «No puedo con certidumbre absoluta aseverar dónde i bajo qué direccion hizo el señor Valdivieso sus estudios de ciencias sagradas. Cuando de esto hablábamos, era solo para deplorar los malos tiempos que nos habían tocado para el aprendizaje de los ramos de las ciencias. No culpábamos a los hombres, porque nuestros maestros nos dieron lo que tenían. Sin embargo, creo que con seguridad puede afirmarse que los dos hombres que mas influyeron en el cultivo de las ciencias sagradas, respecto de nuestro venerable Arzobispo, fueron los doctores don Pedro Marin i don José Santiago Iñiguez. El señor Valdivieso no estudió con maestros Teolojía Dogmática ni las demas materias eclesiásticas que conocía con perfeccion i trataba con maestría. Fué esta la obra de su talento sobresaliente, de su memoria extraordinaria i de su aplicacion singular i constante. Como del célebre Dydimo de la Iglesia griega, puede decirse de él que conoció casi todas las materias del saber humano sin maestros ni profesores. Esto es propio del jénio.

«El señor Valdivieso respetaba profundamente i miraba como a su maestro al expresado don José Santiago Iñiguez, i tenía mucha razon. Este sacerdote, ejemplar por sus virtudes, especialmente por su caridad, era un sabio modesto de vastísimos conocimientos. i de conciencia tan escrupulosa para él como dulce i afable para

otros. Amigo, consultor i maestro del clero, a todos nos oía con benevolencia i a todos nos daba luz con sus respuestas en los casos que la necesitábamos para el ejercicio de nuestro sagrado ministerio.

«El verdadero autor sobre la emancipacion de la Iglesia chilena del ominoso yugo i vergonzosa tutela del regalismo español, implantado en esta como en las otras partes de América, fué ese santo sacerdote. A él, primero que a nadie oí hablar con ciencia i elevados conceptos sobre la preciosa libertad de la Iglesia de Dios. Para mí, de los labios de este maestro del clero cojió el señor Valdivieso esa santa palabra, esa doctrina de vida, a las que consagró los varoniles esfuerzos de su esclarecido talento e indomable voluntad. La primera de las glorias de nuestro venerando Arzobispo es haber sido en su patria el campeon infatigable, el insigne guerrero i el apóstol denodado de esa gran cosa, como dicen los franceses, que se llama Libertad de la Iglesia. Le hizo atmósfera i le formó escuela. ¡Dichoso por sus combates dirijidos al triunfo de tan noble causa, porque nada ama Dios tanto como la libertad de su Iglesia! Esta fué la máxima que sirvió de norte al señor Valdivieso en su vida sacerdotal i pastoral......»

« Dios, dice un biógrafo del señor Valdivieso (1), al dotarlo con talentos tan sobresalientes i de un raro conjunto de relevantes prendas i esclarecidas virtudes, no lo envió al mundo para que atravesase el camino de la vida sin dejar en pos de sí una huella luminosa: la Providencia le había confiado una noble i sublime mision, i por eso le dió una intelijencia elevada i penetrante que descubre de una ojeada todo lo que tienen de mas delicado e importante las mas abstrusas cuestiones; una prevision i tino admirables para expedirse con acierto en los asuntos mas espinosos i graves; una penetracion singular para conocer el carácter i mérito de las personas; una prudencia jamas desmentida en el manejo de los intereses mas delicados; una memoria tan fiel que el trascurso de largos años no es obstáculo para que haga reminiscencias acertadas i fijas. A estas sobresalientes dotes quiso agregar el cielo un corazon noble i jeneroso, humilde i manso, desprendido de los mezquinos intereses del siglo, no ménos que distante de fijar sus goces en los seductores pasatiempos de la vida. Dotólo tambien de un amor acendrado a la justicia, de longanimidad i paciencia en los trabajos, de una voluntad enérjica i firme que no retrocede un

(1) Revista Católica, t. 9.o.

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punto en el cumplimiento del deber, de una caridad ardiente i de tacto fino i exquisito para curar las llagas de corazones heridos por los contratiempos de la vida».

Tal era el hombre que iba a ingresar en las filas escasas del clero de Santiago. Pero, como acontece a los hombres de mas positivo mérito, el señor Valdivieso se creia falto de preparacion para vestir el hábito clerical, i había resuelto retardar por tiempo indefinido la realizacion de su propósito. No consintió, sin embargo, esta postergacion el Ilustrísimo señor don Manuel Vicuña, Obispo in partibus de Cerán, que a la sazon gobernaba la diócesis en calidad de Vicario Apostólico. Conocedor personal de las cualidades del candidato, no quiso que la Iglesia se privase por mas tiempo de sus servicios. Por lo cual, no obstante las resistencias del señor Valdivieso, le confirió en un mes todas las órdenes sagradas desde la tonsura clerical hasta el presbiterado. El 15 de Junio de 1834 vistió el hábito clerical; el 24 del mismo mes recibió el subdiaconado; el 20 de Julio el diaconado, i el 27 del mismo mes el sacerdocio. Así, para valernos de una expresion canónica, llegó per saltum, en la plenitud de la vida, hasta la otra extremidad de las cosas humanas. Es privilejio de las almas jenerosas i superiores recorrer sin trabajo todas las distancias i acomodarse a todas las situaciones.

Subió al altar, para celebrar su primer sacrificio, el 15 de Agosto del mismo año en el templo de Santo Domingo. Entónces, junto con la víctima divina, inmoló su voluntad, prometiendo, como otro heróico discípulo de la cruz, padecer i ser despreciado por Jesucristo. Las deliciosas lágrimas caidas entónces sobre el ara del sacrificio denunciaron el gozo que inundaba su corazon. Colmadas quedaban todas las aspiraciones de su alma; había hallado en el sacerdocio cuanto podía anhelar: dulce sosiego del espíritu, campo anchuroso donde espaciar su celo i union con Dios en las intimidades de una voluntad dispuesta a todas las inmolaciones. Su nueva condicion lo obligó a renunciar a la administracion del Hospicio de Inválidos que había servido sin interrupcion durante los diez años de su vida pública. Pero, así como su primer empleo en la vida secular había sido atender a las necesidades temporales de esos desgraciados, la primera ocupacion de su vida sacerdotal fué la de servir gratuitamente la capellanía del mismo establecimiento, ofreciendo a los asilados los socorros del alma. Pero ese campo era sobrado estrecho para el ardimiento de su celo. El apostolado era la mision que mas lo halagaba, i a ella

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