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reda; mas hallándose en parage donde se estrechaba la senda, cayó de lo alto una gran piedra que dando en la pierna á nuestro Arteaga, le hizo venir al suelo perniquebrado; pero sostituyéndole Diego Lopez de Villanueva, sin menguar nada de su ardor, continuaron su camino, no obstante las flechas, varas y piedras que descendian contra ellos, hasta llegar á sitio mas espacioso: aqui, enfilándose brevemente en cuantas hileras permitia el terreno, se trabó una bien reñida batalla, en que desembarazado y suelto el valor español de aquella senda estrecha, que lo habia tenido como ligado, hizo una espantosa carnicería en aquel campo, que dentro de breve tiempo se vió sembrado de brazos, cabezas y cuerpos truncos. Con tan grave estrago, ocupados los índios de Mixco de turbacion y espanto, empezaron á ceder à las armas españolas; pero habiendo los nuestros ganado la última eminencia de aquellos riscos, tuvieron que combatir con otro ejército de índios, que de refresco los esperaba; mas como estos, á vista de las hazañas de los Castellanos, se hallasen poseidos de temor, pelearon tibiamente, y desordenándose por instantes, habiendo recibido grave daño de nuestras armas, se dieron à la fuga. Unos fiados en la ligereza de sus pies, acostumbrados à pisar aquellos riscos, huyeron por la senda que desocuparon los nuestros: algunos se despeñaron, y los que escaparon de este riesgo, fueron hechos prisioneros del cuerpo de guardia, que estaba en nuestros alojamientos. Los que quedaron en la eminencia, queriendo huir por su famosa cueva, muchos antes de ganar la boca de la cueva fueron apresados por una tropa de infantes que los seguia; y los que se introdujeron por ella, llevando consigo sus hijos y mugeres, al salir á las vegas del rio, (M. S. Quichè de Don Francisco Garcia Calel Tezump, fólio 7), fueron improvisamente asaltados de los infantes y caballos que en este sitio los aguardaban, comandados por Alonso Lopez de Loarca, logrando los nuestros hacer un gran número de prisioneros y entre ellos varios Caciqnes de los principales. Terminada felizmentr esta faccion, se retiraron los Castellanos con los vencidos á Chignauta y de alli á los alojamientos. Avisóso

á Don Pedro de Alvarado, que se hallaba en Mixco, quien dispuso descender á la campaña; pero antes hizo dar fuego á aquella gran poblacion, para que no sirviese mas de asilo á los rebeldes, y juntando los prisioneros que tenia en su poder, con los que habian hecho las tropas de Alonso Lopez de Loarca, los pobló en el parage donde hoy se ve el pueblo de Mixco, apartado nueve ó diez leguas del sitio donde estaba antiguamente.

CAPITULO 9°.

De la casi general sublevacion que hubo en este Reino el año de 1526.

Habia Don Pedro de Alvarado reducido con inmensos trabajos los principales Señorios de este Reino, esto es, el de los Quichées, Kachiqueles y Zutugiles, el año de 1524. como hemos dicho en este tratado. Y subyugado la populosa nacion de los Pipiles que se hallaba estendida por todas las costas de la mar del Sur, el año de 1525, como hemos referido en el cap. 6° tr. 2o de este tomo. Y conquistados los numerosos pueblos de Sacatepequez y espugnado la gran plaza de Mixco. Y pareciéndole á este ilustre Campeon que no tenia ya á que aspirar en estas tierras, determinó pasar á la córte á dar cuenta al Señor Emperador Carlos V de todo lo que habia aumentado los dominios de S. M. y á hacerle presentes sus gloriosas hazañas é imponderables trabajos para que le diese el premio correspondiente; y en Cabildo de 4 de Octubre de 1525 se despidió de esta Ciudad. Pero á este tiempo llegó noticia que Don Fernando Cortes se hallaba en la provincia de las Hibueras ó de Honduras; y asi le fué preciso á Alvarado ir á dicha provincia á cumplimentar á su Capitan General. Mas la jornada no la emprendió hasta el mes de Febrero de 1526, pues en 50 de Enero de este año asistió á Cabildo en la Ciudad de Guatemala. Corria presuroso Alvarado à verse con Cortes; pero en la Choluteca se encontró con los Capitanes Luis Marin, Bernal Diaz del Castillo y otros soldados, que habiendo venido con Cortes á las Hiburas,

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se regresaban por este Reino para Méjico: estos le dieron noticia como Don Fernando Cortes se había embarcado en el puerto de Trujillo y vuelto para Méjico; y asi se vinieron con Alvarado para Guatemala.

¡Pero fué rara la metamórfosis con que se encontró Alvarado! Las tierras por donde pocos dias antes pasó como Gobernador y Capitan General y en que recibió los honores correspondientes á su empleo, las halla ahora de guerra y sus moradores le niegan el paso como á enemigo; y las provincias que con tanto trabajo habia subyugado en el largo espacio de dos años, las encuentra sublevadas en el breve tiempo de unos pocos dias, y no solo una o dos provincias, sino todas las que se comprenden en el largo terreno de ciento treinta y nueve leguas que hay de Chaparrastique á Olintepeque. No sabemos lo que dió motivo á la rebelion de los partidos de San Miguel y San Salvador; pero si lo que fué ocasion de que sacudiesen el yugo los Reyes Sequechul, Monarca de los Quichées, y Sinacam, Señor de los Kachiqueles, á cuyo ejemplo hicieron lo mismo los Señoríos ó Cacicazgos de Sacatepequez, Pinula, Petapa y otros.

En la ausencia que hizo Don Pedro de Alvarado, por motivo de su viage à Honduras, es tradicion recibida generalmente, que dejó en Guatemala por su Teniente á su hermano Gonzalo, (no Jorge como equivocadamente han dicho algunos, porque este año de 26 se hallaba dicho Caballero en Méjico). El Teniente Gonzalo de Alvarado, queriendo enriquecer en breve tiempo, tiró tanto la cuerda, que hubo de reventar; pues inconsideradamente pidió 200 Alabones (esto es, niños), á los que impuso la obligacion de que saliendo por los lavaderos de oro, le trajese cada uno un castellano de oro todos los dias; mas éstos como eran muchachos de nueve á doce años, faltaban muchos dias con el jornal, por andar en juegos y trabesuras propias de su edad. De aqui se seguia que Gonzalo de Alvarado hacia que los capataces de estas cuadrillas de niños, completasen lo que faltaba para los 200 castellanos: estas vejaciones, fermentando la rebelion entre los indios, y trascendiendo el descontento de unos á otros, se comunicó de los Mazehuales ò ple

beyos á los Caciques ó nobles: amenazaban á Gonzalo de Alvarado con Tonalteul, que quiere decir el Sol de Dios, y era el nombre que daban al Adelantado; pero como no remediasen nada con esto, dieron parte á su Rey Sinacam. Este no estaba nada contento con los Castellanos, porque él cuando los recibió de paz, creia que tenia en ellos unos amigos que lo ayudarian á defenderse de sus contrarios y á sujetar á los vasallos rebeldes, y que por lo demas cada gefe mandaria á los suyos; pero cuando se vió privado de sus dominios y que Don Pedro de Alvarado se lo mandaba todo y era dueño de sus estados, y aun Señor del mismo Sinacam, cayó en la cuenta de su ligereza; y aunque disimuló por algun tiempo, presentada esta ocasion determinó sacudir el yugo que él mismo se habia impuesto.

Para poner en ejecucion su proyecto hizo Sinacam embajadas á algunos Caciques, como los de Petapa y Pinula, para que le ayudasen; y poniendo en libertad á Sequechul, Monarca del Quiché, que se hallaba arrestado en Guatemala desde el año de 1524, este tambien despachó mensageros convocando á los de Utatlan y demas pueblos de sus dominios, que remitieron sus tropas con gran presteza, atentos á ocupar por todos los medios posibles la Ciudad de Guatemala: iban estas regidas de los Señores mas grandes y príncipes libres, arrinconados y depuestos de sus Cacicazgos, y estos eran los que tenian mayor autoridad en los pueblos y mayor esperiencia y reputacion en el manejo de las espediciones militares. Salieron pues los dos Reyes con los indios Guatemaltecos á la campaña, y divididos en dos cuerpos de ejército, acambó el uno en el valle de Alotenango, bajo las órdenes del Rey Sinacam, y el otro en el valle de Panchoy, al mando del Rey Sequechul. En tan inopinado movimiento fué necesario que los vecinos de Guatemala, abandonando el cuidado del gobierno político, pusiesen toda su atencion en el manejo de las armas y ejercicios militares. Criáronse nuevas conductas y capitanias: nombróse por Cabo principal de la que se destinó para Olintepeque á Gonzalo de Alvarado, que ejecutando prontamente su jornada, asentó su real en el referido pais,

con 60 españoles de á pié y de á caballo, y 400 indios de vara y flecha, Mejicanos y Tlaxcaltecas. De las otras escuadras que quedaron por frontera en Guatemala, se nombrò por Capitan de las que estaban alojadas en la parte del Sur, esto es, en el valle de Alotenango, á Hernando de Chaves; y del tercio que se hallaba por la parte del Norte, ácia el valle de Panchoy, â Gonzalo de Ovalle. El primero resistió valerosamente cuatro acometidas que le hizo el Rey Sinacam, auxiliado de los indios de Alotenango y Aguacatepeque. El segundo tambien fué acometido de dos caracoles, á modo de escaramuzas, del tercio de Sequechul, y bien fué necesaria toda su destreza y pericia militar para batallar con estos indios por hallarse su ejército muy ordenado, atrincherado y cubierto de foso muy profundo por las dos frentes de su escuadron. Permanecieron nuestras escuadras alojadas en la descubierta campaña, sufriendo soles y llúvias los tres meses de Junio, Julio y Agosto.

Entre los pueblos rebelados se cuenta el de Petapa, uno de los mas famosos de esta comarca, asi en tiempo de la gentilidad, como en el de los Españoles. Gobernaba este pueblo el Cacique Cazhualan, que quiere decir vendrán los fieles, nombre que parece profético, pues en tiempo de este Cacique vinieron los fieles cristianos á predicar el santo Evangelio. Consta que el gran Cazhualan, como Señor natural y soberano independiente, nunca pagó tributo á los Reyes Utatlecos, Kachiqueles, ni Achies; porque era Señor de una de las cuatro cabeceras, casando sus hijas con los de las otras; y mucho tiempo se couservaron en Petapa los Guzmanes sus descendientes en la estimacion de Caciques principales, con muy buenas probanzas. Este Cacique Cazhualan, hombre de relevantes prendas, de fidelidad, gobierno y piedad, luego que llegaron los Españoles á Guatemala, dió espontáneamiente la obediencia al Rey de Castilla; pero muchos de los principales de este numeroso pueblo tuvieron á mal este hecho, pareciéndoles demasiada facilidad y ligereza de Cazhualan, rendirse y sujetarse á gente estraña y no conocida, que algunos de ellos andaban en cuatro pies, (teniendo por de una pieza el caballo y el ginete), que to

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