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do; es la persuacion á mano armada. ¡ Deplorable abuso de la antítesis! que coloca las ideas mas opuestas una al lado de la otra ; la agresion con la justicia, la persuacion que pide la inteligencia y la libertad, en la mano armada, que es el símbolo del fanatismo brutal forjando los hierros de la esclavitud. El canciller y el filósofo se han engañado sobre los destinos de la humanidad. La guerra no es nunca ventajosa; menos todavia es natural y social. Un dia, algunos cuákeros pidieron á la asamblea constituyente el favor de vivir bajo la proteccion de la legalidad francesa, reservándose para sí el derecho de no hacer nunca la guerra. Mirabeau les respondió: "Si alguna vez encuentro á un cuákero, le diré : hermano mio, si tienes el derecho de ser libre, tienes el derecho de impedir que te hagan esclavo; puesto que amas á tu semejante, no lo dejes degollar por la tiranía, sería matarlo tú mismo.. . .” Estas pocas palabras resumen las únicas razones justificativas de la guerra, que no es legítima sino cuando tiene por objeto rechazar la fuerza con la fuerza, ó de obligar á otra nacion al cumplimiento de sus deberes para con nosotros, cuando rehusa cumplirlos de buen grado. Pero "que no se hable de la gloria del príncipe, exclama Montesquieu, su gloria sería su orgullo; este es una pasion y no un derecho legítimo.... El derecho de la guerra se deriva de la necesidad y de lo justamente rígido...., y cuando se la funde en principios arbitrarios de gloria,, de conveniencia y de utilidad, torrentes de sangre inundarán la tierra. "

Montesquieu, como ya lo hemos indicado, ha determinado perfectamente los límites del derecho de hacer la guerra, cuando ha dicho: "La vida de los Estados es como la de los hombres. Estos tienen el derecho de matar en el caso de la defensa natural, aquellos tienen el derecho de hacer la guerra por su propia conservacion." Si, como se ha propuesto con frecuencia, y como sucederá talvez en el porvenir (1), las potencias civilizadas convinieran en establecer un tribunal so

esa larga série de estragos y de crueldades que nos hacen estremecer todavia. La inmensa herencia de Carlomagno es desgarrada; la ambicion la cubre de sangre, y el nombre de los Francos desaparece en la batalla de Fontenay. La Italia entera es saqueada por los Sarrasenos, mientras que los Normandos, los Daneses y los Húngaros asolan la Francia, la Holanda, la Inglaterra, la Alemania y la Grecia. Las naciones bárbaras se establecen al fin y se domestican. Esta vena no dá sangre ya; otra se abre al instante: las Cruzadas comienzan. La Europa entera se precipita sobre el Asia ; no se cuenta ya sino por miriadas (número de 10,000) el número de las víctimas. Gengis-Kan y sus hijos subyugan y asolan el mundo desde la China hasta Bohemia. Los Franceses, que se habian cruzado contra los Musulmanes, se cruzan entre los hereges; guerra cruel de los Albigenses. Batalla de Bouvines, donde pierden la vida treinta mil hombres. Cinco años despues, ochenta mil Sarrasenos perecen en el sitio de Damieta. Los Guelfos y los Gibelinos dan principio á esa lucha que debia tan largo tiempo ensangrentar á la Italia. La tea de las guerras civiles se enciende en Inglaterra. Vísperas Sicilianas. Bajo los reynados de Eduardo y de Felipe de Valois, la Francia y la Inglaterra chocan mas violentamente que nunca y crean una nueva era de carnicería. Matanza de los judios. Batalla de Poitiers. Batalla de Nicópolis. El vencedor cae bajo los golpes de Tamerlan que repite á Gengis-Kan. El duque de Borgoña hace asesinar al duque de Orléans, y comienza la sangrienta rivalidad de las dos familias. Batalla de Azincourt. Los Husitas ponen á sangre y fuego una gran parte de la Alemania. Mahomet II reina y combate treinta años. La Inglaterra, rechazada á sus límites, se desgarra con sus propias manos. Las casas de York y de Lancaster la bañan en sangre. La heredera de Borgoña lleva sus Estados á la casa de Austria, y en este contrato de matrimonio, está escrito que los hombres se degollarán durante tres siglos, desde el Báltico hasta el Mediterráneo. Descubrimiento del Nuevo Mundo: esto es el decreto de muerte de tres millones de Indios. Carlos V y Francisco I aparecen en el teatro del mundo; cada página de su historia está enrogecida de sangre humana. Reino de Soliman: batalla de Mohatez, sitio de Viena, sitio de Malta, etc. Pero de la sombra de un claustro sale uno de los mas grandes azotes del género humano. Lutero se presenta; Calvino lo sigue: guerra de los Paisanos, guerra de treinta años, guerra civil de Francia, destrozo ds los Paises-Bajos, destrozo de Irlanda, destrozo de los Cevennes, jornada de San Bartolomé; asesinato de Enrique III, de Enrique IV, de María Stuart y de Cárlos I; y, en nuestros dias, en fin, la revolucion francesa, que parte de la misma fuente."

(1) La marcha de los progresos humanos puede autorizar esta ilusion: "Cuanto mas se perfecciona el mundo, decia el príncipe Luis Napoleon, tanto mas se ensanchan las barreras que dividen á los hombres, y tantos mas países hay á quienes tienden á reunir los mismos intereses. Cuantos mas pro

berano del Derecho de gentes, por el que pudieran ser juzgades los gobiernos y los pueblos, y que estuviera encargado, por un acuerdo unánime de las naciones, bajo la salvaguardia del Derecho internacional, de juzgar entre los Estados, como los tribunales de cada pueblo juzgan entre los particulares, no habria ya necesidad de guerras defensivas. En cuanto á las guerras de conquista, serian castigadas como crímenes contra la civilizacion (1).

La teoría de la guerra se compone de dos reglas fundamentales: 1 la guerra debe consistir en paralizar las fuerzas del enemigo, es decir, en procurar impedirle que nos dañe, ya poniendo fuera de combate el personal de su ejército, ya inutilizándole sus municiones y sus bagajes, ya privándolo de los medios de recibir las contribuciones de que debe alimentarse; 29 las guerras no se hacen de nacion á nacion sino de gobierno á gobierno.

La retorsion. Las represalias. - Los publicistas dan el nombre de retorsion á las medidas que tienden á hacer al gobierno que nos ha ocasionado perjuicio, un agravio equivalente al que nos ha causado. El ejercicio del derecho de retorsion supone que los deberes de equidad, de humanidad y de cortesía internacio nal han sido violados por una nacion con respecto á otra; tiene por objeto obli gar, por la reciprocidad, á la nacion ofensiva á cambiar de conducta. Hay lugar á las represalias, cuando una nacion ha faltado á sus obligaciones positivas, y ha herido los derechos adquiridos de otra nacion. Las represalias son generalmente vias de hecho; consisten en la toma de objetos destinados á servir de prenda esperando la satisfaccion exigida; pero pueden tambien manifestarse por la recipro cidad en la violacion de las obligaciones contraidas. Aunque los actos de retorsion y de represalias no sean la guerra, y sea posible usar de ellas permaneciendo en paz con el gobierno contra el que se emplean, tienen sin embargo un carácter de hostilidad que debe ser limitado por las dos reglas fundamentales precedentes. Por eso es que, apesar de la opinion de ciertos publicistas, que reconocen el derecho de tomar los bienes y aun de detener la persona de los nacionales

gresos ha hecho la civilizacion, tanto mas se ha operado esta trasformacion en grande escala. Al principio se batian de puerta á puerta, de colina á colina; despues el espíritu de conquista y el espíritu de defensa formaron ciudades, provincias, Estados, y habiendo reunido un peligro comun á una gran parte de estas fracciones territoriales, se formaron las Naciones. Entonces, abrazando el interés nacional todos los intereses locales y provinciales, no se batieron ya sino de pueblo á pueblo, y cada pueblo, á su turno, se paseó triunfante en el territorio de su vecino, cuando hubo un gran hombre á su cabeza y una gran causa en pos de él. El comun, la ciudad, la provincia, una despues de otra, agrandaron, pues, su esfera social y alejaron los límites del círculo mas allá de aquel en que existe el estado natural. Esta trasformacion se ha detenido en la frontera de cada país, y todavia la fuerza, y no el derecho, decide de la suerte de los pueblos...."

(1) Las guerras mas felices no traen la paz; traen nuevas guerras excitadas por la desconfianza y los temores que una ambicion inquieta hace nacer en los espíritus de los vecinos. De allí proviene esa inquietud universal esparcida en todos los gobiernos, que los fuerza á tener de pié, en todo tiempo, ejércitos formidables, igualmente ruinosos para todos los Estados, y cuyo efecto es hacer la misma paz inútil para las naciones.

El vulgo estúpido en todo tiempo ha admirado y reverenciado, como héroes y como dioses, á algunos bandidos célebres que la historia no nos ha hecho conocer sino por sus horribles matanzas. ¿Qué derechos pueden tener á la estimacion de los hombres, tantos gladiadores memorables que, como los diluvios, los volcanes y los contagios, no se han ilustrado sino por sus tristes estragos? ¿Qué ideas salvajes de gloria, pueden haberse formado seres bastante extravagantes para ponderarnos los altos hechos de un Alejandro, de un César, de un Pompeyo ? Plinio nos hace saber que el gran Pompeyo, despues de haber triunfado de muchos pueblos del Asia, construyó con sus despojos un templo á Minerva, á cu. ya entrada hizo poner la inscripcion siguiente, muy digna de ser aprobada por los Romanos: "Pompeyo el grande, general, despues de haber terminado una guerra de treinta años, despues de haber deshe cho, derrotado, matado y hecho prisioneros á dos millones ciento ochenta y tres mil hombres, despues de haber echado á pique ó tomado ochocientos cuarenta y seis navíos, despues de haber sometido mil quinientas treinta y ocho ciudades y fortalezas, despues de haber subyugado todos los países contenidos entre el mar Rojo y el Palus - Méotides, cumple justamente este voto hecho á Minerva." (D'HOLBACH.)

del país expuesto á la retorsion ó á las represalias, el principio de que las guerras no se hacen de nacion á nacion, sino de gobierno á gobierno, conduce á resultados enteramente opuestos. A favor de esta regla humanitaria, estas vias rigurosas no pueden ejercerse ya sino sobre lo que constituye los medios de fuerza de que disponen los gobiernos, y, desde el momento en que menoscabaran los intereses del comercio y las fortunas privadas, dejarian de ser autorizadas por la justicia universal y por el verdadero Derecho de gentes, que es su aplicacion, á los intereses recíprocos de las naciones (1).

Lo que es verdadero para los actos anteriores á la guerra, lo es con mayor razon para el ejercicio de hostilidades. Siendo el objeto de la guerra poner al enemigo en la incapacidad de dañar, es claro que todos los individuos que el gobierno enemigo no emplea efectivamente en hacernos la guerra, no están comprendi dos en el número de aquellos contra quienes es preciso obrar. Nada de lo que no sean muniniones, bagajes ó, en una palabra, medios pertenecientes al gobierno enemigo, y exclusivamente destinados por él para dañarnos, puede, tampoco, ser apre sado por nosotros, con arreglo al principio de una buena guerra. En cuanto á los miembros de la nacion contraria, como no son responsables, de ningun modo, del mal que no les es dado conocer, y menos todavia impedir, no pueden ser castigados por las sinrazones de su gobierno.

Estos son los principios de la justicia universal; son tambien los del interés. bien entendido. Romper toda relacion comercial con la nacion considerada como enemiga, es empobrecer su propio comercio y privarlo de los productos extrangeros que enriquecian sus mercados. ¡Singular teoría que tiende á disminuir los recursos de una nacion, en el momento en que mas necesidad tiene de ellos! (2) Si apesar de estas prohibiciones imprudentes, el comercio con el enemigo continúa de una manera oculta, estas operaciones clandestinas tienen el resultado inevitable de aumentar desproporcionadamente los gastos de adquisicion de las mercaderías enemigas, con mayor ventaja de las uaciones neutrales que se encargan del corretaje y de la comision.

Declaracion de guerra. En el derecho de hacer la guerra, conviene distinguir dos cosas que los publicistas han confundido generalmente: la decision y la

(1) En nuestros dias, el primer medio de asegurar la victoria es anticiparse al enemigo maniobrando con fuerzas nuevas 6 máquinas inusitadas. El general que disponga de cañones rayados antes que su adversario, no tendrá dificultad en medirse con él en el campo de batalla que este último haya estudiado de antemano. El país que construya primero buques blindados desafiará las naves de madera del mundo entero. La infantería á la que un nuevo fusil ponga en aptitud de diezmar al enemigo que tiene al frente con tiros redoblados, ántes que este pueda volver á cargar sus armas ó atacar á la bayoneta, no conocerá obstáculos y alcanzará la victoria á paso de carga. Adelantarse al enemigo es, pues, el punto esencial. Hoy, ni la destreza, ni el valor, ni la experiencia, ni la superioridad numérica pueden nada contra esa otra superioridad brutal, abrumadora, debida al empleo de un nuevo mecanismo, ó de un descubrimiento químico ó metalúrgico particular; en una palabra, á la aplicacion de una fuerza nueva creada por la ciencia y la industria coligadas. Pero el punto esencial no consiste tanto en introducir estas reformas en el material de guerra, sino en anticiparse á sus rivales, y en destruir así, en provecho suyo, el equilibrio tan pronto á establecerse entre los armamentos de las grandes potencias. Lo importante es, pues, no descubrir, sino aplicar pronto, para estar no tan avanzado, sino mas avanzado que sus competidores. La enseñanza que resulta de las últimas guerras de Italia, de América y de Alemania prueba la necesidad de innovar sin cesar en el arte de la guerra moderna. "Vendrá el dia quizas, dice el Sr. Luis Gregorio, en un excelente artículo de la Revista de Ambos Mundos (1.o de Setiembre de 1866), en que, á consecuencia de la intervencion progresiva, en la guerra, de la ciencia y de la industria reunidas, se vea que los unos oponen á los otros, no ya armas, sino invenciones. Un dia vendrá cier tamente en que esta enfermedad, cuya desaparicion es difícil predecir, sea tratada bastante rápidamen. te y reducida á una duracion bastante insignificante para no ser ya considerada, en la vida de los pueblos, sino como un accidente pasagero, sin influencia apreciable en su salud, que se hace mas y mas floreciente por el trabajo de la paz y de la civilizacion."

(2) Este es, sin embargo, el culpable error en que acaba de incurrir el gobierno otomano con respecto á la Grecia.

declaracion. Decidir la guerra, es determinarse á emprenderla. Semejante determinacion, que crea deberes peligrosos para los ciudadanos y que les impone una contribucion de dinero y de sangre, debe pertenecer al poder legislativo. Bajo los gobiernos absolutos, el jefe del Estado es el que decide la guerra, porque constituido árbitro de disponer de la fortuna y de la vida de sus súbditos, reune en sus manos los poderes legistativo y ejecutivo; pero en los países donde la forma de gobierno admite la separacion de los dos poderes, estando el poder legislativo confiado á mandatarios del pueblo, el derecho de decidir la guerra se ejerce por la nacion. En cuanto á la declaracion de la guerra, ella no es sino la ejecu cion de la decision, y por consiguiente pertenece al jefe del poder ejecutivo, como que forma parte de las atribuciones de este poder. En otro tiempo la guerra no era legítima sino cuando se habia declarado solemnemente. Hasta el siglo XVII la declaracion se hacia por heraldos de armas. Este uso ha desaparecido; sin embargo la publicacion de la guerra se hace todavia ordinariamente, en Inglaterra, con alguna solemnidad. En la práctica contemporánea, la guerra se declara por medio de manifiestos y exposiciones de los motivos, comunicados en seguida á las diferentes cortes extrangeras. Pero esta manera de proceder no es de rigurosa necesidad. La publicacion de los manifiestos tiene por objeto dar aviso á los nacionales; y la comunicacion de exposiciones de motivos, hacer á las demas potencias jueces de la necesidad de las razones que determinan á hacer la guerra, llamando su atencion sobre los peligros que se quiere evitar. Util bajo los gobiernos monárquicos obsolutos, donde la guerra no se discute sino en los consejos secretos del monarca, la publicacion de los manifiestos es reemplazada ventajosamente en los países gobernados liberal mente, por la publicidad que, de ordinario, acompaña á todos los actos del gobierno.

La declaracion de la guerra es seguida generalmente del embargo y de cartas advocatorias, dehortatorias é inhibitorias.

El embargo es la prohibicion hecha á los buques mercantes de salir ó de entrar en los puertos, á lo menos durante cierto tiempo. Poner embargo es cerrar los puertos. Esta clausura, que retiene cautivos á los buques mercantes de la potencia enemiga, ó que les impide continuar sus relaciones comerciales, es la consecuencia natural de la errónea teoría segun la que las guerras se hacen de nacion á nacion. No obstante, la práctica de los Estados europeos ha modificado ya los inícuos resultados del embargo. En efecto, es generalmente estipulado en los tratados de comercio, que los buques enemigos que se encuentren en los Estados beligeran tes, en la época de la ruptura, y aun los que entren despues en los puertos enemigos, cuando la ruptura no haya podido saberse en el último puerto de partida, no se sometan inmediatamente al embargo, sino que se concede á sus propietarios un espacio de tiempo determinado para vender sus mercaderías, exportarlas libremente, provistas de cartas de salvaguardia.

Las letras advocatorias son las declaraciones por medio de las que el gobierno llama á sus súbditos que residen en territorio enemigo. Las letras advocatorias son justas y legítimas cuando el Estado llama á sus agentes, porque, ligados á él, le deben sus servicios; pero cuando se dirigen á los particulares atacan el derecho que tiene todo individuo de residir donde lo juzgue conveniente, y por el tiempo que quiera, mientras no dañe los derechos de nadie. Por medio de las letras dehortatorias, el gobierno prohibe bajo penas severas, permanecer ó entrar al servicio del enemigo. En fin, las letras inhibitorias tienen por objeto prohibir el comercio y la correspondencia, con el enemigo, la exportacion de las mercaderias ó de las manufacturas del Estado con el cual está en guerra, y el seguro por cuenta del enemigo. ¿Cuál debe ser el límite de la sancion de estas prohibiciones? Ciertos gobiernos deciden la confiscacion de los bienes, y, á veces, peas infamantes: ¡ilógica severidad que castiga á los hijos por las faltas de sus pa

dres, y que se expone á no ser ratificada por la opinion pública! La pérdida de la nacionalidad debe ser la pena natural del agente que no responde al llamamiento de su patria. En cuanto á los particulares, libres de todo servicio para con sus gobiernos, obligarlos á tomar parte en la contienda seria paralizar su independencia. Si permanecen indiferentes, que queden libres: bastante pena es perder la patria, desconociendo los deberes que les impone su calidad de nacionales.

La batalla. Al fin, los dos ejércitos se encuentran frente á frente. Conviene suponer que sean ejércitos, porque la guerra no debe hacerse sino por tropas llamadas por el Estado á su servicio, ó por compañias francas cuya organizacion ha autorizado el gobierno, so pena, para los individuos que se entreguen aisladamente á actos de hostilidad, de ser tratados como bandidos ó piratas. No hay excepcion sino para los habitantes de un lugar invadido, para quienes la defensa es el mas sagrado de los deberes & Qué derechos dá la batalla? Recordemos que la guerra es el arte de paralizar las fuerzas del enemigo. La legítima defensa autoriza la muerte del enemigo armado que se dispone á quitarnos la vida Pero allí espira el derecho de dar la muerte. El que no dá cuartel á su enemigo hecho prisionero, deja de ser soldado; no es ya sino un asesino. Algunos publi cistas se han preguntado si es permitido infligir tratamientos rigurosos á los prisioneros, por via de represalias. ¡Singular cuestion! como si la infamia de aquellos á quienes combatimos, nos autorizara á hacernos infames nosotros mismos. No obstante, la guerra tiene crueles necesidades. El número de los prisioneros puede hacer imposible la retirada, y colocar al general en la alternativa ó de comprometer la salvacion de sus tropas, ó de aliviarse de un peso peligroso. Volver la libertad á los prisioneros no es posible, pues esto seria aumentar las fuerzas del enemigo. El general entónces toma una resolucion terrible, y el Derecho de gentes debe absolverlo, porque no es permitido ser generoso con detrimento de la patria.

Las potencias civilizadas de la Europa reconocen como contrario á las leyes de la guerra el uso del veneno y del asesinato. Las cláusulas de muchos tratados condenan tambien el empleo de ciertos medios de destruccion, como las balas con cadena, ó rojas (1). La estratagema es generalmente admitida como lícita, cuando no consiste en una violacion de nuestros deberes, y se emplea para burlar á un enemigo que se equivoca acerca de nuestras intenciones, porque nos supone fieles. Los servicios que prestan los espias son algunas veces perjudiciales á los jefes de los ejércitos, pero contribuyen á los movimientos que importa conocer. Es admitido, en fin, por el Derecho internacional, que el vencedor debe tener cuidado de los heridos, dar sepultura á los muertos y proteger contra el pillage esos desgraciados despojos de la guerra. Cuando queda indecisa la cuestion de saber á quien pertenece el campo de batalla, se conviene generalmente en suspender las hostilidades durante el tiempo suficiente para que cada ejército retire sus heridos y sepulte á sus muertos. En cuanto á los asedios de ciudades fortificadas, estas operaciones necesitan actos de rigor, consecuencias fatales del derecho de la guerra. Pero es preciso recordar que los medios de destruccion no deben dirigirse sino contra las fuerzas del enemigo. Las poblaciones, los edifi cios, los objetos de arte, todo lo que constituye la verdadera gloria de un pueblo, debe estar al abrigo del furor de los ejércitos; el conquistador es responsable, ante la civilizacion, de los monumentos destruidos, de los tesoros dilapidados; y la sangre de las mugeres, de los niños, de los ancianos y de los prisioneros se eleva hasta el Dios de toda clemencia para acusar la gloria homicida del vencedor.

(1) Una comision internacional se reunió recientemente en San Petersburgo, por iniciativa de la Rusia, para estatuir sobre el uso de las balas explosivas en las batallas.

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