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SEÑOR DROUYN DE LHUYS

Miembro del Instituto,

Del Consejo privado y del Senado.

SEÑOR.

Dedico esta obra no al hombre de Estado, al diplomático, y al Ministro que por mucho tiempo y con mucho brillo dirige los negocios exteriores de mi patria, sino al hombre privado que me ha permitido consagrarle una adhesion filial.

Cuántas veces, en las conversaciones íntimas á que se ha dignado U. admitirme, me ha dado pruebas de un afectuoso interes?

La profunda experiencia que U. tiene de la vida ha contenido el vuelo de mis ilusiones y reforzado con frecuencia mi valor.

U. me ha permitido que le interrogue sobre los hombres y sobre las cosas de mi tiempo. Para ilustrarme sobre muchos puntos dudosos, se ha dignado U. desarrollar algunas tesis de política, de historia y de filosofía y su lenguage elocuente, espresion de su convencimiento, imprimia en mi espíritu huellas imperecederas.

En esas entrevistas, para mí tan preciosas, me recomendaba U. no ver en su persona al Ministro, y yo con una satisfaccion algo mezclada de egoismo, me apresuraba á olvidarme de su excelencia para no acordarme sino de su bondad.

Eco de alguno de los pensamientos de U. este libro, debia serle necesariamente dedicado.

Poniendo bajo la sombra del gran nombre de U. estos PRINCIPIOS GENERALES DE DERECHO, DE POLITICA Y DE LEGISLACION, no hago sino rendir homenage al espíritu elevado que no ha dejado jamás de ser fiel á los principios inmutables en que deben reposar las relaciones internacionales de los pueblos, la sana política de los gobiernos y los derechos legítimos de los ciudadanos.

Paris, Diciembre 25 de 1868.

P. PRADIER FODÉRÉ.

PROLOGO DE LA EDICION FRANCESA.

He querido reunir en un volúmen, y con el título de Principios gene rales de Derecho, de Política y de Legislacion, las lecciones que he dado en el Colegio Armenio durante los dos últimos años.

Me ha parecido que una exposicion metódica de los principios soberanos en que reposa la ciencia de las leyes, no sería del todo inoportuna en nuestra época en que el análisis domina sobre la generalizacion. Aun cuando debiera yo incurrir en el desden de mis contemporáneos, he aprovechado, con ahinco, esta ocasion de hacer profesion de espiritualismo, marcando mi alejamiento de las tendencias exclusivamente prácticas de la ciencia moderna que se inquieta mucho mas de discutir los fenómenos que de elevarse á la investigacion de las causas.

No desconozco que, en nuestros dias, la jurisprudencia tiende mas y mas á encerrarse exclusivamente en el conocimiento de los textos y de las sentencias. Las fuentes de la filosofía jurídica están, es preciso reconocerlo, en vía de agotarse. Para la generalidad de los jóvenes que se dedican al estudio del Derecho, el compendio ha matado al in-folio y las generaciones nuevas de nuestro foro no consultan sino á los compiladores de sentencias.

Asi el siglo de los jurisconsultos está en declinacion. Quiera Dios que la Francia no se vea reducida á no poseer, en adelante, sino juristas. A qué atribuir ese descrédito de las generaciones científicas?

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¿ Quizas al titulado materialismo de la sociedad contemporánea ? ¿Quizas á la indiferencia, al egoismo, á la sequedad de corazon de la juventud?

Afirmarlo, sería desconocer las inmutables tendencias del espíritu humano y calumniar á la edad feliz de los nobles entusiasmos y de las generosas ilusiones.

Una sociedad no es fatal y definitivamente materialista; ella es lo que la hacen las influencias del momento, y sus tendencias se modifican con las corrientes que la arrastran. Compuesta de cuerpos y de almas, de carne y de espíritus, si las manos que conducen sus destinos retienen el vuelo de las inteligencias y hacen vibrar la cuerda de las sensaciones materiales, el nivel moral de la sociedad se abate, los apetitos egoistas surgen y se imponen; el interes brutal domina como árbitro. Como los goces, que entran entonces en voga, provienen de la materia, la materia es deificada.

Pero cuando mejor penetrados de sus deberes, los poderes encargados de dirigir las almas facilitan la emancipacion de los espíritus, abren á la imaginacion vastos horizontes, excitan á las masas á indagar todo lo que puede cautivar las inteligencias, las sociedades á quienes se supone dormidas en el materialismo despiertan en lo ideal, porque ellas son hijas de Dios y, como tales, no pueden sustraerse al instinto de lo infinito.

Lo que digo de las sociedades, lo diré de la juventud. Quién puede atreverse á sostener que el corazon de las generaciones jóvenes esté desecado; que sus inteligencias han desertado, para no volver mas, de las regiones serenas de las puras contemplaciones y que las grandes cosas realizadas por sus padres no serán jamás imitadas por ellas?

Dóciles á las influencias exteriores, si el medio en que hacen el aprendisage de la vida alienta el desarrollo de las pasiones egoistas, se sacrificarán al egoismo por imitacion y al placer por la fuerza de la seduccion; pero si se ofrece mas nobles alimentos á su deseo de adquirir conocimientos, y á su deseo de amar y de obrar, se harán capaces de todos los actos de abnegacion.

Se ha dicho, con frecuencia, que la juventud no toma ya interes en las especulaciones del pensamiento y que, para no citar mas que un ejemplo, las cuestiones políticas y sociales les son del todo indiferentes.

Que los gobiernos consientan en tolerar algunos menos lugares de placer y que, en compensacion, abran 6 autoricen algunas cátedras públicas ó privadas destinadas á divulgar las nociones de las ciencias morales y políticas, sin excluir el derecho constitucional; que favorezcan la institucion de círculos juveniles en que los jóvenes se preparen para tratar los negocios de su país; que inauguren un régimen de libertad que excite á todas las inteligencias á la discusion de los intereses nacionales, y se verá si la juventud no sacude su embotamiento.

La experiencia en la enseñanza ha fortificado mi conviccion á este respecto.

Hace doce años que enseño el Derecho público en el Colegio Armenio de Paris; y hace veinte que veo reunirse, alrededor de mí, jóvenes pertenecientes á todas las nacionalidades, para iniciarse, bajo mi direccion, en la ciencia de las leyes; jamás he encontrado una alma de jóven que no se abriese al entusiasmo y á la que el estudio de los principios soberanos que son la base de la legislacion no hayan completamente cautivado. Puedo, aun, atribuir la popularidad que mi enseñanza libre ha alcanzado al hábito contraido por mí de no aislar jamás el exámen de los textos del estudio de los principios y de ilustrar constantemente la letra de la ley con la triple antorcha de la razon política, de la filosofía y de la historia.

El éxcito de semejante método era seguro. El satisfació una necesidad imperiosa de nuestro tiempo; necesidad que, en 1864 yo caracterizaba del modo siguiente:

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"¿Cuáles son las preocupaciones de nuestra época ? ¿ Juramos por Aristóteles como en la edad media? Somos devotos como bajo el reinado de Felipe II ó del gran Rey El espíritu filosófico de los enciclopedistas ha secado completamente nuestros corazones con el soplo de la incredulidad? El genio de las batallas que tan gloriosamente saludó la aurora del siglo XIX al estruendo del cañon de Marengo, ha hecho de la victoria el faro de todas las naciones?

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"Al ver en los mares de ambos mundos esos navíos nagestuosos empavesados con los colores de todos los pueblos y que llevan de uno á otro hemisferio los productos de todos los climas, decimos: que el universo se ha convertido en un vasto almacen y que el negocio es el Dios del mundo. Al oir el crujido de la prensa lanzando á todos los puntos del globo las producciones mas variadas, desde las vastas concepciones del genio hasta los enfermizos partos de la imaginacion, creemos en el triunfo definitivo de las luces sobre las tinieblas de la ignorancia. Pero el suelo de nuestro planeta tiembla á esfuerzos de luchas desesperadas y lejanas; se escucha gemidos y clamores; el horizonte se carga del color de púrpura; la tierra está bañada de sangre y de lágrimas. En el Norte de la Europa un pueblo heróico sucumbe abandonado por los mismos que lo arrastraron á la lucha; en el Este se ve a una nacion martir degollada sin piedad; en el Occidente mueren poblaciones enteras en la desesperacion y en la miseria; en el Mediodia del antiguo mundo, el fanatismo levanta el puñal contra la civilizacion y si prestamos oidos á los murmullos del atlántico, las olas del océano nos dan noticias de guerra y de muerte (1).

(1) En el momento en que escribia yo estas lineas, la Dinamarca acababa de sucumbir bajo los esfuerzos combinados de la Prusia y del Austria; la Rusia hacia pisotear la tierra polaca por los piés de sus cosacos; la Irlanda lanzaba un grito de alarma bajo el peso del hambre y de la opresion inglesa; la grande y sangrienta guerra de secesion sembraba de cadáveres los territorios de la Union Ame. ricana. Despues los Estados Unidos han dado fin á esa lucha fratricida; la Irlanda ha entrevisto me. jores dias; el gobierno ruso ha suprimido los últimos vestigios de la desgraciada Polonia, y la Dina

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