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individuos distinguidos, quienes ocupaban alta situacion en la sociedad, i contribuyeron a aumentar su riqueza.

Estos fueron el capitan don Martin de Urquisa, casado con doña Beatriz de Contreras, amigo íntimo de doña Catalina de los Rios i Lisperguer, i nombrado por ella su albacea i tenedor de bienes; i el presbítero don Juan de Hermúa i Contreras, cuñado i primo de don Juan de la Cerda, el cual, despues de haber sido cura rector, habia alcanzado la dignidad de maestrescuela de la Catedral de Santiago.

Este último personaje remató para sí dos de las propiedades mas valiosas que habian pertenecido a doña Catalina de los Rios: la hacienda de la Ligua, en 15,038 pesos i dos i medio reales (1), i la chacra de Tobalaba, en 7,000 pesos (2).

Uno i otro predio fueron adquiridos por don Juan de la Cerda.

El canónigo Hermúa le vendió la hacienda de la Ligua, comprendidas las estancias del Injenio i San Lorenzo, con fecha 16 de octubre de 1695, bajo las condiciones que siguen.

El contrato obligaba al comprador a pagar la suma de 5,000 pesos, i a reconocer los censos establecidos

(1) Por este precio, el licenciado Hermúa compró tambien los ganados del fundo, a saber: 662 cabezas de ganado vacuno, a ro reales cada una; 3,223 cabezas de ganado cabrio, a 2 reales por cabeza; i 1,027 cabezas de ganado ovejuno, a real i medio cada una. (Papeles del mayorazgo Cerda.)

(2) Esta chacra habia pertenecido al capitan Pedro Lisperguer, abuelo de doña Catalina de los Rios, el cual la «hubo de Alderete». (Testamento de doña Agueda de Flores.)

Véanse Los Lisperguer i la Quintrala, por Vicuña Mackenna. Pájina 227.

sobre la finca, que sumaban 12,590 pesos; pero la venta comprendia tambien los ganados de la hacienda (1).

III

Don Juan de la Cerda fué el sucesor de la Quintrala, o sea doña Catalina de los Rios, en sus tierras, en sus ganados i en sus indios.

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La historia de la encomienda de la Ligua es mui interesante. Basta recordar que ella fué el teatro de los crímenes de la Quintrala.

Gonzalo de los Rios, su primer poseedor, era un soldado español que, despues de haber combatido en Africa i en la guerra contra Francia, deseó probar su fortuna en América.

Primeramente se dirijió a Venezuela con su hermano Pedro de los Rios, i mas tarde acompañó a Valdivia en la conquista de Chile.

* (1) He tomado los datos de este párrafo de los papeles del mayorazgo Cerda, i del testamento del licenciado don Juan. Apéndice, número 2.

Procurador del cabildo de Santiago, i su mayordomo, por los años de 1551 i 1559, perteneció como rejidor a la misma corporacion en 1573, 74 i 77.

Combatió contra los indíjenas de nuestro pais, i en la conquista de la provincia de Cuyo (1).

Casado con María de Encío, tuvo en ella un hijo, el cual llevó el nombre de su padre (2).

Pedro de Valdivia favoreció a manos llenas a su compañero de armas. Así hai constancia de que Gonzalo de los Rios se halló entre los privilejiados de 1546, cuando el conquistador de Chile redujo de sesenta a treinta i dos el número de los encomenderos de Santiago (3).

A su vuelta del Perú, i en 1.° de agosto de 1549, Valdivia concedió a Gonzalo de los Rios nuevo repartimiento de indios; i como éste no fuera bastante «para mantener casa e hijos», le encomendó ademas, «la mitad de los valles de la Ligua i el Papudo, con todos sus caciques principales, i con todos sus indios naturales i mitimaes sujetos a los caciques de la mitad de los dichos valles» (4).

Gonzalo de los Rios se manifestó tan activo industrial como habia sido valiente soldado, e introdujo en sus tierras el cultivo de la caña de azúcar.

Este fué, segun parece, el primer injenio establecido en nuestro pais (5).

(1) MEDINA, Historiadores de Chile, tomo XVII, pájina XXVI. (2) Véase en la Quintrala, de Vicuña Mackenna, pájina 263, una carta del obispo Salcedo.

(3) BARROS ARANA, Historia de Chile, tomo I, pájina 280.

(4) Papeles del mayorazgo Cerda.

(5) Tal es el orijen del nombre Injenio con que se conoce una de las haciendas actuales de la Ligua.

La historia refiere que el gobernador don Garcia Hurtado de Men

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La hacienda de la Ligua, no solo produjo azúcar en abundancia, sino tambien confituras i conservas.

En la sesion de 16 de junio de 1581 del cabildo de Santiago se denunció que en las tiendas de la ciudad. los azúcares i conservas del injenio de Gonzalo de los Rios se vendian a precios excesivos, con perjuicio de los pobres i de los enfermos.

Agregóse que el fiel ejecutor no habia podido impedir este abuso, por cuanto los mercaderes aseguraban que vendian a tales precios «de mandamiento del comisario del Santo Oficio», que lo era el canónigo Melchor Calderon.

Sin tomar en cuenta la autoridad del comisario, la corporacion ordenó que el fiel ejecutor estableciera un precio moderado para los azúcares, confituras i conser vas que se vendian al menudeo (1).

A la fecha de este acuerdo ya habia muerto Gonzalo de los Rios.

Su mujer, María de Encío, se hallaba dotada de un carácter enérjico i cruel.

Como su compatriota doña Ines Suárez, habria sido capaz de degollar a los caciques con su propia mano.

El obispo de Santiago, don Francisco de Salcedo, que gobernó la diócesis desde el año de 1624 hasta el

doza, cuando partió apresuradamente al Perú en enero de 1561, tomó por la fuerza a Gonzalo de los Rios un barco de su propiedad que se hallaba anclado en las costas de la Ligua, i se embarcó en él con direccion a Lima. En el juicio de residencia, don García fué condenado por este cargo a pagar a Gonzalo de los Rios la cantidad de 1,200 pesos, fuera de 800 que ya le tenia entregados por el mismo motivo. (MEdina, Documentos Inéditos, tomo XXVIII, pájinas 400 i 431.)

(1) MIGUEL LUIS AMUNÁTEGUI, El cabildo de Santiago, tomo III, pajina 221.

de 1635, la culpa de haber sido manceba de Pedro de Valdivia, i, lo que es mas grave, de haber asesinado a Gonzalo de los Rios, su marido.

La sociedad de Santiago a principios del siglo XVII podia considerarse el campamento de invierno de los soldados españoles que guerreaban en Arauco.

La Encío era una mujer digna de este escenario. Al poco tiempo de haber enviudado la acusaron ante la Inquisicion de Lima.

Los cargos dirijidos contra ella eran los siguientes. Justificaba el perjurio cuando tenia por objeto salvar la vida.

Creia en brujerías.

Justificaba los abortos producidos artificialmente en mujeres solteras o para evitar el escándalo de adulterio. Impedia los matrimonios de los indíjenas. Ella misma era culpable de bigamia.

Comia carne en los dias que prohibe la Iglesia. Azotaba a los indios de su encomienda, i hacia trabajar en su injenio a indios i negros en dias de fiesta.

El tribunal del Santo Oficio dió órden de prision, i María de Encío entró en las cárceles secretas a fines de 1579.

Algunos de los cargos que se le imputaban, como creer en brujerías i azotar a los indios, eran hechos comunes i corrientes en Chile, en el Perú, en toda América.

La Encío se apresuró a negar, entre otros, el crímen de bigamia.

Al leer este proceso, estraña que los enemigos de María de Encío no hayan denunciado los dos delitos de que la acusa el obispo Salcedo: haber sido querida de

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