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yorazgo a favor de su hija lejítima María de Torres, sin que se sujetaran a las reglas jenerales de la sucesion (1).

Tomada en cuenta la fortuna de su padre, i el propósito manifestado por éste de dotarla con esplendidez, María era en Chile a fines del siglo XVII la doncella mas rica de Santiago.

I si esta dama agregaba, cual ninguna, a los atractivos propios de la juventud el brillo del oro, siempre digno de codicia, la decoracion en que ella aparecia a los ojos del mundo deslumbraba a los vecinos de la capital. La casa del tesorero Torres se hallaba situada en la Plaza Mayor (hoi portal Fernández Concha), al frente de las casas del gobernador, de la real audiencia i del cabildo, i a la derecha de la residencia del obispo; i ostentaba el lujo de varias tiendas, i un portal que daba

a la Plaza.

Las piezas principales eran: un estudio, que recibia la luz de la calle por una ventana de reja; una gran sala, con cuadra, cámara i recámara; un oratorio, con su tabernáculo dorado i tres santos de bulto; i varios dormitorios.

La mayor parte de estas piezas se hallaban entabla

das i enladrilladas.

La casa, que mas bien parecia palacio para aquellos tiempos, era de altos; i tenia un patio empedrado, huerto,

Tercero, el estracto de una carta que, en 15 de octubre de 1692, dirijió el fiscal de la audiencia de Chile, don Pablo Vásquez de Velasco, al parecer, al Consejo de Indias, publicado, como ántes se dijo, por don J. T. Medina en el tomo II de su Biblioteca Hispano-Chilena.

(1) Esta real cédula, firmada a 4 de agosto de 1684, la cual puede leerse en el Apéndice, instrumento de fundacion del mayorazgo, estima la fortuna del tesorero Torres i de su mujer en mas de 140,000 pesos.

caballeriza, pozo con su brocal, i varios corredores en alto i en bajo, con pilares de algarrobo i de cipres, i basamentos de piedra.

De advertir es que las veredas del huerto se hallaban todas empedradas.

En el último patio se levantaban la cocina, con su chimenea de campana, construida de madera de algarrobo, i la panadería con sus hornos, todo bajo techo. En este patio se hallaba ademas el gallinero.

Toda la casa estaba enlucida i blanqueada. En el piso bajo contaba veinte puertas i ventanas, en su mayoría de madera de cipres; i en los altos, veintidos tas i ventanas, grandes i bien construidas.

puer

La portada principal era de cal i ladrillo, i las hojas de la puerta, de cipres, con grandes clavos de cobre, a la usanza de aquel tiempo.

Las tiendas, tanto las que daban a la Plaza como las situadas en la calle de San Agustin (despues del Rei, i hoi de Estado) i en la de los Mercaderes (hoi de Ahumada) llegaban al número de diecinueve. Una de ellas servia de cochera, i todas se hallaban entabladas i enladrilladas. Del lado de la Plaza formaban el portal veintidos pilares de cal i ladrillo.

La tienda de la esquina de la calle de San Agustin descansaba sobre un pilar de mármol.

Esta puede considerarse la forma primera del que despues se llamó portal de Sierra Bella, cuyo fundador fué sin duda el tesorero Pedro de Torres (1).

(1) Carta de dote otorgada por Pedro de Torres e Isabel de Olivares a favor de su hija María, en Santiago de Chile, a 30 de enero de 1686, ante el escribano José de Morales. Apéndice, número 1.

Mas tarde Torres completó su obra comprando otras pequeñas propiedades que daban a la Plaza, i edificándolas en conformidad al mismo estilo de arquitectura.

Así se realizó en parte, a fines del siglo XVII, el deseo manifestado en 1646 por el cronista jesuita Alonso de Ovalle en su Historia de Chile, «de que se fabricaran en los lados meridional i oriental de la Plaza portales semejantes a los que se ostentaban en los frentes de las casas reales i de la casa episcopal».

Ademas de la casa descrita i de sus diecinueve tiendas, Pedro de Torres era dueño de dos pequeñas casas de arriendo contiguas a los anteriores edificios.

La riqueza i el bienestar doméstico han sido siempre, i continuarán siéndolo, causas de poderosa simpatía en la sociedad. Torres contaba entre sus relaciones a los principales personajes chilenos del siglo XVII. Don Francisco del Campo Lantadilla, hijo del fundador del monasterio de las monjas de la Victoria; don Juan Rodulfo Lisperguer i Solórzano; don Gaspar de Ahumada; don Blas de los Reyes; don Francisco Bravo de Saravia, marques de la Pica; i don Jerónimo Hurtado de Mendoza, fueron, entre otros testigos, llamados a declarar en el proceso que de real órden se siguió en 1690 contra Pedro de Torres, en su calidad de amigos i conocedores de los negocios del tesorero.

El abogado de Torres era el mas célebre de aquel tiempo, el licenciado don Juan de la Cerda.

En el año 1684, Pedro de Torres alcanzó el honor de ser elejido alcalde ordinario del cabildo de Santiago.

No es raro, dados estos antecedentes, que el tesorero de la Santa Cruzada pensara en impetrar del rei la

MAYORAZGOS

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merced de un título de Castilla; como lo hizo, por conducto de su amigo el capitan Vicente de la Rocha, vecino de la ciudad de los Reyes, del título de marques de la Sierra. Pero tal era el amor que sentia por su hija lejítima, que, cuando arregló las estipulaciones matrimoniales relativas a su enlace, consintió en renunciar estas pretensiones a favor de su yerno (1).

V

Pedro de Torres buscó novio para su hija predilecta en el virreinato del Perú, ya sea porque creyera que no lo habia digno de ella en la presidencia de Chile, ya sea porque habria sido mas difícil encontrarlo en la alta sociedad de esta colonia, donde eran conocidas, o por lo ménos sospechadas, las malas artes de que él se habia valido para reunir sus cuantiosas riquezas.

El marido que Pedro de Torres elijió para María, fué don Cristóbal Mesía i Valenzuela, hijo del presidente de la audiencia de Charcas, i caballero él mismo de la órden de Santiago.

El oríjen de esta familia en América era el siguiente. Don Diego Cristóbal Mesía i Leon Garavito, natural de Sevilla, e hijo de un caballero español, veinticuatro de la antedicha ciudad, llegó con sus padres mui jóven al Perú, donde, despues de haber seguido estudios en el

(1) Tanto en este párrafo IV como en el siguiente he aprovechado las noticias que se hallan en la carta de dote ya citada.

colejio de San Martin de Lima, se graduó de doctor en cánones i leyes.

Regresó en seguida a España, i el rei le nombró oidor de la audiencia de Quito, en la cual ciudad permaneció por ocho años.

Casado con doña Jerónima Roselde i Valenzuela, tuvo un hijo hombre, nacido en Quito, i llamado don Cristóbal. Este fué el yerno del tesorero Pedro de Torres.

De Quito don Diego Mesía i Leon Garavito fué trasladado, como fiscal i mas tarde como oidor, a la audiencia de Lima. Desempeñó este último cargo por espacio de 26 años.

En el último tercio del siglo XVII habia sido nombrado presidente de la audiencia de Charcas (1).

El hijo político del tesorero Torres pertenecia, en consecuencia, a la mas alta aristocracia colonial.

Por desgracia, la carta de dote otorgada en Santiago de Chile por Pedro de Torres e Isabel de Olivares a favor de su hija, nos descubre en don Cristóbal Mesía i Valenzuela una codicia estraordinaria que lo rebaja al nivel de un negociante vulgar.

Es verdad que la exijencia de dote estaba autorizada por las costumbres de aquellos tiempos; pero en el caso de que se trata resaltan diversas circunstancias contrarias a la buena fama del novio.

La indicada carta, que llevaba la fecha de 30 de enero de 1686, i habia sido firmada despues del contrato de esponsales, pero ántes de la ceremonia relijiosa del matrimonio, espresaba que, a fin de realizar este enlace, los

(1) Diccionario histórico-biográfico del Perú, por Manuel de Mendiburu, tomo 5.o, Lima, 1885, pájs. 313 i 314.

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