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«El derecho de hacer la lengua se reconoce siempre en todos los que la hablan, i el de darle norma se reserva a esa porción mas escojida, que de hablarla mejor hace profesión. En cuanto al arbitrium, es decir, en cuanto a la definitiva decisión, no sabemos que pueda negarse tampoco a quien evidentemente la ejerce. I si no, ¿cómo se esplica que, no ya solo cier tos vocablos, pero algunas frases con réjimen vicioso, se introduzcan i adquieran carta de ciudadanía en el lenguaje, cuando ni nadie las abona, ni nada, en manera alguna, las justifica? Decimos, por ejemplo, a ojos vistas, a pié juntillas, en volandas, quien ahí te puso ahí te estés, i otras varias, a las cuales nadie pretenderá echar de la lengua; i que, sin embargo, no presentarán pasaporte. Ovación, el menor de los triunfos que se concedían en Roma, a despecho de toda razón histórica i etimolójica, i aun de la Academia, pasa hoi, i se entiende, i emplea, aunque viciosamente, no solo por el mas solemne triunfo; por el desusado i descomunal. Así lo quiere el uso, que en resumen no es juez, pero sí introductor i árbitro del lenguaje. En tiempo, pues, cuando se presentan, o mas bien antes de que se asienten palabras nuevas, deben ser consultadas las academias, las cuales acaso pueden impedir que prevalezcan, si en buena sazón protestan, no solo proponiendo lo mejor, sino condenando, o mas bien censurando lo vicioso, i espresando con claridad la forma que aconsejan i la que rechazan, con los motivos en que fundan la preferencia i la esclusión. I así lo ha hecho ésta (la Española) en estos últimos años, por ejemplo, con las palabras dock i bulevar, que, en mal punto i hora, trataron de introducirse, i de las cuales, la primera fué escluída, por lo menos, de la lei i del lenguaje oficial; la segunda hasta del vulgar,

que la ha sustituído con los nombres de calle, carrera o corredera, i coso, mas castizos i adecuados». (pájinas 193 i 194).

Creo que la Academia Española ha procedido perfectamente desaprobando la palabra dock, que, sobre no ser necesaria, tiene una forma del todo estraña a nuestro idioma.

Sin embargo, como no faltan quienes la usen, me parece oportuno decir algo sobre el plural docks que le

dan:

Los que tal hacen cometen el mas espantoso de los barbarismos.

En castellano, los plurales de los vocablos terminados en consonante se forman agregando, no simplemente una s, sino la sílaba es.

En consecuencia, si se usa la palabra dock, i se quiere darle plural, habría de decirse doques, i no docks. Es contraria a la índole del castellano, i completamente inadmisible la práctica de formar a la francesa el plural de nombres terminados en consonante, con la agregación de solo una s, como se ejecuta con los terminados en vocal.

I debe llamarse la atención sobre este defecto gramatical, tanto mas, cuanto que estimables escritores modernos suelen cometerlo, como ya lo he indicado en otra ocasión i puedo confirmarlo ahora con nuevos ejemplos.

Don Pablo de Jérica, en la MISCELÁNEA INSTRUCTIVA I ENTRETENIDA, tomo 1.o, pájina 98, año de 1836, emplea la siguiente frase:

«Para consolarse en medio de su celibato forzoso, han inventado los jóvenes muchos espedientes; pero el principal es la institución de los clubs espléndidos

que continúan formándose en la metrópoli (Londres), i se propagan en las provincias».

El duque de Rivas, el ilustre autor de EL MORO ESPÓSITO i de DON ALVARO, usa también en la EPÍSTOLA A DON LEOPOLDO Augusto dE CUETO, este viciosísimo plural clubs.

Es verdad que, en la Grecia, no gozaras

ni el oropel, i baladí cultura

de academias, de clubs, de sociedades,
charlatanismo todo, i farsa pura.

Don Patricio de la Escosura hace otro tanto en la siguiente frase de EL PATRIARCA DEL VALLE, libro 3, capítulo 6, o sea tomo 1.o, pájina 142, edición de Madrid, 1846:

«Mr. de Monteforito en Londres vivió segregado del resto de la emigración, frecuentando los teatros, los salones de la aristocracia, los clubs no políticos, i las carreras de caballos».

Don Manuel Bretón de los Herreros, en la comedia titulada LA REDACCIÓN DE UN PERIÓDICO, acto 4.o, escena 6.a, pone estos versos en boca de don Tadeo:

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me querían seducir;

mas luego he sabido...he visto

periódicos de París......;

me han revelado secretos,

planes, clubs..... No hai que reír.

A pesar de tan respetables autoridades, es para mí fuera de duda que, si ha de darse plural a club, este debe ser, no clubs, sino clubes.

La necesidad de que el plural se ajuste a las exi

jencias del castellano es, entre otros motivos, lo que impulsa a los buenos escritores a no introducir vocablos estranjeros sin darles una forma conveniente.

Don Patricio de la Escosura, en EL PATRIARCA DEL VALLE, libro 6, pájina 7, o sea tomo 2.0, pájina 53, edición de Madrid, 1847, se espresa así:

«Era llegado el 29 de julio: las tropas de Carlos X, vencidas en el centro de la población, habíanse replegado sobre los Campos Eliseos; i aunque dueñas del jardín de Tullerías, i en comunicación con la gran línea de los boulevares por medio de un cuerpo que, ocupando la plaza de Vendoma, como posición central, se estendía por la calle de la Paz i el boulevar de Capuchinos hasta el ministerio de negocios estranjeros, i por la calle de Castiglione hasta la de Tivolí, sobre la cual cae la verja del jardín mismo del palacio, conocían ellas mismas que la victoria les era imposible».

Puede notarse que Escosura convirtió el vocablo francés boulevard en boulevar (i mejor habría sido en bulevar, como otros lo han efectuado), i pudo, por lo tanto, formar el plural regular boulevares o mejor bulevares, en vez del plural bulevars, inadmisible en nuestro idioma, que, sin embargo, suele ser empleado, aunque mui incorrectamente.

Don Mariano Roca de Togores, marqués de Molins, en la canción titulada EL ANDALUZ EN PARÍS, estrofa 5.a, trae estos versos:

Los restoranes se sabe

que son cafées de España.

(OBRAS POÉTICAS, pájina 296, edición de Madrid, 1870).

El ilustre académico se habría guardado mui bien de usar el plural restaurants.

Documentación

El artículo 5.o del reglamento para la dirección del tesoro i sus dependencias, i la dirección de contabilidad, espedido en 2 de julio de 1883, empieza así:

«La documentación de los asientos que se hagan en los libros de la dirección del tesoro referentes a las operaciones que a continuación se espresan, se sujetarán a las siguientes reglas».

El DICCIONARIO DE LA ACADEMIA autoriza el verbo documentar, «probar, justificar la verdad de una cosa con documentos»; pero no el sustantivo documentación, el cual, sin embargo, está bien formado, i hace falta, porque ha de haber palabra que denote la acción i efecto de dicho verbo.

Dolama

El DICCIONARIO DE LA ACADEMIA enseña que el sustantivo plural dolamas o dolames, proveniente de dolo, significa «ajes (achaques habituales) o enfermedades ocultas que suelen tener las caballerías».

En Chile se aplica la palabra dolamas solo a las enfermedades del hombre.

Hai quienes la usan en singular.

Doldré

Don Andrés Bello, en la GRAMÁTICA DE LA Lengua CASTELLANA, capítulo 27, dando a conocer los arcaísmos de la conjugación, dice que, en los futuros i pospretéritos de indicativo, «desaparecía a veces la e característica del infinitivo de la segunda conjugación: yazré por yaceré. Debré por deberé no es enteramente

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