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La Real Academia no ha carecido, pues, de fundamento para declarar que estas dos palabras se han usado una por otra.

Sin embargo, es fuera de duda que, de dia en dia, se va haciendo entre ellas la diferencia de significados establecida por López de la Huerta, March, Bello i Mora.

La Real Academia, en la primera edición del DicCIONARIO, empezó por enseñar que adonde i donde espresaban completamente una misma idea.

Léanse los artículos que destinó en la primera edición del DICCIONARIO a estas dos palabras.

«Adonde, adverbio de lugar. Como pregunta, vale esta voz lo mismo que: en qué lugar, en qué parte, como: ¿Adónde estamos?; o a qué lugar, o qué parte, como: ¿Adónde vas? I por afirmación significa: en el mismo lugar en que, como: Adonde era Sagunto, es hoi Monviedro».

«Donde, adverbio de lugar, lo mismo que adonde».

Aparece que la Academia, en la primera edición del DICCIONARIO, no hizo la menor distinción entre los significados de adonde i de donde.

En la segunda edición de 1780, conservó sin variación el artículo destinado al adverbio donde; pero redactó como sigue el destinado al adverbio adonde:

«Adonde, adverbio de lugar. Suele usarse con verbos de quietud por lo mismo que donde; pero su propio i acertado uso es con algunos verbos de movimiento, como ir, venir, caminar; i vale: a qué parte, o a la parte que».

Como se ve, la Academia, en el año mencionado, enseñó que el uso de adonde por donde no era tan común como el de donde por adonde.

En la tercera edición de 1791, en la cuarta de 1803

i en la quinta de 1817, conservó el artículo destinado al adverbio adonde en la segunda de 1780; pero varió como sigue el destinado al adverbio donde:

«Donde, adverbio de lugar. Lo mismo que adonde. Usase con verbos de quietud i de movimiento».

Como se ve, la Academia insistió de un modo mas terminante en que donde podía usarse por adonde.

En la sesta edición de 1822, en la séptima de 1832, en la octava de 1837, i en la novena de 1843, conservó el artículo destinado al adverbio donde; pero varió como sigue el destinado al adverbio adonde.

«Adonde, adverbio de lugar. A qué parte o a la parte

que».

Nótase que la Academia, en estas ediciones, no dijo ya que adonde podía emplearse alguna vez por donde, como la había espresado en las anteriores.

En la décima edición de 1852, i en la undécima de 1869, la Academia conservó el artículo destinado al adverbio adonde; pero varió como sigue el destinado a donde:

«Donde, adverbio de lugar. Denota el sitio en que se hace o dice, ocurre, nace o subsiste alguna cosa. Usase con verbos de quietud i de movimiento.— Adonde».

Resulta que la Real Academia enseñó, desde 1822 hasta 1869, que adonde denota solo el lugar a que, o hacia que, i por lo tanto, no debe emplearse en el sentido de donde, o lugar en que, como algunos escritores antiguos lo practicaron.

Así, cuando don Andrés Bello dijo, en la GRAMÁTICA DE LA LENGUA CASTELLANA que «adonde usado por donde es un arcaísmo que debe evitarse», no hizo mas que seguir la doctrina de la docta corporación.

Lo único que la Academia persistía en reconocer era donde podía usarse por adonde; o en otros térmi

que

nos, que donde podía significar unas veces el lugar en que; i otras, el lugar a que.

Habría sido de desear que, así como no daba al adverbio adonde otra acepción que la de lugar a que, hubiera procurado del mismo modo que no se diera al adverbio donde otra que la de lugar en que.

Conviene que cada una de estas dos ideas, o de estas dos relaciones diferentes de lugar, sea espresada por palabras propias i distintas, como López de la Huerta, March, Bello i Mora querían que se hiciese, i como muchos de los que hablan i escriben en nuestro idioma lo hacen efectivamente.

Por desgracia, la Academia no lo ha ejecutado así en la duodécima edición del DICCIONARIO, en la cual ha renovado la doctrina que espuso en la primera, i que modificó en las siguientes, de que podían usarse indiferentemente, no solo donde por adonde, sino adonde por donde. (1)

Esto importa, en mi concepto, un verdadero retroceso operado precisamente cuando el uso, estimulado por las advertencias hechas por la Academia en las ediciones precedentes tiende a fijar entre los significados de adonde i de donde la conveniente distinción.

Sin duda alguna, el uso jeneral es el que determina la acepción de las palabras; pero, no por ello, las personas instruídas dejan de estar obligadas, para mejorar la lengua, a enmendar lo que sea vicioso.

Un gran número de los escritores mas sobresalientes de nuestra raza, han empleado, verbigracia, el cuyo para enlazar el sujeto o termino de una primera pro posición con el sujeto o término de una segunda.

Tirso de Molina, en EL BURLADOR DE SEVILLA, acto 2, escena 10, supone que el anciano don Diego Tenorio dirije a su hijo don Juan los siguientes versos:

(1) La 13a edición del DICCIONARIO no ha innovado a este respecto.

Al fin el rei me ha mandado

que te eche de la ciudad,
porque está de tu maldad
con justa causa indignado;
que, aunque me lo has encubierto.
ya en Sevilla el rei lo sabe,
cuyo delito es tan grave,
que a decirtelo no acierto.
¡En el palacio real,

traición, i con un amigo!

Don Ramón de Mesonero Romanos, en las ESCENAS MATRITENSES, artículo titulado LA EMPLEO-MANÍA, se espresa así:

«Mi esposa era una mujer altiva, acostumbrada a ser obedecida; i en mí, veía a un marido, a quien ella había elevado a su altura, cuya consideración la hacía insufrible, dándola un dominio absoluto sobre mí.»

Don Antonio Ferrer del Rio, en la GALERÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA, pájinas 70 i 71, edición de Madrid, 1846, dice lo que sigue, hablando sobre el conde de Toreno:

«Se mostraba intolerante, arrebatado i sañudo al discutirse el manifiesto de Lardizábal, en cuyo asunto cedían las cortes a instintos de propia venganza, mas bien que a decretos de imparcial justicia».

Don Juan de la Pezuela i Ceballos, conde de Cheste, uno de los maestros de nuestra lengua, dice, en el ELOJIO FUNEBRE de don Ventura de la VEGA, leído el 23 de febrero de 1866, lo que sigue:

«Esa misma comedia (EL HOMBRE DE MUNDO), algún tiempo después, fué puesta en escena en el teatro particular que tiene la señora condesa viuda de Montijo en su quinta de Carabanchel, cuya circunstancia no quiero dejar olvidada». (MEMORIAS DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA, tomo 2.o, pájina 455).

Don Fermín de la Puente i Apezechea, otro docto individuo de la Real Academia, en un discurso leído ante ella el 12 de febrero de 1871, se espresa así:

<<Públicos son los gozos i las alegrías de la Academia, sus sufrajios por los muertos, sus concursos entre los vivos, la admisión de sus nuevos miembros, la inauguración anual de sus trabajos con un discurso literario i el resumen de sus actas del propio año que hace su secretario, así como el examen trienal que verifica su director, en cuyo período le es obligatorio volver la vista atrás para mirar luego adelante, contemplar el camino andado, antes de ver el que se desenvuelve a su vista.» (MEMORIAS DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA, tomo 3.o, pájina 206).

El injenioso académico don Antonio María Segovia, en un discurso leído el 30 de marzo de 1873, dice lo siguiente:

«Es cuestión la de si el acento produce o no cantidad, o para hablar mas claro, si la sílaba acentuada debe llamarse larga, a imitación de la prosodia de griegos i latinos, de cuyas tradiciones no hemos podido sacudir el yugo, ni aun después de que los estudios modernamente profundizados de aquellas i las demás lenguas nos han obligado a confesar que ignorábamos completamente en qué consistía la medida que aquellos pueblos usaban para su versos (a cuya operación llamaban los latinos scansio del verbo scandere), si bien sospechamos que leían i recitaban sus versos con cierta especie de salmodia o canturía, completamente ajena a nuestras costumbresi a nuestros idiomas». (MEMORIAS DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA, tomo 4, pájina 477).

En otras de estas apuntaciones (la destinada a cuyo), he citado varios ejemplos de este mismo defecto,

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