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DE LA

UNIVERSIDAD DE CHILE,

O REPERTORIO DE INSTRUCCION PÚBLICA, HUMANIDADES,
LITERATURA, FILOSOFÍA, I CIENCIAS MATEMÁTICAS, FÍSICAS, MÉDICAS,
LEGALES, POLÍTICAS I SAGRADAS.

PERIÓDICO OFICIAL DE LA UNIVERSIDAD, DESTINADO AL FOMENTO I CULTIVO DE LAS
CIENCIAS, LA LITERATURA I LA INSTRUCCION PÚBLICA EN CHILE.

Segun lo ordenado por disposiciones supremas, esta publicacion se hace (por cuadernos o entregas mensuales, seis
de las cuales forman un tomo al fim de cada semestre, con su respectivo indice de materias) bajo las inme-
diatas órdenes del Rector de la Universidad, por un Miembro de ésta, espccialmente encargado de su direcciou.

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IMPRENTA NACIONAL, CALLE DE LA MONEDA, NÚM. 46.
1862

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LA ARAUCANA POR DON ALONSO DE ERCILLA I ZÚ ÑIGA.-Juicio crítico de esta obra por el Señor Rector de la Universidad don Andres Bello.

Mientras no se conocieron las letras, o no era de uso jeneral la escritura, el depósito de todos los conocimientos estaba confiado a la poesia. Historia, jenealojías, leyes, tradiciones relijiosas, avisos morales, todo se consignaba en cláusulas métricas, que, encadenando las palabras, fijaban las ideas, i las hacian mas fáciles de retener i comunicar. La primera historia fué en verso. Se cantaron las hazañas heróicas, las expediciones de guerras, i todos los grandes acontecimientos, no para entretener la imajinacion de los oyentes, desfigurando la verdad de los hechos con injeniosas ficciones, como mas adelante se hizo, sino con el mismo objeto que se propusieron despues los historiadores i cronistas que escribieron en prosa. Tal fué la primera epopeya o poesía narrativa: una historia en verso, destinada a trasmítir de una en otra jeneracion los sucesos importantes para perpetuar su memoria.

Mas en aquella primera edad de las sociedades, la ignorancia, la creduli. dad i el amor a lo maravilloso debieron por precision adulterar la verdad histórica i plagarlas de patrañas, que, sobreponiéndose sucesivamente unas tras otras, formaron aquel cúmulo de fábulas cosmogónicas, mitolójicas i heróicas, en que vemos hundirse la historia de los pueblos cuando nos remontamos a sus fuentes. Los rapsodos griegos, los ascaldos jermánicos, los bardos bretones, los troveres franceses, i los antiguos romanceros castellanos, pertenecieron desde luego a la clase de poetas historiadores, que al principio se propusieron simplemente versificar la historia; que la llenaron de cuentos maravillosos i de tradicciones populares, adoptados sin exámen, i jeneralmente creidos; i que despues, engalanándola con sus propias invenciones, crearon poco a poco i sin designio un nuevo jénero, el de la historia ficticia. A la epopeya-historia sucedió entónces la epopeya-histórica, que toma prestados sus materiales a los sucesos verdaderos i celebra personajes conocidos, pero entreteje con lo real lo ficticio, i no aspira ya a cautivar la fé de los hombres, sino a embelesar su imajinacion.

En las lenguas modernas se conserva gran número de composiciones que pertenecen a la época de la epopeya-historia. ¿Qué son, por ejemplo,

los poemas devotos de Gonzalo de Berceo, sino biografias i relaciones de milagros, compuestas candorosamente por el poeta, i recibidas con una fé implícica por sus crédulos contemporaneos?

No queremos decir que despues de esta separacion la historia, contaminada mas o ménos por tradiciones apócrifas, dejase de dar materia al verso. Tenemos ejemplo de lo contrario en España, donde la costumbre de poner en coplas los sucesos verdaderos, o reputados tales, que llamaban mas la atencion subsistió largo tiempo, i puede decirse que ha durado hasta nuestros dias, bien que con una notable diferencia en la materia. Si los romanceros antiguos celebraron en sus cantares las glorias nacionales, las victorias de los reyes cristianos de la Peninsula sobre los árabes, las mentidas proezas de Bernardo del Carpio, las fabulosas aventuras de la casa de Lara, i los hechos, ya verdaderos ya supuestos, de Fernan Gonzales, Ruiz Diaz i otros afamados capitanes; si pusieron algunas veces a contribucion hasta la historia antigua sagrada i profana; en las edades posteriores el valor, la la destreza i el trájico fin de bandoleros famosos, contrabandistas i toreros han dado mas frecuente ejercicio a la pluma de los poetas vulgares i a la voz de los ciegos.

En el siglo XIII fué cuando los castellanos cultivaron con mejor suceso la epopeya-historia. De las composiciones de esta clase que se dieron a luz en los siglos XIV i XV, son mui pocas aquellas en que se percibe la menor vislumbre de poesía. Porque no deben confundirse con ellas, comolo han hecho algunos críticos transpirenaicos, ciertos romances narrativos, que, remedando el lenguaje de los antiguos copleros, se escribieron en el siglo XVII, i son obras acabadas en que campean a la par la riqueza del injenio i la perfeccion del estilo (1).

Hai otra clase de romances viejos que son narrativos, pero sin designio histórico. Celébranse en ellos las ideas i amores de personajes estranjeros, a veces enteramente imajinarios; i a esta clase pertenecieron los de Galvano, Lanzarote del Lago, i otros caballeros de la Tabla Redonda, es decir, de la corte fabulosa de Arturo, Rei de Bretaña [a quien los copleros llamaban Artús]; o los de Roldan, Oliveros, Baldovinos, el Marquez de Mantua, . Ricarte de Normandía, Guido de Borgoña, i demas paladines de Carlomagno. Todos ellos no son mas que copias abreviadas i descoloridas de los romances que sobre estos caballeros se compusieron en Francia i en Inglaterra desde el siglo XI. Donde empezó a brillar el talento inventivo de los españoles fué en los libros de caballería

Luego que la escritura comenzó a ser jeneralmente entendida, dejó ya de ser necesario, para gozar del entretenimiento de las narraciones ficticias, el oirlas de boca de los juglares i menestrales, que vagando de castillo en cas

(1) Cayeron en esta equivocacion Sismondi Litter du Midi, l'Europe, chap. XXIV; el autor del Tableau de la Litter (en el tomo XXIV de la Euciclopedia de Courtin) párrato XVIII, i otro

varios

tillo i de plaza en plaza, i regocijando los banquetes, las férias i las romerías, cantaban las batallas, amores i encantamientos, al son del harpa i la vihuela. Destinadas a la lectura i no al canto, comenzaron a componerse en prosa; novedad que no puede referirse a una fecha mas adelantada que la de 1300. Por lo menos es cierto que en el siglo XIV se hicieron comunes en Francia los romances en prosa. En ellos por lo regular se sigueron tratando los mismos asuntos que antes: Alejandro de Macedonia, Arturo i la Tabla Redonda, Tristan i la bella Iseo, Lanzarote del Lago, Carlomagno i sus doc Pares, etc. Pero una vez introducida esta nueva forma de epopeyas o historias ficticias, no se tardó en aplicarla a personajes nuevos, por lo comun enteramente imajinarios; i entónces fué cuando aparecieron los Amadises, los Belianises, los Palmerines, i la turbamulta de caballeros andantes, cuyas portentosås aventuras fueron el pasatiempo de toda Europa en los siglos XV i YVI. A la lectura i a las composiciones de esta especie de romances se aficionaron sobre manera los españoles, hasta que el héroe inmoltal de la Mancha la puso en ridículo, i la dejó consignada para siempre al olvido

La forma prosaica de la epopeya no pudo ménos de frecuentarse i cundir tanto mas, cuanto fué propagándose en las naciones modernas el cultivo de las letras, i especialmente el de las artes elementales de leer i escribir. Miéntras el arte de representar las palabras con signos visibles fué desconocido totalmente o estuvo al alcance de mui pocos, el metro era necesario para fijarlas en la memoria, i para trasmitir de unos tiempos i lugares a otros, los recuerdos i todas las revelaciones del pensamiento humano. Mas a medida que la cultura intelectual se difundia, no solo se hizo de ménos importancia esta ventaja de las formas poéticas, sino que refinado el gusto impuso leyes severas al ritmo, i pidió a los poetas composiciones pulidas i acabadas. La epopeya métrica vino a ser a un mismo tiempo ménos necesaria i mas difícil, i ambas causas debieron estender mas i mas el uso de la prosa en la historias ficticias, que destinadas al entretenimiento jeneral se multiplicaron i variaron al infinito, sacando sus materiales, ya de la fábula, ya de la alegoría, ya de las aventuras caballerescas, ya de un mundo pastoril no ménos ideal que el de la caballería andantesca, ya de las costumbaes reinantes; i en este último jénero recorrieron todas las clases de la sociedad i todas las escenas de la vida, desde la corte hasta la aldea, desde los salones del rico hasta las guaridas de la miseria i hasta los mas impuros escondrijos de crímen.

Estas descripciones de la vida social, que en castellano se llaman novelas (auque el principio solo se dió este nombre a las de corta estension, como las Ejemplares de Cervantes,) constituyen la epopeya favorita de los tiempos modernos, i es lo que en el estado presente de las sociedades representan las rapsodias del siglo de Homero, i los romances rimados de la media edad. A cada época social, a cada modificacion de la cultura,

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