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de marqués; pero compadecía al pueblo, i deseaba sacarlo de su postración i miseria.

En su sala de recibo, había colgado un cuadro pintado al óleo que representaba a Adán cavando la tierra después de su espulsión del paraíso.

Al pie del lienzo, había hecho colocar la siguiente inscripción:

De este destripaterrones

descienden los señoroncs.

El 6 de marzo de 1797, el noble magnate ordenó que se abriese la escuela propuesta de aritmética, jeometría i dibujo bajo la denominacion de Academia de San Luís en obsequio de la reina de España María Luísa, mujer de Carlos IV; se declaró protector del establecimiento; le asignó por renta los mil pesos ofrecidos por el consulado i los cuatrocientos acordados por el cabildo; mandó que se representara al rei la justicia de que la junta de minería, mientras no fundara el colejio a que estaba obligada, contribuyese con algo para el nuevo instituto, que podía preparar a los jóvenes para aprender científicamente la mineralojía i metalurjia; i en fin, nombró por director de la academia a don Manuel de Salas, «en quien concurrían las circunstancias necesarias, con la de ser individuo de los dos cuerpos contribuyentes, i considerando que ninguno podía ser mas a propósito para promoverla, que el mismo que la había ideado, propuesto i obtenido de la bondad del soberano».

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Para lograr que aquel plan tan humilde fuera mandado ejecutar, había necesitado Salas quince largos meses de un empeño diario, constante, infatigable, yendo como pretendiente porfiado del consulado al cabildo, del cabildo a la junta de minería, de la junta de minería al presidente del reino, del presidente al monarca; volviendo en seguida a recorrer de alto a bajo la misma escala de autoridades con solicitudes i demostraciones; i teniendo en tan fatigoso viacrucis, que halagar el amor propio de uno, que responder a la necedad del otro, que apelar al patriotismo de éste, que ponerse serio con aquél, en una palabra, que recurrir a toda especie de insinuaciones i de esfuerzos. I tantos pasos ¿para qué eran?

Para conseguir que se planteara una escuela cuyo sostenimiento demandaba un gasto anual de solo dos mil trescientos setenta i cinco pesos.

Todavía al fin de aquellos quince meses, todo lo que había obtenido era el decreto del presidente Avilés, que acabo de mencionar, el cual, como vamos a verlo, era únicamente el principio del principio.

Quizá haya quien considere demasiado prolija mi narración; pero continuaré dando detalles minuciosos, porque los juzgo indispensables para pintar el atraso estremado de aquella época i la perseverancia heroica de don Manuel de Salas.

Verdaderamente merece admiración la grandeza de ciertos hombres en medio de tantas pequeñeces.

Estaba el promotor de la academia de San Luís tratando de establecerla lo mejor que se pudiera, aunque solo contaba para ello con los mil cuatrocientos pesos ofrecidos por el cabildo i consulado, cuando la segunda de estas corporaciones espuso que, en atención a haberse disminuído sus entradas por la guerra declarada entre España e Ingla terra, no podía por entonces entregar la cantidad que había prometido.

Sin embargo, este inesperado contratiempo no amilanó al inquebrantable Salas, quien resolvió abrir luego la academia del modo que fuese posible, i con las únicas clases de gramática i dibujo.

«Se creyó ser necesaria la cantidad de mil quinientos pesos por una sola vez i de dos mil trescientos setenta i cinco pesos por año que se calculó para su plantificación i mantenimiento (decía en la solicitud que dirijió con este objeto al presidente Avilés), i solo hai efectiva la moderada de cuatrocientos pesos cada año, que franqueó el ayuntamiento. Con esta sola, puede ponerse en planta la escuela, invirtiendo la asignación del primer año en costear mesas, bancos, colocación de modelos i demás necesario, obligándome yo a satisfacer los salarios de los maestros de dibujo i gramática, i alquiler de la casa, mientras Su Majestad, informado de la necesidad, estado i facilidad del establecimiento, se sirve proveer a su subsistencia por los medios que presenta el espediente. Cuando llegue la determinación favorable (de que no dudo), ya las

jentes habrán sentido las ventajas, i no se dejarán alucinar por los interesados en frustrarlas; i yo me compensaré de los suplementos i pequeños sacrificios que haga al bien jeneral». (1)

Habiendo sido aceptada el 17 de junio por el presidente Avilés la indicación anterior, se instauró la academia el 18 de setiembre de 1797 en una casa de la calle de San Antonio, situada al frente de la habitación de Salas, que al decir de éste era adecuada entre las raras de arriendo que se presentaban, i le proporcionaba la gran ventaja de facilitarle una asistencia inmediata i frecuente al establecimiento. (2)

Tuvo desde luego tres clases: una de primeras letras según el método adoptado en la corte i sitios reales; la segunda de gramática latina i castellana; i la tercera de dibujo.

Entiendo que aquella fue la primera vez que hubo en Chile enseñanza pública de la lengua patria.

Era tanta la escasez de hombres de alguna instrucción en cualquier ramo, que la clase de dibujo no habría podido abrirse si por casualidad no hu

(1) Salas, Representación al presidente de Chile, fecha 28 de mayo de 1797.

(2) Salas, Informe al presidente interino don José de Santiago Concha, fecha 10 d abril de 1801.

biera llegado un profesor italiano, don Martín Petri.

Por lo que tocaba a las matemáticas, el mismo Salas declaraba que, aún habiendo habido fondos, habría sido imposible comenzar su enseñanza por falta de maestros. (1)

En 31 de enero de 1793, el rei tuvo a bien aprobar la fundación de la academia de San Luís, ordenando que para su sostenimiento dieran anualmente: mil pesos la junta de minería; mil, el consulado; i cuatrocientos, el cabildo de Santiago.

Gracias a esta real disposición, Salas pudo contar con los dos mil cuatrocientos pesos que tanto había anhelado; pero «la falta de un profesor de matemáticas (decía en el informe a que he aludido varias veces) nos redujo a pensar solo en disponer las cosas para cuando se consiguiese, alejándonos de esta esperanza la guerra, que hizo necesaria la presencia de los tres injenieros que había en el reino en los puertos de mar».

Al fin, después de tan porfiado batallar contra obstáculos de todo jénero, pudo abrirse bajo la dirección del injeniero don Agustín Marcos Caballero, recién venido de la Península, la tan deseada clase de matemáticas el 1.o de octubre de 1799, casi a los cuatro años cabales de haberse propuesto un proyecto tan sencillo i poco costoso. (2)

(1) Salas, Informe al presidente interino don José de Santiago Concha. (2) Salas, Informe al presidente interino don José de Santiago Concha.

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