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i el de precaverlas de la voracidad de innumerables

ratas.

«El suelo parece formado de materias volcánicas, conjetura apoyada en algunas tradicciones, en piedras fundidas que se hallan en las alturas, en los diversos colores de la tierra, en el calor que ésta despide, i en los vapores que exhala. En todas partes, se encuentran manantiales de aguas excelentes. Abundan maderas para combustibles i edificios, que frecuentemente se encuentran secas por la caída de los árboles, provenida de la flojedad del terreno i de los vientos impetuosos, que, retenidos por los cerros, se agolpan hasta abrirse camino i soplan en fuertes ráfagas momentáneas de la parte de tierra o del sur.

«Las habitaciones se hacen de palizada, cubierta con paja débil, llamada teatina, o con una especie de palma, conocida con el nombre de chonta. Suele emplearse la piedra unida con barro. Algunos ladrillos i tejas se han llevado del continente, porque dificultan su construcción la humedad del aire i la calidad de la tierra.

«Podrían mantenerse grandes rebaños; pero solo se han conseguido unas pocas vacas i ovejas, no para el alimento de los habitantes, sino para un recurso en los casos en que se interrumpa el situado, o envío de comestibles, que se hace de Chile. Para lo uno i lo otro, podrían servir las cabras, producidas de cinco que dejó allí un armador inglés, i que procrearon hasta el estremo de inspirar

al gobierno español la singular idea de estinguirlas para que no las aprovechasen los estranjeros. Para ello, llevaron perros que, propagándose, consumieron cuantas no se refujiaron a peñascos inatacables, o pendientes sobre el mar.

«Lo mismo han hecho las palomas, que de caseras se han convertido en silvestres; único volátil que se ve allí, a escepción de algún cernícalo, de mui raro zorzal, i de la pardela, solo buena para servirse de la grasa en alumbrados. Las moscas de varias clases, mosquitos i pulgas son muchas i molestísimas. En recompensa, no se ven un piojo, chinche, zapo, culebra, ni otra especie de reptil o insecto.

«Tiene la isla dos malos desembarcaderos, llamados del Inglés, i del Francés, i en el promedio la bahía de Cumberland, fondo profundo de piedra. Su mejor anclaje es de cuarenta brazas, cerca de la orilla; mal defendido de los vientos de mar, i espuesto a los de la tierra, circunstancias que dificultan la entrada, i compelen a salidas precipitadas en que raro buque deja de romper cables o perder anclas. La pesca es abundante i de regular calidad. No hai otro marisco, que la langosta, de esquisito gusto.

«Avisada la corte de Madrid de la frecuente arribada de los filibusteros i otros aventureros a proveerse de agua i leña, espidió órdenes para que se fortificase i poblase a fin de evitar que fuese asilo de contrabandistas i corsarios. A consecuencia, se

enviaban cada dos años un gobernador, dos capellanes, un cirujano, albañiles, carpinteros, herreros, tropa destacada de la infantería de la frontera, sueldos, víveres, vestuarios i cuanto puede necesitarse en un desierto, que no produce ni aún la sal.

«Todo se aumentaba en tiempo de guerra, en que se añadía tropa de Lima con doble prest; i todo, como en un abismo, se sumerjía en la bolsa del gobernador, únicamente autorizado para hacer el comercio esclusivo, fijar los precios a compradores necesitados, pendientes de sus órdenes absolutas, cuyas pagas tenía en su mano, i cuya embriaguez, pereza i demás vicios tenía interés en fomentar para hacer su detestable ganancia. Así se ha visto salir a alguno, al fin de cinco años, con setenta mil pesos, i a otros en menos de dos con veinte i cinco mil, fenómeno inconcebible a vista de tanta miseria.

«Con los anuncios de guerra, crecían las dilapi daciones i fraudes de toda especie. Al momento, se remitían municiones, que inutilizaba el temperamento, o disipaba la malversación. Las compras hechas por asentistas, i las conducciones por navie ros, que aprovechaban las angustias del gobierno, hacían subir los precios. Se enviaban injenieros que emprendían trabajos fantásticos, dando nombre de camino cubierto a la escavación de una ladera, i de casernas a unas grutas delesnables en la falda de un monte, labrando, sin mas arte que el corbacho, ni otra máquina que el garrote, a estilo mu

sulmán, una senda para elevar un cañón sin cureña o desfogonado, a una altura donde era tan inútil, como en el fondo del mar. Obras todas que solo se inspeccionaban en las cuentas, burlándose ellos mismos de las medidas de defensa para una plaza que jamás será atacada, i que, si lo fuese, no resistiría al menor amago, aunque estuviesen dentro Vauban, La Valette, i aún Arquímedes.

«En efecto, ¿qué haría uno de estos jenios de la polémica, o los tres juntos, si un solo bergantín, bloqueando el puerto, los redujese a morir de hambre? ¿Si el mas despreciable invasor alarmase a los desesperados presidarios, enemigos natos, conspiradores habituales, i aliados naturales de sus libertadores?

«No cansemos. Solo hace inespugnable esta plaza la satisfacción de que no ha sido embestida en tres siglos, i la confianza de que no lo será en diez. Nadie tiene interés en hacerlo: ni los contrabandistas, porque tienen centenares de puntos en que almacenar i espender sus mercancías; ni la marina militar, porque cualquiera arribada es mejor i mas segura; ni potencia alguna necesita la propiedad de unas islas que están a disposición del primero que quiera ocuparlas. Así el precaver este riesgo estraordinario, el amparar a tanta costa una posesión o derecho que bastarían a conservar un sarjento, dos inválidos i un pito, o una bandera, seis gallinas i un gallo, como mantenían los primeros dueños de las Malvinas a estas islas, es una quijotería inan

guantable, o una necedad, como la de Vasco Núñez de Balboa.

go.

«Estas razones obligaron a despoblarlas al bierno patrio, despreocupado de las ilusiones de la metrópoli; i el haberlas olvidado hizo repetir el mismo error i una funesta tentativa que justificó la racionalidad de la primera resolución, a costa de atentados, asesinatos i robos bastantes para reparar en seis meses el déficit de atrocidades que se echaban menos en la escandalosa crónica de aquel Tártaro en el tiempo que estuvo deshabitada.

«Si, a pesar de tanta demostración, desengaño i esperiencia, se insiste todavía en mantener sobre la superficie del globo esta especie de infierno i un lugar que deshonre al siglo liberal; si, por un portento milagroso, pudiese existir sin tanta iniquidad; aún así sería, cuando menos, un error craso de aritmética moral i económica, pues la suma de un desembolso tan considerable, i de un cuidado tan enorme, solo produciría por todo resultado el tener un lugar a que deportar malvados, i donde separar de la sociedad a hombres incompatibles con su seguridad o quietud; pero de ningún modo para esperar de su confinación allí su enmienda, pues se hacen peores, ni el escarmiento de otros que no lo ven, ni que temporalmente varíen de conducta para abreviar sus padecimientos, pues el tiempo está fijado irremisiblemente, i está escrito en la entrada como en la del infierno de Dante: Voi qui intrate, assiate omai ogni speranza. Solo les queda la de

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