América poética: Coleccion escojida de composiciones en verso

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Imprenta del Mercurio, 1846 - 811 páginas
 

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Página 309 - ¿Por qué no miro alrededor de tu caverna inmensa las palmas, ¡ay!, las palmas deliciosas, que en las llanuras de mi ardiente patria nacen del sol a la sonrisa, y crecen, y al soplo de las brisas del oceano bajo un cielo purísimo se mecen?
Página 62 - ... y para ti el maíz, jefe altanero de la espigada tribu, hincha su grano; y para ti el banano ° desmaya al peso de su dulce carga: el banano, primero de cuantos concedió bellos presentes Providencia a las gentes del Ecuador feliz, con mano larga. No ya de humanas artes obligado el premio rinde opimo; no es a la podadera, no al arado, deudor de su racimo: escasa industria bástale, cual puede hurtar a sus fatigas mano esclava: crece veloz, y cuando exhausto acaba, adulta prole en torno le sucede.
Página 65 - Ya ramo a ramo alcanza, Y a los rollizos tallos hurta el día: Ya la primera flor desvuelve el seno, Bello a la vista, alegre a la esperanza: A la esperanza, que riendo enjuga Del fatigado agricultor la frente, Y allá a lo lejos, el opimo fruto, Y la cosecha apañadora pinta...
Página 347 - Su brillo desfalleciendo fue; la blanca luna y de Venus la estrella solitaria en el cielo desierto se veían. ¡Crepúsculo feliz! Hora más bella que la alma noche o el brillante día, ¡cuánto es dulce tu paz al alma mía!
Página 361 - ... ansí yo de rancho en rancho y de tapera en galpón ando triste y sin reposo, cantando con ronca voz de mi Patria los trabajos, de mi destino el rigor...
Página 348 - En tal contemplación embebecido Sorprendióme el sopor. Un largo sueño De glorias engolfadas y perdidas En la profunda noche de los tiempos, Descendió sobre mí. La agreste pompa De los reyes aztecas desplegóse A mis ojos atónitos. Veía Entre la muchedumbre silenciosa De emplumados caudillos levantarse El déspota salvaje en rico trono, De oro, perlas y plumas recamado...
Página 308 - Al despeñarse el huracán furioso, al retumbar sobre mi frente el rayo, palpitando gocé: vi al océano, azotado por austro proceloso, combatir mi bajel, y ante mis plantas sus abismos abrir, y amé el peligro, y sus iras amé: mas su" fiereza en mi alma no dejara la profunda impresión que tu grandeza.
Página 86 - ¡Mira! Su ruedo de cambiante nácar el Occidente más y más angosta; y enciende sobre el cerro de la costa el astro de la tarde su fanal. Para la pobre cena aderezado brilla el albergue rústico, y la tarda vuelta del labrador la esposa aguarda con su tierna familia en el umbral.
Página 87 - Sumido en profundo cieno, Hace aullar el canto obsceno De nocturna bacanal; Y por la velada virgen Que en su solitario lecho, Con la mano hiriendo el pecho, Reza el himno sepulcral. Por el hombre sin entrañas, En cuyo pecho no vibra Una simpática fibra Al pesar y á la aflicción; Que no da sustento al hambre...
Página 64 - La oscuridad de su infructuosa pompa. Abrigo den los valles A la sedienta caña: La manzana y la pera En la fresca montaña El cielo olviden de su madre España : Adorne la ladera El cafetal: ampare A la tierna teobroma en la ribera La sombra maternal de su bucare Aquí el verjel, allá la huerta ría.

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