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en que la humanidad marcha hollandó a la humanidad i despeñándose en los abismos que ella misma zanją con sus manos, una sabiduría profunda que la esperiencia de los siglos ha ilustrado; una sabiduría cuyos consejos son infalibles, porque están apoyados en los sacrosantos preceptos de la lei a que el Omnipotente ajustó la organizacion de ese universo moral. Los pueblos deben penetrar en ese santuario augusto con la antorcha de la filosofía para aprender en él la esperiencia que ha de guiarlos. ¡Huyan, ellos i los hombres que dirijen sus destinos de esa confianza ciega en el fatalismo, que los apartaria de la razon, anulando en su orijen las facultades de que su naturaleza misma los ha dotado para labrarse su dicha!

El jénero, humano tiene en su propia esencia la capacidad de su perfeccion, posee los elementos de su ventura i no es dado a otro que a él la facultad de dirijirse i de promover su desarrollo, porque las leyes de su organizacion forman una clave que él solo puede pulsar para hacerla producir sonidos armoniosos. A fin de conocer esas leyes i apreciarlas en sus naturales resultados, debe abrir el gran libro de su vida en el cual están consignadas con caractéres indelebles: en él verá que esa constante alternativa de bienes i desgracias en que han trascurrido los siglos, no es ni la obra fatal de un poder ciego que lo precipita de suceso en suceso, ni la consecuencia inevitable de un capricho, sino un efecto natural de esas leyes, de ese órden de condiciones a que está sujeto en su naturaleza. Verá tambien que si en el universo físico se desenvuelven espontáneamente las causas que le sirven de

leyes para producir un resultado necesario, nó sẽ opera lo mismo en el universo moral, porque el hombre tiene el poder de provocar el desarrollo de sus leyes o de evitarlo por medio de la libertad de sus operaciones, segun convenga a su felicidad. La humanidad no es ni ha sido lo que ella podia rigorosamente ser, atendidas las circunstancias de lugar i tiempo, sino lo que ha debido ser, atendido el uso que han hecho de esas circunstancias los hombres que la han dominado i dirijido: ¡ella tiene una parte activa en la direccion de sus destinos, porque si así no fuera, su libertad seria una mentira insultante, su dignidad desapareceria i en el mundo no podria existir idea de la justicia! (1)

Por esto he dicho, señores, que la sociedad debe acudir a la historia, a ese precioso depósito de la esperiencia, para sacar de ella el preservativo de la desgracia i la luz que debe guiarla en las tinieblas de lo futuro. Solo en ella puede conocer las leyes inmutables de su felicidad o decadencia, en ella solo puede ver los escollos que tiene que salvar, las influencias del pasado que pueden detener su progreso, los errores que deben encaminarla a su ruina, i en fin, solo en ella puede estudiar la marcha que ha seguido i el grado i posicion que ocupa en la escala de las naciones. Los hombres públicos, aquellos a quienes ha cabido la dicha de encargarse de la difícil tarea de di

(1) Talvez podrá calificárseme de osado, porque me aparto aquí de, la base de las brillantes teorias de mas de un jenio de los tiempos modernos, pero pido perdon de ésto, si es una falta, i pido se me permita usar de mi libertad de pensar. Yo no creo en el fatalismo histórico, según lo conciben algunos sábios.

rijir un estado, deben por esta razon conocer a fondo la historia del pueblo cuya ventura se les encomienda. Si la constitucion de una sociedad, en sentir del sábio Sismondi, propiamente hablando no es otra cosa que su manera de existir, su vida misma, el conjunto de todas sus leyes i de todas sus usos; si tiene por base los antecedentes de la sociedad misma, ¿ cómo será posible conocerla i seguirla en su espíritu si no se conoce filosóficamente la historia del pueblo ? Si el lejislador debe garantir lo presente para preparar lo que debe ser i promover con prudencia las reformas i acelerar el progreso, ¿quién sino la historia puede guirle en el espinoso curso que ha de seguir en tan alta empresa? ¿Cómo descubrir sin esta antorcha de la divinidad cuáles son las consecuencias funestas de un antecedente pasado, cuáles son las costumbres antisociales que se perpetúan, cuáles las inclinaciones, los vicios que se arraigan en el corazon del pueblo i que oponen resistencias insuperables a su perfeccion ?

Creo sinceramente que si los que aman a su patria i desean de veras su ventura contaran como parte esencial de sus conocimientos en las ciencias sociales el filosófico de la historia, no cometerian jamas aquellos errores que detienen la marcha de las sociedades i las hacen retroceder muchas veces, porque o bien son la repeticion de una causa que en épocas anteriores se ha desenvuelto de un modo funesto i lamentable, o bien son propiamente el eco de preocupaciones que, si hubieran sido conocidas en su orijen i naturaleza, deberian estar ya aniquiladas i tildadas con la infamia de aquellas que se consideran como vergonzosas a la hu

manidad. Tengo arraigada en mi corazon la esperanza de que el progreso de la civilizacion ha de aproximar un tiempo feliz en que esos errores degradantes no figuren en el catálogo de los actos de ningun pueblo culto, i en que las leyes hayan llegado a tal grado de perfeccion que castiguen como a verdaderos criminales a los hombres de mala fé que se esfuercen en perpetuarlos. Esta esperanza podrá talvez calificarse de una verdadera utopia, pero a lo menos no tendrá su fundamento en una de aquellas quimeras engañosas i deslumbrantes que fascinan la mente i la estravian. Ella es inocente i no tan imposible como pa¡ rece en su realizacion !

Convencido de estas verdades que la filosofia ha elevado a la categoría de dogmas, considero llena de sábia prevision i fecunda en felices consecuencias esa disposicion de los estatutos universitarios que prescribe a esta ilustre corporacion el deber de presentar periódicamente un estudio sobre la historia de nuestra patria. Encargado por primera vez este importante trabajo a un hombre como yo, sin duda el menos a propósito para realizarlo de una manera honrosa i satisfactoria, no ofrecerá por cierto ni siquiera en perspectiva el desarrollo que ha de recibir cuando lo ejecuten otros de mis colegas, mas dignos por sus luces i talentos i con mas tiempo libre, que el que yo cuento, para consagrarse a las espinosas investigaciones históricas i a las sérias elucubraciones del filósofo, que busca la sabiduría al traves de hechos remotos e inconexos en la apariencia. No creais, señores, que al espresarme de esta manera acudo a los lugares oratorios comunes en que la vanidad se disfraza mu

chas veces con las esterioridades de la modestia; nó, ¡ esta es la espresion verdadera de lo que pasa en mi corazon!

Pero olvidemos la persona del que tiene el honor de dirijiros la palabra en esta ocasion solemne i ocupémonos en el asunto de este discurso.

¿Qué es la historia de nuestra República? ¿Qué provecho puede sacarse de su estudio para la direccion de los negocios en el estado que actualmente goza? He aquí las cuestiones que se ofrecen como primordiales al fijar la consideracion en este asunto de tan vital importancia.

La historia de Chile es todavía la de un pueblo nuevo que apenas cuenta tres siglos de una existencia sombria i sin movimiento; es la historia de una época pasada que puede el filósofo someter sin gran dificultad a sus investigaciones, i la de una época nueva que tocamos i nos pertenece porque es la presente. El oríjen e infancia de nuestra sociedad no se escapan a nuestras miradas, no se han perdido todavía en las tinieblas de los tiempos, i para hacer su estudio no necesitamos de la crítica que confronta i rectifica, a fin de separar lo falso de lo verdadero, sino de la que califica i ordena hechos conocidos. Dos son de consiguiente los puntos culminantes de nuestra historia, la conquista i la revolucion de la independencia: en estos dos grandes hechos pueden refundirse i formularse todos los demas que han concurrido a consu, marlos. La simple narracion de los que forman la historia del primero de estos sucesos, tal como la han espuesto los escritores, que, haciendo una crónica des, carnada de ellos, han creido escribir la Historia do

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