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bre estos partidos en el caos del primer período revolucionario, i la verdad, tino e imparcialidad con que los juzga i caracteriza. Deteniéndose principalmente en los dos partidos reformadores, el moderado i el radical, dice: "Aqui tenemos, en el orijen de la revolucion de la independencia, dibujados ya los dos partidos que mas tarde han de disputarse la direccion de esta sociedad que ámbos a dos van a crear: el uno es rejenerador, i obra solo a impulsos de la intelijencia, sin curarse de las dificultades ni de los resultados; el otro es conservador i en él obra mas el sentimiento que la intelijencia, de modo que propende a realizar su pensamiento sin ultrajar las preocupaciones, sin destruir de un solo golpe." Hé aqui que con solo la clasificacion i apreciacion de estos partidos, i la intelijencia del modo como cada uno de ellos concurre a la obra de la rejeneracion social, el señor Lastarria ha dado una luz nueva que aclara el horizonte del primer período de la historia política del pais, i nos ha puesto en estado de seguir el hilo de los sucesos de aquella época de manera que comprendamos las verdaderas causas de las determinaciones de los jefes de ambos bandos, i por consiguiente la historia real de aquel período. Por falta de esta apreciacion de los partidos O'Higginista i Carrerinos, al parecer tan fácil de formar, pero que solo es hija de un pensamiento filosófico que penetra en el fondo de las cosas, de una ciencia sólida que posee la teoria de las clasificaciones i distinciones, i de una intelijencia aguda i fuerte que encuentra el verdadero método que nos dirije al descubrimiento de la verdad; por falta de esta apreciacion justa de esos partidos, los

hombres del mas fino criterio, de la mas alta razon, de mas talento para las investigaciones históricas, han cometido errores capitales, al hacer la historia política del primer período de la revolucion, emitiendo siempre un juicio parcial ya en pro ya en contra de algunos de los jefes rivales, dando. de este modo a los hechos un sentido esclusivo i por consiguiente falso i trasmitiéndonos, de aquella época, una historia que está mui léjos de ser la verdadera.

Hé ahí la superioridad del historiador constitucional sobre el historiador puramente político. Miéntras que el primero observa con vista de águila el cuadro entero de la vida de un pueblo, sus costumbres, sus creencias i convicciones de toda especie; mientras que él ve a todas esas palancas del antiguo sistema oponer una resistencia tenaz a la idea nueva que se trata de establecer, i que comprende que la division o desintelijencia de los partidos consiste solo en el modo como cada cual concibe la mas fácil i pronta realizacion de aquella idea; el historiador político no ve sino un solo rincon del cuadro, los hechos de gobierno, i, si bien observa i relaciona el movimiento i lucha de los partidos, no nos da las causas primarias, raices de esta discordancia i choque, sino cuando mas las secundarias i accidentales, atribuyendo todas las determinaciones a celos, rivalidades, intereses personales.

Agradezcamos pues al señor Lastarria el que se haya apartado de sus predecesores en la tarea de fijar los hechos, como quiere la comision, i que se haya elevado a un trabajo mas importante, dándoncs la esplicacion de estos mismos hechos i remitiéndonos la clave que

debe facilitarnos la comprension de la historia política del primer período revolucionario.

Con la aparicion del jeneral Carrera en la escena, el movimiento de la revolucion se precipita. Las nuevas ideas, que habian de traer una nueva constitucion basando la sociedad en un órden de principios distinto del antiguo, empiezan a introducirse abiertamente en la nacion. Hé aquí los instrumentos de la grande obra revolucionaria: 1.° la prensa, sostenida por intelijencias superiores que comprendian el movimiento de la época i capaces de dirijir maestramente la revolucion, como un Henriquez, un Irisarri; 2.° los establecimientos de instruccion, fundados por Carrera para encarnar las ideas en los hombres, formar falanjes de espíritu moderno, i estender el círculo de los conocimientos, sacándolos de los estrechos límites de esa filosofía escolástica que formaba charlatanes irritables i vanidosos intolerantes, de esos estudios teolójicos tan mal dirijidos como mal dijeridos que traian por fatal consecuencia el alejar al hombre de las fuentes mismas de los libros sagrados e inclinarle, (como al estraviado estudiante de derecho, mas bien al estudio de los comentadores que al de los códigos) mas bien al estudio de los teólogos que al de las santas escrituras; i 3.° el movimiento de las nuevas costumbres políticas que hacian del pueblo un soberano cuya voluntad se consultaba para todo i de quien depen dian los cargos públicos: todos estos poderes de un órden nuevo eran otras tantas palancas que movian de raiz los cimientos del sistema antiguo, i preparaban el campo para sentar sobre sus ruinas las bases de un edificio nuevo. Hé aquí como el señor Lastarria

observa la marcha de estas ideas, la formacion de estas costumbres i el arraigo de la revolucion.

"La idea de estatuir un gobierno independiente, la doctrina de la soberania del pueblo ganan terreno, porque esa intervencion frecuente de los ciudadanos en los negocios públicos, ese congreso soberano que no obra sino influido por lo que entonces se llama voluntad popular, i que en las crisis mas graves apela al pueblo, oye su parecer, defiere a sus peticiones, sin embargo de que son unos pocos los que se arrogan el derecho de interpretar, de proclamar i de representar esa voluntad, son otros tantos elementos revolucionarios que debilitan la influencia de preocupaciones coloniales, que despiertan la idea del hombre en sociedad, completamente aniquilada en el sistema español, que inquietan los ánimos para emprender lo que antes habria sido imposible, que echan en el corazon los jérmenes del amor a la patria i del espíritu público; son en fin los elementos que dan oríjen a la reaccion i que, desarrollándose mas adelante, la fortificarán i la harán mas poderosa que el interes antiguo defendido por los partidarios de la metrópoli."

No solo se propagaba el órden nuevo de ideas en la sociedad por medio de la prensa, de los institutos literarios i de las nuevas costumbres políticas, sino que tambien se procuraba darlas cuerpo i formularlas en documentos oficiales, para encarnar de este modo la revolucion en los hombres i en las cosas i constituirla i fijarla por medio de las instituciones.

Así pues, este nuevo sistema de ideas, que iba formando un cuerpo de costumbres, convicciones, leyes e instituciones tambien nuevas i en pugna con el

viejo órden de cosas, se elevó a principios i se formuló en una carta, en el Proyecto de constitucion del señor Egaña, lo que ya era un sistema completo de medios para realizar el gran fin de la rejeneracion social. La revolucion en adelante podria fluctuar, bambolear, i aun sucumbir por algun tiempo; pero ya no podia perecer: su jérmen se encontraba arraigado en el corazon de la sociedad, i tarde o temprano debia dar su fruto. Tal es la conviccion que nos arranca el Bosquejo Histórico Constitucional del señor Lastarria.

La historia constitucional considera pues el fondo de las cosas, nos manifiesta el alma de la época i de los hechos, el cuerpo de principios de que los acontecimientos políticos no son sino meras consecuencias; mientras que la historia puramente política, que no está al cabo de estas teorias, como las llama la comision, no puede absolutamente comprender ni apreciar los sucesos, ni darnos de un modo completo i de raiz, por consiguiente, la verdadera esplicacion de la cadena de los hechos que forma la historia política de una época dada. De modo que antes está fijar los principios o las teorias, i despues sus consecuencias o los hechos, contra el parecer de la comision universitaria. Este es el proceder de toda ciencia, i sobre todo de la ciencia histórica tal cual la esperiencia de los tres siglos anteriores la ha constituido en el siglo diez i nueve.

Mientras que Chile i toda la América meridional pugnaban por hacer triunfar i constituir en su seno los principios de la revolucion francesa que Bonaparte grababa en el corazon de la Europa con la punta

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