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de su espada; aquel grande hombre de quien dependian entonces los destinos del mundo, esto es, la suerte del continente europeo, asiático i americano, despues de haber llegado a su apojeo i querido dividir el imperio de la tierra primero con el Santo Pontífice i despues con el Autócrata ruso, estaba a punto de detener su carro de triunfo, de dejar un gran vacio en el mundo de las ideas, i dar lugar a una rápida reaccion hácia el sistema antiguo. La Rusia, que no habia querido conformarse con el decreto del sistema continental, espedido por Napoleon despues de ser dueño de Prusia por la batalla de Jena (1806), para arruinar a la Gran Bretaña hiriendo de muerte su comercio; la Rusia (en 1812) atrae a los franceses a sus eternas nieves, incendia a Moscow, i los fuerza a emprender la famosa retirada donde sucumbe para siempre el gran emperador. Mientras tanto Wellington, vencedor de los franceses en Portugal, entra victorioso a Madrid, prosigue su carrera triunfal i poco despues, en las llanuras de Victoria, constituye la independencia de la España.

Hé aquí un golpe mortal para la independencia americana. La suerte de la metrópoli se hallaba en razon inversa de la de sus colonias. Mientras la metrópoli estaba colonizada, las colonias proclamaban su independencia; pero a la libertad de aquella, debia suceder la esclavitud de éstas.

Desde que el jeneral Carrera empuñó las riendas del gobierno, a principios de 1811, hasta la entrada de Wellington en España, a fines de 1812, la revolucion marchaba con viento en popa hácia la rejeneracion social; pero desde que se derramó en Chile la noticia

de la independencia de la España i la constitucion del gobierno de Fernando, todo fué desaliento para los patriotas, en tanto que los denominados godos empiezan a tomar brios. El gobierno i la prensa se desaniman; Carrera i Henriquez, los mas esforzados i valientes defensores de la causa americana, pierden su antigua enerjia; mientras tanto los partidarios de la metrópoli, de dia en dia mas exijentes i mas fuertes, se atreven a murmurar i a pedir la reforma de la constitucion que quitaba al rei el gobierno de estos dominios. Sus votos fueron de necesidad atendidos, i Carrera mismo tuvo que sufrir, bajo su gobierno, la proclamacion de una nueva carta constitucional en la que se reconocia a Fernando VII por soberano de Chile. Sin embargo, esto no era sino una especie de transaccion con los monarquistas, i esta constitucior tiene todos los caracteres de tal: así, mientras que por el artículo 3.° se reconoce rei a Fernando VII, quien deberá aceptar la constitucion en el modo mismo que la de la Península, por el artículo 8.° se dispone, que ningun decreto, providencia u órden, que emane de cualquiera autoridad o tribunales de fuera del territorio de Chile, tendrá efecto alguno, i los que intentaren darles valor, serán castigados como reos de estado." (1) Semejante sistema de transacciones, i todo lo que de él emana, no puede ser sino provisorio; por consiguiente esta constitucion estaba destinada, por la fuerza de las circunstancias, a ser transitoria hasta que el triunfo se hubiese decidido completamente en favor de uno solo de los

contendientes.

(1) Véase el Reglamento Constitucional provisorio.

En efecto, en marzo de 1813, el jeneral español Pareja, a la cabeza de un fuerte ejército, enviado por el virei del Perú, invade a Chile, da coraje a los numerosos partidarios de la Península, encubiertos hasta entónces, i una poderosa reaccion toma armas en favor del antiguo sistema i en contra de toda constitucion que no reconozca al rei de España por absoluto soberano de estos paises.

Con la presencia del ejército enemigo, una ajitacion estraordinaria se derrama, un espíritu enérjico i de fuego vuelve a templar las almas de los patriotas. El peligro de la patria naciente sacude el desaliento de los comprometidos entre las clases altas i llena de entusiasmo jeneroso a las clases últimas. Inmediatamente se levanta una asonada, destruye la constitucion que reconocia a Fernando por rei de Chile; Carrera parte a tomar el mando del ejército; una junta gubernativa le sucede; en el gobierno los principios revolucionarios vuelven a brillar con el resplandor del rayo i tambien en la prensa del pais. A fines de 1813 han renacido, para la patria agonizante, los bellos dias de 1811.

Pero todo es en vano; la revolucion estaba herida de muerte con la division de los dos partidos rivales; Carrera es separado del mando del ejército, O'Hig gins, su antagonista, le reemplaza. Talca cae en poder de los realistas; la patria, que peligra, concentra sus fuerzas i nombra un director. El enemigo avanza triunfante hácia la capital, el directorio no ve la salvacion del pais sino en el comodoro ingles; Hillyar interviene entre ámbos belijerantes, se forman tratados por los que el directorio reconoce que Chile es

miembro integrante de la monarquia española; el español no los ratifica i avanza hasta las puertas de Rancagua, en donde O'Higgins i Carrera, tarde por desgracia, deponen sus celos i unen sus armas para combatir al enemigo comun. Es en vano, la victoria se halla siempre al lado de la union; los patriotas sucumben en Rancagua.

"Hé ahí, dice el señor Lastarria, el primer período de la revolucion de nuestra independencia. ¿Debemos considerar este penoso i desgraciado fin como un efecto de accidentes pasajeros, que pudieran haberse evitado, o dádoles otro jiro, adoptando alguno de los planes de defensa concebidos por los dos jenerales de nuestras fuerzas? ¿Deberemos atribuir a algunos o a todos los autores de la revolucion, esa anarquia, esa série de inconsecuencias, de perfidias i debilidades que forman el cuadro del primer período de la revolucion chilena? No, porque si hemos de juzgar como historiadores, es preciso que remontemos a las verdaderas causas que prepararon aquel desenlace; es preciso que no veamos en ese cuadro sino la consecuencia necesaria de los antecedentes de nuestra sociedad; i que hagamos justicia sin dejarnos sorprender de las pasiones que han dominado a los actores i espectadores de aquel drama sangriento."

Hé aquí la reflexion que nos arranca este juicio exacto i profundo del señor Lastarria en el cuadro histórico que nos desarrolla. Solo el historiador constitucional que penetra a fondo el modo de ser de la sociedad, que toma en cuenta, para juzgar los hechos, el carácter de sus costumbres, creencias i convicciones de toda especie, puede darnos las verda

deras causas de los acontecimientos políticos, presentarnos una hilacion tan breve, lójica i clara de la marcha de la revolucion, i juzgar con tanta elevacion e imparcialidad a los hombres i a las cosas del período constitucional cuyo laberinto nos allana.

Por consiguiente el historiador político debe estudiar en la escuela del historiador constitucional; en él debe aprender los hechos ántes de empezar la relacion de ellos, porque una cosa es el aprendizaje de la cadena de los sucesos históricos i otra cosa es la comprension del cuadro de la historia misma. En esto último está la importancia i utilidad de la historia. Bien puede el historiador político, que voga i vaga en la superficie de las cosas, darnos relaciones mas o ménos hermosas i pintorescas, su historia no tendrá todavía mas importancia, para la razon i la moral de la humanidad, que la de un bello romance que divierte la imajinacion; solo el historiador constitucional, que echa el ancla en el fondo de la sociedad, puede darnos la verdadera esplicacion i la exacta comprension del cuadro de la vida de un pueblo, i trasmitirnos grandes lecciones de una importancia real i de una utilidad práctica para la marcha i direccion de las naciones, para el porvenir de la humanidad.

Hé aquí el verdadero mérito de la obra del señor Lastarria: estas son mis convicciones en historia; siento que ellas se alejen tanto de las manifestadas en el informe.-Santiago, diciembre 20 de 1847.

JACINTO CHACON.

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