Imágenes de páginas
PDF
EPUB

CAPITULO SEGUNDO.

Documentos del Alto Congreso de 1811.

El discurso pronunciado en la apertura de aquel cuerpo, es tan interesante i nos revela tan a las claras el pensamiento de los fautores mas adelantados de nuestra revolucion, que creemos preferible insertarlo íntegro, para darlo a conocer por primera vez (1) en toda su estension. Hélo aquí

"SEÑORES:

"En el único modo posible i legal, se vé por la primera vez congregado el pueblo chileno. En las respetables personas, dignas de la jeneral confianza, i en cuya eleccion han tenido parte todos sus habitantes, se reune para tratar el mas grave, delicado, e importante negocio que recuerda la memoria. El dolor i la ajitacion sufocarian mi voz débil, si no fuese inevitable poneros a la vista nuestra verdadera situacion. En su descripcion puedo equivocarme; asi os confieso por lo mas sagrado, os pido por lo que debemos a Dios, al Rei, a la patria, i a nosotros mismos, os ruego sin

(I) Este discurso no se ha publicado íntegro hasta ahora, i se asegura que fué compuesto por don Manuel Salas. Don Mariano de Egaña fué el que me dió esta idea; pero parece que hoi no cabe duda que fué escrito por el mismo señor Rosas, que lo pronunció.

de

cera i eficazmente que en medio de ella me interrumpais, contesteis los hechos, i reflexioneis, i me pongais en la ruta de la verdad i del acierto, con aquella jenerosidad i noble franqueza propias de los representantes de un gran pueblo, sobre quienes está fija la atencion de la Patria i de la posteridad. Vuestro silencio será un comprobante de mis aserciones, i os hará responsables de mis errores.

"Tres años han corrido desde que la augusta familia de nuestros buenos reyes jime en cautiverio. Un aliado pérfido exijió sacrificios i compromisos, que tuvieron el doble objeto de ausiliar sus proyectos i debilitar a la nacion amiga, para incluirla entre las que oprime. Asombrosos esfuerzos de valor han detenido este torrente. ¿Pero, qué ha costado a la gloriosa España dar al mundo el grande espectáculo de su inimitable constancia? La muerte de sus valientes guerreros, la ruina de sus escuadras, el saqueo de sus ciudades, la profanacion de sus templos, la estincion de sus fábricas, la desolacion de sus provincias, i todos cuantos estragos trae una guerra nacional con enemigos que no conocen ni aun los derechos que la humaninad o convenciones respetan entre el furor de los combates. Pero estos males no son los mas graves. La nacion sufre otros que son el orijen de todos, que influyen mas de cerca en nuestra suerte, i que alejan la esperanza del remedio..... Sí, señores, la nacion ha perdido aquel carácter heróico, aquella uniformidad de principios, aquella honradez nativa, debida al clima, a la educacion de los ejemplos; aquella grandeza de alma superior a los riesgos i a todos los atractivos de la vida. Un privado abзoluto i sensual, en veinte año

de despotismo degradó a los descendientes del Cid, de Gonzalo de Córdova, de Lain-Calvo i NuñoRazura: sustituyó al espíritu marcial, el afeminamiento; la codicia a la noble ambicion, i en suma, estirpó o amortiguó en la raiz aquella firmeza que resistió tan tenazmente a Roma i a Cartago, i que lanzó de su seno las armas Agarenas; aquella fidelidad a la relijion i a sus reyes, de que solo se ven los restos en la parte española que no alcanzó a corromper el tirano, o por desprecio o porque no tuvo tiempo; i así se ha visto nuestro amado Fernando i su causa abandonada de sus grandes, de sus jenerales, de sus ministros, que corrieron, con olvido de sus dignidades i menosprecio de sí mismos, a prosternarse al enemigo; i puestos a su alrededor, dirijir órdenes para que siguiésemos su inícuo ejemplo. Esta conducta, atrayendo a muchos, hizo desconfiar a todos, i un celo imprudente, pero disculpable, sacrificó los fieles, confundidos entre los malvados. La multitud, siempre impetuosa e inconstante, establece autoridades i las abate; se somete a ellas con entusiasmo, i las deroga con ultraje; así en el estrecho término de pocos meses se vió el vencedor de Bailen coronado de oliva en el alcázar i embestido por el populacho; despues encausado, i finalmente colocado a la cabeza del consejo de Rejencia. La Romana, mirado como el héroe de la nacion, i luego retirado del mando. Montijo, el primer motor de la feliz revolucion de Aranjuez, i el ilustre hermano del inmortal Palafox, presos en Sevilla. Goyeneche, hechura de Murat, de emisario de América, tomar el mando de un ejército de asesinos para destruir a nuestros hermanos de la Paz; desti

nado al gobierno de Caracas uno que recibió esta misma investidura del horrible ajente de Bonaparte. Los jenerales Hermosilla, Salcedo i Obregon; despues de venderse al tirano, seducir públicamente al comandante de la escuadra de Cádiz. Los mismos individuos de la Junta Suprema, marcados con todas las notas i signos de desconfianza que ellos nos habian repetidas veces indicado, en los satélites del enemigo; i el pueblo trasportarse contra sus personas del modo que nos habian aconsejado que nos condujésemos con los jefes sospechosos. Las miras políticas de las naciones. aliadas, de las neutrales, de las rivales, es un arcano impenetrable a esta distancia. Su situacion, sus intereses, se complican cada dia; i las noticias que nos llegan vienen tarde i desfiguradas. El modo de pensar de los gobernadores de nuestras provincias debe ser tan vario, como las reglas que cada uno se proponga: son hombres. Unos con severidad dura, otros con dulzura tímida; todos con afectacion, exasperan los ánimos de los buenos i pacíficos ciudadanos, o insolentan a los malos i turbulentos. Con una autoridad caduca, o viciosa en su orijen, tratan de conservarla a cualquiera costa, prefiriendo para sostenerla el indecoroso medio de fomentar noticias finjidas, al de tenernos prevenidos para resistir algun inesperado ataque que nos pierda para el Rei i la Nacion. Debemos ser cautos sin baja malicia; debemos ser fieles sin acre fanatismo: desterremos de nuestros corazones las injuriosas sospechas; pero fiemos solo en nosotros mismos. No supongamos, pero recelemos que puede haber en América hombres capaces de imitar al falso aliado, al favorito ingrato; a los minis

« AnteriorContinuar »