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por sus ideas i su carácter, Meneses, el asesor de Marcó, i Rodriguez Aldea, que unia a un título análogo, en servicio de los españoles, el de haber sido el ministro íntimo de O'Higgins.

Estos dos nuevos prosélitos eran los fautores i ajentes principales de la conjuracion. Alguno de los otros habia vuelto a la prensa periódica, porque era necesario aprovechar ciertas variantes de la situacion para desprestijiar al gobierno que comenzaba a fluctuar. Como la conspiracion surtia efecto, ya habian sido descubiertos algunos motines militares i otros habian abortado. El gobierno habia ensayado sin tino la clemencia i el rigor, i al lado de los patíbulos de Trujillo, Paredes i Villegas, oficiales subalternos sorprendidos en conspiraciones militares, habia puesto el perdon de otros conspiradores mas tenaces i el disimulo de las faltas i de las traiciones de personajes que contaba por amigos.

Portales i los suyos aprovechaban todas estas fluctuaciones i la ciega i descuidada confianza de los gobernantes, para estender sus planes de conjuracion hasta el ejército del Sur. El jeneral Prieto, que lo mandaba i que habia sido colocado allí mediante las intrigas de los pelucones O'Higginistas, tomó a su cargo la ejecucion de los planes liberticidas de los conspiradores.

El ejército del Sur marchó sobre la capital, . aclamando la libertad de los pueblos i apellidando la defensa de la Constitucion. La sangre de mas de dos mil víctimas iba a sellar el triunfo de los pelucones i estanqueros, sobre la adminis

tracion liberal; i Portales debia trocar su papel de conspirador por el de Ministro de Estado. Vamos a estudiarlo en esta segunda faz de su

vida pública.

IV.

Cuando Portales fué nombrado Ministro de Estado en los departamentos de Relaciones Esteriores, del Interior, i de Guerra i Marina, por primera vez en 6 de abril de 1830, no estaba todavía triunfante la revolucion pelucona que él habia promovido.

Terminada esa revolucion por los tratados de Santiago, en 15 de diciembre de 1829, habia principiado otra vez por una segunda insurreccion del jeneral Prieto. Recordemos los antecedentes para comprender la situacion de la república al advenimiento de Portales al poder.

El ejército insurrecto habia llegado hasta las puertas de la capital a fines de 1829. Se apellidaba Libertador, en tanto que los fautores de la revolucion no tenian otro propósito que reaccionar contra la única administracion liberal que ha tenido la república, destrozando la Constitucion democrática de 1828. ¿Se pretendia acaso libertar a Chile de los liberales i de la Constitucion mas liberal de que nos cuenta su historia?

El Presidente Pinto no habia tomado una sola medida contra la insurreccion, ántes bien, habia dejado el puesto, haciendo una renuncia en que formulaba como causales de su separacion, las mismas que los revolucionarios invocaban para justificar su movi

miento. No era estraño: una fraccion de los pelucones, que entonces se llamaba de los O'Higginistas, se habia aprovechado de la liberalidad del gobierno i de los puestos que en él tenia para insinuarse en el ánimo del jeneral Pinto, i aun para interesarle en la candidatura a la vice-presidencia de su Ministro de Hacienda, don Francisco Ruiz Tagle (1).

La votacion del Congreso debia determinar la elección de Vice Presidente. Dos O'Higginistas, Ruiz Tagle i el jeneral Prieto, el cual habian logrado aquellos colocar en el mando del ejército, habian obtenido votos, con don Joaquin Vicuña, que era el candidato liberal. El Presidente se empeñaba por el primero, pero él Congreso elijió al último. Hé aquí la causa del rompimiento entre el Congreso i el Presidenté. Los O'Higginistas no se conformaron, i la revolucion estalló, aclamando la nulidad de la eleccion i protestando contra el despotismo del Congreso.

(1) RENUNCIA DEL JENERAL PINTO.-He recibido el oficio de V. E. del dia de ayer, en que se sirve trasladarme el que con igual fecha le dirije el presidente de la Cámara de Diputados, comunicándole la órden del Congreso jeneral para que me apersone ante él, hoi a las doce, a recibir el encargo de Presidente de la República.

El inesperado honor que me hace la Representacion Nacional en2 este decreto, despues de la repugnancia que he manifestado dos veces, a tomar sobre mis débiles fuerzas la responsabilidad de tan alto cargo, me deja penetrado de reconocimiento, pero de ningun modo altera mi resolucion.

No insisto en mis enfermedades habituales. No invoco el principio1 incontestable de que toda grave responsabilidad debe ser voluntariamente contraida. En otras circunstancias hubiera renunciado gustoso este derecho. Motivos de un órden superior me hacen imposible hacerlo.

Algunas de las primeras operaciones del Congreso adolecen, en mi1 concepto, de un vicio de ilegalidad que, estendiéndose necesariamente

La renuncia del Presidente no hizo mas que envalentonar a los revolucionarios. El gobierno quedó acéfalo, el partido sin jefe. La suprema majistratura recayó entonces constitucionalmente en el presidente del Senado, don Francisco Ramon Vicuña, que, aunque anciano i sin ambicion, sintió palpitar su corazon de patriotismo i se puso a la obra con ardimiento i abnegacion. La defensa del gobierno constitucional se organizó en pocos dias: los jefes de la guarnicion de Santiago declararon al Presidente Vicuña que estaban dispuestos a derramar su sangre en defensa de la Constitucion; pero faltaba un jeneral. El ilustre Freire se habia negado a mandar a aquel puñado de valientes, porque, como él mismo lo decia, sus relaciones con Benavente i los demas estanqueros, lo tenian neutralizado; pero otro viejo patriota, el intejérrimo jeneral Lastra, abandonó su retiro i acudió a ·la defensa de la Constitucion liberal.

a la administracion que obrase en virtud de ellas, o que pareciere reconocerlas, la haria vacilar desde los primeros pasos i la despojaria de la confianza pública.

No me erijo en el juez del Congreso. Lo respeto demasiado. La intelijencia que doi a la carta constitucional, será tal vez erronea; pero basta que en un punto de tanta importancia difieran mis opiniones de las del Congreso; basta que entre los principios que le dirijen i los mios, no exista aquella armonía sin la cual no concibo que ninguna administracion pueda ser útil; basta sobre todo la imposibilidad de aceptar la presidencia sin aparecer partícipe en actos que no juzgo conformes a la lei, o de una tendencia perniciosa, para que me sea no solo lícito, sino obligatorio el renunciarla.

Al espresar por tercera, i espero que por última vez, esta resolucion, he creido que debia a la nacion, que me ha distinguido con su confianza, la esposicion franca de mis sentimientos, i suplico a V. E. me haga el honor de trasmitirla al Congreso.-Dios guarde a V. E. muchos años.-Santiago, octubre 18 de 1829.

F. A. PINTO.

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