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mar un foco de verdadera civilizacion i de goces puros, que irritan a los pueblos porque los degradan:" (1) semejantes leyes, repito, obraron naturalmente sobre aquella desgraciada porcion de nuestra sociedad, haciéndola perder el sentimiento de su dignidad natural i desmoralizándola hasta el grado de la depravacion.

Es fácil concebir que tales leyes debieron exaltar la preocupacion de que hablamos, radicándola i propagándola de modo que no tuviese otra que pudiera comparársele en enerjia i consiguientemente en sus perniciosos efectos. I a la verdad, que tan así se ha verificado, como podemos observarlo hoi mismo, que debe asegurarse que aquella preocupacion desarrollada en todas sus faces, es la que ha sido causa de las costumbres e inclinaciones mas viciosas i antisociales que aflijen a nuestro pueblo i que pesarán sobre él, por mucho tiempo mas todavia, como el mas funesto legado de nuestros padres.

Las leyes i la preocupacion de los conquistadores dieron, pues, orijen al apego de la parte principal de la poblacion de la colonia chilena a las ideas de nobleza i al desprecio inicuo por los mestizos i todo lo que les pertenecia, apoyando sólidamente las costumbres nacionales en este punto. Para calcular toda la fuerza de estas costumbres i esplicar el respeto sagrado que todavia se les profesa por gran parte de nuestra poblacion, es necesario que consideremos su fisiolojia moral.

Con mucha exactitud i verdad ha observado un

(1) ARTAUD.

escritor moderno que hai en nuestra naturaleza una necesidad de emocion i de simpatía que nada es capaz de satisfacer, ni el presente, ni la realidad: el alma se encuentra estrecha en sus límites ordinarios i desea lanzarse a un campo mas vasto i variado. Este excedente de actividad, que el Creador no puede haber puesto en nosotros para que sea estéril, es el principio de la perfectibilidad de nuestro ser: es necesario un empleo para esta superabundancia de vida, un alimento para esta necesidad de emociones que nos ajita. Esta savia interior se abre paso por mil canales diferentes: el espectáculo de la naturaleza, la curiosidad instintiva que nos estimula al desarrollo de nuestra intelijencia, alguna pasion enérjica i la esperanza de alcanzar algun gran fin, que suelen arrastrar a los pueblos a consumar empresas heroicas, el cuadro de lo pasado i en fin la imajinacion, son otros tantos campos vastos en que se desborda esa superabundancia de vida i en que el hombre encuentra un mundo ideal, mejor que el mundo de las realidades. (1)

Pues bien: un pueblo como el nuestro que no tenia movimiento propio que lo precipitase en esa fluctuacion social que mantiene las facultades del hombre en perpétua actividad; un pueblo que carecia de antecedentes históricos que lo lisonjearan; un pueblo que vivia sometido a un rigoroso despotismo teocrático, el cual sofocaba con su planta ponzoñosa toda superioridad que pretendiese desviarse de las estrechas barreras con que aprisionaba el espíritu i ani

(1) MATER, Influencia de las costumbres sobre las leyes i de las leyes sobre las costumbres, cap. VI, part. 3♬

quilaba la libertad, condenando como un crímen cualquiera espresion de la intelijencia o del corazon que no anunciase la mas completa abnegacion individual en pro del monarca i sus secuaces; un pueblo de esta condicion, repito, ¿cómo podria desarrollarse, qué camino podria elejir para avanzar en su perfeccion social, sin estrellarse al instante en los formidables escollos que le oponian las leyes i el interes de los conquistadores? Por esto el colono que poseia algunas riquezas, i el pobre que vivia de su trabajo, no encontraban en esta sociedad, muerta para ellos, aliciente alguno que los despertase de su letargo; i no pōseian absolutamente recursos para salir de la situacion que les habia cabido en suerte ni para mejorarla, porque esa superabundancia de vida, que es el jérmen de nuestra perfectibilidad, estaba condenada a estinguirse en su misma fuente, a consumirse en fuerza de su propia actividad. El rico i el pobre empleaban el tiempo que sus tareas les dejaban libre en los placeres de familia i sobre todo en las distracciones i placeres que encontraban en el culto relijioso i en la práctica de las supersticiones con que se ha manchado la pureza del evanjelio; i cuando esos placeres no bastaban para saciar la necesidad natural que el corazon tiene de impresiones nuevas, o no tenian bastante fuerza para disipar ese tedio o fastidio que queda en él alma, despues de satisfechas las necesidades de la vida, se lanzaban a los vicios mas abominables o se dejaban arrebatar por pasiones violentas i antisociales. De esta manera, el hombre, colocado entre esa necesidad de emociones i simpatias, cuya fuerza espansiva ajita el alma, i una sociedad que no le presentaba estímu

los ni arbitrios para el desarrollo de sus facultades individuales, ni mas medio lejítimo de proporcionarse una posicion social lisonjera i provechosa, que el de la nobleza de sangre i los honores que dispensaba el trouo; el hombre colocado entre estos estremos, digo, ¿qué otra cosa podia hacer que adherirse de todo corazon i con todas las fuerzas de su espíritu a esta preocupacion que tan de veras halagaba su vanidad? La nobleza de sangre era, pues, el único recurso que le restaba para lograr en la sociedad un bienestar real i un porvenir halagüeño.

Es el corazon humano naturalmente ambicioso del respeto i de la adhesion de los hombres, porque ama decididamente la gloria o, lo que puede suplir por ella, la buena reputacion. La Providencia Suprema, siempre consecuente en sus creaciones, nos ha suministrado sabiamente, para satisfacer aquella lei de nuestro ser moral, infinitos medios, que podrian reducirse a una sola espresion:-la virtud i el talento, en toda la estension que puede darse a este lampo de la intelijencia divina con que se adorna el espíritu humano. Empero, las leyes i las preocupaciones quisieron sobreponerse a los dictados de la naturaleza: las virtudes, los talentos, las riquezas mismas no tenian valor alguno sin la nobleza de sangre, durante la época funesta de la colonia, en que lo llenaba todo un monarca, al cual debia sacrificarse toda superioridad natural, a cuya gloria debia referirse todo, i sin cuyo beneplácito no era dado al hombre aspirar a distincion alguna!

De esta manera la nobleza de sangre, que no arguye prenda personal ninguna i que no puede repre

sentar jamas el mérito, vino a ser el único término de todas las aspiraciones, con la singularidad de santificar todos los medios que podian ofrecerse para alcanzarlo. Los mestizos mismos, luego que por cualquier accidente se procuraban algun acomodo en la sociedad, o que por el trascurso de la jeneracion lograban echar un velo sobre su oríjen i podian igualarse en el color a los españoles, (1) eran los primeros en adherirse a aquella distincion i en adoptar la costumbre de odiar, despreciar i oprimir a los indíjenas i a los de su linaje. La nobleza de sangre era el supremo bien social: los colonos que la poseian i los que presumian poseerla, alegaban un título incontestable al aprecio o, por lo menos, al respeto de todos; porque la calidad de noble daba derechos, daba virtudes i traia consigo la facultad de hacer el mal sin responsabilidad i de entregarse a los vicios sin des

honra.

Al trazar la influencia social de esta preocupacion, no creo poder hacer una esposicion mas fiel que la que hacen don Jorje Juan i don Antonio de Ulloa, estudiando las costumbres americanas: a ella sujetaré mis conceptos, porque en todo es aplicable a nuestro pueblo i a los demas que sufrieron la dominacion española. Dicen aquellos respetables escritores (2) que la va

(1) "De una i otra casta (mestizos i mulatos) van saliendo con el discurso del tiempo, de tal suerte que llegan a convertirse en blancos totalmente, de modo que en la mezcla de españoles e indios, a la segunda jeneracion, ya no se distinguen de los españoles en el color, no obstante que hasta la cuarta no se llaman españoles." Noticias secretas, cap. VIII, part. 2.

(2) Noticias secretas, cap. VI, tom. II. Véase todo el capítulo.

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