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trarias otras, olvidan enteramente el carácter de aquella obra, su plan i su fines.

Noto estos hechos, porque son mui significativos para medir la importancia que han tenido en su época las Investigaciones. Si en veinte i tantos años no han sido siquiera apreciadas por los literatos que se dedican a escribir la historia nacional, ¡cuál puede haber sido el aprecio que han merecido del público !

Mas mi plan apenas estaba iniciado en 1844 i su desempeño era mui complejo, i demasiado sério i pesado para un hombre solo; sobre todo para un hombre que necesitaba trabajar para ganar la vida. Habia tenido que hacerme historiador, no tanto de los hechos, cuanto de las ideas; historiador de dos civilizaciones, una que caduca i otra que se levanta, porqué necesitaba mostrar la deformidad, la incongrüencia, la ineptitud de la primera en nuestra época; i debia mostrar la marcha de la segunda, la manera como se realizaba, para adaptarla a nuestra situacion. Habia tenido que hacerme literato para ausiliarme en este propósito con todas las formas del arte, i combatir el pasado colonial, hiriéndolo, chocándolo, sublevando contra él las antipatias de la nueva jeneracion, a riesgo de inquietar el sentimiento i de sufrir sus odios. Habia tenido, en fin, que hacerme publicista para trazar la nueva senda, para enseñar i hacer triunfar los principios democráticos en nuestra organizacion. La tarea era vasta. ¿ Pero acaso porque yo era impotente no debia llenarla en cuanto mis fuerzas alcanzaran? ¿No debia cumplir el deber que mi conviccion me señalaba? Por otro parte, ¿cómo no habia de tener colaboradores? La verdad tiene el poder de

atraer, i mi profesion de maestro de literatura i de derecho público, a que estaba dedicado desde 1836, me daba los medios de hallar discípulos i de excitar la jenerosidad de la juventud en favor de aquella gran causa: de esa juventud saldrán, me decia yo, los jenios que han de realizar la obra. ¡Qué importa que el último de los obreros, el mas destituido de fuerzas i de prestijio se ponga a ella con mas audacia que capacidad!

I así este pobre obrero hacia su tarea en la cátedra, en la prensa, en los puestos públicos, persiguiendo en todas estas esferas su propósito, ayudando la accion de los hombres distinguidos que se consagraban a la propagacion de las luces, i valiéndose de todas las formas del arte, desde el drama i la novela, hasta el lijero artículo de costumbres; desde el estudio filosófico de las grandes cuestiones i de los grandes sucesos, hasta la ardiente polémica de partido; desde el discurso severo i elevado, hasta la charla jovial i pasajera. Claro está que en todo eso habia mucho que desechar, mucho que reprobar, porque quien mucho habla mucho yerra; pero en esta coleccion solo se reproducirá lo menos malo, como muestra de la manera en que servian al gran propósito esa multitud de obras sueltas, al parecer incoherentes i lanzadas al

azar.

En 1847, la Facultad de Filosofia i Humanidades habia señalado como tema para el certámen anual un punto de la Historia de Chile, al arbitrio de los que concurrieran. Yo tenia entre manos una historia de nuestras instituciones políticas, como obra la mas adecuada a mi plan, pues que en ella se podia hacer

un estudio provechoso de nuestros progresos democráticos i de las resistencias que les oponian nuestra civilizacion i costumbres coloniales; i por via de ensayo, presenté anónima, solicitando el premio, la primera parte, con el título de Bosquejo histórico de la Constitucion del gobierno de Chile, durante el primer período de la revolucion. La obra fué premiada, en virtud del informe que la aprobó literariamente. Los académicos informantes se habian abstenido de calificarla como obra histórica i de aprobarla, porque no hallaban en ella el conocimiento individual de los hechos que habian servido al autor para formar su juicio, sin embargo de que los hechos aparecian, aunque no fuesen narrados con todos sus detalles. La comision deseaba que antes de todo se presentaran trabajos destinados a poner en claro los hechos. «La teoria que ilustra esos hechos, decia, vendrá, en seguida, andando con paso firme sobre un terreno conocido ; » como si el Bosquejo hubiese andado con paso vacilante i sobre hechos dudosos i disputables.

Don Jacinto Chacon, que comprendia mi obra, que sabia que mi propósito no era narrar hechos, sino estudiar las ideas que los habian precedido, tratar con preferencia esta rama de la historia, escribió un elegante i bien pensado prólogo para el Bosquejo, tratando de probar con sagacidad i profundas miras la utilidad de este jénero de escritos i su superioridad sobre la simple crónica, que deseaba la comision i a que se dedicaban preferentemente los principales escritores nacionales, como para probar que huian a porfia del camino que trazaban mis Investigaciones. El señor Bello contestó el luminoso escrito de mi

amigo, i ambos trabaron una polémica digna de sus talentos e ilustracion.

No se queria comprender que yo no condenaba en manera alguna la historia de los hechos, i que si bien no me consagraba a escribirla, lo único que hacia era apoderarme de ellos para estudiarlos en sus oríjenes i resultados, es decir, en las ideas que los produjeron i en su influencia social. Mi pensamiento i mi aspiracion eran los que en ese momento espresaba M. de Lamartine en estas brillantes palabras: “La imparcialidad de la historia no es la del espejo que solamente refleja los objetos. Es la del juez que ve, que escucha i pronuncia. Los anales no son la historia: para que ésta merezca tal nombre, necesita una conciencia, porque ella mas tarde llega a ser la del jénero humano. La narracion vivificada por la imajinacion, reflejada i juzgada por la sabiduria, tal es la historia como la entendian los antiguos, i tal como yo querria dejar de ella un fragmento a mi pais, si Dios se dignara guiar mi pluma." Yo no conocia estas palabras, pero sentia su verdad.

Sin embargo, los historiadores nacionales no la sentian, i entonces i despues se han complacido, escepto uno que otro, ya no en escribir nuestros anales, no la crónica de nuestros hechos, sino la historia casera, por decirlo así, perdiéndose en la narracion de consejas vulgares i de detalles insignificantes, tales como si éste saltó una pared, si aquel escribió un papelito, si el otro dijo, o tornó i se fué; i de este modo han torturado la paciencia de los lectores, hasta hacerlos aburrirse, i tambien avergonzarse, de lo que es la historia de Chile, tal como se les presenta confeccio

nada con hablillas i tradiciones vulgares. Esta es la historia que ha prevalecido, a pesar de mis esfuerzos, en lugar de la narracion elevada, de buen gusto i fecundada por la sabiduria.

Solamente este método de estudiar la historia humana puede conducirnos a hallar en ella el conocimiento de las leyes que rijen el universo moral; i esta verdad que proclamaba yo en 1844 es cada dia mas exacta para mí. Se dice con mucha justicia que no merecen el nombre de ciencias las morales i políticas, porque no son mas que el conocimiento de sistemas o de razonamientos mas o menos injeniosos sobre esos objetos; en tanto que la verdadera ciencia, el conocimiento de la naturaleza física, está fundado en los hechos i en demostraciones incontestables. ¿Por qué no podriamos dar a las ciencias sociales una base igual en los hechos i en la esperiencia?

Mas para darles esa base, es necesario seguir el mismo método que adoptan los sábios, dando a las ciencias naturales como único punto de partida los hechos evidentes, estudiados en sus causas i resultados, hasta averiguar con certidumbre sus leyes. Ellos no se limitan a esponer los hechos naturales, sino que estudian sus relaciones, el modo cómo se producen, cómo se encadenan i suceden; es decir, estudian el fenómeno i sus leyes, i alcanzan resultados que asombran. ¡I por ventura, la naturaleza humana carece de leyes? Sus fenómenos o sus hechos, obra casi siempre de la fuerza i la violencia, del error impuesto o de las creencias dictadas, de sistemas arbitrarios i caprichosos, de intereses jenerales o esclusivos i particulares, ¿no tienen causas i resultados, no tienen re

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