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lacion i encadenamiento entre sí, como los hechos del mundo físico?

Hé ahí el fin de la historia: ella debe refundir en sus dominios, por decirlo así, la física i la química de la naturaleza del universo moral, esto es, el conocimiento de sus hechos o fenómenos i el de las leyes que los rijen i relacionan; para llegar por medio de este proceder al conocimiento verdadero de esas leyes, i fundar en él las ciencias sociales, dándoles por este medio una base sólida en la verdad universal, independientemente de toda autoridad, de toda preocu pacion i de todo sistema arbitrario. Aplicada esta teoria a la historia particular de un pueblo, ella nos daria a conocer con precision científica las leyes de su existencia i de su progreso jeneral.

Despues de este segundo ensayo, que no habia sido mejor comprendido, en vez de desmayar, dí a mi obra mayores proporciones, acometiendo la árdua empresa de estender mis estudios históricos a las instituciones liberales de Europa i América, durante los primeros cincuenta años del siglo XIX. A fuerza de tenacidad i desvelos, pude publicar en 1853 la Historia Constitucional de Medio Siglo, primera parte, hasta 1825. La prensa de América i de Europa dió noticia de ella, pero el público chileno no la compró. Ni el lugar, ni el tiempo facilitaban esta enorme tarea, que imponia sacrificios i gastos, a pura pérdida: era necesario darla de mano, ceñirse a trabajar como pobré obrero en una grande obra, que se construia lentamente i sin pagar salario. Valia mas trabajar sin ganar, que trabajar perdiendo lo que hacia falta para la vida.

En las grandes naciones, los escritores de este jé̟nero hallan teatro i público, que no solamente los estimula, sino que los enriquece. Para mí no habia mas que desengaños i dolores: tan siquiera habia logrado formar escuela. Mis discípulos se hacian hombres i eran arrastrados por la sociedad vieja, que les hacia olvidar mis doctrinas, para amoldarlos a sus exijencias. No hallaba compañeros, sino para pelear las batallas de la política, i esos mismos me dejaban solo en mi camino, cuando las peripecias i las vicisitudes de la contienda les abrian nuevas sendas en su vida práctica: no tenian por qué quedarse con aquel que habian encontrado en el campo de batalla, buscando un triunfo mas alto que los de la política, i mui quimérico para los que viven de realidades. ¡Ah! cuántos compañeros he tenido que me han dejado, para volver otra vez a encontrarme, i tornar a dejarme de nuevo, sin poder esplicarse mi plan, ni mis aspiraciones a la rejeneracion social!

Mis ideas sobre historia no habian hecho suerte, pero me quedaban la política especulativa o científica i la literatura, como medios poderosos para combatir el pasado i abrir campo a la verdad i a la nueva civilizacion. Era necesario luchar con fé i destinar al servicio de tan santa causa el poco tiempo que dejaban las tareas de la vida ordinaria. Obras políticas i literarias, grandes i pequeñas, francas o disfrazadas, insolentes o humildes, didácticas o de fruslerias, todo era bueno, siendo oportuno i consagrado al gran propósito. Esta era mi dedicacion, cuando una circunstancia me hizo volver a la historia nacional.

El partido conservador hacia la apoteósis de su po

lítica, elevando una estátua de bronce a Portales, su Moises, su salvador i el fundador de su poder actual. Portales era el grande hombre de un partido político, pero la influencia que ejerció en los destinos de su patria le rebajaba a la categoria de un estadista de circunstancias. No era el jénio de la rejeneracion social i política, no era el gran estadista que promueve todos los intereses de su nacion, que afianza la ventura presente i prepara la del porvenir. No, era solamente el estadista de un partido, que funda el gobierno fuerte de unos cuantos, para dominar a su patria i sojuzgarla a un sistema esclusivo. ¿Se podia hacer la apoteósis de un hombre tal, a nombre de la nacion? ¿Se podria presentar como el modelo del gobernante de una república al que no solo habia desconocido la democracia, sino que la habia contrariado; al que no habia comprendido que la tirania es la guerra, que la fuerza no consolida nada en el órden social; al que habia creido que gobernar es dominar? I sin embargo, eso era lo que se santificaba en el discurso oficial de la inauguracion de la estátua, torturando la historia i calumniándola, para dar esplendor al héroe i discernirle la gloria de lejislador i de organizador de la república. Con esto no se hacia mas que defender i justificar el sistema político que a la sazon dominaba. Era necesario restablecer la historia con imparcialidad, i para eso sobraban los documentos oficiales. Ellos revelaban con toda severidad al hombre i le presentaban tal como habia sido en el gobierno, i no tal como se le queria hacer aparecer.

Esos son el orijen i el objeto del Juicio histórico sobre don Diego Portales, escrito en vista de aquellos

documentos i con la elevada conciencia del historiador que juzga una época pasada, a la cual no está ligado por interes alguno. A esa historia del hombre público i de sus actos políticos, se opuso tambien la historia casera, la de la vida íntima i privada del hombre particular, para presentarle como el mas grande de la República, por sus cartas a los amigos i por sus prendas personales; no por sus actos de estadista. Si los anales no son la historia, ¿podrá serlo el panejírico que se escribe en la forma de una biografia de un héroe doméstico?

Es mucho mas fácil coleccionar detalles, pero cuando esta tarea, que tambien tiene sa utilidad, haya acabado, la escuela a que pertenecen estos opúsculos históricos tendrá prosélitos mas afortunados que logren poner la conciencia de la historia en la rejion a que yo aspiraba a levantarla, para combatir los absurdos que sirven de base a una civilizacion social i a un sistema político que no pueden ser los que convienen a los fines de nuestra revolucion.

La nueva senda está ya esplorada, a costa de los esploradores que se han quedado solos en ella, rendidos de fatiga i sin compañeros que les presten apoyo. Toda la jeneracion jóven ha seguido a la vieja, i si no ha participado de los odios que ésta ha sentido contra los demoledores de su pasado, a lo menos los ha mirado con desden, i se ha mostrado sorda al alerta, i ciega a la luz con que se le iluminaba el camino del triunfo.

Pero las letras han progresado: en eso no hai duda, aunque las nuevas ideas no hayan hecho escuela. Treinta años nos separan de aquellos tiempos en que

Chile no contaba siquiera con tres escritores verdaderos, en que solo acudian a la prensa los intereses políticos, en que aun los hombres educados no se sentian con fuerzas para tomar la pluma, en que la educacion descuidaba completamente el arte de espresar el pensamiento, en que el escribir para el público era una novedad que daba miedo, que solo estaba reservada a ciertos caracteres capaces de vencer la vergüenza i el temor de ser mal mirados por los hombres sérios. Me refiero a los años 36 i 37, en que principiaba el movimiento literario por primera vez, pero en el que todavia era una petulancia reprensible en un jóven la de escribir para el público, sin ser politiquero. De entonces acá ¡cuánta diferencia!

Las pléyades de escritores arjentinos que pasaron los Andes, huyendo de la tirania, nos hallaron en ese marasmo i se admiraron de nuestra indolencia. Su admiracion picaba mi amor nacional, i tomé entonces a tarea el suscitar escritores, formando a los que prometian serlo, o estimulando a mis propios compañeros por todos los medios que me venian a cuento. Cuando esta ajitacion cundia ya bastante, promoví la publicacion del SEMANARIO, formando su prospecto con Francisco Bello i José Maria Nuñez, que aceptaron mi proposicion, i contando luego con la entusiasta adhesion de Garcia Reyes, Varas, Gonzalez, Manuel A. Tocornal, Talavera i Salvador Sanfuentes. Despues cooperaron otros muchos, entre los cuales sobresalian Vallejo, Ramirez, Irisarri, Espejo. Al mismo tiempo los estudiantes mas distinguidos se asociaban bajo mi direccion para aprender i para cultivar las letras; i con ellos mas tarde fundé el CRE

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