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quiso diferir hasta el dia 21 para recibir en su propia casa, y sin ninguna especie de aparato ceremonial, el juramento que los miembros del cabildo querian evitar á toda costa. No reflexionaba el presidente que, por el hecho de ceder tan fácilmente á las sujestiones de los partidos patriotas, mostraba un cáracter débil y versatil, que muy pronto le haria mudar de parecer dejándole caer en un sistema penoso de variaciones, de alternativas y de incertidumbre, segun se fiase en las apariencias de un interes lejítimo y posible de cada partido.

De esta retractacion se siguieron pretestos mas ó menos vanos, y, por la misma razon de la grande importancia de la discusion, la indecision del presidente se hizo mas difícil de vencer. Durante muchos dias, le fué imposible el fijarse en una idea racional. Tan pronto inclinaba á un lado, tan pronto á la parte opuesta, y, en medio de estas oscilaciones de su espíritu, las corporaciones eclesiástica, lejislativa y militar, reunidas en su casa el 23, le hicieron salir al son de cajas, y le llevaron, casi por fuerza, á la plaza mayor, en donde fué finalmente proclamado el supremo congreso de la rejencia de España. Si se ha de dar crédito á los ruidos que corrieron sobre aquel acto solenne, el presidente habia obedecido tan maquinalmente al impulso forzado que habia recibido, que su indecision habia sido la misma en todo el tránsito de su casa á la plaza.

Pero, lejos de dar fuerza y vigor á los realistas, aquel nuevo triunfo de la Real Audiencia no sirvió, al contrario, mas que á apresurar el momento de su caida, escitar á los patriotas á emplear todos los medios de salir avante, y á luchar para conseguirlo, puesto que no les quedaba mas recurso. Ademas, desde que la relijion se

habia hecho el elemento moral del partido contrario, la cuestion de la junta era mucho mas difícil de resolver, porque esta circunstancia einbarazaba tanto mas su política, cuanto los principios relijiosos, que servian de principal apoyo á la política opuesta, ejercian un poderoso influjo, y la forzaban á rebatir los argumentos, de difícil réplica, de que se servia el clero, sobretodo el regular, cuyos relijiosos predicaban en los púlpitos, no solo con apasionada desenvoltura, sino tambien con temeridad, contra el movimiento revolucionario. No contentos con inculcar á sus oyentes la fidelidad al monarca, como defensor de la relijion cristiana contra los peligros que la amenazaban, llenaban de espanto y terror su débil credulidad con odiosas calumnias contra sus enemigos, ó, como ellos los llamaban, contra los visionarios cuyas ideas turbulentas tendian necesariamente á sumerjir el país en un caos de ruinas, por medio de la anarquía y de la impiedad.

Al cabo, el Ayuntamiento, juzgando que aquellos sermones, demasiado frecuentes, eran no solo contrarios al buen órden sino tambien al verdadero espíritu de la Iglesia, pidió que el P. José María Romo, uno de los mas diestros y osados predicadores, compareciese ante el presidente para responder á los cargos que se le hiciesen. A la cabeza de la diputacion encargada de esta demanda se hallaba el procurador de la ciudad, que era el mismo Miguel Infante, el cual desarrolló, en aquella ocasion, su carácter distintivo de rígido tribuno. Despues de algunas palabras de puro preámbulo con el presidente, Infante entró en materia, demostrando, con la gallarda elocuencia de que estaba adornado, los graves inconvenientes que habia en tolerar se

introdujesen discusiones políticas en el santuario de la relijion; y luego, volviéndose al padre, le manifestó que en lugar de llenar el corazon de sus oyentes de sentimientos de odio, tan contrarios á la ley de su santo ministerio, deberia seguir los preceptos de caridad del evanjelio, procurando calmar las pasiones, apaciguar animosidades y atenuar toda causa de discordia; porque (añadió él) la mision de un ministro de paz es rogar al Espíritu Santo se digne alumbrar al pueblo para que conozca sus verdaderos deberes de union, de amor y de libertad; y, al pronunciar la última palabra, se espresó con mucha mas fuerza, dando á entender que aquel derecho, inerente al cristianismo, seria, de allí en adelante, inseparable de todos sus pensamientos y acciones (1).

Por su edad, el presidente se inclinaba de corazon al partido del clero; porque, al llegar al término de la vida, el hombre se hace naturalmente timorato, prudente y, sobretodo, enemigo de todo conflicto propio á comprometer el fin de su carrera. Los patriotas, que conocian su debilidad y la inconstancia de sus ideas, convinieron en que era preciso dar, sin pérdida de tiempo, el último golpe, puesto que habian empezado á descubrir la cara, y obrar decididamente. Este era el pensamiento de la junta de Buenos Aires, siempre perseverante en llevarlos por aquel camino, como tambien lo era de don Antonio Helminda, don Ignacio de la Carrera, don Juan Henriquez Rosales y de otros muchos, tanto miembros del Ayuntamiento como de fuera de esta corporacion, los cuales se hallaban imbuidos de los debates que habia en sus reuniones, principalmente

(1) Conversaciones con don Miguel Infante.

en las que tenian en casa de Manuel Cotapos, Agustin Eizaguirre, Diego Larrain y otras, que eran verdaderos clubs de la revolucion chilena. Por otra parte, el movimiento que intentaban operar se apoyaba en los mas bellos principios de derecho y de justicia, y no podia menos de cautivar los ánimos de todas las clases. Hasta el mismo presidente, rodeado, como lo estaba, de patriotas los mas entusiasmados y convencidos, se sentia seducido, y, en su familia, que era numerosa, solo doña Josefa Doummont, nuera suya, pensaba con afecto á la monarquía, porque era oriunda Española, y, por consiguiente, del partido de sus compatriotas. Pero ¿ si sostenia con celo y teson el interes de este partido, qué podia hacer contra las fuerzas poderosas que precipitaban el movimiento? Nada, y así sucedió que no tardó en tener que alejarse para no presenciar sus inevitables resultados.

CAPITULO VIII.

Desesperacion de los realistas al ver los progresos de la revolucion. - Procuran levantar algunas tropas á sus espensas. Pasos que dan para ganar al presidente á su partido.- Indecision de este jefe é inconstancia de sus opiniones. - Al fin, toma partido por los liberales, y al anuncio de la llegada del jeneral Elio de Montevideo á Chile, como presidente, se decide por la instalacion de una junta suprema. -Competencia que tiene con la real Audiencia. -- Desasosiego de los diferentes partidos.- El ayuntamiento reune en los arrabales casi todas las milicias de los contornos de la ciudad. - Ultimo esfuerzo de la real Audiencia para impedir la convocacion de una junta.

La determinacion irrevocable de los patriotas era el suplantar, por una junta nacional, el gobierno absurdo que los habia avasallado hasta entonces, y aniquilar, de una vez, la triple resistencia representada por la ostentacion de poder, la sumision y el interes; ó, en otros términos, por la Real Audiencia, el clero y los Españoles. Ya muy debilitados por la corriente impetuosa de las ideas revolucionarias, y reducidos, por la pérdida de su influjo, á una minoría impotente, los realistas quisieron, sin embargo, hacer un esfuerzo, procurando rechazar todo pronunciamiento insurreccional por la fuerza de las armas. Desgraciadamente para ellos, el número de los soldados, con que creian poder contar, habia disminuido mucho, y, por colmo de desgracia, tambien temian que hubiese insubordinacion en la compañía de artilleros, considerada, hasta entonces, como batallon sagrado, áncora de esperanza y de salvacion.

En efecto, el comandante Reyna, en cuya fuerza descansaban todas las esperanzas, manifestaba, sobre el particular, los mas inquietantes presentimientos; lle

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