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en los actos políticos mas que la voluntad del pueblo, pretendieron que era dar un desmentido al principio, y que todo Chileno debia votar, pues c da uno tenia el derecho imprescriptible de nombrar su diputado, sin escluir mas que aquellos que no lo mereciesen por su moralidad.

Miguel Infante, que era el alma de este partido, lo pedia con la fuerza de conviccion que le daban sus opiniones eminentemente democráticas y exijia el sufrajio universal, convirtiendo así una cuestion de derecho político en un acto de puro y sencillo ejercicio de una facultad.

Afortunadamente, la mayoría, mucho mas próvida, combatió este principio, porque comprendia que seria un grave yerro el querer que votasen hombres sin antecedentes, sin intelijencia, y, las mas veces, bastante infelices para ponerse á la merced del primero que les pagase, lo que seria, para en adelante, un ejemplo fatal. Así, en el artículo 4 del reglamento, la junta tuvo cuidado de decir que para las elecciones : « Se debia citar al cabildo, por medio de esquelas, á los jefes de todas las administraciones, prelados de las comunidades y vecinos nobles de la capital. »

Queriendo, de este modo, limitar el derecho de voto, no al número, sino á la parte sana y arreglada de la sociedad.

Lo mismo sucedió en la eleccion que se debia de hacer de los diputados, que era preciso escojer entre las personas pudientes, porque el título era gratúito; y, sobretodo, que fuesen de edad de veinte y cinco años, « de buena opinion y fama, aunque sean eclesiásticos seculares, decia el reglamento.

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Los curas, los subdelegados y oficiales veteranos eran escluidos, porque por sus obligaciones no podian ausentarse de sus destinos.

Igualmente, lo eran los estranjeros, los quebrados, los acreedores de la real hacienda y los que habian tenido alguna condena infamante.

En cuanto al dia de la reunion en Santiago, debia de ser el 15 de abril, y las sesiones habian de empezar el 1° de mayo.

CAPITULO XI.

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Tropas enviadas á Valparaiso. — Juan Makena gobernador de esta ciudad, en remplazo de Joaquin de Alos, depuesto de su empleo.- Suscripcion á favor de España. Muerte del conde de la Conquista.- Destitucion del provisor don Santiago Rodriguez.- Apertura de los puertos al comercio estranjero. - Ruidos de guerra.- Enganches voluntarios.- La junta pide instrumentos y maestros para organizar una música militar.

Con el sistema electoral, comienza una era enteramente nueva para Chile. El pueblo, hasta entonces sumerjido en una nulidad administrativa casi absoluta, va á aparecer de aquí en adelante en el teatro de la política, y á penetrarse del espíritu de reflexion que influye tan eficazmente en la suerte de un país, desarrollando sus intelijencias, despertando su patriotismo y esparciendo por todas partes los elementos democráticos, cuyo fin es el interes jeneral.

Pero de ínterin llegaba el plazo de las elecciones, el gobierno provisional tenia que obrar con enerjía y actividad para precaver toda contrarevolucion é impedir el desmayo de accion en el público. La real Audiencia levantaba de tiempo en tiempo su cabeza venerable, y no aun despojada de prestijio, sostenida por el comercio, que era casi enteramente español. Bajo este punto de vista los comerciantes de Valparaiso imitaban á Santiago, en opiniones y proyectos. El gobernador de aquel puerto, don Joaquin de Alos, si se habia sometido á la junta, lo habia hecho con repugnancia y por fuerza, y parecia favorecer los numerosos pasquines que se ponian todas las noches en las esquinas de la ciudad, en todas

formas y con colores que pintaban casi terrorismo. Don Agustin Vial, uno de los primeros y mas celosos patriotas, se habia quejado de él, como muy peligroso para el sistema proclamado y como causa de desórdenes bastante graves. En vista de esto, la junta habria obrado con poca prudencia si hubiese continuado impasible al frente de un enemigo, casi agresor, y envió allí ciento y diez dragones al mando del valiente patriota don Miguel Benavente, el cual quitó el empleo al gobernador Alos, poniendo en su lugar al capitan de injenieros don Juan Makena, jóven resuelto y de talento, partidario de los progresos de su nueva patria, é imbuido ya del espíritu de libertad y de reformas, que empezaba á ejercer su suave influjo en las ideas de la juventud chilena.

Se pensó tambien en dar al movimiento una fuerza militar, en primer lugar, para poder resistir á toda invasion estranjera, y, en segundo, á las tentativas que el Perú quisiese hacer contra el nuevo sistema de gobierno.

Pero aquí los dos grandes cuerpos políticos del momento se hallaron aun en desacuerdo. La junta, no teniendo mucha confianza en los cuerpos de milicias, queria tropas regladas que fuesen bien disciplinadas, y en las cuales, por consiguiente, la patria descansaria confiada.

El cabildo, como imájen pura y viva de la democracia, no veia en un ejército, así compuesto, mas que un elemento de despotismo, que, muchas veces, era peligroso introducir en los gobiernos. Por lo mismo, el cabildo pidió la formacion de una guardia nacional siempre dispuesta, por la naturaleza de sus instituciones, á constituirse fuerza popular, á obrar y contrapesar el poder ejecutivo.

En principio, el ayuntamiento tenia razon. Una guardia nacional es el verdadero emblema de la democracia armada, y susceptible, en razon de su fuerza, que puede doblar con la disciplina, de conservar á la masa su poder y su autoridad. Pero en el estado en que se hallaba el país, no era fácil sacar de ella un partido bastante satisfactorio. Dejando á parte las ciudades, villas y aldeas, toda la poblacion se hallaba esparcida por los campos, y estaba, ademas, subyugada por el clero, enteramente partidario del antiguo gobierno, y aun se conservaba la memoria de las grandes dificultades que se habian encontrado, en tiempo del presidente Guzman, para reunir y disciplinar un cierto número (1).

No debe, pues, causar sorpresa que la junta persistiese en sus proyectos, con tanta mas razon cuanto el virey Abascal la amenazaba con todo su poder, y que se susurraba el ruido, unas veces confirmado y otras desmentido, de la llegada del jeneral español Elio á Montevideo con un ejército de seis mil hombres.

Pero aquí se ofrece una contradiccion muy particular entre las ideas y los hechos : mientras que la junta organizaba con enerjía una resistencia armada contra los verdaderos partidarios de la monarquía y contra toda invasion que pudiese tener lugar aun en nombre del gobierno español, la misma junta procuraba, por otro lado, ser útil á este mismo gobierno, suscribiendo con garbo y jenerosidad á una llamada de fondos que le pedia el consejo de rejencia para sostener la guerra contra el guerrero feliz de aquella época.

(1) En la citada época, Mata Linares habia hecho todos sus esfuerzos para instruir á los milicianos, que, con los ejercicios de fuego, se habituaban un poco al ruido de las armas; pero, noobstante, Linares escribia que no habia que contar con ellos. Archivos del gobierno.

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