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CAPITULO XIII.

Aplazamiento de las elecciones de Santiago. —Llegada de los diputados de las provincias. O'Higgins.- Proclama de la junta. - Tendencia de Rosas á alcanzar la presidencia. — Rivalidad entre Rosas y el ayuntamiento.—Instalaclon del tribunal de apelacion, y del de seguridad pública.- Reconocimiento de la junta por el marqués de Casa Irujo.- El marques de Medina no admitido como presidente de Chile.

El triste acontecimiento que acababa de suceder habia producido dos grandes efectos; el de desmoralizar el partido realista, reducido, en lo sucesivo, á una nulidad casi completa, y el de adelantar á los liberales en términos, que ya no podian ni hacer alto, ni volver atras. Ya no podian menos, aunque no quisiesen, de dejarse llevar de la pendiente que los conducia al punto marcado por la Providencia, y de ayudar al movimiento en su propia fuerza de accion y de progresion.

El pueblo de Santiago se hallaba aun conmovido por la sensacion que le habia causado la sangre derramada; porque no estando acostumbrado á estas insurrecciones armadas, y no habiendo participado nunca á luchas políticas, le eran aun enteramente estraños los sentimientos de pasion y de odio que enjendran jeneralmente las guerras de partido. Por lo mismo, su emocion, en aquella circunstancia, era por las infelices víctimas, que su sencillez natural les hacia considerar como un objeto pasivo de una disputa de intereses. Las personas de distincion, dominadas por los mismos sentimientos, no estaban menos conmovidas; se habian puesto casi indiferentes á la suerte de la República, y habian diferido casi indefini

damente las elecciones interrumpidas por el acontecimiento.

Entretanto, las provincias habian nombrado ya sus diputados, y todos los dias se veian llegar algunos á Santiago. Entre los que estaban presentes se hallaba O'Higgins, que Rosas habia llamado con la mas premurosa solicitud.

Cuando habia sabido la rebelion de Figueroa, se encontraba cerca de Curico, y su primera intencion habia sido de continuar aceleradamente su marcha para tomar parte en las consecuencias del suceso. El 5 de abril, llegó á Santiago, y apenas se apeó corrió al palacio, embozado aun en su poncho de camino, para ponerse á la disposicion de la suprema junta, ofreciéndole su espada para contribuir á calmar los pocos temores que pudiesen tenerse todavía.

Pero si habia temores, ya no eran de que hubiese una nueva rebelion, y la inaccion provenia solamente de la consternacion que habia paralizado todo movimiento, y llenado de amargura los corazones de los habitantes. De todos los miembros de la junta, no hubo verdaderamente mas que Rosas que se hubiese mostrado superior al acontecimiento, y mantenido á la altura de su mision. Sin participarlo á los demas miembros, habia escrito una proclama, en la que, despues de haber dado algunos detalles sobre el suceso del 1° de abril, y sobre la conducta del pérfido Figueroa, decia, para tranquilizar los ánimos, que se haria justicia equitativa pero rigorosa :

No hay medio (añadia). Es preciso llenar dignamente esta obligacion del gobierno. Chile no debe alimentar en su seno á los monstruos que han proyectado

V. HISTORIA.

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devorarlo, y aunque la humanidad se resienta del escarmiento, la patria imperiosamente lo manda. Su muerte evitará la de tantos inocentes que han estado á punto de ser víctimas del furor de los asesinos del dia primero (1). »

Rosas habia manifestado muchas veces el deseo de ver á O'Higgins á su lado, porque sabia que con su carácter decidido y denodado conseguiria mas fácilmente romper el último eslabon de la cadena que sujetaba el país á la monarquía española. Las grandes revoluciones (decia él) no se hacen sin conmociones ni sin violencias, y el ejemplo del 1° de abril le convencia de que debia imprimir al movimiento un carácter esencialmente militar, afin de contener por la fuerza el espíritu de traicion; pero estaba lejos de ser él mismo soldado, y la ambicion de O'Higgins no se habia aun puesto en evidencia, ya fuese por respetos á su ínclito maestro, ya porque sus inclinaciones guerreras estaban aun comprimidas por la fuerza de la subordinacion.

De todo esto nacia la necesidad de ceñirse aun á los consejos de una política diestra y astuta, por los que el hombre obra con prudencia, y, muchas veces, contra su propio modo de sentir. En efecto, habia pocos dias que Rosas y los demas miembros de la junta habian firmado una proclama alentando á los Chilenos á que se elevasen á la esfera de independencia que les habia señalado el autor de la naturaleza, y á presentar á los estranjeros el espectáculo de un pueblo instruido y laborioso; á nuestros hermanos, los valientes, leales y desgraciados Españoles Europeos, abriéndoles un asilo que mitigue el dolor de haber perdido sus hogares; á

(1) Obra en mi poder una copia de esta proclama, debida, segun me dijo B. O'Higgins, à la sola pluma de J. Rosas.

nuestro buen rey, conservándole este último reducto de la fidelidad, mejorado, si es posible, hasta el punto de hacerlo digno de su morada (1). »

Tal era aun el lenguaje de la junta en el momento de las elecciones, lenguaje que para tranquilizar los ánimos, y temporizar con el enemigo, tenia la fatalidad de paralizar el arranque de la libertad nacional, y de esterilizar la ventaja que acababa de obtener sobre el absolutismo. Al mismo tiempo, alentaba las pasiones, aun ardientes, del partido vencido, le autorizaba á levantar la cabeza y lo impelia, por decirlo así, á disputar el éxito, procurando introducir legalmente en el congreso miembros enemigos del movimiento, y afectos con alma y vida á la monarquía española. Este era, en resumidas cuentas, el resultado de la política tímida, débil, sin prevision, y, muchas veces, contradictoria, que subyugaba á la mayor parte de los miembros del nuevo gobierno.

Las elecciones de las provincias, que habian parecido ser favorables á los liberales, acabaron por resentirse de esta organizacion viciosa. Algunos realistas habian conseguido ser nombrados diputados, y tan luego como llegaron á Santiago se pusieron en relacion con los Españoles y Chilenos enemigos del gobierno. Rosas no los perdia de vista, y procuraba adivinar, con su tino infalible, el papel que cada uno de ellos pensaba desempeñar. Analizaba el talento y la conciencia de todos. Calculaba el influjo que tenian, y despues, en sus reuniones, nunca dejaba de insinuar la oposicion que iban á causar en la asamblea, y cuan urjente era adoptar medidas propias á desbaratar sus arterias.

(1) Esta proclama se halla en el diario mss. de don Manuel Salas.

Era esta una astucia de aquel gran político, que previendo se pondrian trabas á sus miras de interes y de ambicion, se preparaba con tiempo á romperlas. Porque no puede menos de verse, en todas las acciones de Rosas, un vivo deseo de dominar al país, y de llegar á ser su presidente. Desgraciadamente, tenia por concurrente á Ignacio de la Carrera, que pretendia lo mismo, y con mas derecho, no por su talento sino porque era Chileno, y representaba el ayuntamiento, siempre deseoso de introducirse en el poder supremo.

De estas dos opuestas pretensiones surjió un espíritu de rivalidad que separó los miembros de la junta en dos campos, siempre dispuestos á hacerse una verdadera guerra sordamente. Por consiguiente, era muy importante para el fiero republicano el aumentar el número de sus partidarios en el poder ejecutivo, y, al efecto, propuso la necesidad de reunir todos los diputados que se hallaban en Santiago, y de incorporarlos en la junta para tener parte en sus sesiones. Esta proposicion fué hecha por el diputado de Valparaiso, Agustin Vial, que citaba los ejemplos de Buenos-Aires, Quito y otras partes, para que pareciese mas conforme á lo que pedian las circunstancias. Rosas, Rosales y Marquez de la Plata la apoyaron con todo su poder, y fué combatida por los demas miembros, reunidos á una diputacion del ayuntamiento, á la cabeza de la cual se hallaba el procurador de ciudad, el ríjido Miguel Infante.

Desde luego, se levantó una discusion, tan viva como terca de ambas partes, pero que se terminó en favor de Rosas; porque los Chilenos presentes en la reunion, fastidiados de vivir en incertidumbre, y deseando tener un gobierno laborioso, se habian manifestado altamente

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