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que de Dios y de si mismo. Don Manuel Salas fué uno de los mas acérrimos promotores de esta ley (1), y ya en febrero del mismo año habia conseguido que pasase la ley de igualdad de los Indios, y la abolicion de sus tributos, levantados ya por la junta de Cádiz, á peticion de los diputados de Chile, Joaquin Fern. de Leyva, y Miguel Riesgo y Puente.

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Igualmente, se trató de introducir algunas reformas en la administracion eclesiástica, y se discutió el punto de abolir derechos parroquiales para sujetar los curas á la administracion fiscal. Se remitieron doscientos quintales de pólvora á la junta de Buenos-Aires, que estaba en guerra con los Españoles y los Brasilenses establecidos en Montevideo, y se procuró sobretodo dar á la revolucion la enerjía que le faltaba. En sus proclamas usaban el lenguaje el mas firme, el mas virulento contra los realistas, obstinados Dejennos, le decian, si odian los principios que proclamamos. Desde este momento, se conceden treinta dias para suscribir en las listas jenerales de descontentos. Ninguno será inquietado por este hecho, y á todos se dispensan seis meses para realizar sus negocios y disponer libremente de sus personas, de sus familias y de sus intereses. Conozca el mundo las ideas que forman nuestro carácter; pero tiemblen en adelante los que no sean decididos por nuestra sagrada causa. Examinen detenidamente

(1) Muchas veces, este jeneroso bien hechor me ha hablado con entusiasmo de este hecho, que él consideraba como el mas meritorio de su vida. No pudiendo, con gran sentimiento suyo, mostrarme la pluma con que habia firmado dicho decreto, me mostraba sus tres dedos, como si le pareciesen reliquias. Sinembargo, como sucede siempre en tan importantes transacciones sociales, muchos esclavos, abusando de esta ley de favor, ocasionaron desórdenes en la ciudad, en términos que el gobierno se vió en la necesidad de emplear medios de rigor para restablecer el órden.

los motivos para no llorar su libre eleccion. Una vez hecha, se declara crímen de lesa patria la indiferencia, y será irremisible la pena sobre todas y cada una de las clases del estado (1). »

Tal era el lenguaje de aquellos fieros radicales que hablaban apoyándose siempre en el nombre de su amado Fernando VII.

(1) Proclama del 14 de setiembre 1811.

CAPITULO XVI.

Descontento de Carrera.- Leva de nuevas tropas.-Preparativos de defensa contra todo ataque por parte del Perú.- Don Antonio Pinto plenipotenciario en Buenos-Aires.— Revolucion del 15 de noviembre, supuesta en favor del Rey. Engaño que padecieron los Realistas. Eleccion de un nuevo consejo ejecutivo. - Complot contra los hermanos Carrera. Otra revolucion del 2 de diciembre contra la asamblea, que queda disuelta.

Habiéndose elevado así al poder, la familia Larrain procuró mantenerse en él alejando del gobierno á todos cuantos por su carácter ambicioso y turbulento podian hacerle sombra (1); política que los hizo injustos con Carrera, cuyos servicios precedentemente hechos no fueron bastante apreciados.

Dos dias despues de la revolucion, el gobierno honró con felicitaciones á los oficiales Vial y Guzman, que no habian tenido mas que una parte secundaria en la accion, é igualmente á Luis y Juan José Carrera, dejando en olvido á Miguel. A lo menos, no cumplió con este deber hasta mucho tiempo despues y cuando habian llegado á sus oidos algunos rumores de queja de su parte. Esta especie de indiferencia hácia un hombre que debia ser considerado como creador del nuevo gobierno, no surjia solamente del seno de sus miembros sino tambien de ciertas sociedades. En la de Joaquin Larrain se ensalzaba con afectacion, y en presencia de Miguel,

(1) Era difícil que esta familia no tomase siempre mucha parte en los asuntos públicos, en atencion á su rango, y sobretodo á las ramificaciones de la familia, cuyos individuos eran tan numerosos que la llamaban la familia de los qutnientos.

el alto mérito de Juan Rosas, que se pensaba siempre en nombrar de presidente.

Carrera era sínceramente afecto á este gran patriota; pero no participaba de su política, la cual, segun él decia, no era mas que un reflejo de la de Buenos-Aires, y como Chileno, orgulloso de este nombre, hubiera querido que su país no siguiese ciegamente las huellas de aquella república, y que al entrar en la era de su verdadera existencia, probase que tenia suficientes medios y capacidad para ello. Desgraciadamente, el influjo que tenia Rosas en su partido era inmenso, y todos estaban persuadidos de que obraba por convencimiento, y de ningun modo por predileccion de nacionalidad. Lo que hacia aun mas directa la influencia de esta vecindad era la muchedumbre de arjentinos que se hallaban en Santiago, y entre los cuales habia sujetos que reunian á vastos conocimientos mucho amor á las nuevas instituciones y mucha actividad. El antiguo poder, como los lectores recordarán, alarmado por la demasiada exaltacion del plenipotenciario Alvarez Jontes, habia solicitado de su gobierno fuese llamado, y en efecto lo habia sido y lo habia remplazado don Bernardo Vera, jenio no menos emprendedor y capaz de sostener por la fuerza de su talento las ideas del que era, á la vez, su maestro y su conciudadano.

Todo esto no podia menos de causar una fatal irritacion al alma soberbia de Miguel Carrera que habia dejado España para venir á servir su país, y que sentia en lo íntimo de su conciencia la posibilidad de rejenerarlo y elevarlo á toda su dignidad, con tal que le ayudasen algunos patriotas dotados de capacidad. Desde entonces, entrando con todos sus sentidos y potencias

en la senda de reformas y progresos, no pensó en otra cosa mas que en hacerse cabeza de partido. Su jenio fogoso y arriesgado le daba mucha ventaja sobre sus adversarios, y ademas de esto podia contar con la adesion de la mayor parte de los oficiales que entonces estaban de guarnicion en Santiago. En efecto, los frecuentaba de preferencia, se mostraba jeneroso con ellos, y los divertia con sus bromas y gracejos, pasablemente bufones y muy vulgares algunas veces; pero que agradaban mucho á aquellos jóvenes ociosos y frívolos.

El poder ejecutivo sabia todo esto y lo veia con zozobra; pero por mas que sospechaba las intenciones de Carrera, no podia aun combatirlas abiertamente porque no estaba bastante seguro de las tropas y prefirió, por prudencia, hacer nuevas levas capaces de imponer respeto á los granaderos, que eran el batallon sagrado de los hermanos Carrera. Entonces, renovó la idea de Rosas que, en otro tiempo, habia propuesto la formacion de un cuerpo de patriotas, los cuales bajo el pretesto de protejer las nuevas instituciones contra el espíritu de reaccion, le servirian igualmente contra todo pretendiente al poder. Se levantó, en efecto, este cuerpo y se nombró por su coronel á don Juan Martinez de Rosas, bien que residiese entonces en Concepcion; por capellan, al presidente de la asamblea don Joaquin Larrain, y de oficiales, á muchos parientes y amigos de este último. Fué creado igualmente un batallon de. pardos bajo el mando de Juan de Dios Vial.

Esta medida fué mas desventajosa que favorable para el poder. Muchos no vieron en ella mas que un acto que gritaba egoismo, y lo atacaron, como de costumbre, por medio de libelos injuriosos, de donde salieron chis

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